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viernes, 10 de enero de 2014cermi.es semanal Nº 106

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Cuarto de invitados

Jesús Mosterín, filósofo

“De todos los sistemas interesantes del universo, el que peor conocemos es nuestro cerebro”

Por Esther Peñas

10/01/2014

Ser catedrático en Lógica conlleva cierto prurito de distinción intelectual, no digan, aunque él, Jesús Mosterín (Bilbao, 1941), le resta mérito. Cráneo privilegiado en nomenclatura valleinclanesca, la suya es una de las mentes más lúcidas de la geografía ibérica.

Jesús Mosterín, filósofoEntre otros méritos, destaca el haber introducido en nuestro país la filosofía analítica, que aspira a la resolución de los problemas filosóficos analizando los términos lingüísticos que intervienen en su formulación.
 
Miembro del ‘Center for Philosophy of Science de Pittsburgh’, de la Academia Europea de Londres, del ‘Institut International de Philosophie de París’ y de la ‘International Academy of Philosophy of Science’; catedrático en Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Barcelona, profesor de Investigación del Instituto de Filosofía del CSIC, editor y asesor en editoriales y activista en la protección de la naturaleza y la defensa de los animales. Todo eso y mucho más es Mosterín, que acaba de publicar el ensayo ‘Ciencia, filosofía y racionalidad’ (Gedisa editorial).
 
Leo en uno de los capítulos del libro: “A la ciencia hay que ordeñarla, no temerla”, en un símil no sé si casi vacuno pero, en cualquier caso, ganadero. ¿Por qué amedrenta tanto, la ciencia?
 
Hay gente a la que le gusta descubrir cosas, abierta a lo nuevo, y gente a la que las cosas nuevas le dan miedo y concibe el aprendizaje como una perspectiva aterradora. En vez de decir: “qué bien, voy aprender algo que no sabía”, piensan: “qué horror”. Hay mucha gente, culta, que lee, que va al teatro, que sabe citar a ciertos autores que, cuando se encuentra con algo científico, el Bosón de Higgs, por ejemplo, se aterra; o gente culta a la que una simple fórmula le hace temblar. Ellos se lo pierden. Las fórmulas nos ayudan a entender mejor las cosas. Si uno no sabe lo que es una derivada, entenderá peor la velocidad, que es la derivada de la posición, el cambio de la posición en el tiempo. Escuchamos la expresión ‘raíz cuadrada’ y sentimos algo parecido a si se nos hubiese aparecido Drácula. Lo inteligente es estar abierto a conocer la realidad que nos rodea. 
 
Tal vez ha calado demasiado aquello de que la curiosidad mató al gato...
 
Parte de la culpa la tienen ciertos periodistas que, debido a su desconocimiento, crean una alarma absurda. Por ejemplo, con el tema de la clonación. Parece que es algo demoníaco, pero es la manera más normal y usual de reproducirse; hay más seres vivos que se reproducen por clonación que sexualmente. Ésta es una manera de hacerlo rara y extravagante. O los cultivos transgénicos; hay que evitar lo que sea nocivo para la salud, el medio ambiente, los animales, etc., pero si alguien, cambiando unos genes, por ejemplo, produce unos tomates cuadrados para empaquetarlos mejor no se entiende que eso constituya peligro alguno. Sin embargo, algunas personas se alarman ante todo lo novedoso, y siembran esa alarma en el resto. 
 
¿Qué papel cumple la intuición en medio de esa tríada que usted propone, ciencia, filosofía y racionalidad?
 
La intuición es muy útil en ciertos campos; nosotros hemos heredado los genes de nuestros ancestros, y éstos han vivido durante muchísimo tiempo, millones de años, en cierto tipo de ambientes y bajo ciertas circunstancias. Se han adaptado y han adquirido una sabiduría que ha sido codificada en los genes. Eso nos permite tener intuiciones y, cuando las tenemos, son mejores y más rápidas que los conocimientos explícitos y lingüísticos. Piensa en alguien que está jugando al tenis o a cualquier juego de pelota. Podría, cuando le toca responder, ponerse a hacer cálculos, mediciones con arreglo a la mecánica y geometría, pero tardaría mucho. En cambio, prefiere responder de manera intuitiva a la pelota. Lo mismo sucede cuando conducimos un automóvil: si otro se cruza en nuestro camino o surge un improvisto reaccionamos con la intuición, no racionalizamos la situación. Sin intuiciones nos moriríamos, pero sólo nos valen en campos a los que estamos acostumbrados. Cuando hablamos de números, por ejemplo, las intuiciones nos valen para los números ‘normales’ (uno, tres, cuatro, cinco...) pero no si hablamos de miles de millones o de números irracionales.
 
Entonces, la intuición se desvanece con lo infrecuente. 
 
Sí. Actuamos en un espacio tridimensional, pero si, como ocurre en las matemáticas y algunas ramas de la física, utilizamos otros espacios, como el veintedimensional, desaparecen las intuiciones. Por lo mismo nos resulta más fácil la mecánica newtoniana que la cuántica o la relativista, porque es válida en el dominio en el que estamos acostumbrados a vivir, con objetos que se mueven lentamente, con densidades bajas, etc. Pero si hablamos de cosas que viajan a la velocidad de la luz, no tenemos experiencia de ellas y, por tanto, carecemos de intuiciones al respecto. Necesitamos teorías, cálculos y otro tipo de muletas conceptuales.
 
Nuestro cerebro tiene el mismo número de neuronas que estrellas tiene la galaxia. ¿Qué tal, en términos generales, las empleamos?
 
La verdad es que no se sabe; de todos los sistemas interesantes del universo, casi el que peor conocemos es nuestro cerebro. Hace tres mil años había una astronomía desarrollada, los antiguos babilonios tenían un conocimiento bastante interesante del cielo, tomaban notas de los eclipses, etc.; lo mismo sucede con otras disciplinas, como las matemáticas, pero la ciencia de nuestro cerebro, la neurología, es muy reciente. Apenas si sabemos que tenemos neuronas. Aristóteles creía que el cerebro era un refrigerador cuya función consistía en enfriar la sangre, que a su vez calentaba el corazón. Era un modelo térmico curioso. 
 
Será erróneo, pero como metáfora sigue vigente, aquello de ‘corazón caliente y cabeza fría’...
 
‘Ciencia, filosofía y racionalidad’, ensayo del filósofo Jesús MosterínSí, hablamos de persona cálida cuando pensamos que actúa con el corazón, por aquello de que lo asociamos a un horno que calienta, y de alguien que piensa mucho, que razona mucho y que se guía con el cerebro, decimos que actúa fríamente o con frialdad. Pero, en definitiva, al cerebro lo conocemos muy poco. Me has dicho tu nombre y lo recuerdo, pero no sé qué ha pasado en mi cerebro para que lo retenga, para que lo haya memorizado. Algo hemos avanzado, ahora sabemos cómo se transmite el impulso nervioso a través de la neurona, el axón, y cómo pasa el impulso de una neurona a otra. Sabemos en qué zona del cerebro hay actividad, pero no qué pasa en ella. 
 
“Nunca se había hecho una filosofía tan buena, sutil y sofisticada como la filosofía analítica actual”. Sin embargo, se echa en falta a esos pensadores públicos como Jünger, Ortega, Weill, Zambrano que, de alguna manera, servían de faro y estimulaban a la sociedad civil...
 
Dos cuestiones. Una, la filosofía y la ciencia, en general, tienen por tarea principal tratar de conocer el universo en el que vivimos y construir en el cerebro una representación del mismo. Otra, las cuestiones prácticas y políticas las deben ofrecer los pensadores, una vez digeridos e interpretados esos sistemas filosóficos y científicos. La filosofía política y el pensamiento político están muy atrasados, casi todas las escuelas de pensamiento político que existen datan del siglo XIX y se refieren a un mundo que ya no es el nuestro. Por ejemplo, todas las ideologías actuales se basan en el presupuesto de que la gente vive aislada en estados nacionales pero, hoy en día, vivimos en una situación cultural en la que, fuera de la política, los contextos nacionales prácticamente han desaparecido y han sido sustituidos por un contexto global. La ciencia es global. Y la economía. Y tantas otras cosas. El Estado es una cosa despilfarradora, con sus dignidades nacionales, sus embajadas, sus fronteras, sus banderas, sus diplomáticos... todo esto es absolutamente absurdo, caro e inservible. La Unión Europea tiene 28 estados. Si vas a Montevideo, te encuentras 28 embajadas europeas y una genérica. ¿No es absurdo? A mí, desde luego, me lo parece. Tienes razón, nuestro mundo, en tanto que ideologías y pensamiento político, está obsoleto, pero no hay recambio aún, no hay alternativa. Y sí, se echa en falta un poco más de creatividad e imaginación.
 
¿Le frustran los óptimos imposibles, esas situaciones deseables pero irrealizables, esos límites insuperables a lo que podemos hacer o saber?
 
De las cosas importantes que uno puede perder en la vida, está el dinero y el tiempo. Me preocupa más perder esto último, porque el dinero que pierda tal vez podré recuperarlo más tarde, pero el tiempo no, es irreversible. Me molestan de los óptimos imposibles y de las utopías no su estética, que a veces me gusta, sino que son fuente de pérdida de tiempo. Si me pongo a hacer algo que de antemano sé que es imposible, en el intento frustrado (el empeño de un fracaso anunciado) pierdo eso tan importante que no tiene precio, el tiempo, mi tiempo. 
 
Con lo organizadita y lo armónica que es la ciencia, ¿cómo es posible que los dos pilares básicos de la física actual, la teoría general de la relatividad y la teoría cuántica de campos, sean incompatibles?
 
No es que se haya diseñado para que sea así, sino que cuando miramos al mundo a gran escala, con los ojos abiertos, vemos que las cosas funcionan de una determinada manera, y cuando miramos lo muy pequeño, las cosas se comportan de manera distinta; tratando de reproducir o representar el funcionamiento de ellas, de las cosas, a gran y a pequeña escala, hemos llegado a dos teorías incompatibles y distintas, lo cual es muy desagradable, la verdad, pero la realidad es testaruda... En la realidad macroscópica las cosas están en un sitio, pero a nivel microscópico, están en otro. Un electrón, por ejemplo, está en cualquier parte de una habitación, con probabilidades diferentes en puntos distintos. El mundo subatómico del que trata la mecánica cuántica habla de cosas misteriosas. ¿Acaso no es misterioso que una partícula esté en todas partes y tenga todas las propiedades posibles a la vez con distintas probabilidad? Es como si tú estuvieras al mismo tiempo en Madrid, Sevilla, Johannesburgo... y fueras a la vez un ser humano y un cocodrilo...
 
La negación de un enunciado es verdadera sólo si el enunciado negado es falso. Esto se cumple en cualquier disciplina, salvo en política, sospecho. 
 
En política nada es verdadero. Ya lo decía ese poeta ripioso de Campoamor: “en este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Los posmodernos dicen también cosas parecidas. Las palabras distinguen unas cosas de otras. La palabra verdad sirve para distinguir ciertas aseveraciones que se corresponden con la realidad de otras que no. En política no existe la meta o el valor de la búsqueda de la verdad, sino que lo que existe es la búsqueda del poder. No deja de ser curioso la cantidad de energía que emplea la gente en los intangibles, como el concepto de nación o el concepto mismo de Dios, y la poca atención que le presta en cambio a asuntos importantes, como su nivel de colesterol. 
 
¿Dónde hay más charlatanes, en la filosofía o en la ciencia?
 
En la ciencia no hay muchos charlatanes; hay más en la filosofía. En la filosofía hay ramas próximas a la ciencia, en cuanto a rigor, otras cercanas a la verborrea más o menos graciosa, y otras entroncadas con la propaganda, como la filosofía tomista o marxista.
 
En plena guerra planetaria contra la piratería y resulta que los científicos carecen de derechos de propiedad intelectual... qué cosas.
 
Así lo ha fallado recientemente el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, con razón, que los descubrimientos científicos no se pueden patentar. 
 
¿Qué planteamiento filosófico y científico le sigue admirando por su belleza?
 
Hay muchas cosas hermosas... personalmente creo que nada es comparable con la matemática, tan exacta, tan pura, cristalina, transparente... en las matemáticas todo está definido, todo es para la eternidad, no cambia nada, nunca se amontona el polvo en ella... aunque sea un mundo estéril, sin vida ni emoción.
 
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