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viernes, 7 de enero de 2022cermi.es semanal Nº 464

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Cuarto de invitados

Miguel Martorell, historiador

"Los grandes regímenes totalitarios no solo quieren imponerse por la fuerza, también cautivar a la población"

Por Esther Peñas

07/01/2022

Fotos: Jorge Villa

Bajo el título El expolio nazi (Galaxia Gutenberg) respira una rematada investigación a propósito del robo sistemático de obras de arte perpetrado por los nazis. Tomando como epicentro narrativo a Alois Miedl, un marchante holandés traficante de Goering, Miguel Martorell (Madrid, 1963), catedrático de Historia Política y Social en la UNED, va delimitando las estrategias, los propósitos, las coartadas y resultados de este siniestro matute que deriva en un contrabando de posguerra con España como centro de operaciones. Martorell calcula que se saquearon alrededor de cinco millones de obras de arte. Leyendo esta fantástica investigación es imposible no recordar las palabras de Arendt sobre los nazis: «la mayoría no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que eran y siguen siendo terrible y terroríficamente normales».

Miguel Martorell, historiador¿De qué modo pretendía el régimen nazi usar el arte como propaganda y control?
 
El arte es fundamental en la propaganda nacional socialista, de hecho, los nazis toman el absoluto control de la creación: solo pueden crear aquellos que estén inscritos en los institutos oficiales del III Reich, el equivalente a nuestras Reales Academias. De entrada, eso ya supone una criba brutal.
 
Con excepciones, por ejemplo, a Stefan Zweig se le permite seguir trabajando con Richard Strauss…
 
Es cierto, hay ciertos salvoconductos. Pero la situación cambia hacia 1936-37. Hasta ese momento, hay un intenso debate a propósito de qué tipo de arte es el que debería representar a Alemania, se discute sobre si las vanguardias pueden o no considerarse esencia de la nación alemana. Joseph Goebbels lo creía, era un defensor de ciertas vanguardias, del expresionismo, por ejemplo, defiende a arquitectos como van der Rohe frente a Albert Speer, el favorito del Führer. Pero esta discusión se acaba hacia 1936, cuando Hitler definitivamente toma partido por la tradición, por el arte conservador, por un modelo de arte que sea exclusivamente naturalista, que represente la realidad. 
 
Resulta curioso cómo el arte, la cultura, que a priori parece un territorio calmo, casi de segunda en los países democráticos para el reparto político, resulta esencial para aquellos regímenes aviesos o perversos, con intención de perpetuarse…
 
El arte, al fin y al cabo, es un vehículo de propaganda, una fachada, también en democracia: la apertura y las posibilidades artísticas que, de una u otra manera, propician los distintos museos tienen que ver y mucho con la ideología del Gobierno de turno. Lo que ocurre, claro, es que en los regímenes totalitarios no hay alternativa al arte oficial. Ese mismo debate que surgió en la Alemania nazi entre vanguardia y la tradición está presente en todos los totalitarismos de los años treinta, incluso ocurre en Rusia, pese a que, en un primer momento, la revolución esté vinculada a la vanguardia.
 
Lenin, de hecho, es uno de esos artistas de vanguardia…
 
Claro, sí, sí, Maiakovski, Malevich… al final, la idea de los grandes regímenes totalitarios es no solo imponerse por la fuerza, sino cautivar a la población. Pero tanto Hitler como Stalin llegan a la misma conclusión: las vanguardias son artes burguesas, decadentes, que solo pueden entender los intelectuales. Y el arte al servicio del poder debe ser claro.
 
¿Tenían razón?
 
En un momento determinado sí, pero fíjate ahora cómo hemos incorporado la vanguardia, hasta el punto de que el logo de la Caixa es de Miró. El arte de vanguardia surgía de las élites culturales reducidas, y los regímenes totalitarios necesitan llegar al pueblo con mensajes sencillos y claros, por eso optan por el arte naturalista, los grandes murales, etc.
 
En su investigación, asegura que unos cinco millones de obras de arte, fueron expoliadas, hurtadas, confiscadas, ¿sobre todo pintura?
 
Hay de todo, especialmente objetos culturales; mi libro se centra en la pintura porque es lo más visible y lo que más ha llegado a nuestros días. Los nazis requisan todas las propiedades judías, eso quiere decir objetos religiosos, tapices, esculturas, libros… todo, bien por el mero hecho de desposeer a sus propietarios, a modo de exterminio, bien para acrecentar las coleccione del III Reich, como la del nazi Alfred Rosenberg, que coleccionaba libros que tuvieran que ver con los enemigos del Reich, libros del movimiento obrero, masonería, cultura judía… Se expoliaban hasta instrumentos de música: hay imágenes de trenes enteros cargados con pianos, que viajan de París a Berlín. 
 
Es tan incomprensible aquello…
 
Miguel Martorell, historiadorEs un tema brutal, muy difícil tratar de un modo indiferente, he acabado leyendo historias sobre expolio y destrucción de bienes artísticos que te dejan muy tocado… esto en cuanto a las comunidades judías europeas, pero lo que hacen los nazis en la Europa del Este fue tremendo, ellos no pretenden exterminar a los eslavos, sino convertirlos en esclavos, en un grupo de trabajadores coloniales, parecido a lo que hicimos los europeos en África, eliminaron cualquier identidad cultural y utilizaron a los habitantes como mano de obra. Las imágenes de la destrucción de la casa de Tchaikovsky, con las partituras por el suelo y las motos en el interior, destrozando todo, la destrucción de la casa de Tolstoi… tremendo.
 
Después de aquel horror, algunos fueron condenados, otros acusados, pero la mayoría no solo se fue de rositas, sino que ni siquiera les afectó su reconocida colaboración con los nazis. Pienso, por ejemplo, en Hugo Boss, que hacía los trajes para los jerarcas nazis y confeccionaba los uniformes de los soldados…
 
Sí... para entender bien el nazismo es fundamental no caer en el cliché de que los nazis eran el mal personificado, personas fuera de este mundo… el nazismo contó con gran complicidad de la sociedad, de otro modo no se explicaría el avance del III Reich, ni la maquinaria de destrucción tan perfeccionada, con industrias químicas que facilitaban gas para los campos de exterminio, las farmacéuticas suministrando anfetaminas para que los soldados aguantasen, la industria del automóvil que revolucionó los motores para los tanques, los artistas que entraron en el juego y formaron parte de la formación cultural del III Reich… y, después de la guerra, el proceso de desnazificación afectó en serio a las grandes empresas. Era tal el grado de implicación de la sociedad alemana que probablemente hubiera sido imposible depurar a quien de uno u otro modo colaboró. Lo mismo ocurrió en la Francia de Vichi, aunque nos quieran hacer creer que casi todo el mundo estaba en contra, no es cierto, es imposible mantener un gobierno así sin el apoyo mayoritario de la población. Ese es el problema de los procesos de depuración, que cuanto más vas bajando en estratos sociales, más gente implicada te encuentras, gente con el carné del partido, que habían ocupado un puesto desplazando a un judío depurado, que «hacía su trabajo»…
 
Se me viene a la cabeza el escritor y periodista César González Ruano…
 
Es un tipo de personaje muy presente en la Europa de los años 30, gente que medra al hilo de la barbarie y de la brutalidad, en la Italia fascista, en la España franquista… del mercado negro, del contrabando, que se dedica a colaborar delatando a judíos… ¿Has leído El marqués y la esvástica, de Rosa Sala?
 
No, leí sus memorias y París: Suite 1940, de José Carlos Llop…
 
Bueno, va en ese mismo sentido… Rosa Sala intenta demostrar que Ruano, al final de la contienda, se dedicó a estafar a judíos, cobrándoles por adelantado salvoconductos para, después, delatarlos. Sala no consigue demostrarlo con pruebas incontestables, pero su investigación apunta a ello; de hecho, a raíz de su trabajo se cancela el premio de periodismo que llevaba su nombre, concedido por la Fundación Mapfre, César González Ruano. Personajes como él me he encontrado muchos en mi investigación. 
 
La persecución a lo que los nazis llaman «arte degenerado» (Max Ernst, Bellmer, Paul Klee...), ¿se hizo sabiendo que eran obras de arte o realmente pensaban que era un tipo de arte sin ningún valor?
 
Hay de todo… no todo el arte que no casa a priori con la estética nazi se considera como degenerado. Digamos que lo que podría estar expresando la raíz alemana es lo que va desde Van Gogh, Munch y Nolde. Göring está convencido de que ese tipo de arte es un modo nórdico de expresar el espíritu alemán, pero finalmente adopta la postura pragmática, se prohíbe y punto. El caso de Nolde es dramático porque es un nazi convencido, y cree que lo que hace encaja perfectamente en el espíritu de la nueva Alemania, pero hasta le prohíben pintar. El más simple de todos fue Hitler, con su noción de arte tan anclada en los naturalismos del XIX. Creía que todo aquel que no era figurativo y realista estaba loco, o no sabía pintar. 
 
El personaje central de su investigación, Alois Miedl, banquero y marchante, ¿tuvo conciencia de lo que supuso su actuación, su connivencia con los nazis? Porque al principio, pueden entenderse incluso actitudes como la de Jüng o Heidegger, pero pasado el tiempo y sabiendo lo que sabemos, son imposibles de sostener según qué argumentos.
 
Miguel Martorell, historiadorEs muy difícil de saber, no te puedo decir, ten en cuenta que la documentación a la que he podido acceder es periférica, quiero decir que no había diarios, por ejemplo, para poder saber qué pensaba. Sin embargo, tengo la sensación de que estuvo convencido todo el tiempo de que hacía negocios con los nazis y eso era legítimo, al fin y al cabo, él era un empresario sin escrúpulos, un mercenario, igual que había hecho negocios en Indonesia con diamantes, lo que no debía de estar muy sujeto a legalidad, hace negocios con los nazis. Además, tiene una buena coartada, él salva a varios judíos, a una veintena de judíos, por tanto es posible que ni siquiera se le pasara por la cabeza la idea de que colaboró con el régimen nazi… quizás, ¡hasta se considerase un héroe! Eso es lo que le ocurría a la mayor parte de los alemanes, que pensaban «yo no he colaborado con los nazis, yo hacía informes, yo hacía negocios, yo vendía gas, yo llevaba la leche a Hitler…» Alois Miedl salva la vida de judíos relacionados con negocios que ha hecho; por ejemplo, compra una galería de arte y se compromete a salvar la vida de la madre del dueño, que sobrevive en Holanda, donde se produce el mayor exterminio de judíos en Europa Occidental. Compra un banco y salva la vida a los empleados... No, estoy convencido de que no se considera un criminal. En realidad, cada uno de los que colaboraron lo hacía desde su pequeña parcela, y cuando no se quiere ver que esa parcela, por pequeña que sea, contribuye a consolidar el régimen nazi no se ve. 
 
¿Qué papel juega España en ese expolio sistematizado? ¿Estaba Franco al tanto?
 
Franco estaba al tanto claro que sí, Franco y todo el aparato institucional del franquismo. España es la ruta de escape de los que han estado implicados, por aquí pasan las grandes colecciones a partir de 1943, cuando ya se sabe que Alemania va a perder la guerra, con la caída de Francia, las colecciones de burócratas, oficiales, contrabandistas, galeristas, llegan a España o pasan por España. Como el contrabando de arte es clandestino no hay más pruebas que las valoraciones de los servicios secretos, de la policía o el atestado de alguna que otra requisa, relativamente escasa. España es el país que mantiene hasta el último momento línea directa con Berlín a través de la línea Lufthansa, hasta marzo de 1945 siguen llegando aviones con valija diplomática, por lo que no se sabe a ciencia cierta qué contienen, pero se sospecha que es arte. En un caso concreto, sí se descubre que uno de esos contenedores de valija diplomática está cargado de objetos religiosos de iglesias provenientes de Europa del Este.
 
Está claro que los nazis y sus colaboradores no creían en el pecado de simonía, que consistía en mercadear con objetos religiosos…
 
Más bien no…
 
¿Cuánto de inamovible tiene la historia y qué parte puede resignificarse?
 
No es inamovible y se puede resignificar cada dos por tres. Todos los historiadores trabajamos desde el presente, y es inevitable que en nuestro trabajo incluyamos las cuestiones que nos afectan de un modo u otro. Este es un oficio en el que durante años hemos hablado de la objetividad, pero ahora sabemos que es una objetividad imposible, entre otras cosas porque hay muchos condicionantes, el personal de cada uno para dedicarse a investigar un asunto, mismamente. Esto lo contaba muy bien el historiador Santos Juliá, cuando explicaba cómo en los años 70 en España está arraigada la historiografía del fracaso, el fracaso industrial, el de la revolución burguesa… pero claro, eso descrito desde los años 70, con una dictadura, distanciados de Europa, con una  economía muy precaria…veinte años después, en los 90, con el Tratado de Maastricht, la llegada del euro, la gran incorporación de España a los conciertos de las naciones europeas, los historiadores comienzan a preocuparse por qué nos une a Europa, y hay una eclosión de investigaciones sobre la Restauración, sobre la España liberal que en muchos sentidos es equiparable al liberalismo europeo, con sus más y sus menos. Sí, los historiadores escribimos desde el presente y eso modifica la mirada hacia el pasado.
 
El poeta Cioran amaba lo que él consideraba la dignidad del fracaso español… 
 
Eso ha sido un tópico que hemos arrastrado desde hace mucho tiempo. La idea del fracaso tiene que ver con cómo construyes la historia europea, si el modelo son Gran Bretaña y Francia, resulta que todo lo demás, en efecto, es un fracaso, porque los procesos de modernización económica no acabaron en democracias, precisamente. Pero estoy de acuerdo con la tesis del historiador canadiense Adrian Shubert cuando dice que los países europeos son muy parecidos en términos históricos, siguen el mismo camino, pero en distintas fases
 
Disculpe el chascarrillo pero, ¿España va bien?
 
Va, que no es poco, sí, va razonablemente bien, no nos diferenciamos de la gran mayoría de los países europeos, tenemos una buena democracia, un sistema de partidos que ahora es más inestable que hace años pero habitual en el resto de Europa, sobre todo en la Europa nórdica, aunque a nosotros nos genere un gran desconcierto, la economía española no es de los motores europeos pero está bien situada… más allá de la sensación de que todo es más inestable que antes, sensación común al resto de países europeos, va bien España. Fíjate en Francia, que parecía que Le Pen iba a arrasar y ahora resulta que la han adelantado por la extrema derecha… o piensa en Gran Bretaña y Boris Johnson… 
 
¿Mejor Europa que cualquier otro lugar?
 
En Europa tenemos la ventaja de que somos una sociedad rica en general, con instituciones democráticas consolidadas, salvo en aquellos países con escasa tradición democrática, claro. Europa sigue siendo un bastión de lo que fue el mundo en los años 60 y 70, con un bienestar consolidado, pero con riesgo de que se vaya erosionando.
 
¿Basta conocer la historia para no repetir errores?
 
No, la historial es útil para reflexionar sobre el presente, para ver las cosas que pueden llegar a ocurrir, pero no quiere decir que un país que no conoce su historia esté condenado a repetirla.
 
Es curioso, se lo comento porque ha estudiado de manera profusa el parlamentarismo, que leyendo las crónicas parlamentarias de Wenceslao Fernández Flórez, deliciosas, por cierto, uno comprueba que apenas hemos avanzado en la relación con los independentistas… 
 
Hay cosas que no se han resuelto porque tienen difícil solución, como nuestra construcción nacional, que no terminamos de ser capaces de encajar con otras identidades territoriales, fuertes y propias. Eso es algo que sigue contaminando a los partidos. Ciudadanos hubiera sido un magnífico partido bisagra si no se hubiera quedado enquistado en la cuestión nacional. Es un problema cuya resolución pasa por asumir la cuestión, por negociar y pactar, porque no va a desaparecer. 
 
¿Es bueno que partidos como Bildu y Vox estén en el parlamento?
 
Miguel Martorell, historiadorSí, entiendo que sí, no me gusta que tengan la representación que tienen, me gustaría que fuera muy pequeña. Hablando antes de la responsabilidad de la sociedad, una papeleta en la urna también atañe a esa responsabilidad individual.  
 
¿Vivíamos mejor con pesetas en los bolsillos?
 
No, vivimos mucho mejor ahora que hace cuarenta años.
 
Pero se la echa de menos a la rubia…
 
Sí, pero los que hemos vivido con ella, a la gente de veinte años le hablas de la peseta como quien habla de los maravedíes… Aunque te diré que hay cantidades en euros que se me escapan. Por ejemplo, explicar que el presupuesto español en 1900 era de seis millones de euros me resulta ridículo, así que sigo diciendo mil millones de pesetas, que parece más. Hace poco, hablando con unos compañeros de un libro, El fantasma del rey Leopoldo, sobre cómo Leopoldo II coloniza El Congo, monta una empresa comercial y brutal sobre la premisa de que va a salvar a los negritos del tráfico de esclavos de los árabes. Ese negocio propio le renta 22 millones de euros en veinte años, entre 1988 y 1908. Si comparas esa cifra con la que te he dado hace un momento, los seis millones de euros que tenía España de presupuesto nacional te haces una idea. 
 
¿Cuánto de azar tiene la historia?
 
Mucho, sí, en realidad piensa que en cualquier suma de acontecimientos está implicado el azar. Imagínate que el archiduque Fernando cambia de recorrido en el último momento. Es verdad que había una serie de circunstancias internacionales que hubieran seguramente provocado el conflicto, pero no se hubiera dado tal y como pasó, claro. 
 
¿Cuál sería su Episodio Nacional favorito?
 
Que difícil… el 14 abril. Fue un momento de grandísimas esperanzas, tras una dictadura no tan brutal como la que vino después, entre otras la ilusión de que se impusiera la modernidad y reducir la distancia con Europa.
 
¿Tiene algo en común el 14 de abril tal y como usted lo acaba de describir con los Campamentos de la Esperanza?
 
No… salvo que en ambos momentos hubo una salida de la gente a la calle, y ocupar las plazas siempre es bueno. Más allá de eso no tienen nada en común. El 14 de abril es una fiesta popular para festejar que empieza un tiempo nuevo, el 15-M es una protesta contra un sistema para el que una parte de la ciudadanía no funcionaba. 
 
¿Cuál es su personaje histórico más detestable y el más luminoso?
 
El general Mola me resulta terriblemente ominoso, fue quien diseña el modo en que se va a producir el golpe de estado y el que da la orden de matar a todo el que esté contra. Él generara la dinámica de la Guerra Civil. Fernando VII, va de suyo en cuanto a personaje ominoso.  Y me quedo con el general Riego, en la medida en que un militar puede ser un personaje luminoso…
 
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