Javier nace el día de los santos inocentes y lo celebra con alegría, porque “es un día entrañable y muy cariñoso”. Esto ocurre en 1955, en una gran familia de siete hermanos que tiene la fortuna de contar con un padre que transmite en todo momento grandes valores y convicciones. La distrofia muscular de Javier proviene también de su padre y la hereda otra de sus hermanas. Se trata, según el propio Javier, de “una de estas distrofias musculares famosas”. 

 

La distrofia le ha acompañado siempre, “toda la vida me he conocido como persona con discapacidad”, asegura. Sin embargo, “siempre he sido ese tipo de personas que no se le pone nada por delante”. En su infancia no lo tuvo fácil, no podía correr como los demás niños, ni subir escaleras con facilidad, los retos que los demás chavales acometían con una libertad fantástica, eran más difíciles para él. Pero Javier no se paraba, quería alcanzar todo lo que parecía imposible y convertía un “y yo, ¿por qué no?” en un rotundo “Sí”.

 

En ese recorrido repleto de barreras de todo tipo, Javier siempre contó con la buena compañía de su familia y amigos. Sus padres no le sobreprotegieron y le ayudaron a ser un hombre autónomo e independiente: “tengo un gran recuerdo de mi padre por los principios y valores que transmitía, fue un hombre muy trabajador que en aquel entonces dio estudios a todos sus hijos. Pretendía que cada uno de nosotros nos valiésemos por sí mismos. No hubo protección de ningún tipo y siempre he sido muy autónomo y libre, quizás era el más libre de todos”.

 

Y sus compañeros siguen todavía en su vida, de hecho los amigos del instituto se siguen reuniendo regularmente, “todavía tengo buenos compañeros de entonces, siempre me he sentido muy querido por casi todos mis compañeros y he sido amigo de mis amigos”.

 

 

A pesar de tener estudios de topografía, Javier siempre ha trabajado en lo que más le gustaba, las relaciones personales a través del mundo comercial: “siempre he trabajado como jefe de ventas, he estado al pie del cañón y formando a nuevos vendedores, generando nuevas rutas y espacios, ampliando zonas para la empresa a la que me dediqué. Estuve casi 20 años en la misma empresa y todavía, pasados otros 20 desde que me fui, sigo recibiendo en casa el detalle de Navidad. Algo hice bien para que cada 22 de diciembre reciba ese detalle”, recuerda Javier.

 

Tras muchos años trabajando con fuerza y entusiasmo, Javier tuvo que dejar la empresa casi cumplidos los 40 por problemas de salud, lo que le ocasionó una pequeña depresión: “Me costó asumir que no podía salir todos los días con el coche y hacerme una media de 400 km, tenía que dejar lo que era mi vida”, relata Javier, que al instante añade: “Duró poco, pensé que mi vida no estaba detrás de la ventana lamiéndome heridas”.

 

Y fue entonces cuando comenzó su largo recorrido en el sector de la discapacidad, empezando por el principio, por el proceso de creación de una entidad para personas con discapacidad en su municipio, Petrel, donde no existía ninguna: “En Petrel no había ninguna entidad que defendiese los derechos de las personas con discapacidad y consigo la colaboración de otras cinco personas en el propio municipio y constituimos la asociación local en la cual estoy trabajando hasta 2003, desarrollando un trabajo que ha hecho posible incluso  generar una cultura del ocio en nuestra población”. Tras años de duro trabajo, “Petrel es hoy una ciudad referente no solo en la comunidad, quizá a nivel nacional por muchos motivos”, asegura Javier, que detalle alguno de esos logros: “tenemos un centro de atención integral con una domótica avanzadísima, donde atendemos a personas con discapacidad con personal con discapacidad, somos referente a nivel de tercera edad, conseguimos ser un pueblo muy relevante. Elda llevaba ese camino ya casi hecho y facilitó que lo hiciésemos en Petrel. Y Cocemfe ha hecho posible impulsar todo lo que se ha desarrollado aquí. Es un municipio a tener en cuenta”. 

 

 

En parte, algunos de esos avances llegaron también por otro camino, cuando Javier decidió adentrarse en el mundo de la política por una cuestión meramente práctica: “desde la política se podían hacer muchas más cosas”. En 2003, el ayuntamiento de Petrel, se encarga de las delegaciones de Hacienda, Gobernación y Personal, “y a partir de ahí marco una serie de cuestiones para que se lleven a cabo dentro del municipio. Una de ellas era la reserva de una cantidad importante para inversión anual en eliminación de barreras que no se fueran a tocar y lo segundo, un compromiso personal que era intentar llegar al 10% de personas con discapacidad en la contratación directa como funcionarios en la propia administración”. 

 

Un trabajo apasionante para Javier y con grandes frutos, pero que debe abandonar a los pocos años, en 2007, por otras cuestiones prioritarias: “lo solicitan mis compañeros de Cocemfe, en el ayuntamiento no querían que me fuera, pero primero estaban mis compañeros y luego la política”, explica con convicción Javier, asegurando que a él le gusta todo, “pero me une más mi sector que el resto de temas”. 

 

 

Cuando regresa al mundo asociativo Javier afronta un proyecto que le apasiona, la construcción y puesta en marcha de un centro de atención a personas con grandes necesidades de apoyo, que finalmente inauguran en 2012. Y junto a este gran trabajo, comienza a darle vueltas a un tema que considera prioritario y en el que ofrece su testimonio más apasionado y sincero: “ahora que vamos a ser una gran cantidad de personas mayores, debemos empezar a pensar en el empoderamiento de estas personas y que las decisiones del lugar donde quieran acabar su vida la decida cada uno, no en residencias al uso, sino en espacios donde las personas mayores decidan en cada momento dónde quieren estar, si quieren ir al cine, pasear o ir a la playa y no en un modelo en que se estanca a la persona mayor, nos olvidamos de ellas cada dos semanas, viven en soledad y se mueren en soledad, por mucho que la digamos que la queremos. El ser que nos ha dado todo lo que tenemos hoy en día tiene que tener un reconocimiento y debemos empoderarle mucho más”.

 

Todo esto ocurre mientras, hace escasas semanas, asume también la presidencia de Cocemfe en la Comunidad Valenciana, “porque tocaba cambio y porque soy una persona que da participación y escucho”. Su sistema de trabajo parte del orden, porque le gusta ser así y entiende que es más fácil trabajar con orden, es participativo, porque “para tener el respaldo de todos los miembros hay que dar espacio y participación a cada uno de ellos y ellos tienen que sentirse parte de la entidad, en este caso Cocemfe, si no, difícilmente vamos a tirar del mismo carro”, y se basa en la confianza, “me gusta delegar, formar equipos, cuando uno delega y tiene confianza en los compañeros, las cosas son más sencillas”. 

 

Y entre trabajos y amigos, proyectos y compromisos, Javier mantiene también una feliz vida privada rodeado de una familia que adora. Tiene una mujer, una compañera, desde hace casi 40 años que es "la que me hace levantarme cuando surge una dificultad y me cuesta hacerlo". "Sin ella no sería nada", afirma. Además, tiene tres hijos y dos nietas, "todos ellos encantadores", asegura orgulloso. En familia disfruta de momentos especiales, pero también de una feliz compenetración e implicación. Sus hijos conocen el mundo de la discapacidad, viven ese mundo y colaboran con él. El más pequeño, que termina ahora sus estudios de ingeniería industrial, le acompaña a menudo en sus momentos de creación más personales: "se implica mucho, nos pasamos horas y horas debatiendo, compartiendo ideas, nos sentamos y hablamos mucho y me da muchos consejos".