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viernes, 17 de mayo de 2019cermi.es semanal Nº 346

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Reportaje

Universidad, ¿progresa adecuadamente?

17/05/2019

Rafael Olea

El camino de la universidad española a la inclusión cuenta con numerosas luces, aunque todavía persisten inquietantes zonas de sombra a corregir. El IV Estudio ‘Universidad y Discapacidad’ muestra estos claroscuros que, en general, invitan a un moderado optimismo: cada vez hay más universitarios con discapacidad y menos barreras, pero también existe brecha de género, miedo a los estigmas y abandono de estudios.

Portada del Estudio.“Una universidad accesible para todos (alumnos, pero también el personal de servicios y docente/investigador) es un pilar fundamental de cualquier sociedad libre y avanzada”, postula el estudio ‘Universidad y Discapacidad de la Fundación Universia, recientemente presentado y realizado en colaboración con CERMI, Fundación ONCE y Real Patronato de la Discapacidad, y la colaboración de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE).
 
La pregunta ante esa afirmación es obvia: ‘¿Tenemos una universidad accesible para todos como pilar de esa sociedad libre y avanzada?’ La respuesta nos la da Anxo Fernández, uno de los 1.700 estudiantes que ha participado en el Estudio: “Sí, pero no del todo”.
 
Este joven de 24 años, estudiante de un máster de Psicología Clínica en la Universidad Complutense tras graduarse en Santiago de Compostela, advierte que, pese a la eliminación de numerosas barreras físicas, todavía subsisten barreras psicológicas, quizás más difíciles de anular y que complican el camino de las personas con discapacidad en la universidad.
 
“Las barreras que he encontrado”, explica Anxo, “son fundamentalmente el estigma impuesto por parte de algunos de mis compañeros o profesores, que descubrieron que accedí a través de reserva de plaza y se preguntan que por qué hay plazas reservadas a personas con discapacidad cuando, a lo mejor, hay otros estudiantes sin ella que también pudieran merecerla. Es decir, creen que estás quitando la plaza a una persona sin discapacidad que tenía la nota para entrar a estudiar”.
 
Esta percepción la comparte la joven Paloma de Andrés, que con 22 años cursa Lenguas Modernas, Cultura y Comunicación en la Universidad Autónoma de Madrid: “Existe ese estigma. He tenido conversaciones con compañeros que creen que estoy quitando una plaza a alguien que tenía la nota para entrar, cuando esto no es cierto”.
 
Y efectivamente, no es así, puesto que –como no se cansan de explicar ambos estudiantes a sus compañeros y profesores– “la reserva de plazas no implica que se quite una plaza del total para reservarla a un cupo –de personas con discapacidad-, sino que se añade sobre el total”.
 
De todos modos, no es mayoritaria esta opción, puesto que solo uno de cada cuatro alumnos accede a la universidad gracias a la reserva de plaza, derecho garantizado en la ley de Acceso a los Estudios de Grado. Es decir, cerca del 75% de los estudiantes con discapacidad entran en la universidad con los mismos requisitos que el resto de estudiantes, sin reserva de plaza.
 

Universitarios con discapacidad

 
Para realizar el Estudio ‘Universidad y Discapacidad’ se contó con la participación la participación de 72 universidades pertenecientes a todas las Comunidades Autónomas de España y se entrevistó a 1.720 personas con discapacidad que cursan estudios universitarios o que lo han hecho recientemente.
Estudiantes celebran su graduación universitaria.
En el estudio hay representados 21.435 universitarios con discapacidad (sobre un total de 22.190), los cuales optaron mayoritariamente por centros públicos (19.252 por solo 2.183 en los privados).
 
¿Y qué es lo que estudian estos alumnos con discapacidad? El informe desvela una mayor predilección por las letras que por las ciencias: “El 54% de estudiantes con discapacidad cursan grados de Ciencias Sociales y Jurídicas, el 26% de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas; y el 19,5% de Artes y Humanidades”.
 
Asimismo, la mayoría de los alumnos matriculados en universidades públicas (11.856) cursan estudios presenciales. La UNED, la única universidad pública de modalidad no presencial, cuenta con 7.396 alumnos. En las privadas, por el contrario, es mayor el número de estudiantes con discapacidad matriculados no presencialmente (1.719) que presencialmente (464).
 
“La proporción de estudiantes con discapacidad es”, según el estudio, “significativamente mayor en las universidades no presenciales (4,1%) que en las presenciales (1,0%), por la mayor facilidad que ofrece la modalidad de estudios a distancia en lo referido al acceso y a la accesibilidad de la información, así como a la flexibilidad para adaptarse a las necesidades educativas especiales del colectivo”.
 

Mejor porcentaje, mayor abandono

 
Un dato positivo es el aumento del porcentaje de estudiantes universitarios con discapacidad. En el primer estudio (años 2011 y 2012), era de un 1,1% sobre el total, hasta situarse en el 1,5% en la actualidad.
 
En cambio, es preocupante que el número de universitarios con discapacidad disminuye conforme avanzan sus estudios, una tendencia que se constata en informes anteriores. La proporción que representan los universitarios con discapacidad, sobre el total del alumnado, es de un 1,8% en estudios de grado, cifra que baja al 1,2% en posgrado y máster, hasta llegar a solo un 0,7% en el doctorado.
 
La explicación a este descenso está motivado, en gran parte, por las barreras que encuentran los estudiantes con discapacidad, tanto físicas como psicológicas, como prueban “los estigmas” de compañeros y profesores a los que aludían Anxo Fernández y Paloma de Andrés, los estudiantes previamente mencionados. 
 
El informe es categórico: “Aproximadamente dos de cada diez estudiantes con discapacidad dicen haber encontrado barreras de accesibilidad en sus facultades o escuelas. El ámbito en el que con más frecuencia se localizan es el aula (51,5%). Otros ámbitos en los que con frecuencia se encuentran barreras son en el material facilitado por los docentes (36,6%) y los espacios comunes (34,4%)”. 
 
Los estudiantes encuestados también han reflejado, aunque en menor medida, la existencia de barreras en el transporte y aparcamiento, los salones de actos, los procedimientos administrativos, las bibliotecas, los aseos, las cafeterías, la página web o el campus virtual, los servicios centrales de sus universidades y las instalaciones deportivas y recreativas.
 

Aislamiento y miedo al estigma

 
El estudiante de psicología recuerda bien una de estas barreras que impedía a una estudiante compartir clase junto a sus compañeros: “En Santiago las clases no estaban muy bien adaptadas y cuando se matriculó una chica que iba en silla de ruedas, se tenía que poner muy al fondo del aula, separada del resto de mesas y de la gente. Por lo tanto, se encontraba en una especie de aislamiento, tanto social como físico, dentro del aula”.
 
En cambio, De Andrés afirma no haber detectado situaciones semejantes sobre barreras físicas. “En mi clase”, afirma, “había una chica con discapacidad visual que tenía el ordenador adaptado y, la verdad, es que se manejaba perfectamente y todos los compañeros y profesores la apoyaban bastante”.
 
Sin embargo, esta joven sí advierte de la existencia de barreras psicológicas que motivan que “estudiantes que tienen alguna discapacidad no visible lo oculten y nunca comenten en clase, precisamente por evitar el estigma y el miedo al ‘qué van a pensar de mí’, ‘si me dirán algo por haber entrado por cuota de reserva’, etc. Sé que es algo triste, pero es así”.
 
En materia de accesibilidad universal, el 84% de las universidades evaluaron sus niveles de accesibilidad –aunque esto, dándolo la vuelta, también quiere decir que todavía hay un 16% no ha hecho estos deberes-. Asimismo, casi la mitad de los centros ha implementado algún plan de accesibilidad universal y diseño para todos (lo que incluye tanto a los materiales de estudios como a las propias webs universitarias).
 
Estas actuaciones de las universidades han tenido un resultado favorable, puesto que ha descendido la percepción que tienen los estudiantes de encontrarse con barreras físicas. Si en el anterior estudio de los años 2016-2017 casi la mitad de los alumnos (el 45%) afirmaba detectar barreras, actualmente solo la quinta parte (el 21%) lo mantiene.
 

Tendencias positivas

 

Isabel Martínez
La directora de Programas con Universidades y Promoción del Talento Joven de Fundación ONCE, Isabel Martínez, subraya que le parecen “muy positivas las tendencias del informe, porque vamos creciendo, aunque lentamente, y cada vez hay más personas con discapacidad en la universidad, pese a que la evolución demográfica provoque que cada vez haya menos universitarios”. 
 
Esta experta en educación también destaca las mejoras en la movilidad internacional de las personas con discapacidad (que estudian en universidades extranjeras) y los programas de excelencia. 
 
“Además”, subraya Martínez, “hemos mejorado en empleabilidad y en el número de personas con discapacidad en el personal de administración y servicios (PAS) y personal docente e investigador (PDI)”, que se sitúan en 769 personas, el doble que había en 2011 cuando se realizó el primer informe.
 

Menos mujeres

 
Martínez puntualiza que “el Estudio de la Fundación Universia nos permite analizar una radiografía muy buena –de la salud de la inclusión en la universidad española-, pero, sobre todo, nos deja muchos deberes. Entre ellos, acabar con un sesgo de género que motiva que las mujeres con discapacidad lleguen en menor medida a la universidad”. 
 
En efecto, el Estudio de la Fundación Universia revela que la mujer con discapacidad todavía está infrarrepresentada en la universidad española. Así, mientras el 55% del total de estudiantes –con y sin discapacidad- son mujeres, las cifras descienden en el caso de universitarias con discapacidad hasta el 49%. 
Icono que representa la inclusión en un grupo de personas.
Asimismo, Martínez subraya que “los progresos en el acceso a la universidad todavía son lentos, falta accesibilidad en muchos ámbitos y, sobre todo, hay una sensación en gran parte de los estudiantes de que aún no se sienten del todo iguales. En definitiva, hay demasiadas barreras que les hacen sentir diferentes, cuando no debería ser así”.
 
La presidenta del Grupo de Trabajo de Empleo de la Comisión de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), Nuria Grané, también subraya otra línea de mejora tras analizar el Estudio de la Fundación Universia: mejorar la empleabilidad de los alumnos con discapacidad al acabar el estudio. 
 
“Si no hacemos una verdadera conexión para que los estudiantes con discapacidad tengan como objetivo salir al mudo laboral, sino quedarse en la universidad, no estamos trabajando adecuadamente por la inclusión”, afirmó Grané.
 

Apoyo a alumnos con discapacidad

 
Tras conocer, gracias al Estudio de la Fundación Universia los claroscuros de la universidad española, surge otra pregunta: ‘¿Merece la pena a los estudiantes con discapacidad estudiar en la universidad?’ La respuesta en primera persona de los estudiantes antes mencionados, como Anxo Fernández y Paloma de Andrés, no admite duda: “Por supuesto que sí”.
Anxo Fernández, universitario con discapacidad que estudia Psicología.
“Ningún estudiante debería rechazar la universidad por el mero hecho de tener discapacidad. Es una gran oportunidad. Si detectan o encuentran cualquier problema, tienen el apoyo de muchas instituciones, como Oficinas de Apoyo a la Discapacidad, que tienen todas las Universidades, así como fundaciones como Universia y toda red de sistemas para tener las mismas oportunidades”, subraya Fernández.
 
“Al final, hay un gran compañerismo y buen ambiente entre los estudiantes y, normalmente, también con los profesores. Merece la pena estudiar, sin duda. Lo primero que hay al llegar a la Universidad o detectar después cualquier problema es acudir a la Oficina de Atención a la Discapacidad, donde les podrán orientar según el caso, porque cada discapacidad es un mundo”, afirma De Andrés.
 
Estos servicios de Atención a la Discapacidad, existentes en todas las universidades, atendieron a más de la mitad (52,5%) de los estudiantes con discapacidad de los universitarios con discapacidad, los cuales puntuaron la ayuda recibida con un notable alto (7,5 sobre 10).
 
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