Activistas
Enric Botí, presidente del Consejo Territorial de la ONCE en Cataluña
Empoderar, reivindicar, remar
09/12/2016
Blanca Abella
Aunque no se considera activista porque asegura que cumple con su obligación, Enric Botí es un auténtico hombre de acción, un apasionado de la reivindicación y la lucha. Desde la ONCE, el Cocarmi y el Tercer Sector abandera la batalla por un mundo social, por la humanidad, la igualdad y la no discriminación. Queda mucho por hacer, desde luego, pero Enric comienza cada día con ilusión, remando a buen puerto, practicando la escucha activa de cada persona, porque nadie es igual y todos somos diferentes.
Enric lleva una vida como la de muchas personas, es un hombre trabajador y le gusta disfrutar con su familia. Su infancia fue como la de cualquier niño, quizá con algún problema visual pero poca cosa, ni siquiera necesitó gafas. “No necesitaba ayuda óptica ni ninguna otra, el campo visual todavía me permitía hacer deporte, jugar al fútbol, sin ser consciente de que había una enfermedad”.
A los 18 años, en plena juventud, se manifiestan con mucha virulencia los síntomas de la retinosis pigmentaria. “Es cuando soy consciente de que empiezo a tropezar, que la gente me dice que soy antipático porque no saludo y ya los médicos me dicen la enfermedad que tengo y que deriva en una ceguera total. Te enfrentas de verdad a una realidad muy delicada”.
En esa edad tan difícil, en esos años de cambios, Enric empieza a ser consciente de que tiene una reducción muy fuerte en su capacidad visual que le impide hacer determinadas cosas, hasta el punto de que estaba matriculado en derecho y abandona la carrera, derrotado, con depresión. “Es un periodo largo, me cuesta reencontrarme y orientar mi vida, aceptar que soy como soy y que tengo que luchar y salir para adelante”. Pero según nos explica Enric, esa fase de negación, de negociación, es necesaria a veces, hasta que un día llegas a aceptarte, a reconocerte.
Un bastón y una nueva vida
Su afiliación a la ONCE es la que me empieza a marcar nuevas pautas, la rehabilitación y el uso del bastón fueron sus primeros pasos. Fue un momento muy importante en la vida de Enric, que relata con emoción el encuentro con ese bastón blanco que ya siempre le acompañaría. “Salimos a la calle, la Técnica de Rehabilitación me puso el bastón en la mano y me empezaron a caer lágrimas, le dije espera, espera, que yo no puedo ir tan rápido. Pero aquel día cambió mi vida”.
Hoy en día ese bastón blanco es su acompañante permanente, resulta imprescindible para Enric. “Cuando coges estas ayudas técnicas que te permiten ser libre, tomar decisiones por ti mismo y tratar de vivir con mayor normalidad es cuando te aceptas como eres”.
Además, el bastón les identifica frente a los demás sin palabras y eso a Enric le pareció una gran ventaja. “Llevo un bastón, soy una persona con ceguera. De cara a la sociedad es muy perceptible y tienen claro cómo somos y qué necesitamos. A mí eso me facilitó mucho la vida, mostrarme tal como era y encontrarme una sociedad mayoritariamente solidaria, eso ha sido fantástico”.
Acabó los estudios de derecho y encontró trabajo en un despacho de abogados, pero al poco tiempo estaba ya trabajando en la ONCE, primero como director de la agencia de Olot (1997-2000), luego fue responsable del departamento de Servicios Sociales en la territorial de Cataluña (2000-2007) y desde 2007 es el presidente del Consejo Territorial en Cataluña.
Lo que más le ha hecho disfrutar estos años de su trabajo es lo que él denomina ‘la escucha activa’. “Lo más importante, lo mejor que he podido descubrir en estos trabajos es la importancia de escuchar y de entender a las personas, nadie es igual, todo el mundo requiere o necesita algún tipo de ayuda o soporte, siempre diferente, esa escucha activa es importantísima en cualquier entidad, institución, operador, empresa… una escucha activa de nuestros usuarios, de los clientes, de la gente que nos rodea”.
Siempre remando
Para Enric la vida es “trabajar cada día, hacer pedagogía activa, empoderar, reivindicar nuestros derechos porque nosotros somos ese marinero que está en medio del mar con una barca, si dejamos de remar nos lleva la marea, pero si sabemos hacia dónde queremos ir, esos remos del empoderamiento, de la pedagogía activa, de la reivindicación, de ejercer nuestros derechos, no debemos dejarlos de mover jamás, porque es lo que nos llevará a la igualdad y no discriminación, que al final es lo que queremos”.
Y es que a su juicio, a pesar de recorrer largos caminos y evolucionar de manera constante, sigue faltando algo que toda la discapacidad echa en falta, “un poquito de normalidad”, como lo define el propio Enric. “Nos falta que cuando vayamos a una entrevista no les preocupe si entramos con un bastón o un audífono, que nos vean como una persona, que al final es lo que somos, con capacidades diferentes pero, como dice una frase muy bonita que oí el otro día, las capacidades diferentes al final son potenciales infinitos, otras muchas formas de hacer las cosas”.
Para lograr ese avance, para seguir remando, Enric cree que todos debemos ser un poco más activistas en el ejercicio de nuestros derechos, más exigentes, más reivindicativos. Esa es la palabra, en ella se recrea este activista, porque “reivindicar es la palabra más bonita que hay, viene del latín ‘res vindico’, que significa pedir la cosa con fuerza”. Porque en este país, tenemos un Estado que ratificó la Convención de la ONU sobre Discapacidad, que es “magnífica” y han pasado diez años y quedan todavía muchos pasos por dar. No es posible, enfatiza Enric, que una casa se convierta en una prisión o que solo un 8,4% de los estudiantes que finalizan la universidad sean personas con discapacidad. ¡El trabajo que nos queda! Exclama.
La unión y la fuerza
Cada día se levanta con fuerza, pero sobre todo con ilusión, con esa palabra también elegida por Enric porque la aprendió en la ONCE, donde supieron interpretar de una manera positiva un término que en principio conducía a algo negativo, “la ilusión es una visión deformada de la realidad”. Para él la ilusión es optimismo y esperanza.
Enric no se considera merecedor de esta entrevista porque no siente que su activismo sea especial, porque cree que esta tarea es su obligación y porque su trabajo es una pasión. “Y cuando te das cuentas lo que nos queda por hacer, la lucha por los derechos es algo que forma parte de tu vida familiar, social, personal, institucional, relacional, es el respeto, es la convivencia, debería ser algo intrínseco a todos nosotros”.
Por eso busca otras vías y la unión de fuerzas, por eso también forma parte del Cocarmi (Comité Catalán de Representantes de Personas con Discapacidad), donde se encarga de la coordinación interna y de otras tareas como secretario general. “El establecimiento de plataformas de personas con discapacidad es fundamental y nos ha enseñado mucho y hemos conseguido dar pasitos muy importantes, pero hay otra puerta abierta, que es todo ese tercer sector social, donde somos una parte, hay temas tan importantes como pobreza, inmigración, infancia, gente mayor… y también la discapacidad ha de estar ahí. Participar en este tercer sector social quiere decir que la discapacidad ha de hacer un ejercicio de generosidad, nos incorporamos ahí para compartir algo mucho más grande, que llamamos mundo social”.
El optimismo está presente de manera constante en la conversación con Enric, aunque también su deseo de lucha, de seguir remando. Ahora se siente esperanzado porque cree que el movimiento de la discapacidad se está reactivando y vuelve a ser protagonista y activo. Quizá sea un efecto de lo que él denomina “el desmonte, el desballestamiento de determinadas políticas sociales”, que ha hecho que el sector vuelva a reactivarse y cohesionarse, poniendo encima de la mesa lo que de verdad le preocupa y dirigiéndose a los poderes públicos para exigir respuestas.
“Mi deseo, aunque es seguramente utópico, es la igualdad y la no discriminación”, asegura Enric, cerrando la conversación ya en un tono más cálido y familiar. Y entonces recuerda a su familia, a una mujer con la que comparte su vida desde casi la adolescencia, Carme, la mejor compañera de viaje del mundo, y a sus tres hijos, Iker (biológico), Joel (adoptado en Haití) y Zenebech (de Etiopía). Una familia que ha formado con el tiempo y con los viajes, acercándose hasta Haití y Etiopía a buscar a sus hijos. “He sido un privilegiado porque he tenido la oportunidad de viajar, pero cuando he estado en esos países, de los más pobres del mundo, te das cuenta de verdad de lo que es no tener nada, la pobreza se huele, existe, tiene caras, sonidos... Allí el problema no son los derechos, es poder comer algo cada día. Esos viajes han cambiado un poco mi forma de ver las cosas. Al final te das cuenta de que por encima de la igualdad y la discriminación, más importante que esto es la humanidad, el ser humano, la persona en su amplio espectro”.