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viernes, 07 de febrero de 2014cermi.es semanal Nº 110

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Cuarto de invitados

Julia Uceda, poeta

“La vida se trata de que cada uno, desde sí mismo, dé lo mejor de uno”

Por Esther Peñas

01/02/2014

No  frecuenta los mentideros, ni la atrapan los focos de lo público; lo suyo no es vocación de rutilante charlatán o convidado de ambigú, sino de zahorí del verso honesto, por eso desatiende la gloria en busca de lo auténtico, por eso se vence. La sevillana Julia Uceda, que cumplirá en octubre 89 años, acaba de presentar su último poemario, ‘Escritos en la corteza de los árboles’ (Vandalia), una turbadora reflexión sobre la palabra que somos, la que nos compromete, sobre el maridaje de la ética y el lenguaje, y sobre el viaje, a través de la memoria, de lo que fuimos, quisimos y debimos ser.Julia Uceda, poeta
 
Uceda se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Hispalense, donde defendió una tesis sobre el poeta José Luis Hidalgo. Después se instaló en Estados Unidos, impartiendo clases en distintas universidades. En 2003 obtiene el Premio Nacional de Poesía, y en 2006, el Nacional de la Crítica. Es una de las poetas más reconocidas dentro y fuera de nuestro país. 
 
Una fruslería, si me permite. Cuando uno publica un libro, ¿se queda satisfecho del todo?
 
Yo nunca lo estoy, siempre tengo muchísimas dudas de si habré expresado con exactitud lo que quería decir. Soy muy insegura.
 
No sé qué cautiva más, si el prólogo o el poemario en sí. Le devuelvo la pregunta que antecede a los versos. ¿Julia Uceda es quien quiso ser?
 
Ésa es una pregunta terrible... No... no, creo que no. Tengo un sentido muy exigente de mí misma, muy obsesivo. En cambio, he tratado de ser quien quise ser. Siempre he procurado sentirme libre, perseguir y trabajar por la honestidad social y política. He vivido épocas muy difíciles, por eso es complicado saber si una hizo exactamente lo que quería hacer y, sobre todo, lo que debió hacer. 
 
Cuando uno relee sus poemas, ¿hay más de reconocimiento o de extrañamiento en ellos?
 
De extrañamiento, aunque no soy consciente de eso; escribo lo que inconscientemente siento o lo que conscientemente creo que siento y que soy, pero en un poema se escapa mucho más de lo que una ha intentado decir, y eso lo puede ver solamente el mismo autor a través del tiempo.
 
¿Qué importancia tiene el tiempo en el poema?
 
El tiempo es fundamental siempre, pero no el tiempo de las horas, sino el tiempo psicológico, el tiempo interior. El otro, el tiempo de los relojes, importa poco. Me refiero a ese otro tiempo que nos permite, en determinadas circunstancias, volver a la infancia, por ejemplo. El tiempo es necesario para reconocer cuáles fueron las cosas que vivimos y que nos conformaron. Muchas veces hemos vivido cosas de las que no nos damos cuenta de su importancia hasta que el tiempo no pasa. Ya le digo, el tiempo es fundamental, para todo. Cuando era muy pequeña, mientras aprendía a leer, un día, leyendo un tebeo, me di cuenta de que aquello que estaba leyendo me decía algo, me estaba contando algo; el hecho de establecer la relación que hay entre la palabra escrita y lo que la palabra dice me llegó en ese momento... fue una premonición.
 
En el prólogo cita a Jüng para explicar el proceso creativo, “dentro de cada uno hay alguien que no soy yo”. Fellini habla de esto mismo refiriéndose a ‘ese strano abitatore’. ¿Qué tal se lleva usted con otra Julia que no es Julia?
 
Esa otra Julia es más Julia que la Julia que va por la calle, la que toma su café o la que está hablando ahora con usted. 
 
¿Más auténtica?
 
Sí, porque es más inconsciente; lo peor para un ser humano, para que un ser humano roce, alcance la libertad, es la línea, las pautas que nos dan para ser educados, correctos, sociales... ¿le parece un disparate?
 
En absoluto.
 
Es lo que creo... que la Julia mejor es la inconsciente, la intuitiva.
 
¿Tiene suficiente espacio ese ser intuitivo para desenvolverse?
 
A veces no. Cuesta mucho trabajo y produce asma, y dolor de huesos... A pesar de que mi marido es médico, creo que las enfermedades no se curan solo con medicamentos. Es un problema complejo y difícil para el que requeriría un poco más de tiempo...
 
Por mí que no quede, hagamos tiempo...
 
Somos cuerpo y alma, no cuerpo por un lado y alma por otro; la enfermedad del cuerpo es del alma también. Hablo de la palabra alma y no estoy pesando en ningún concepto religioso, sino en lo que tenemos de espirituales, porque somos seres espirituales.
 
¿Quién cercena más a ese yo intuitivo, uno mismo o los demás?
 
Los demás, la sociedad, nosotros no somos los suficientemente valerosos como para imponernos, sin violencia, por supuesto, sin violencia de ningún tipo. La sociedad que nos rodea nos impide ser uno mismo, en la parte que se pueda ser uno mismo. Cuando era estudiante, siempre me decía: “quiero ser lo que me dé la gana, aunque me estrelle”. Por supuesto, acepto mi responsabilidad; si me equivoco, me equivoqué, pero no puedo pensar que otros tengan más razón que yo porque la responsabilidad sobre mí misma es mía. 
 
Portada de "Escritos en la corteza de los árboles", de Julia UcedaSi merece la pena ser uno mismo, darle cancha a ese ser intuitivo, ¿por qué no lo hacemos?
 
Eso le ocurre mucho a los españoles; yo soy española, qué duda cabe, pero he vivido muchísimos años fuera. A los españoles nos han impuesto muchos pensamientos, nos han dicho siempre “esto es así, y si no, te vas al infierno”. Pero, discúlpeme, no me atrevo a seguir por este camino, es demasiado personal y no quiero que nadie se sienta molesto. 
 
¿En qué casos disculpa el miedo?
 
En el caso de personas débiles que no se atreven a investigar en ellos mismos, a ser ellos mismos. Aunque no deja de ser terrible... por ejemplo, si son personas religiosas, es una lástima que el miedo les impida pensar y creer que Dios es mucho mejor de lo que le dicen. Se queda usted callada... ¿No le gustan los derroteros que está tomando esto?
 
La estoy atenta. Por cierto, usted que habla de que lo único que traiciona a la palabra es el poder, ¿los poetas están ahora más cerca que nunca de esa traición?
 
Sí, eso parece. Y eso les estropea. El poeta (ni el químico, el biólogo, el carnicero) no debe trabajar en su propia responsabilidad,  en lo que ha elegido hacer en la vida, siguiendo las líneas políticas de nadie; líneas éticas, sí, pero no tiene nada que ver la ética con la política, antes bien, se trata, si me azuza, de cosas antagónicas. El escritor, poeta o no, debe ser libre, y sentirse así, y escribir desde su libertad, pero muchos no se atreven porque sus libros quedarían arrumbados. ¿Quién le iba a decir a Cervantes que sus libros llegarían hasta hoy y hasta sabe dios cuándo? Él, que lo pasó tan mal... Es cierto que el concepto de libertad se va perdiendo y se está formando a la gente joven para que sea más moldeable... cuando nosotros estábamos en la universidad, luchábamos por una serie de cosas sin saber muy bien por qué luchábamos, o qué importancia y trascendencia real tendrían esas cosas por las que luchábamos... mi generación no concibió nunca lo que era la libertad, pero luchó por ella. Sólo ahora sabemos que hemos perdido.
 
Eso sí que no me lo esperaba.
 
Es que lo que buscábamos desde luego no es lo que tenemos. No sé, tal vez la gente sea más feliz así, pero no creo que deba medirse a un escritor, a una persona o un país desde los niveles más superficiales, más bajitos. No se trata de que todos sean intelectuales, sino que cada uno, desde sí mismo, dé lo mejor de sí. Se trata de vivir con la palabra ética en el hombro. Pero hoy en día las cosas están confundidas, más que confundidas, confusas... sí, usted lo ha dicho, la gente tiene miedo, pero no creen, no saben que tienen miedo... ¿le estoy complicando la entrevista?
 
Al contrario, pero en un momento en que importa más el reflejo que el hecho, el eco que la voz hablar de ética casi resulta obsceno... a ver si va usted a ser peligrosa...
 
Claro, claro, claro... este momento que usted resume destroza a los seres humanos. Si el alma está enferma el cuerpo también lo estará.
 
¿Es cierto eso que profetizó Adorno, de que no había poesía posible después de Auswitch?
 
En realidad sí puede haberla, pero nunca como poesía falta de compromiso. Y por compromiso vuelvo a la ética y a la responsabilidad de ser fiel a uno mismo, de no traicionarse. ¿Ha leído la biografía de Hitler? Ahí está el ejemplo. Es un poco pesada y aburrida, porque es un hombre torpe, pero merece la pena, léala, nos enseña a dónde podemos llegar a los seres humanos, y hay que estar alerta, porque es relativamente fácil caer en ese tipo de actitudes. No tengo duda de que el hombre es peor que el peor animal. 
 
Y no aprende...
 
No, por eso, porque la ética siempre se deja a un lado. Cuando pongo la televisión y veo a esa gente hablando de memeces, y cantando, saltando, gritando... esperando de la vida mucho más de lo que la vida va a darles... sobre todo me apena los jóvenes, que deberían saber un poco de historia, y no que les cuenten la historia que les quieran contar, porque en algunos territorios españoles no se cuenta la historia como fue... en realidad uno debe averiguar por sí mismo las cosas importantes, y no dejar que sean otros las que estipulen que son importantes.
 
¿De qué cura la edad?
 
En realidad no cura, pero te da una experiencia distinta, una forma diferente de ver la vida. 
 
¿Es más útil la experiencia que la intuición?
 
Van de la mano. La intuición es útil si uno la respeta. 
 
¿De qué depende que las palabras iluminen u oscurezcan el pensamiento?
 
De la intención cuando se habla. Por ejemplo, al escribir un poema pretendo iluminar una zona que no tengo clara, que no sé qué es, es una investigación interior...
 
Un viaje a una zona de penumbra...
 
Exacto, exactamente, zona de penumbra en la que el poeta tiene que buscar, pero buscar honradamente; y buscar primero las luces que necesitas para entrar en esa penumbra. 
 
¿Cómo sabe que un poema está terminado?
 
Cuando el poema se calla. El poema se escribe a sí mismo, hay un poema muy largo al final del libro que lo escribí rápidamente; el poema siempre está dentro, de manera inconsciente, sin palabras. Las palabras salen solas. Después uno lo leo, más conscientemente, y advierte si está o no claro, y lo va puliendo. Claro que hay poemas que callan para siempre y otros que callaron pero que volvieron a hablar con el tiempo.
 
Cita a la delicada Madeleine Peyroux. ¿Qué papel cumple la música en el poema, tanto la música interior del mismo, como la exterior, con la que uno escribe?
 
Es una pregunta muy difícil porque es muy subjetiva... estamos rodeados de sonidos, sonidos que no siempre escuchamos ni entendemos, por ejemplo el ladrido de un perro, las tormentas, los árboles... el cosmos es un puro sonido pero no siempre sabemos interpretarlo; lo mismo ocurre con el poema, que tiene su sonido pero tenemos de sintonizarlo. 
 
‘Escritos en la corteza de los árboles’ viene precedido de ‘’Hablando con un haya’. No me diga que vive rodeada de cemento...
 
Vivo rodeado de árboles, no podría vivir ahora en una ciudad. Los árboles tienen un vocabulario, un lenguaje delicioso. Usted coloque una planta en un lugar cualquiera y observará cómo se irá moviendo, retorciéndose incluso, para encontrar su sitio; si no lo encuentra, finalmente se morirá. Somos iguales que ellas, no somos especiales. 
 
Una última. ¿Cuál es el último libro que le ha emocionado?
 
Siempre que me siento desorientada o mal en algún sentido psicológico vuelvo a Hesíodo, al Bhagavad, a culturas muy antiguas donde encuentro que tenían los mismos problemas de hoy en día. Ellos también trataron de explicarlos, y eso me serena mucho. No me dice  nada o casi nada mucho de la literatura actual porque está muy pensada y poco sentida... Oiga, lo he pasado muy bien.
 
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