Seguro que quienes le conocen bien coincidirán conmigo en que es un buen ejemplo de caballero cristiano; europeísta convencido (recuerdo la anécdota del viaje en avión de hélice para ver en Bruselas al Comisario Oreja, de quien es gran amigo, también de Almunia); activista incansable en defensa de las personas con discapacidad intelectual desde FEAPS (entregó con emoción el primer Premio Cermi a la Trayectoria Asociativa a María Luisa); demócrata responsable (le recuerdo tomando un tren desde Lyon a hora intempestiva para llegar a tiempo de votar en unas elecciones autonómicas); amante de su tierra vasca y de su país España (fue especialmente emotivo presentarle en una de las ceremonias de entrega de los Premios Cermi a la viuda de Múgica); seguidor permanente de las nuevas tecnologías; esposo, padre, abuelo…preocupado en todo momento por su familia. Desde ese viaje a Estocolmo, hace once años ya, me siento parte de ellos, de Ana y de Alberto.

 

El origen del CERMI está estrechamente ligado a Alberto y su vocación europeísta. El Programa Helios favoreció el crecimiento de la sociedad civil defensora de las personas con discapacidad y de sus familias en Europa en torno al EDF, y a partir de ahí, la necesidad de atender un requisito burocrático que permitiese la entrada en el EDF propició la creación formal del CERMI, que ya de facto había iniciado su andadura algunos años antes y que 15 años después nos permite a todos unirnos en este merecido homenaje doble, a Alberto y al CERMI.

"Alberto se ha mostrado en todo momento como un firme defensor del CERMI y de su mayor valor, el de la unidad"

Como primer presidente del CERMI, primero, y desde otras instancias de representación después, Alberto se ha mostrado en todo momento como un firme defensor del CERMI y de su mayor valor, el de la unidad. Desde un talante conciliador en todo momento, dialogante, de acercamiento de posturas cuando ha sido necesario, Alberto siempre está ahí, con el CERMI, en los momentos buenos y en los malos.

Esa vocación europeísta le llevó a representar al CERMI en el EDF, donde le acompañé en esa aventura europea, de coste elevado en lo familiar, por muchas ciudades europeas. Ahí quedan Bruselas, Estocolmo, Lyon, Copenhague, Roma, Zakynthos, Atenas, Tesalónica, Dublín, Varsovia, Lubjana…y muchos recuerdos. La primera Asamblea del EDF fuera de Bruselas, celebrada en Madrid, en el año 2002, difícil en alguno de sus puntos, emotiva también (la Reina Sofía recibió a una delegación de ambas entidades, y disfrutó de una breve charla en griego con Yannis Vardakastanis, presidente del EDF); el Año Europeo de la Discapacidad en 2003 (la inauguración en Atenas, admirando la interpretación del Sirtaki en lengua de signos); los encuentros con los Países del Sur de Europa (el más recordado el último, en Compostela, en el Año Jubilar de 2004, donde la ofrenda al Apóstol Santiago fue solemne, y su despedida de la escena europea nos hizo llorar a todos los presentes).

Leí hace unos días que alguien se definía como “soy lo que soy por la gente que me he encontrado en el camino”. Creo que Alberto me ha permitido, a lo largo de estos 11 años de convivencia, enriquecerme con su experiencia, buen hacer y saber estar. Quedaría vacío este pequeño homenaje si no recordara en estas líneas a Ana, compañera, esposa, amiga, exponente perfecto de lo que a mi juicio debe ser la pareja ideal.

 

Hace poco tuve el placer de compartir con él un rato en su amado Club Náutico de San Sebastián, donde en un día de otoño y mar bravo pasamos un rato en la terraza, frente a las olas del Cantábrico. Unos meses más tarde fue una gran satisfacción pasar un día de junio con él en compañía de mi hija Helena, de Irati y de Ana Peláez.

 

Honramos a Alberto el año del 15 Aniversario del CERMI. Es de justicia este reconocimiento al que fue su primer presidente y una parte esencial de su memoria histórica. Gracias, Alberto.