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viernes, 19 de julio de 2013cermi.es semanal Nº 88

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Reportaje

El tratamiento de las personas con enfermedad mental en las universidades públicas

Salud mental y universidad: necesita mejorar, y mucho

15/07/2013

Blanca Abella

Existe un porcentaje bajo, casi ínfimo, de universitarios con enfermedad mental. Los problemas académicos empiezan en los años escolares y continúan por la falta de coordinación entre facultades y centros formativos de secundaria. El estrés académico se acentúa para las personas con enfermedad mental, que cuentan con apoyos poco eficaces o inexistentes, de ahí que sea necesario un programa de atención a la salud mental en las universidades que cuente con la participación de los propios usuarios.

“En las últimas décadas se ha avanzado mucho, tanto en la garantía de derechos, promoción de igualdad de oportunidades y calidad de vida de las personas con discapacidad como en el desarrollo de planes de igualdad y acceso a las universidades, que incluyen una atención específica para las personas con discapacidad”.

Así lo explica Elisa Sala coautora del estudio “Mejora del tratamiento de las personas con enfermedad mental en las universidades públicas”. Sin embargo, también aclara un dato importante: “A pesar de todos estos avances, la atención a las personas con enfermedad mental en la universidad sigue siendo una asignatura pendiente. A diferencia de lo que pasa con otro tipo de discapacidades, la discapacidad derivada de una enfermedad Mental no tiene el mismo grado de aceptación social, teniendo como efecto que muchas veces oculta su existencia ante los miembros de la comunidad universitaria, llegando al extremo de no acudir a la Oficina de Atención a la Discapacidad o incluso no indicarla en la matrícula, prescindiendo, consecuentemente de servicios, becas, prestaciones y/o exención de matrícula de los que se podrían beneficiar”.

Y esta es básicamente la razón del estudio editado por el Real Patronato sobre Discapacidad y dirigido por Juan González-Badía, que afirma: “queda mucho por hacer y es necesario asentar las bases para desarrollar un modelo de atención que dé cobertura a las necesidades del colectivo”.

Situación actual

En primer lugar, los responsables del estudio tuvieron en cuenta las cifras actuales en torno a la enfermedad mental, que aumentan cada año: “Este es un fenómeno  que se repite en diferentes contextos territoriales (Europa, España…) y no podemos obviar que a estas personas, es necesario sumar aquellas que, a pesar de tener un problema de salud mental, se encuentran sin diagnosticar”. Y por ello consideran “que la promoción de la salud mental de la población, la prevención de la enfermedad mental y la erradicación del estigma asociado a las personas con enfermedad mental es una prioridad política y de acción en estos momentos”. A todo ello hay que sumar el alto grado de estigma relacionado con la enfermedad mental, los numerosos prejuicios que existen todavía en la actualidad.  

Según otras cifras que manejan los autores del estudio tan solo el 3,64% de los hombres con enfermedad mental y el 3,08 de las mujeres con esta discapacidad tienen estudios universitarios. Y una de las razones manejadas por todos los expertos en el tema es sencillamente “el acceso de las personas con enfermedad mental a la universidad no está garantizado”, como afirma José Luis Méndez Flores, técnico de Información y Formación de FEAFES (Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental), que añade: “la amplia gama de necesidades de las personas con enfermedad mental que se ha detectado choca frontalmente con el esquema de funcionamiento de las universidades que es de atención generalizada, con escasa vocación por individualizar el trato al alumnado”.

Y de manera más esquemática, Elisa Sala expone los condicionantes que dificultan, limitan o influyen en la vida académica de las personas con enfermedad mental según el estudio: “la propia patología y sintomatología de la enfermedad mental y los efectos secundarios de la medicación, la falta de apoyos y servicios adaptados a las necesidades de la población con enfermedad mental en las universidades, la falta de apoyos, servicios y recursos adecuados y orientados a la formación en etapas educativas anteriores al ingreso en la universidad, el estigma existente en la sociedad en general y el ‘autoestigma’ de la propia población con enfermedad mental”.

Según José Luis Méndez Flores, “el estudio concluye que  las personas con enfermedad mental se sienten poco motivados y capacitados para acceder a la Universidad.  A más de la mitad de los estudiantes  les producen miedo los exámenes y consideran que el hecho de tener una enfermedad mental les va a perjudicar en el desarrollo de sus estudios.  Este porcentaje mayoritario, a buen seguro se reduciría con los apoyos adecuados y el conocimiento de los mismos por parte de los potenciales universitarios con un trastorno mental”.

Primeras medidas necesarias

El estudio ha constatado la desvinculación que existe entre los sistemas de formación superior y los destinados a formar en edades más tempranas, lo que provoca una repercusión directa y negativa en el ciclo formativo de las personas con enfermedad mental. Por lo tanto, los autores del estudio consideran necesario “establecer sistemas de coordinación  entre los diferentes sistemas formativos para garantizar la continuidad de los servicios de apoyo”. Algo que han constatado también en FEAFES: “la necesidad de coordinación entre las facultades y los centros formativos de secundaria, previos a la etapa universitaria ayudaría a ofrecer apoyos desde el mismo acceso  a los nuevos universitarios con  problemas de salud mental”.

Y como punto de partida para la puesta en marcha de soluciones, también en FEAFES tienen una opinión clara: “Dada la diversidad de necesidades que pueden presentar las personas con enfermedad mental, se hace imprescindible desarrollar un programa de atención  que debe girar en torno a la Oficina de Atención al estudiante con Discapacidad, y que ponga su atención en la propia persona con enfermedad mental, potenciando sus aportaciones y estableciendo espacios dónde tome sus propias decisiones sobre qué camino seguir”, afirma José Luis Méndez Flores. Y recalca la importancia que el propio estudio otorga a las personas con enfermedad mental como partícipes de estas soluciones: “el punto más reseñable del estudio es el que propone crear mecanismos que faciliten a las personas con enfermedad mental la posibilidad de tomar sus propias decisiones a la hora de establecer los apoyos que les hacen falta. Se trataría así de promover su empoderamiento, creando espacios en los que puedan demandar de primera mano cuáles son sus necesidades y como se podrían abordar”.

Los expertos y autores del estudio confirman la importancia de una atención individualizada: “dentro del colectivo de personas con enfermedad mental existe una gran diversidad de situaciones. Esto es, las personas con enfermedad mental presentan necesidades muy diversas y variables en función de las características personales, biológicas, psicológicas y sociales de cada individuo y aquellas del entorno en el que desarrolla su experiencia. Por lo tanto, cualquier programa y red de recursos deberá garantizar en todo momento la individualización de los casos, las necesidades concretas y especiales de cada persona y el acompañamiento ajustado a las necesidades de cada individuo”.

 Y consideran necesaria también la participación activa de las propias personas con enfermedad mental en todos los procesos, así como la elaboración de programas de atención en salud mental desde una doble perspectiva: la preventiva y la de acción directa.

Un programa de atención a la salud mental en las universidades debe incluir, al menos, según Juan González-Badía y Elisa Sala, los siguientes recursos y medidas: “Recursos terapéuticos y de atención psicológica, recursos de atención e información, adaptaciones curriculares, acompañamiento académico a través de tutorías, protocolos de atención para situaciones de emergencia, programas de acompañamiento, concienciación y formación del profesorado, concienciación general a la comunidad universitaria”.

Presiones académicas y ajustes razonables

Como parte fundamental de este estudio surge la idea de que las presiones académicas generan los principales miedos y dificultades de las personas con enfermedad mental y, en el contexto universitario actual, el estrés generado por las presiones académicas y/o la frustración pueden ser contraproducentes para una persona con enfermedad mental.

Y como punto de estrés máximo se señala a los exámenes, tal y como explica desde FEAFES José Luis Méndez Flores: "los exámenes son una de las principales fuentes de estrés para la persona con enfermedad mental y este es un aspecto que se debe tener en cuenta en los programas de atención dentro de las posibles adaptaciones curriculares. Cada alumno o alumna requerirá una solución diferente, para ello es preciso analizar e individualizar cada uno de los casos, pero algunas soluciones generales podrían ser fragmentar las evaluaciones, realizar los exámenes en ambientes que reduzcan los efectos negativos, tales como estrés o ansiedad, así como ofrecer la posibilidad de sustituir los exámenes por trabajos, en aquellos casos en los que sea posible”.

Algunas de las propuestas del estudio son similares, si bien los autores inciden en un detalle importante: “La implementación de este tipo de adaptaciones, siempre bajo la aplicación del principio de ajuste razonable, en aras de la normalización e igualdad de oportunidades del colectivo, no supone una complejidad excesiva, no obstante, es de destacar que su implementación depende del profesorado y de la comunidad universitaria y, por este motivo, es tan necesaria su concienciación, preparación y formación”.
 
En definitiva, el estudio que ha dirigido Juan González-Badía “es un completo análisis de una realidad insuficientemente visibilizada”, como afirma en su prólogo Juan Manuel Moreno, secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

Es un punto de partida sobre el que trabajar, tal y como muestran desde FEAFES: "el estudio nos ayudará en un futuro a diseñar nuevas y más eficaces vías de intervención en el ámbito universitario. También esperamos que la utilidad de este estudio no se limite únicamente al diseño de estas nuevas acciones por parte de FEAFES, sino que pueda servir de orientación y apoyo a otros profesionales y de guía a las propias personas con trastorno mental en su acceso a la universidad". 

Mientras, los autores del estudio entienden que se han establecido ya las bases para el desarrollo de un programa de atención y se ha aportado luz sobre un ámbito que no se había abordado antes, y afirman: “Nuestro papel es seguir trabajando para el desarrollo de propuestas que nos lleven a la aplicación del programa y a su perfeccionamiento. Pensamos que sería interesante que se pusiese en práctica a través de un proyecto piloto en varias Universidades, con el fin de ver la aplicación real del programa y protocolo que establecemos en el estudio, corregir posibles errores y a raíz de ello, intentar que se pusiese en marcha en todas las universidades del país”.

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