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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 24 de febrero de 2012cermi.es semanal Nº 23

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Activistas

José María Ballesteros, presidente de COCEMFE Catalunya

“Sería un suicidio político recortar derechos de las personas con discapacidad”

22/02/2012

Mario García

Aglutina una intensa vida dedicada a la política, el sindicalismo, el movimiento vecinal y la defensa de los derechos de las personas con discapacidad. Combativo y convincente, José María Ballesteros es dueño de ideas firmes y defiende con tesón la consecución de décadas de conquistas paras las personas con discapacidad, ahora en entredicho por la crisis económica.

José María BallesterosJosé María Ballesteros nació 1951 en Campillo de Arenas (Jaén), una pequeña localidad que produce un aceite de oliva virgen extra con denominación de origen ubicada en el sur de la provincia olivarera por excelencia. Como él cuenta, su padre hizo “absolutamente de todo”. 

“Era el barbero del pueblo, el zapatero del pueblo, recogía la aceituna en invierno, segaba trigo en verano y los sábados y los domingos, más los domingos cuando había boda, bautizo o comunión, tocaba la guitarra con un grupo de dos o tres personas y animaba la fiesta, en una época dura donde la gente iba al barbero los sábados por la noche después de trabajar de sol a sol de lunes a sábado”, explica.
 
La familia, formada por los padres y tres hermanos, emigró en 1957 a Santa Coloma de Gramanet, próxima a Barcelona, en busca de una vida mejor y en pos de un tratamiento para la poliomielitis congénita de Ballesteros.
 
El actual presidente de COCEMFE Catalunya vivió una infancia diferente porque se desplazaba prácticamente gateando por el suelo, hasta que, al año y medio de llegar a tierras catalanas, logró ponerse de pie y empezó a andar, lo que en su familia llegaron a atribuir incluso a un milagro.
 
Así fue hasta que Ballesteros cumplió 45 años. La poliomielitis, con tendencia habitual a agravarse con el tiempo, le obligó a sentarse en una silla de ruedas en una época en la que nació sus dos hijos.
 
Su infancia fue dura porque pasó prácticamente más tiempo en hospitales que en casa cuando tenía entre 10 y 15 años, pero feliz por el cariño de su familia y porque en la escuela, el barrio y con los amigos se sentía “un niño como los demás”.
 
A los 15 años, Ballesteros dejó los estudios para trabajar en una empresa dedicada primero a la construcción y después a instalaciones eléctricas industriales, entre otras áreas. Y allí permaneció hasta 1979, cuando entró en el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet, periodo laboral que prolongó hasta 1998, momento en que le concedieron la invalidez por las complicaciones de la polio y un infarto. Pero ya presidía COCEMFE Catalunya y formaba parte de COCEMFE estatal.
 

Política, sindicalismo y vecinos

Mas antes de todo esto, Ballesteros dedicó parte de su tiempo al movimiento vecinal. Con 20 años presidió la asociación de vecinos del barrio del Raval de Santa Coloma de Gramanet, donde residían unas 8.000 personas, lo que aunó a su compromiso sindical desde la militancia en UGT y su interés por la política desde el Partit dels Socialistes del Catalunya (PSC). De hecho, formó parte de la Asamblea de Cataluña, el ente predemocrático donde las fuerzas políticas se unieron bajo el paragüas de combatir el franquismo.
 
José María BallesterosEntró en el movimiento asociativo de las personas con discapacidad en 1979, cuando la teniente de alcalde responsable del área de bienestar social de Santa Coloma de Gramanet le pidió que “levante” a la asociación de personas con discapacidad de la localdad. Ballesteros se comprometió por dos años y esta dedicación por este grupo social aún perdura, junto con su militancia política de base en el PSC. Atrás quedó su entrega a los vecinos y a la defensa de los trabajadores, allá por 1998, cuando se jubiló.
 
José María Ballesteros preside COCEMFE Catalunya desde finales de la pasada década de los 80 y es consejero de COCEMFE estatal, entidad en la que entró en 1997 y permaneció en su comisión ejecutiva durante ocho años. Además, su nombre aparece en los comités ejecutivos del CERMI y de COCARMI (el CERMI catalán).
 
Después de 32 años representando a las personas con discapacidad, Ballesteros afirma que el movimiento asociativo, en este tiempo, ha pasado de estar “totalmente desorganizado, en el que cada uno iba por su lado, a intentar conseguir la mejor calidad de vida posible, con un órgano como el CERMI, que aglutina a todas las discapacidades y seamos la invidia incluso del movimiento asociativo europeo. En este sentido, el avance ha sido brutal”.
 
Además, señala que las asociaciones exigían antes fundamentalmente el cumplimiento de la LISMI (Ley de Integración Social de los Minusválidos), de 1982, y ahora trabajan de forma transversal. “Nos importa lo que incorporaba la LISMI, pero también la educación, el urbanismo, los transportes, la justicia, los derechos humanos... En estos momentos, trabajamos en todos los frentes y prácticamente con todos los Gobiernos de la nación”, apostilla.
 
A este respecto, apunta que la reivindicaciones no se quedan ahora en el área de servicios sociales, sino que “cuando vamos al Ministerio de Justicia, queremos que Justicia resuelva los temas que tiene pendientes, cuando vamos a Fomento, vamos a reivincdicar que queremos los trenes accesibles, las estaciones de metro accesibles... El movimiento asociativo trabaja hoy de forma transversal con la totalidad de los ministerios del Estado y las consejerías de las comunidades autónomas”.
 
José María BallesterosEn su bagaje personal, Ballesteros recuerda que fue “pionero” en este cambio de mentalidad. Así, utilizando sus contactos políticos, contribuyó a que, con Josep Borrell de secretario de Estado de Hacienda, se aplicaran las primeras deducciones en la renta.
 
“Conseguimos desde Cataluña que el primer año nos aplicaran deducciones del 10% de nuestros ingresos. O que, cuando la compra de un vehículo quedaba limitada a tres modelos de coches que no superaban los ocho caballos fiscales, pudiéramos comprar cualquier vehículo con una reducción del IVA. Esto, junto con la reivindicación sindicalista del salario indirecto, es decir, con lo que te ahorras de pagar impuestos, sirvió para beneficiar a la discapacidad de todo el Estado”, destaca.
 
Además, recalca que él mismo redactó un artículo para la Ley de Accesibilidad de Cataluña de 1991, con el cual se obligaba a que las nuevas adquisiciones de autobuses urbanos sean accesibles para las personas con discapacidad. Con ello, Barcelona fue en 1996 la primera ciudad española que tenía el 100% de flota de autobuses adaptados.
 
Y en 1981, cuando se discutía la aprobación de la LISMI, fletó un autobús para presentarse junto con unos cuantos compañeros en el Congreso de los Diputados, tras interminables horas por carreteras sin autopista desde Barcelona, para que fueran recibidos por las fuerzas políticas y escucharan sus propuestas. 
 

Conquistas conseguidas

Más de tres décadas después, Ballesteros quiere dejar su dedicación al movimiento asociativo para las personas con discapacidad y pasar el testigo a generaciones más jóvenes, pero asegura que está reflexionando sobre ello porque supondría “una cobardía” en estos tiempos convulsos de crisis, y algunos compañeros así se lo han hecho llegar.
 
Para Ballesteros, lo más importante es “no dar ningún paso atrás” en las conquistas logradas en los últimos tiempos porque, según dice, “hemos avanzado mucho, pero nos queda mucho por avanzar todavía”.
 
“Con intenciones por parte de los distintos gobiernos autonómicos como del Gobierno central de intentar recortar derechos, lo que tenemos que hacer es afianzar el último logro que hemos conseguido: que la Convención de la ONU para las Personas con Discapacidad se aplique en su totalidad en España y que también sean de aplicación las leyes de ámbito europeo”, comenta.
 
Con todo, reitera que “el movimiento asociativo es ahora tan fuerte que cualquier político que pretenda dañar gravemente los objetivos conseguidos se va a enfrentar a una oposición y a unas movilizaciones que en el movimiento asociativo estaríamos dispuestos a promover y a sacar a la gente a la calle. Representamos a casi cuatro millones de personas con discapacidad y, con la fuerza que tiene el CERMI, sería un suicidio político recortar derechos”.
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