Síguenos en

  • Ir a Cermi en facebook.
  • Ir a Cermi en twitter.
  • Ir a Cermi en Linked in.
  • Ir a Cermi en Instagram.
  • Ir a Cermi en Youtube.

CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

sábado, 04 de mayo de 2013cermi.es semanal Nº 77

Ir a Cermi en Instagram.

"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Cuarto de invitados

Julio Llamazares, escritor

“Todo escritor se siente fuera de la realidad, por eso escribe”

Por Esther Peñas

01/05/2013

No hay tantos escritores auténticos. Escritores que se toman la palabra, el adoquín, y la literatura, el camino empedrado de adoquines, como fin en sí mismo. Pero aún son más escasos los escritores que tejen una historia íntima, delicada, poética, y la convierten en un éxito contundente pero discreto. Sin alharacas. A Julio Llamazares (León, 1955) le sucedió con su segunda novela, ‘La lluvia amarilla’.

Desde entonces ha ido construyendo una mallazo literario pausado pero sólido, en el que encontramos libros de viajes (‘El río del olvido’), ensayos (‘Los viajeros de Madrid’), artículos periodísticos (‘Nadie escucha’) y hasta deliciosos guiones de cine, como el que le procuró a Icíar Bollaín en ‘Flores de otro mundo’. Ahora presenta ‘Las lágrimas de San Lorenzo’ (Alfagura), la historia de un reencuentro que quedaba mucho mas próximo de lo que ningún lector hubiese imaginado en la primera línea. Al fin y al cabo, “los caminos más desconocidos son los que tenemos más cerca del corazón”.

¿Seríamos más felices si mirásemos con más frecuencia al cielo?
No lo sé… Sin jugar a ser psicólogo o psicoterapeuta, lo que creo que falta en nuestra sociedad es tiempo para la contemplación. La contemplación es el motor del pensamiento y del sentimiento. Observo que la gente, y la gente somos todos, vamos tan rápido que no nos da tiempo siquiera en reparar en lo que tenemos alrededor. A veces, de pronto, cogemos el coche y vemos la luna y decimos: “anda, la luna”, porque hacía meses que no la contemplábamos. Aunque bien pensado no es que nos falte tiempo, es peor, evitamos el tiempo para la contemplación. No sé si más felices, pero sí viviríamos más con una mirada más contemplativa.

¿Es más difícil, emocional y literariamente, el reencuentro, epicentro de su última novela, o la partida?
Depende de cada persona, todo tiene su dificultad y su aliciente. La vida es una novela que todos escribimos, y cada cual tiene que verla y escribirla por sí mismo, y equivocarse por sí mismo, y contemplarla por sí mismo, y acertar por sí mismo. En la novela, a veces el padre piensa al ver al hijo que debería de advertirle de lo que le espera, pero por otro lado piensa que quién es él para anticiparle el tiempo a los demás, porque cada uno tiene que vivir la vida que le corresponde. Por eso hay que abstenernos de dar tantos consejos a los demás. La partida es difícil, el regreso es imposible. Sobre todo el regreso a épocas pasadas de tu vida, el tiempo jamás regresa, salvo a la memoria, pero es un regreso ficticio.

¿Uno debe regresar allí donde ha sido feliz?
Depende de cada cual. Donde uno ha sido feliz, el regreso puede suponer una gran decepción. Te puede llenar de alegría o de melancolía.

Varios momentos en la novela en los que el padre miente a Pedro, su hijo. Son mentiras pueriles, pero mentiras al fin y al cabo. ¿Bajo qué circunstancia está prescrita la mentira?
La materia con la que trabajamos los novelistas es la mentira; la mentira tiene mala prensa, pero es el motor del conocimiento. Nos enseñan que la verdad es el conocimiento, pero la mentira es la única herramienta que nos permite conocer algo más, la mentira entendida no en sentido moral sino como fantasía, la mentira como lo que no es real, o lo que no es real del todo. Además, hay un placer especial en mentir que no sólo nos toca a los novelistas sino a todos, nos seduce fantasear, imaginar, a pesar de que la mentira socialmente está mal vista e incluso perseguida, salvo en tres casos: el niño, al que se le exculpa porque no sabe distinguir realidad y fantasía; el loco, que vive entre ambos mundos y el novelista, al que incluso se le paga para que cuente mentiras.

Lo explica con tanta delectación que pudiera pensarse que escoge la mentira a la realidad…
Es que sin la mentira no se podría vivir, la mentira, insisto, como imaginación, como escudo ante la realidad. Nos enseñan a  decir la verdad desde pequeños, pero cada vez que lo haces te llevas un golpe o un disgusto, y al final tienes que sobrevivir a golpes de mentiras. La única manera de decir la verdad es con la mentira; la única manera de expresar y de decir lo que pienso y siento es construyendo artificios que se llaman novelas, inventando personajes, y al final sucede que la mentira sobrevive a la verdad. ¿Quién era el rey que mandaba en España en la época de don Quijote? No lo sabemos. Conocemos a don Quijote, que es mentira, que es ficticio, y no conocemos al rey, que fue real. La mentira ha sobrevivido a la verdad. La Guerra Mundial es Humphrey Bogart en un bar de Casablanca. La mentira ejemplifica la verdad, por eso la sobrevive.

Visto así, toda literatura es terapéutica…
Sí, sin duda. Cualquier obra de arte es un espejo que se le ofrece al lector para que se refleje. En realidad, tú escribes la novela que le gustaría haber escrito al lector, o tratas de hacerlo, porque el primer lector eres tú mismo, y esperas que el lector se refleje en ese espejo e incorpore su memoria, su vida, su experiencia, de ahí que no haya dos lectores que lean el mismo libro. Ni siquiera la misma persona que lea dos veces el mismo libro lo leerá del mismo modo. Por eso construimos mentiras, para que lo lectores encuentren su verdad.

El protagonista de la novela es, en cierta medida, un ser errante. El nómada ¿huye constantemente de sí o corre en pos de algo que no termina de alcanzar?
Ambas cosas. Mi idea del hombre es la de un ser que está en el mundo como extranjero de sí mismo, incluso los que se dicen muy patriotas son extranjeros, aunque no lo sepan, extranjero en el sentido de extraño, de extrañeza. Curiosamente, donde menos extranjero me siento es fuera de España, porque asumo que soy extranjero y me tratan como tal, pero cuando estás aquí, en tu patria, y te sientes ajeno a ella, te conviertes en extraño. No en un extranjero a un país, sino extraño a la realidad. Camus lo resume muy bien en su novela ‘El extranjero’. Todo escritor (o artista) se siente fuera de la realidad, por eso escribe. Hablo de escritor en sentido serio, no me refiero a esos escritores que escriben como quien fabrica sillas, que no me interesan, aunque no tengo nada en contra de ellos.

¿Qué es un escritor?
Alguien que seguiría escribiendo aunque no publicara, porque sólo entiende la realidad a través de la ficción que construye.

Y el escritor que baila con casi todos los géneros, como usted, ¿lo hace por inquietud, desafío consigo mismo o por necesidad?
Cambio mucho de género por no repetirme ni aburrirme. Mi gran pasión es escribir, no sé cómo se vive sin escribir porque mi vida entera me la he pasado escribiendo. Por eso cambio de registro, porque todos al final escribimos el mismo libro, le damos una vuelta de tuerca, adoptamos un punto de vista distinto, le añadimos experiencia… pero sigue siendo el mismo libro. Aunque no lo parece. Por eso cambio de palo. Los géneros son herramientas que te sirven para contar, depende de lo que tengas que decir lo puedes hacer de un modo u otro. Un agricultor escogerá el azadón o el rastrillo en función de lo que tenga que hacer. Pues algo similar ocurre con el escritor y los géneros. Ningún género es mejor que otro, aunque en literatura se ha sacralizado la novela, pero es una cuestión de impacto comercial.

Y la poesía, ¿está sacralizada?
La poesía es el género por excelencia. Suena a tópico, pero es real. La poesía impregna a todos los demás géneros para que se conviertan en literatura. Sin ella, son mera escritura.

Volviendo a la sacralización de la novela. Goytisolo, recién ungido con el Anagrama de ensayo, ahonda en la muerte de la novela…
Me llama la atención, y lo digo con todo mi respeto, que es mucho, hacia Goytisolo y Mendoza, que también lleva anunciando desde hace años la muerte de la novela, y no para de escribir novelas, que un escritor, en vez de asumir que se ha agotado como escritor, le eche la culpa al género. Creo que se trata de una cuestión de menopausia literaria. Cuando un escritor no sabe qué escribir, en vez de ser honesto y asumir su muerte, o por lo menos su destierro, como escritor trata de convencernos de que lo que ha muerto es el género, la novela ha muerto. Pues no señor. La literatura nació con la humanidad y morirá con ella.

Antes hablábamos de que muchas veces la mentira prevalece sobre la verdad. ¿Sus personajes terminan poblando su vida real?
Lo que sucede con la literatura es que llena de tal modo tu vida que te importa mucho más que lo real, en numerosas ocasiones. Ten en cuenta que en mi caso puedo estar escribiendo ocho horas seguidas, inventando mentiras, conversando con personas que no existen, poniéndoles las palabras adecuadas, escuchándoles… y resulta que ellos, que no existen, o sí, pero de otra manera, me interesan infinitamente más que muchas gente real, como mis vecinos, por ejemplo.

Atravesamos tiempos críticos. ¿La adversidad nos hace menos expresivos?
Lo que nos hace poco expresivos es la constatación de que hay cosas muy difíciles o imposibles de explicar; hay momentos en los que pasas de estar todo el rato hablando a callar, cuando sientes la incapacidad del hombre para, a través de la palabra, traducir fielmente determinados pensamientos o sentimiento. Miguel Torga, un espléndido escritor, además de médico, al que he citado en algunas de mis novelas, decía, más o menos: “llego a la casa, enciendo a la chimenea, y me quedo en silencio durante horas, porque me doy cuenta de que las palabras no están a la altura de mis sentimientos”. Por eso tardo tanto en escribir; podría escribir una historieta cada mes, escribir es fácil, hacer literatura es más complicado. La buena literatura consiste en que casi no haya distancia entre las palabras y los sentimientos, y eso implica mucho trabajo, de manipulación, de depuración del lenguaje, de conseguir el ritmo y la música de las frases para producir una ensoñación en el lector… no se trata de escribir historias. Los periódicos están llenos de buenas historias, pero no son literatura. Hay un libro muy bueno de Antonio Pereira, ‘Diez cuentos cortos y una novela brasileña’ en el que los cuentos tienen una extensión de entre diez y veinte páginas, y la novela brasileña ocupa unas pocas líneas, y dice algo así, extraído de un periódico: “En la madrugada de ayer unos desconocidos tirotearon al coronel Felipe Mero cuando se encontraba en su coche a la afueras de la ciudad, en un descampado, con la esposa del general”. Eso es una noticia, pero si estiras puede ser una novela.

Hablando en una ocasión con Buero Vallejo, me dijo que estaba un poco harto de ‘Historia de una escalera’, porque parecía que no había escrito nada más. ¿A usted le sucede algo similar con ‘La lluvia amarilla’?
No, no me molesta en absoluto que se me conozca, sobre todo, por ese libro, al contrario, le estoy muy agradecido. Ahora saldrá una edición especial por sus 25 años,  con una película documental que han hecho sobre los escenarios en los que transcurre la historia, cogiendo fragmentos de una adaptación teatral que se hizo. No, me ha dado muchas satisfacciones, muchos amigos, muchos lectores, lectores de todos el mundo, porque es mi novela más traducida. También te digo que estaba seguro de que sería una novela muy minoritaria, al fin y al cabo, es un monólogo de unas doscientas páginas de un viejo campesino mientras se muere. Dicho así, muy comercial no resulta, pero curiosamente fue un éxito desde el primer momento. Y se ha mantenido en el tiempo, se reedita continuamente, se estudia… no tengo queja alguna. No es mi novela favorita, pero eso no importa a nadie.

¿Será Dios el tiempo?
Me quedo con la duda. Ese interrogante es el resumen de la novela, la que cierra el libro como si fuera un epitafio. A mi edad, como Machado, creo que cada vez tengo más dudas y menos certezas.

¿Cuál ha sido el último libro que le ha emocionado?
Uno de un polaco que me gusta muchísimo, Andrzej Stasiuk, ‘Cuentos de Galitzia’.

  • facebook
  • twitter
  • linked in
  • enviar a un amigo
  • imprimir noticia

Con el apoyo de:

  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Secretaría de estado de servicios sociales. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Fundación ONCE. Abre una ventana nueva.
  • CERMI. Innovación social en discapacidad. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Asuntos sociales, unión europea y cooperación. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Hablamos de Europa Abre una ventana nueva.

    ¿Dónde estamos?

    Calle Recoletos, 1 Bajo, 28001 Madrid - España