Cuarto de invitados
Lourdes Cirlot, historiadora del Arte
“Cuando algo no se puede despreciar, hay que tenerlo en consideración”
Por Esther Peñas
01/04/2016
Su infancia transcurrió entre lo simbólico, lo poético, lo iconográfico y lo mitológico. No en vano es una de las hijas de Juan Eduardo Cirlot. Catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, fue vicedecana de la Facultad de Geografía e Historia y, en la actualidad, dirige el Vicerrectorado de Artes, Cultura y Patrimonio.
Es experta en los movimientos internacionales de la vanguardia. Desde 1999 es investigadora principal del Grupo ‘Arte, Arquitectura y Sociedad Digital’, dedicada al tema de los nuevos medios y las tecnologías digitales desde un enfoque interdisciplinar. Hablamos con Lourdes Cirlot (Barcelona, 1949).
¿Qué queda, a día de hoy, de esa explosión creativa llamada ‘vanguardias europeas’?
Quedan muchas cosas, el momento de principios del XX fue tan creativo, tan impresionantemente lanzado a cosas originales, nuevas... en algunas ocasiones de ruptura clara con el pasado, en otras, no tanto, había una cierta ligazón a la tradición aunque revisándola de modo radical. Todo aquello fue tanto, desde el cubismo con el collage, una auténtica revolución, hasta el dadaísmo y su anti-todo... pasando por el surrealismo, con su apertura al inconsciente y el psicoanálisis... fue tan importante para el arte que es imposible que todo eso se haya agotado. En la actualidad, sigue existiendo en artistas y movimientos. El concepto de vanguardia como se tenía a principios del XX no es el mismo que a principios del XXI, esto es obvio, en aquella ocasión todo estaba muy vinculado a la I Guerra Mundial. La vanguardia eran aquellos que iban delante, en el frente, para luchar y ser abatidos. Ese concepto se trasvasa del territorio de la guerra al territorio de la cultura. Ese concepto en la actualidad no se da, pero no quiere decir que se haya perdido, sino que hay una pervivencia, y muchas de esas vanguardias han sido capaces de regenerarse en muchos aspectos.
De los movimientos que usted ha estudiado con mayor profundidad (surrealismo, dadaísmo, arte abstracto...) ¿cuál cree que es –o fue- más fructífero?
Quizás en estos momentos el arte abstracto tiene muchos seguidores, no de la misma manera que llevaron a cabo los no plasticistas en Holanda, Alemania, París o los norteamericanos en los años 40 con el expresionismo abstracto, el informalismo en Europa. No, no de esa manera pero sí con intencionalidad clara de desvincularse del mundo de lo real. Se ha cambiado el aspecto técnico de materializar la obra desde un punto de vista pictórico y existe otro tipo de creaciones vinculadas a las nuevas tecnologías, hay creaciones en la red o en digital –sobre todo en fotografía- que acuden a un lenguaje abstracto. Aquellas vanguardias se han revisado utilizando los medios tecnológicos del mundo actual.
Hace poco, entrevistando a Eduardo Arroyo, achacaba a Duchamp todos los males de los que adolece el arte moderno...
No estoy para nada de acuerdo, hay dos facciones distintas en el mundo del arte a este respecto, llevamos muchos años debatiendo el tema. Duchamp hizo una revolución impresionante, muy personal, cargada de humor, de humor negro, pero sin él no se entiende a Yves Klein, por ejemplo, dentro del nuevo realismo, ni a Andy Warhol, icono del pop art norteamericano. Cómo podemos prescindir de Duchamp, es imposible. Existió y le dio una nueva dimensión al mundo del arte, y eso lo explicó muy bien Arthur Danto, el filósofo norteamericano, en 1964, cuando vio la exposición de las cajas de ‘Brillo’, de Warhol, en Nueva York. Al principio pensó que era una tontería, y se fue a casa, pero después recapacitó y escribió uno de sus textos más famosos, sobre el arte de lo banal. Danto dice: si voy a un supermercado y veo las cajas ‘Brillo’, estas cajas a mí no me importan, no me producen ningún sentimiento de reflexión, pero sí las de Warhol. ¿Por qué? Si él ha conseguido que me turbe, pasa algo, y el hecho de descontextualizar algo, darle unos significados distintos, convertirlo en polémica, en rumolorogía, es crucial. Hoy sería viral en redes sociales. Warhol estaba dando con el dedo en la llaga, ponía en tela de juicio muchas de las cosas del arte, actuaba como crítico, heredado de Duchamp. Es tan grande el espectro que abarca Duchamp que despreciarlo me parece imposible. Y cuando algo no se puede despreciar, hay que tenerlo en consideración.
El arte moderno, ¿conseguirá despojarse de esa sospecha continua?
No, y ojalá no pase nunca; la sospecha continua es lo que da ánimo a continuar trabajando. Si todo fuera grácil, perfecto, que gustase a todo el mundo, entonces carecía de interés. Qué interés tiene un pollo al romero, ninguno. Lo tiene cuando lo rellenas de jamón serrano, lo aderezas con especias y lo convierte en materia etérea, como hace Adrià. En la actualidad, contamos con unos elementos -gracias a las vanguardias del XX- muy importantes para estar constantemente replanteándonos la idea de lo artístico, y esto es muy bueno, hace que todos pensemos. Si todos pensáramos tanto como artistas, intelectuales y los interesados por la cultura no habría la mitad de los problemas que existen.
Las tecnologías digitales, ¿qué aportan al arte?
Todo lo tecnológico ha dado un vuelco a nuestra sociedad. Yo escribí mi tesis doctoral en máquina de escribir, de las eléctricas, es decir, tenía una memoria de dos o tres páginas, lo que me permitía equivocarme un poquito... en la actualidad, la gente hace las tesis muchísimo mejor, gracias a la existencia de un ordenador. El ordenador ha supuesto un cambio enorme. Es lógico que los primeros artistas que trabajaron en primera línea de reivindicación de las nuevas tecnologías, como Nam June Paik, iniciador de todo esto junto con los artistas Fluxus, a finales de los 60, principios de los 70, hicieran un esfuerzo enorme, acostumbrados a trabajar una manera manual, en cierto modo artesanal, para emplear unas técnicas más modernas, porque perciben que la máquina está ahí para resolver cosas. Al igual que en los años 20 los fotógrafos comienzan a adentrarse en la fotografía artística, ahí tenemos a Man Ray, por ejemplo. Hoy en día se utiliza el ordenador y sus múltiples posibilidades, y abre un mundo infinito, porque el ordenador no ha dejado de revolucionar, ha introducido el concepto de velocidad, de precisión, y la imagen digital con su capacidad de fuerza, su posibilidad de ampliar una imagen casi infinito... todo esto acompaña una investigación de los artistas que ejecutan de manera progresiva y rápida, porque todo es muy rápido y va cambiando en proporciones inusuales. Hoy en día el cambio es permanente.
¿Dónde colocamos la línea en la que, si la traspasamos, lo virtual se convierte en una amenaza más que en un apoyo?
Siempre existe ese peligro. Pero las máquinas no han salido de la nada, sino del cerebro humano, estamos formateando estas nuevas tecnologías, hemos de ver la parte positiva, en la medicina, por ejemplo, hay casos de personas que no podían caminar y, gracias a la robótica, ahora pueden, o casos de ciegos que, gracias a sistemas muy sofisticados, capaces de provocar alteraciones de percepción por parte del cerebro, pueden reconocer objetos, luz, captar algunos colores... es maravilloso. Hay cosas malas, evidentemente, muy malas. Lo que hemos de pedir es que el ser humano sea capaz de distinguir lo bueno de lo malo y que no dedique su energía a lo malo.
Es que la diferencia entre lo bueno y lo malo a veces es tan sutil...
Sí, hay una línea en la que se produce una síntesis entre las dos cosas y crea algo parecido a la indiferencia. Esto ya lo explicó Buda. Decía que si un pajarito se da un golpe y se cae al suelo, hay tres opciones: que pases por su lado y lo remates, que pases de largo o que trates de sanarlo. Ante una misma cosa, el ser humano es capaz de responder de manera diferente. La sociedad tiene una gran responsabilidad en las respuestas que den sus ciudadanos, y sobre todo los gobiernos, cosa que no han entendido, que tienen que formar a la sociedad culturalmente para que siempre sea capaz de responder con la posibilidad positiva.
Servirnos de las nuevas tecnologías ¿es un modo de desvirtuar la obra de arte?
No. Para mí el concepto de obra de arte es muy fácil, lo definió Heidegger y fue muy conciso. Artista es aquel que hace la obra de arte y obra de arte es aquella hecha por un artista. ¿Qué quiere decir? Que hay una intencionalidad. Si hubo una persona con la intención de crear una obra de arte, lo es; ahora bien, que sea buena o mala es un problema diferente, que sea bien o mal valorada es otra cosa, pero la obra está ahí, puede no convencer, es posible, pero esto siempre ha pasado, ha habido artistas que en su época no fueron reconocidos, como Van Gogh. Ocurre algo importante, que cuando uno está inmerso en una época no se tienen todos los aspectos, los elementos apropiados para distinguir cualquier elemento que se esté produciendo en esa misma época, ha de haber una distancia histórica para que eso sea factible. Por eso hay un desfase entre lo que es la creación y la aceptación por parte del público de esa creación, es lógico. En este sentido, vamos muy retrasados con respecto a las máquinas, hemos hecho el esfuerzo enorme de vivir al día con los ordenadores, pero es casi imposible, el concepto de velocidad nos ha trastocado.
Sobre eso ha reflexionado mucho Paul Virilo...
Exacto, es un filósofo muy lúcido, él habla de la administración del miedo, donde explica cómo la velocidad nos está afectando hasta unos grados límites. Pensamos que nos acostumbramos, pero no es cierto. Y estamos rodeados de aparatos que quedan desactualizados en un momento, las tablet, los appel watch, etc., tardamos un tiempo en hacernos con ellos, y cuando ya los manejamos, han quedado desfasados. Todo esto hace que estemos inmersos en un vértigo enorme.
Volviendo al tema del desfase entre obra y aceptación. Pienso en obras que supusieron una enorme ruptura y fueron reconocidas en su momento (‘Cien años de soledad’, ‘Nada’) y otras que requirieron tiempo (‘En busca del tiempo perdido’, la propia obra de su padre, Cirlot). ¿A qué se debe que en ocasiones exista o no este desfase?
Depende de algo importante, de que el artista o el literato estén creando algo, desde el punto de vista de la receptividad de sus coetáneos, algo muy evidente. Que responda a la realidad del mundo, no a una realidad posterior, más avanzada. Esto ocurre con el arte del Impresionismo, dan en el clavo, la gente entiende aquello, lo percibe como algo natural. Lo que ellos proponían, tratar de captar el instante, es una idea que queda muy clara y, por tanto, la gente lo entiende, no hace falta grandes reflexiones. Sin embargo, el Simbolismo, coetáneo al Impresionismo, sí implica una cierta abstracción del tema. Obras como ‘El grito’, de Munch, o las múltiples escenas de Salomé que pintó Moreau, ¿por qué no son tan rápidamente admitidas o aclamadas? Primero, porque tiene algo de inquietante, cosa que no sucede con los impresionistas (acuérdate de las vampiras de Munch, ¿quién va a tener una de ellas en el salón de su casa?). No entran por la vista, exigen, además, una reflexión más profunda, por qué lo hace, qué quiere decir... Hay cosas inmediatas y otras que no, que requieren una reflexión profunda, un bagaje cultural concreto.
Lo simbólico en esta sociedad de consumo, ¿de qué nos sirve?
De muchísimo, hoy en día se utiliza más que la realidad misma, estamos acostumbrados. El surrealismo lo puso en boga, nos acostumbró al bagaje simbólico, a ciertos mensajes que tenían como misión trastocar lo puramente racional y hacer hincapié en lo irracional, como cuando Dalí se colocaba un pan en la cabeza, o una tortilla de patata chorreando huevo... Ellos dotaron a cada acto con una carga simbólica, relacionada con muchos aspectos, entre ellos con aspectos relativos al sexo. Piensa, hoy en día, que para venderte una sopa emplean una voz sugerente... Esto lo ha entendido a la perfección la publicidad.
¿Es más fácil ser engañados hoy que antaño?
La gente si es engañada es porque se deja; además, nos va bien un poquito de engaño de vez en cuando. Si salgo a la calle no me gusta que me digan que tengo mal aspecto, que tengo ojeras, que estoy hecha un asco... prefiero que me digan “qué bien te veo”, “qué bufanda más bonita”, etc., es más agradable, el engaño forma parte habitual del lenguaje, de los gestos, de todo lo que nos acompaña, no es algo raro; claro que hay engaños y engaños, yo hablo de la mentira piadosa, por supuesto, no de engaños como la corrupción.
Pienso en ese triunvirato, ‘Arte, arquitectura y sociedad digital’. Me quedo un instante en la arquitectura, ¿de qué modo nos condicionan los espacios, los lugares en los que vivimos?
Nos afecta y muchísimo. Yo tengo una suerte inmensa, vivo en Barcelona, una ciudad llena de obras modernistas, y me entusiasma Gaudí. Cuando paseo por el Paseo de Gracia, solo ver la Pedrera me anima, me reconforta, es tan maravillosa, tan impresionante... o La Sagrada Familia... son obras que te dan una dimensión de lo arquitectónico muy distinta de lo normal y corriente. Pero es cierto que la arquitectura de las viviendas habituales, por lo general, tiene que mejorar bastante...
¿Qué arquetipo simboliza a Lourdes Cirlot?
No me atrevo a hablar de arquetipo... diré que me identifico mucho con el gato, soy muy gatuna, he tenido tres gatas en mi vida, han sido muy buenas conmigo, y yo con ellas, me he identificado con la manera de ser del gato, paciente cuando le interesa, muy introspectivo en muchos momentos, que aprende constantemente, que le interesa todo, siempre atenta a las cosas... aprendo de todo. No sé si aprendo, pero al menos estoy receptiva a aprender, me hace ilusión cualquier cosa, una caricia en el lomo, por ejemplo.
Por cierto, usted, como su padre, ¿es coleccionista?
He heredado colecciones de mi padre, tengo una parte de su colección de espadas, una colección de piedras prehistóricas, que me gustan muchísimo, y una colección de lanzas medievales. Yo la verdad es que nunca he tenido una colección propia salvo algo trivial: gatitos, figuritas que compro en lugares donde viajo, de madera, de metal, de plástico, de muchos tipos, y los voy poniendo en mi mesa de trabajo, esparcidos. Ya lo sabes, es un animal que me gusta, muy lúdico.