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viernes, 17 de enero de 2014cermi.es semanal Nº 107

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Los raros

Anne Sexton, o el ama de casa hecha poeta

Por Esther Peñas

27/12/2013

Mis admiradores creen que me he curado; pero no, sólo me he hecho poeta”. La frase no sé si una misa pero, desde luego, bien vale un devoto -e incondicional- reconocimiento. La autora, Anne Sexton (Massachusetts, 1928, Boston, 1974), la mujer que envainó en el verso asuntos tan poco poéticos como la menstruación. O la masturbación (“De noche, sola, me caso con la cama”). O el odio a sus hijos apaciguado por el amor a esos mismos hijos ("En los poemas en que celebra la unión con sus hijas conmemora también la herencia de la propia insuficiencia con la que ha dotado a sus sucesoras", explica en el prólogo José Luis Reina).

Anne Sexton, poeta
 
Anne Sexton, que no se llamaba siquiera así sino Anne Gray Harvey. Señora de Sexton, sí. Vate, por la gracia de una rutinaria fascinación por el suicidio. La autolisis, que corrigen ahora los correctos. “La muerte correcta está escrita./ Colmaré la necesidad./ Mi arco está tenso./ Mi arco está listo./ Soy la bala y el garfio.”
 
Sufrió crisis depresivas tras su primer parto. Esa sombra que tira del ánimo y lo emponzoña. Tenía entonces 20 años. Ingresó un par de veces en el Westwood Lodge, un hospital neuropsiquiátrico en el que un médico, su psiquiatra, le recomendó zurcir poemas. Martín Orne. Diez años después de aquel consejo, Sexton obtuvo el Premio Pulitzer por ‘Morir o vivir’ (su dilema irremediablemente cotidiano). 
 
Aquello de coser palabras la impuso al principio. Ella, ama de casa, escribiendo. Se encontraba incómoda, casi ridícula. Como si usurpara un oficio que no le perteneciese. Como si le viniera grande la distracción lírica. Así que se apuntó al taller de John Holmes, y luego al de Robert Lowell, donde coincidió a Silvya Plath, a quien le dedicó esos versos inmortales: “Oh Sylvia, Sylvia, / con una caja muerta de cucharas y piedras,/ con dos hijos, dos estrellas fugaces/ errantes en el pequeño cuarto de juegos/ con tu boca en la sábana,/ en la viga del techo, en la necia oración”.
 
Después, algo se rompió entre ellas. O no. Según quien cuente la historia, de lejos o de cerca. Lo que sí aseguró Sexton es que si algo le influyó hasta la epifanía fue el libro de Snodgrass, ‘Heart’s needle’, escrito para su hija después de divorciarse y pelear su custodia. Anne Sexton, poeta
 
Sexton se movía entre las pautas estéticas, éticas, formales, de lo que se conoce como confesionalismo, es decir, un sistema solar en el que los poemas gravitan sobre lo más descarnado y visionario de quien escribe. Como la propia Plath. O Snodgrass (a él se debe, mal que le pesare el resto de su vida, la etiqueta, ‘confesionalismo’, por su ensayo ‘Lírica de la consefión’). O como Lowell, también creador del asunto. 
 
“Al final del asunto siempre es la muerte./ Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,/ fuera de la tribu de mí misma mi aliento/ te echa en falta. Espanto/ a los que están presentes. Estoy saciada./ De noche, sola, me caso con la cama”.
 
No teníamos la poesía completa de Sexton vertida al castellano. Linteo ha drenado ese vacío, un vacío de casi mil páginas, las que ocupa la obra completa de Sexton traducida por José Luis Reina y supervisado (como mentor de la colección) por Antonio Colinas. 
 
Uno se adentra en esta espesura y se deja besar y abofetear –es metáfora, o no tanto- por las imágenes de esta mujer de delicada belleza. Y uno casi palpa aquello que ella escribiera, “los suicidas poseen un lenguaje especial”. Hay que aferrarse a los versos de Sexton porque son tumultuosos, y fieros, y arrastran hasta el exabrupto del alcohol haciendo efecto, y abofetean con un asco y un desprecio a la intemperie, y hielan la soledad que uno –quien escribe- siente. Sin embargo, en cada verso late la necesidad de ser amada, abraza en el calor de quien acoge. Sexton. Amante, adicta a la bebida, entusiasta del sexo, madre encabalgada por las circunstancias sin bridas posibles.
Anne Sexton, poeta
 
Los poemas de Sexton causan cierto rubor. Son explícitas confesiones, da igual que fueran reales o fuesen ficticias. Son. Y así calan. Tanto que empapan de lo auténtico. De tan privado, casi obsceno; de lo íntimo, cerca de lo fraterno, en la aceptación de quien comparte de veras. Se sostienen sus versos. 
 
Crisis psiquiátricas, excesos, reflexiones sobre el adulterio, ingresos hospitalarios, discusiones, remordimientos... Apunto el también poeta Rosenthal, refiriéndose a los versos de Sexton: “estos poemas me parecen una culminación de lo Romántico y la moderna tendencia a ubicar el Ser literal más y más en el centro del poema; lo que sería una forma de mostrar su vulnerabilidad psicológica y la vergonzante adecuación a la civilización”. Sea.
 
Tal vez se desbordó, ella, en él, en el poema. “Ten cuidado con las palabras,/ incluso con aquellas milagrosas./ Para las milagrosas hacemos lo mejor posible,/ a veces se enjambran como insectos/ y dejan no una picadura sino un beso”. Lenguaje directo, atropellando la corporeidad misma de las cosas que refleja, sin alharacas pero bello en cualquier caso, también sucio, como el de Panero, o el de Baroja desde su orilla narrativa. 
 
Destaquemos uno. Un poema. ‘Transformaciones’, donde se burla, hiriente y elegante, de los roles adjudicados al hombre, de los papeles a los que la mujer está obligada. Conversa con Blancanieves, y Caperucita Roja, y Cenicienta. Y las pervierte. Dícese de abrir los ojos.Anne Sexton, poesía completa
 
De ‘Rapunzel’: Años después pasó un príncipe/ y escuchó cantar a Rapunzel en su soledad./ La melodía le atravesó el corazón como una carta de/ [amor,/ pero no halló la forma de alcanzarla./ Como un camaleón se ocultó entre los árboles/ y observó a la bruja ascender por el pelo oscilante./ Al otro día él también exclamó:/ Rapunzel, Rapunzel, deja caer tu pelo,/ y así se conocieron y él le declaró su amor./ ¿Qué es esta bestia, pensó ella,/ con músculos en los brazos,/ como una bolsa de culebras?/ ¿Qué es el musgo sobre sus piernas?/ ¿Qué planta espinosa le crece en las mejillas?/ ¿Qué es esta voz, profunda como la de un perro?/ Pero la deslumbró con sus respuestas./ Pero la deslumbre con su palo danzante./ Yacieron juntos sobre los hilos amarillentos,/ nadaron entre ellos/ como peces entre algas/ y cantaron bendiciones como el papa”.
 
Un 4 de octubre, día en el que el papa Gregorio XIII sustituye el calendario juliano por el gregoriano, nada la retuvo. Tenía las piernas largas, un azul de ojos inolvidable y 46 años. También dos hijos. Aparte de belleza, y elegancia en las formas y en la intención. Por la mañana acudió a terapia con la doctora Schwartz. Cigarro en ristre, fue su última confesión. Después arrancó su Cougar rojo y se reunió con su amiga Maxine Kumin.
 
Comieron sandwiches de atún. Bebieron vodka. Fumaron. Sobre todo Sexton.  Hablaría de poesía. O de asuntos más triviales. Fumaron. Se intercambiaron poemas. Fumaron. Terminado el almuerzo, Sexton volvió a arrancar su Cougar y le gritó algo a Maxine, que ésta no entendió. 
 
Al llegar a casa, se preparó un vodka. Tal vez bebiese tres más. Mientras, fumaba. Algo sucedió en su mente. Algo determinante. Se enfundó un abrigo de piel heredado de su madre. Cerró todas las puertas del garaje, y encendió un pitillo. También el motor. De su Cougar. 
 
Zweig escribió que “todo espíritu creador cae infaliblemente en la lucha con su demonio. Pero es en los que sucumben en esa lucha en quienes podemos ver de manera clara los rasgos pasionales de la misma”. Ese 4 de octubre, Sexton sucumbió para siempre. 
 
De Sexton resta decir que es un personaje raro. Raro a la manera que explicó Rubén Darío: “El común de los lectores acostumbrados a los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales o solamente de gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los autores clásicos vale más que no acerquen los labios a las ánforas curiosamente arabescas y gemadas de los cantos ya amorosos ya místicos ya desesperados de este poeta ya que en ellos está contenidos un violento licor que quema y disgusta a quien no está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional literatura modernísima. Se trata, pues, de un raro”.
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