Mujer
Carla Mediavilla, mentorada en el Programa de mentorado social para mujeres con discapacidad
Aprender a hacer cosas nuevas e interesantes de la mano de otra mujer con discapacidad
18/09/2015
Blanca Abella
“He aprendido de todo”, asegura Carla. La experiencia con el programa de mentorado del CERMI le gusta y quiere continuar con ella. “Me ha enseñado a ser más autónoma e independiente”, afirma sonriente. El programa del CERMI busca la inclusión social de mujeres con discapacidad. Carla es en este caso la mentorada y su mentora, Pepa, es quien se encarga de manera voluntaria de realizar todo tipo de acciones de acompañamiento en diferentes áreas de actuación, además de permanecer a su lado en la asunción de su discapacidad.
Carla tiene 28 años y trabaja como personal de apoyo del CERMI todas las mañanas de lunes a viernes. Tiene discapacidad intelectual y se desenvuelve con mucha soltura en el centro de trabajo, al mismo tiempo que muestra una actitud seria, responsable, se siente bien con lo que hace y está segura de sus capacidades.
Pero Carla también es una mujer joven que todavía siente ciertos miedos, que se sonroja a ratos y se encoge de hombros en otros momentos, cuando preguntas por asuntos que a lo mejor no tiene todavía tan dominados. Por eso, cuando le hablaron del
programa de mentorado del CERMI entendió que podía ser interesante, “dije que sí, a ver qué tal era esa experiencia nueva”. Le gusta saber y sentirse autónoma, independiente y con la ayuda de su mentora ha logrado grandes avances, “me ayuda a cosas nuevas, porque yo me pongo siempre nerviosa y ella me ayuda a quitarme la vergüenza”.
Conversar cara a cara
La cita con su mentora suele ser un viernes, tras el trabajo, a la hora de comer. Pasean juntas por el centro de Madrid y buscan un lugar donde sentarse a almorzar y conversar un rato. Ambas llevan bien elaborados sus deberes. Carla apunta en un cuaderno su lista de deseos, todo aquello que se le ocurre que puede aprender con su mentora. “Quiero aprender a cargar mi abono de transporte, pero no tengo tarjeta y puedo pagar con monedas, pero no sé hacerlo y quiero hacerlo yo”. Está deseando aprender a desenvolverse sola por su rutina, por su mundo diario, sin necesidad de esperar a que sus padres, o alguna otra persona, le asista en determinados momentos.
Ya llevan más de dos años juntas y a lo largo de estas citas de viernes Carla y Pepa han logrado crear un vínculo firme y solidario, “el primer día que hablé con ella me puse un poco nerviosa, pero la conocí más y más y me cayó bien”, explica Carla, “ahora ya no me da vergüenza”. Se comunican mucho por teléfono, y por Whatsapp, pero si tiene algún problema espera a verla, los mensajes no le gustan para las cosas serias, “prefiero en persona”, afirma con seguridad. Y es que le gusta el contacto personal, verse las caras, porque cuando habla Carla mira a los ojos, directa, sonríe o incluso se asombra, abre mucho sus ojos si algo no le encaja o no entiende.
Uno de esos deseos de libreta que Carla escribió en sus primeras citas con Pepa era la posibilidad de hacer un curso de informática. Se lo comentó a su mentora, que la animó rápidamente a realizarlo y la ayudó en todo lo que pudo. “Ya sé muchas cosas y tengo un nivel más alto que el resto de mis compañeros, conozco el Excel, el access…”, y de hecho los utiliza en su trabajo y en otras ocasiones. En el curso de informática también le enseñaron a manejar las redes sociales y se apuntó enseguida a Facebook, Tuenti, Twitter e Instagram, “me gusta mucho la fotografía y me gustaría hacer un curso”, apunta Carla, que no deja de ampliar su lista de tareas.
Tiene muchas inquietudes, por eso le dijo a Pepa que quería aprender a cocinar, entre otras cosas como un primer paso para una posible independización, aunque no la ve todavía muy cercana, ella vive a gusto con sus padres y le quedan cosas por aprender antes de dar ese paso. “Todavía no quiero irme, primero quiero aprender cocina y luego ya me apuntaré a los pisos tutelados”. Le cuesta tomar esa decisión, afirma con cierta seriedad, “porque vivo con mis padres y ellos hacen todas las cosas y estoy a gusto con mis padres, pero otra cosa me dice aquí (señalando su interior, su corazón) que quiero apuntarme a los pisos tutelados para aprender cosas”. Añade, finalmente, como razón de peso y seriamente estudiada, que en un futuro, si no están sus padres, tendrá que vivir sola.
Con todos estos datos y esas ganas de aprender, su mentora le buscó de nuevo un camino para cumplir sus deseos y encontró un sitio donde Carla aprende a cocinar, “Pepa me dice que a ver si un día hago una comida para ella”. El tema delicado de su independización queda pues aparcado temporalmente, hasta que termine de aprender todo aquello que ella entiende necesario antes de dar el gran paso.
Su ciudad y su mundo
En Madrid se maneja muy bien “y si tengo problemas le pregunto a la cajera del metro o a la policía, o también leo los carteles. No me pierdo”, afirma tajante. De hecho, asegura que su mentora ha aprendido con ella a moverse por ciertas zonas de Madrid, Carla también le enseña cosas útiles a Pepa. Es una mujer con mucho empuje, con un buen carácter y se siente bien, está segura de muchas cosas, aunque es consciente de sus limitaciones, de todo lo que le queda por aprender. Le gusta bailar en la discoteca a veces hasta altas horas de la mañana y le gusta ir al cine con sus amigos, “me gusta mucho”, dice. Últimamente su pandilla planea hacer alguna excursión cerca de Madrid, ellos solos, sin acompañantes, “pero todavía no lo vamos a hacer, aunque me gustaría”.
A sus amigos les ha hablado del programa de mentorado y les ha dicho que “te ayuda a hacer muchas cosas nuevas y es interesante”. Y al parecer una de sus amigas se quiere apuntar y probar esa nueva experiencia.
A lo largo de la entrevista Carla se muestra segura por momentos, y a ratos afirma sentir cierta vergüenza y se sonroja. Nos habla con sinceridad, con la misma que responde en ocasiones que no sabe contestar a lo que le preguntas. Se siente muy bien en su trabajo, con sus amigos, con su familia y con Pepa, su mentora, que ha pasado a formar parte de esa gran familia. “Le cuento secretos algunas veces, pero no todo, no hay que entrar en detalles, digo yo”, afirma riéndose. Habla de su pandilla, de esa amiga con la que baila en la discoteca, de su novio, “llevo un año con él y Pepa me dijo que le parecía bien porque estaba muy contenta pero que vaya poco a poco, como me dice mi madre”.
Programa del CERMI
El programa de mentorado social del CERMI pretende lograr la inserción social de las mujeres con discapacidad y una plena autonomía en sus vidas. Así, las voluntarias que participan en el proyecto en calidad de mentoras realizan todo tipo de acciones de acompañamiento de las mujeres mentoradas en diferentes áreas de actuación como educación, formación, empleo y maternidad, además de permanecer a su lado en la asunción de su discapacidad.
Para más información:
Mercedes Pérez de Prada, Responsable de apoyo al Área de Género y Discapacidad del CERMI. genero@cermi.es