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viernes, 5 de noviembre de 2021cermi.es semanal Nº 457

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Cuarto de invitados

Gustavo Martín Garzo, escritor

"La literatura siempre surge de llegar a lugares así, a lugares de pasmo"

Por Esther Peñas

05/11/2021

Fotos: Jorge Villa

El árbol de los sueños (Galaxia Gutenberg) convoca todas las historias posibles. La voz misma del origen es la que narra. Y quien lee escucha con asombro de qué manera lo mágico irrumpe con frecuencia inadvertida en nuestra cotidianidad. Su autor, Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), ha querido con esta novela (ovillo de cuentos que acompañan al hombre desde que supo hablar y escuchar) homenajear a Las mil y una noches, reivindicando el hechizo de esas palabras alquímicas: Había una vez…

Gustavo Martín Garzo, escritorPienso en la cajita que robó Namir, uno de los personajes del libro, para su madre. ¿Cuándo, qué cosas conviene robar? Me viene a la cabeza la ciudad de las dunas, habitada por una estirpe de ladrones, que usted describe.  ¿Qué hay que robar sí o sí?
 
A priori, nada. El robo tiene que ver con lo inesperado y con el deseo, tal y como se cuenta en El árbol de los sueños, lo que pasa es que tampoco sabes lo que buscas, de alguna manera el robo viene a mí, de pronto surge y me interesa, aparece tentador. Es una tentación claramente, pero tiene que aparecer en un momento especial, fruto de la sorpresa. Al personaje se le aparece esa cajita y, unido a la presencia de ella, se produce un vínculo misterioso que le hace robarla para entregársela a ella, como un don, sin explicar por qué lo da.
 
¿Sólo en los sueños está la puerta que nos lleva al mundo real, como dice el personaje de Makeba?
 
Claro, aunque parece una paradoja: ¿cómo en los sueños vas a encontrar la puerta que conduce al mundo real? Pero, cuando lo piensas, el mundo real ¿de dónde procede? Está hecho de nuestros pensamientos, pero también de nuestros sueños, y de los sueños que los hombres han podido tener a lo largo del tiempo; en cierto sentido, lo real y el sueño hay momentos en que coinciden, no son realidades separadas sino que… no sé cómo explicarlo… constantemente estamos viajando al mundo del sueño y nos estamos trayendo cosas del mundo del sueño a la realidad, esa es mi idea.
 
¿Cómo en el poema de Colerigde, en el que el yo poético regresaba del sueño con una flor en la mano?
 
Sí exacto, esa flor que se trae del sueño; pero eso ocurre constantemente porque en el fondo el mundo del sueño es el mundo del deseo y, qué se yo, cuando te arreglas para ir a una fiesta, cuando te dispones a vivir un momento especial, estás trayendo esa imagen que tú quieres presentar ante los demás, la traes de tus propias fantasías y sueños, como el vestido de Cenicienta y su poder de transfigurar la realidad. El sueño lo que hace es volver deseable la realidad, la da una intensidad que la vida ordinaria no tiene, esa es la idea. Es una forma de penetrar en la realidad de otra manera.
 
¿Qué es lo real?
 
Gustavo Martín Garzo, escritorEl problema es qué entendemos por real. Lo que puede tocarse, verse, grabarse, fotografiarse, la vida exterior, pero eso es solo una parte de lo real. La realidad también tiene otra parte escondida que está más allá de lo que podemos percibir. Es necesario explorar esa zona que está más allá de nuestra razón. Explorarla para tener una vida completa. Es como si nuestra razón fuera una casa muy pequeña para que cupiera en ella toda nuestra vida. Hay toda una zona fuera de esos límites, que también somos nosotros. Si prescindimos de ella nuestra vida será mucho más simple.
 
Los jardineros de Salomón son mudos, cuentas. ¿Qué papel cumple el silencio en la vida, la escritura y la lectura?
 
Cumple un papel enorme el silencio; en el fondo, la literatura, al tratar de hablar de aquellas cosas esenciales, requiere del silencio porque es en él donde hay una mayor intensidad y donde más se pone más en juego o riesgo. El silencio en la literatura te acerca a lugares inefables, lugares en los que te faltan las palabras para contar lo que pasa en ellos. Los momentos más significativos de la vida están de alguna manera rodeados de silencio, los momentos amorosos, la contemplación del otro… son momentos para los que no tienes palabras para explicar lo que te está sucediendo… imagina los padres mirando a su hijo recién nacido dormir, ese instante, maravilloso, ese prodigio, ¿cómo se cuenta?, ¿qué se puede decir de esa criatura que esté sorprendentemente en el mundo, qué contar del lugar en el que antes había dos y ahora hay tres? Cuando irrumpe lo maravilloso en el mundo hay un pasmo, un asombro, que clarísimamente te hace enmudecer: el amor. Un ciervo cuando lo ves en el monte. Aunque quisieras explicar lo que está pasando, que un ser querido ha muerto y te inclinas sobre él y lo besas y lo miras, ¿qué cabe decir ahí? El silencio. La literatura siempre surge de llegar a lugares así, a lugares de pasmo, de hechizo, inexplicables, inefables, ese es el problema, encontrar las palabras que no se pueden decir, tratar de hablar donde no se debe ni se puede hablar, encontrar la palabra para lo sagrado, porque también ante lo sagrado uno enmudece, aunque no sepamos muy bien qué es lo sagrado.
 
¿Quién entiende el corazón de un ciervo?
 
Esa historia remite al cuento de Blancanieves, que es una maravilla de cuento. El ciervo no es el que le da el corazón exactamente, pero puedes pensar que sí, que se lo da para que ella pueda vivir; de hecho, es así, e inevitablemente ella ha adquirido un compromiso con esa criatura, el ciervo, que ha muerto para que ella pueda vivir. A través de esa criatura ha establecido un compromiso con el bosque, con el mundo que está más allá de nuestra razón. El mundo de lo otro, de las criaturas fantásticas que la mitología ha imaginado para poblar ese lugar: elfos, hadas, duendes, ninfas… esa gente invisible de la que habla el mundo celta, vinculado a los manantiales, a las fuentes. De alguna forma ese corazón la vincula con todo eso. 
 
La vincula, en definitiva, al útero materno…
 
Gustavo Martín Garzo, escritorDesde luego.
 
El elemento mágico, hoy en día, lo sagrado, el asombro, ha desaparecido o no ocupa un lugar preferente en nuestra vida. ¿Esto tiene que ver con la irrupción de los filósofos de la sospecha? 
 
Esos filósofos de la sospecha parten de ese mundo, a Nietzsche le entusiasmaba Dionisos, Freud parte de una lectura de los mitos, y sabe que el origen de nuestra filosofía nace del mundo del mito, los mitos son protectores del pensamiento; es verdad que nuestro mundo ha olvidado los grandes relatos, no se sabe ni se habla de los mitos griegos, el mundo erudito no está presente en la vida cotidiana, y los relatos vinculados a la religión católica también se van perdiendo. No todo el mundo conoce a Noé, Jacob, Isaac, Abraham… personajes que estaban muy presentes en los relatos que te conmovían. Este tiempo nuestro está olvidando esos relatos, lo cual no quiere decir que la verdad a la que apuntan esos relatos no siga existiendo. Pero entristece, porque nos aportan claves sobre nosotros, nos ofrecen recursos para enfrentarnos a la vida, son consuelo, conceden belleza… Es terrorífico esta pérdida, y más el olvido del cuento en tanto de puente hacia el niño, porque en ningún otro lugar se dice cómo es un niño como en el mundo de los cuentos. Cuéntale a cualquier niño la historia de Caperucita y se queda prendado. Todos los niños del mundo reaccionan con asombro y expectación ante ese cuento, pero ahora está dejando de ser contado, porque los adultos creen que no se las deben contar. Esther Tusquets, gran amiga, decía que esa escena de Caperucita, cuando entra en casa de la abuelita, es de las más sublimes de la literatura universal. Esas historias hacen sentir al niño que les hablan a él. De sus conflictos, de sus anhelos, de sus temores, etc. Ese mundo va a desaparecer. ¿Se dejarán de contar los cuentos de hadas? Quiero pensar que no, pero… 
 
Hablando de misterio, ¿qué permitiría a Gustavo que una pelota lanzada al aire quedase eternamente suspendida en él?
 
Me gustaría que pudiera suceder… en el fondo todo eso, esas imágenes tienen que ver con el anhelo de lo mágico, de lo portentoso. Esa espera de lo maravilloso es la misma que la espera de lo amoroso, se confunden, del mismo modo que el mundo del arte y de la poesía se confunde. Todos deseamos que en nuestra vida irrumpa aquello que tenga el poder de transfigurarla, de transformarla en algo que merezca la pena ser vivido, contemplado, amado. Lo decía Ionesco, hablando de Cenicienta: «todos deseamos abandonar las sucias cabañas de la realidad y llegar, como Cenicienta, donde aparece el instante inolvidable, de transfiguración». Eso lo permite el vestido que recibe de su madre, gracias al cual puede mostrarse a los demás como es, con ese cuerpo transfigurado por el sentimiento amoroso y la búsqueda por salir de la mediocridad y soledad. Todos anhelamos esa transfiguración de nuestra vida en algo hermoso.
 
Por cierto, ¿por qué la dedicatoria a Pasolini?
 
Gustavo Martín Garzo, escritorPor su trilogía de la vida, El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. Con ellas reivindica el cuerpo, no como objeto que se consume, no uniformizado por esta cultura del consumo capitalista, sino que reivindica el cuerpo libre, de los arrabales, de los muchachos, ese cuerpo vinculado a la naturaleza y a lo sagrado, portador de otras cosas, el sexo como alegría, como gozo, la búsqueda de la felicidad. Hace esa trilogía para homenajear a un mundo que cree está perdiéndose, el fin de las luciérnagas, lo llama. Luciérnagas son los cuerpos que brillan como llamada de deseo, cómo se llaman el uno al otro, encendidos y transfigurado por el deseo. Cuando observa que en el campo desaparecen las luciérnagas, lo utiliza como imagen del fin del mundo que él amaba para rebelarse contra ese fin, y rueda la trilogía, pero cada vez tiene que alejarse más, hasta que se va a África para encontrar cuerpos no contaminados. Pero todo el mundo ve en esas películas lo erótico, medio porno, y hacen secuelas terribles… Pasolini se horroriza y escribe un artículo en el que adjura de la trilogía y hace Salou, una película durísima, llevado por el pesimismo extremo. Pasolini es de los intelectuales y escritores más importantes, su compromiso social y político es combativo, contradictorio, necesario. No comparto ese pesimismo extremo al que llegó, porque creo que no tenemos derecho a pensar que no queda nada que merezca la pena. Con cada nueva generación el mundo empieza de nuevo, tengo esa confianza.
 
¿Qué pesa más, la historia, quién la cuenta o cómo se cuenta?
 
Pesan las tres cosas, quién cuenta la historia ya da la clave de cómo se cuenta, en función de quién eres y cómo eres cuentas las cosas de un modo u otro, y la historia que eliges tiene que ver contigo; probablemente solo podemos contar bien aquellas historias que tienen que ver con nosotros, con lo que nos pertenece, y el trabajo del escritor es darte cuenta de ello, y volver a ellas una y otra vez. Una maestra me dijo en una ocasión que ella contaba cuentos a sus alumnos pero que no conseguía que se interesasen por ellos; yo la aconsejé que contara solo aquellas historias que fueran de veras importantes para ella. Contar una historia es atraer la atención; si no aciertas con eso se rompe la comunicación. Todo narrador sabe que contar pertenece también al mundo del hechizo, narrar es seducir, encantar al otro.
 
De otro modo, una historia de amor.
 
Desde luego, contar cuentos a los niños debe ser un acto de amor. Como en El tesoro de Alibabá, se roban historias, se modifican, pero hacen falta las palabras mágicas para que la montaña se abra.  
 
¿Cuál es el último libro que le ha conmovido?
 
Una novela, Hamnet, de Maggie O'Farrell. Impresionante, es una historia accesoria en la que lo que importa es la manera en cómo está contada. El argumento es el hijo que tuvo Shakespeare y que murió a los once años. Hamnet, cuyo nombre le da uno de sus personajes principales. La autora se pregunta por qué quiso que ese personaje tuviera el nombre de su hijo. Ah, también he leído a Louise Glück, una maravillosa poeta.
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