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Opinión

Suicidio, la pandemia silenciosa

Por Nel A. González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España

15/11/2019

Nel A. González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental EspañaEl silencio ha sido una constante en el tema del suicidio. Hasta hace muy poco tiempo, apenas se pronunciaba esta palabra (“suicidio”), ni en los medios de comunicación, ni en las administraciones públicas, ni siquiera entre las personas supervivientes. Suicidio y silencio han ido siempre de la mano, y no ha sido hasta ahora que se ha empezado a tomar conciencia a nivel general de lo importante que es hablar de ello. Porque solo enfrentándonos a esta realidad es posible desmontar los mitos y prejuicios que rodean a la conducta suicida. ¿Y cuál es el objetivo de esto? Poder ofrecer ayuda a quien la necesita y trabajar en la prevención. 
 
Porque sí, el suicidio se puede prevenir. Desde la Confederación Salud Mental España no nos cansaremos de repetirlo porque todavía a día de hoy muchas personas creen que no hay salida, y que el dolor que sufren no tiene solución. Queremos decir que sí la tiene, pero que para ello es necesario que la administración tome cartas en el asunto. Estamos hablando de un tema urgente: estamos hablando de vidas humanas.
 
El número de personas que en 2017, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), fallecieron por suicidio en España, fue de 3.679 (de los cuales 2.718 fueron hombres y 961 mujeres). Esto quiere decir que hoy mismo, solo en nuestro país, 10 personas fallecerán por esta causa. Una media de seis personas se ven afectadas íntimamente por cada uno de los fallecimientos. Sin olvidar que, por cada una de estas muertes, se estima que hay otras 20 personas que lo intentan. 
 
Si estas cifras son de por sí impactantes, hay que recordar que detrás de cada uno de estos números se esconde un inmenso sufrimiento. El principal, el de la propia persona que decide tomar esta dramática decisión. Pero también el de su familia, sus amigos y su entorno, que viven con gran dolor su pérdida. 
 
Y a pesar de estos datos, que hacen del suicidio el primer problema de salud pública de Europa, la realidad es que lo hemos silenciado históricamente por miedo, por culpa o por vergüenza.
 
Hay que afrontar esta realidad desde una perspectiva de derechos. Un intento de suicidio no es una llamada de atención, como todavía muchas personas creen, ni es una cuestión de valentía o cobardía: es la máxima expresión de un terrible sufrimiento que las personas que estamos aquí y la sociedad en su conjunto, debemos en primer lugar comprender y en segundo lugar tratar de evitar que ocurra. 
 
Hemos de tener en cuenta también que entre el 65 y el 95 por ciento de los casos de suicidio están relacionados con los problemas de salud mental, según la Organización Mundial de la Salud. La mortalidad por suicidio de las personas con esquizofrenia es nueve veces mayor que en la población general, y en la depresión mayor el riesgo se multiplica por 21.
 
Atender adecuadamente el sufrimiento psíquico que puede llevar a tener ideaciones suicidas es una obligación del Sistema Nacional de Salud, una emergencia, y una cuestión de derechos humanos. Por eso es inaplazable implantar, entre otras medidas, un servicio telefónico de atención al riesgo suicida, que sea de carácter público, gratuito, accesible y que se pueda recordar fácilmente (como ocurre con el 016, el teléfono de atención a las víctimas de violencia machista), asegurando así la atención, seguimiento y control profesional que esta situación necesita.
 
Pedimos que desde los organismos públicos se trabaje en detectar precozmente el riesgo suicida, que se mejore la coordinación de los servicios de emergencia y la detección por parte de los equipos profesionales de la salud, y que se implanten los protocolos necesarios para asegurar una correcta atención. También es fundamental dar formación a los profesionales de la salud en este ámbito, así como a las personas que intervienen en situaciones de crisis, docentes, y profesionales de entidades sociales. 
 
No olvidemos que lo que no se nombra no existe. El suicidio debe ser nombrado para ser visto, para que la sociedad abra los ojos ante esta realidad y para que, entre todas y todos, podamos prevenirlo y acabar con esta pandemia silenciosa.
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