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viernes, 25 de junio de 2021cermi.es semanal Nº 442

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Reseña

Los orígenes del genocidio Nazi. De la eutanasia a la solución final

Cuando Auschwitz comenzó antes de Auschwitz

Por Esther Peñas

25/06/2021

Portada de 'Los orígenes del genocidio Nazi. De la eutanasia a la solución final', del historiador Henry Friedlander«En el mundo de la postguerra, Auschwitz ha llegado a simbolizar el genocidio en el siglo XX. Pero Auschwitz solo fue el último y más perfecto centro de exterminio nazi. Toda la empresa de matanza había comenzado en enero de 1940 con el asesinato de los seres humanos más indefensos, los pacientes con discapacidad internados en instituciones».
 
Solución final. Dos palabras que conjuran un terror capaz de estremecer. Endgültige Lösung, en su decir alemán. El plan del régimen nazi para exterminar a los judíos. Sin que medie exactitud, se estima entre cinco y seis millones los judíos asesinados entre cámaras de gas, trabajos forzados, muertes súbitas y a capricho… Pero hubo otras soluciones finales, no por menos cuantiosas menos terroríficas. La que padecieron las personas con discapacidad fue una de ellas. 
 
Bajo el nombre de Aktion T4 se desplegaba un programa secreto para acabar con enfermos mentales y personas con discapacidad. Eutanasia. Eugenesia. Acabar con lo que los dirigentes nazis consideraban «indignos de vivir», personas con ‘tara’ de las que había que deshacerse. T4 alude a la ubicación del edificio desde el que se ejecutaban las directrices de estos planes, Tiergartenstraße 4.
 
Desde septiembre de 1939 hasta el final de la guerra en 1945, alrededor de 300.000 personas fueron asesinadas en hospitales psiquiátricos en Alemania, Austria, la Polonia ocupada y el protectorado de Bohemia y Moravia. Este periplo luctuoso se recoge en la investigación que acaba de publicar el CERMI en su colección Empero: Los orígenes del genocidio Nazi. De la eutanasia a la solución final, del historiador Henry Friedlander, y traducido del inglés por Borja Folch.
 
Aunque en los juicios celebrados y en algunos informes se aducía recortes económicos o necesidades de intendencia para practicar estos crímenes (como si las primeras pudieran justificar acabar con vidas humanas, sean cuáles y como fueran estas), Friedlander lo desmiente. 
 
Bajo este programa algunos médicos alemanes estaban autorizados a seleccionar pacientes «considerados enfermos incurables, tras un examen médico crítico» para administrarles una «muerte misericordiosa». En octubre de 1939 Adolf Hitler firmó un decreto fechado el 1 de septiembre de 1939 que autorizaba al Philipp Bouhler, jefe de su Cancillería, y a Karl Brandt, médico personal de Hitler, a practicar los asesinatos. Pero nada de esto se sustentaba en una realidad objetiva. 
 
«Su propósito no era acortar la vida de personas que padecían dolorosas enfermedades terminales sino matar a seres humanos a los que consideraban inferiores, quienes de lo contrario habrían vivido muchos años más. Aunque las víctimas estuvieran internadas en hospitales y residencias estatales, solo unas cuantas presentaban enfermedades mentales.
 
Muchas fueron hospitalizadas por el mero hecho de tener discapacidad intelectual o por ser ciegas, sordas o epilépticas, o porque presentaban alguna deformidad física. Eran pacientes con discapacidad (…) asesinados no para liberar camas de hospital o ahorrar dinero; a los asesinos les motivaba una obsesión ideológica para crear una nación robusta y homogénea fundamentada en la raza. Querían purgar las discapacidades del acervo génico nacional», reflexiona el historiador alemán.
 
A lo largo de sus casi setecientas páginas, Friedlander va desgranando las causas de esos asesinatos masivos, los distintos métodos en función de la edad de las víctimas y de sus sexos, la política de supervisión, la relación de la discapacidad con otras variables, como la etnia gitana o la propia condición judía. Con una prosa implacable, en la que nada hace falta intensificar porque cuanto se cuenta tiene una carga por momentos insostenible en lo emotivo, esta investigación publicada por el CERMI contribuye a ahondar en una realidad que, décadas después sigue interpelándonos una y otra vez desde el corazón mismo del mal.
 
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