Activistas
Bárbara Martín, Responsable de la Oficina Técnica de Asuntos Europeos de la ONCE y Vicepresidenta de la EBU (Unión Europea de Ciegos)
Una mujer apasionada, unos padres, un oftalmólogo y Rick Astley
12/02/2016
Blanca Abella
“Siempre he llevado gafas y nunca me he sentido diferente, ni en casa ni fuera de casa. Mis padres me decían que tenía que aprobar igual que las demás, sí o sí”. Y era la menor de cuatro hermanas. “Tuve mucha suerte de ser la cuarta hija porque eso permitió a mis padres no sobreprotegerme”. Bárbara se siente afortunada de ser como es, una mujer con discapacidad apasionada y luchadora, pero en definitiva una persona normal. Su fuerza le ha llevado lejos, a golpe de estudio, algo de música y mucho tesón.
Granada, 17 de septiembre de 1974. Bárbara nace ciega a causa de unas cataratas congénitas. Su madre sospecha muy pronto que algo ocurre y acude al médico algo alarmada. Así conoció a una de las personas más importantes de su vida, el oftalmólogo Don Buenaventura Carreras Matas, al que Bárbara recuerda en repetidas ocasiones a lo largo de este encuentro, siempre agradecida, “era un médico excepcional”.
“Me operaron y a los cinco meses ya tenía mis gafitas”. Las sospechas de su madre se confirmaron, “siempre me decía que mi primer juguete fueron mis manos”. Y parece que siguen siéndolo, porque Bárbara habla y juega con sus manos sin parar, acompañan cada expresión, cada afirmación o sonrisa. Y habla y sonríe mucho, de ahí que sus manos tampoco paren.
Su vida es normal porque ella es normal, por supuesto, pero ha pasado por circunstancias especiales, unas buenas y otras no tanto. “Con 12 años tuve desprendimiento de retina y siete operaciones consecutivas de glaucoma, me hizo sufrir muchísimo y llegué a decirle al oculista que me quitara el ojo; estuve seis meses en cama, pero aun así no perdí el curso”.
Dice que es buena estudiante, pero quitándole importancia asegura que es algo genético, en su familia son todos así. Su etapa escolar fue muy feliz, como la de cualquiera. A los 12 años se afilió a la ONCE, que le facilitó el material necesario para estudiar y vivir con su discapacidad visual sin barreras. “Sé que veo mal pero no tengo conciencia de ser distinta, me gustaría ver bien, pero no puedo, esto es lo que hay y tengo la suerte de manejarme muy bien. Mi discapacidad, lejos de ser un problema, para mí ha sido una ventaja”.
Tiene mucha suerte, o al menos se siente tan afortunada que así lo expresa, además de agradecer a cada instante la presencia vital de unos cuantos ángeles en su vida. Sus padres son los primeros en aparecer en este relato, “mi madre era una mujer muy especial y le debo mi fortaleza, vitalidad, sociabilidad y ser muy impulsiva y con mucho carácter, me parezco mucho a ella; a mi padre le debo el sentido de la responsabilidad y ser independiente y muy exigente”. Y de nuevo lo dice, siempre les agradecerá que no la sobreprotegieran, “mi madre nunca me puso trabas, que la niña quería aprender a montar en bicicleta, aprendía, que quería patinar, patinaba; ella lo pasaba fatal, pero nunca me lo trasladó”. En más de una ocasión, y de dos, Bárbara recuerda a su madre y a su oftalmólogo, ambos ya fallecidos, y les da gracias mirando hacia arriba, “cualquier cosita que consigo se la dedico a él y a mi madre”.
En estudio y aprendizaje constante
En su casa la costumbre era que las chicas, a una edad determinada, pasaran tres meses de verano en Inglaterra para aprender el idioma, pero a Bárbara no le seducía la idea de ir allí. “Mi madre me dijo que yo no iba a ser menos y que como no quería ir a Inglaterra, ¡te vas a Estados Unidos!”. Se ríe recordando aquello, pero de nuevo se muestra agradecida por todo lo que aprendió, aunque en realidad en estos momentos recuerda más a Rick Astley que a sus ángeles especiales. El cantante ha sido su mejor profesor, “me empapé de inglés con sus canciones, le debo mi nivel más básico de inglés”, las primeras palabras y frases con las que viajaría a Estados Unidos. A la vuelta de sus viajes, llegó a realizar tres a Estados Unidos, mantenía y reforzaba su nivel de inglés con mucha fuerza de voluntad y grandes recursos, se leyó los siete libros de Harry Potter en inglés.
Mientras, seguía estudiando en la escuela y más allá, en la universidad, “soy como una esponja, me gusta mucho aprender”. Por eso terminó la carrera de Derecho en cinco años, incluso optando a alguna asignatura que no era obligatoria, el derecho comunitario, que le apasionaba y años después sería su destino. “¿Quién lo iba a saber?”, Bárbara cree que en su vida hay coincidencias muy llamativas y especiales, una de ellas fue esa decisión de elegir una asignatura que no era necesaria y que sin embargo luego se convertiría en el motivo principal de su trabajo.
Terminados los estudios, Bárbara decidió que tenía que saber si quería ejercer el derecho o no. Fue la primera en salir de casa, a pesar de ser la menor. Cogió rumbo a Madrid y comenzó un máster. Cuando cursaba un año le llamaron de otro máster, el antiguo MBA de Fundosa Social Consulting. Dejó el primero aparcado y realizó el segundo, donde “tomo contacto con gente afiliada a la ONCE y con personas con otras discapacidades, recordaré ese año como una experiencia vital que me dio muchísima energía y me enseñó a no creerme el centro del mundo, aunque normalmente no me lo creía, me enseñó a aprender de cualquiera que pase por tu lado, más si tiene discapacidad; fue un año muy intenso”.
Y después de un periodo de prácticas muy provechoso y que recuerda con cariño en Viajes 2000, otra conexión extraña en su vida ya que el tema de los viajes se haría fundamental en su trabajo posterior, terminó el máster que había dejado aparcado. Enseguida logró otro trabajo en el que aprendió mucho, en la asesoría jurídica de la inmobiliaria Oncisa. Permaneció allí siete años, “aprendí a trabajar en equipo que para mí es fundamental, soy una firme convencida del trabajo en equipo y fue un aprendizaje importante. Era lo que yo quería y estaba contenta pero llegó un momento en el que necesitaba cambiar”. Además, en esa época su madre enfermó y falleció en poco tiempo, supuso un punto de inflexión en su vida, “estuve un año sin reír”.
Su especial ángel de la guarda no parecía estar satisfecha y según cuenta Bárbara, su madre debió dar un fuerte y simbólico puñetazo desde el cielo para que esa situación acabara, “para que me llamara Miguel Carballeda”. Y el presidente de la ONCE le ofreció el trabajo soñado, “siempre he querido trabajar en el área internacional de la ONCE porque la labor que en ella se desempeña es importantísima y valiosísima y estar en la Unión Europea era mi sueño hecho realidad”. Es otra de las coincidencias que Bárbara comenta, porque el día que la llamó Carballeda era una fecha señalada, muy relacionada con su madre.
La Unión Europea y Rick Astley
Lleva ya casi nueve años trabajando en ese frente, como responsable de la Oficina Técnica de Asuntos Europeos de la ONCE, “el trabajo es apasionante, porque al final es tratar con gente, a mí me gusta tratar con personas y aprender de las personas y sobre todo porque la labor, aunque su resultado sea a largo plazo, merece mucho la pena. Muchas veces es fácil porque no represento a una industria o una empresa con intereses económicos, mi causa la compra todo el mundo”. “Yo abro mentes”, dice Bárbara. Y no porque las mentes quieran cerrarse, sino porque no lo conocen. “Las reuniones en Bruselas se caracterizan por su rapidez, ellos no tienen tiempo, yo no se lo puedo hacer perder y a mí me interesa que mi mensaje sea muy claro, entonces estoy acostumbrada a ofrecer mi discurso en diez minutos. Sin embargo he tenido reuniones en las que tenía que explicar a otras personas qué es el jaws, o cómo un ciego accede a Internet, cosas muy básicas que allí no conocen; en una de esas reuniones, que tenía que durar solo cinco minutos, al final pasé hora y media”.
Viaja una vez al trimestre a Bruselas para estar allí una semana y mantener hasta 6-7 reuniones diarias. “No voy a hacer turismo, de hecho no conozco Bruselas, termino las reuniones tan cansada que lo único que quiero es llegar al hotel”. Le dijeron que le ponía mucha pasión a las cosas, “pero no tiene ningún mérito porque defiendo una causa en la que creo, estoy convencida de ello y además no pido la luna o cosas extrañas. Me resulta muy fácil mi trabajo porque estoy convencida y porque cuando digo ‘ONCE y Fundación ONCE’ las puertas y las ventanas se abren, no es mérito mío, es mérito de toda la gente que ha trabajado durante todos estos años”. Pero además, se lo ha ganado, “he tenido mucha suerte pero nadie me ha regalado nada, he tenido que luchar y he ganado por méritos propios”.
Recientemente, como consecuencia de esa pasión y ese trabajo tan intenso, Bárbara ha sido nombrada además vicepresidenta segunda de la Unión Europea de Ciegos. “Es un honor, porque es una organización que representa a 30 millones de personas”. Además, tras realizar cursos diversos mientras trabajaba, comenzó otra carrera que ahora está terminando, Ciencias Políticas, en la que ha logrado sobresalientes en varias asignaturas de internacional, las que domina por estar directamente relacionadas con su trabajo. Y por supuesto sigue escuchando a Rick Astley y aprendiendo inglés. Hace poco pudo practicarlo con el propio cantante. Y este es uno de los momentos más excitantes de la entrevista, porque Bárbara relata su encuentro y su gran recuerdo, plasmado en una foto única, con el ídolo musical de su vida.
En la celebración de su 40 cumpleaños, un feliz día que todavía recuerda, su querido primo Manolo le regaló una entrada para ir juntos a un concierto que fuera especial. Y en otra de esas coincidencias extrañas y emocionantes de su vida, un año después, justo el mismo día de su cumpleaños, 17 de septiembre, Rick Astley cantaba en Madrid. Tras el feliz concierto y gracias a una serie de carambolas insospechadas, y guiada por dos Ángeles, uno terrenal y otro celestial, Bárbara acabó hablando en persona con Rick Astley. Aprovechando la experiencia que ya había adquirido en sus reuniones europeas, Bárbara le resumió en 10 minutos, cogiéndole la mano, todas sus vivencias en torno a su música y su pasión por sus canciones y su inglés. El cantante se mostró encantado y tras firmar los discos que ella le llevó, se dejó fotografiar en un instante que ella recordará toda su vida.
Al día siguiente Bárbara tenía que salir a las seis de la mañana en avión para una ponencia que daba en Bruselas. Apenas durmió esa noche, pero en su ponencia, por supuesto, mencionó, hasta en dos ocasiones, al gran Rick Astley.