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viernes, 01 de junio de 2012cermi.es semanal Nº 36

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Cuarto de invitados

Alberto Cortez, cantante

“Trato de que, con la música, la poesía camine por la calle”

Por Esther Peñas

25/05/2012

Ostenta una cierta delicadeza de espíritu (llámese, si se prefiere, elegancia innata). Alberto García, o mejor, Alberto Cortez (La Pampa, 1940), imprime en las canciones cierto aroma aristocrático que ya no se estila.

Pero no pasa de moda. Persiste. Y continúa componiendo, escribiendo y grabando. Trabajando, en definitiva. Más de cuarenta discos, cuatro poemarios y un rosario de premios y lauros de los que, por pudor, apenas habla, dan testimonio de su generosa y solvente carrera artística.

Lleva toda una vida actuando sobre los escenarios. Aun así, ¿brotan ciertos nervios a estas alturas antes de una actuación?
Siempre hay un poco de nervios, no por falta de experiencia, sino porque existe la posibilidad de un fallo electrónico o de cualquier otro tipo. Un día, actuando en la ciudad de Cali, se me rompió la silla y me di un porrazo contra la cola del piano. Me tuvieron que dar diez puntos de sutura. A ese tipo de cosas, que quedan fuera del alcance de cualquier previsión, les tengo miedo. A lo demás, al contrario. Es un placer inmenso, una felicidad, una alegría subirme a un escenario y ponerme a cantar para la gente.

Uno de sus últimos discos, doble, por cierto, lleva el título ‘Excelencia’, eso que hace digno de singular aprecio algo. ¿Qué cosas tienen, a su criterio, la excelencia, esas cosas imprescindibles?
En 2007, la Academia de la Música de Estados Unidos me concedió un Grammy; no quise aceptarlo, por considerarlo inmerecido, pero me insistieron tanto que tuve que ir a recogerlo. Me lo entregaban por la excelencia musical, de ahí viene la idea del disco. Había una enorme cantidad de canciones que quedaron en algún momento sueltas, en mitad de cada disco, y que la gente no tenía opción de escucharlas, y así surgió hacer un trabajo con las canciones que a mí más me gustan, y con las que más disfruto cantando. Esas canciones, para Alberto Cortez, son excelencias.

Escribe en uno de sus poemas “verás, amor, hoy no quisiera / someterme al agobio del soneto, y su estricta disciplina”... La vida de artista ¿qué disciplinas exige?
Muchas, en primer término, una vida ordenada; hay gente a la que le gusta beber o fumar. No es mi caso. Tengo una vida bastante sencilla, me voy a la cama temprano, casi con las gallinas, porque he hablado todo lo que tenía que hablar durante el día y he trabajado todo lo que tenía que trabajar, haciendo sobre todo canciones nuevas, así que por la noche estoy agotado. Una vida, la mía, un tanto monástica, pero me siento bien así.

Sigo utilizando el nombre de sus discos, en esta ocasión el de 2008, ‘Cortez, la vida’. ¿Qué es lo que más le asombra de vivir?
La sensibilidad de la gente. Se nota muchísimo en los escenarios, y es emocionante.  Cuando cantas, emites sensaciones que provienen de cosas creadas en un momento emotivo y si tienen repercusión dentro de la gente se produce una comunión indescriptible.

¿Algún momento mágico, irrepetible?
Han sido muchos los momentos. Por ejemplo, en el Auditorio Nacional de Ciudad de México, ante doce mil personas, algunos festivales con una audiencia multitudinaria, como el de Ciudad Oaxaca, Patrimonio de la Humanidad, por lo que supone artísticamente esa ciudad, y porque el contexto del concierto, bajo un catedral maravillosa, en la plaza de armas, resultó para mí todo un acontecimiento sentimental, el saberme reconocido por esa gente, todos quieren abrazarte, saludarte, hacerse un foto contigo...

¿Ese tipo de situaciones no incomodan? Me refiero a cuando está tomando un café y alguien le interrumpe o le paran por la calle de manera constante...
Son gajes del oficio, a mí no me molesta, la gente merece mucho más que un desprecio de mi parte. Me conmueve cuando la gente te para en la calle y te dice: “me encantan sus canciones” o “sus canciones son parte de la banda sonora de mi vida”. Un día estábamos comiendo en México, en un restaurante digamos que finolis, y de pronto se levantó un señor muy bien vestido y, disculpándose, me comentó: “es la primera vez que le veo personalmente, y quería decirle que usted forma parte de nuestra familia de un modo particular, hemos crecido con su música”. Se despidió y el amigo con el que estaba me dijo que era Felipe Calderón, el presidente del país.

En 2002 publicó ‘Después del amor’. ¿Qué queda, qué hay, qué posibilidad se abre después del amor?
La ilusión de volver a amar. La revancha.

Ha musicado a muchos poetas (desde Quevedo a Neruda, pasando por Góngora, Lope, Machado), y la poesía, junto con la música, es su gran otra pasión. ¿El mejor poema es el que lleva música?
Es algo muy notable, musicar poesía, aunque la gente no se dé cuenta. Hoy casi nadie compra o lee poesía, y si se compra es para ocupar un pequeño lugar que queda libre en la biblioteca y el libro se llena del polvo del tiempo. Lo que trato de hacer, desde el inicio de mi carrera, y como tantos otros, es bajar la poesía de las estanterías y, a través de la música y sus difusiones, ponerla otra vez en la calle a caminar con la gente. Por ejemplo, cuando musiqué a Machado nadie lo había hecho antes. Después de mí otros lo hicieron otros. Creo que es una tarea, una obligación noble.

¿Qué provoca esa necesidad de escribir poesía?
Disfrutar de la magnificación de las palabras. A  través de la poesía, las palabras toman un aire mucho más elevado que el valor que tienen en el plano cotidiano. La poesía es un ejercicio casi del alma. Al igual que uno trata de ser mejor persona cada día, también trata de escribir cada vez mejor, en poesía. Trato de ser mejor cada día, de ser el mejor Alberto Cortez posible, sin comparaciones ni emulaciones, sin soberbia ni fantasía. Y la poesía me ayuda a ello.

¿Es usted un hombre de fe?
Sí.

A propósito de la muerte de ese mejicano universal, Carlos Fuentes, una tristeza añadida es que no se vislumbran talentos como los de esa generación  que tomen el relevo. ¿Sucede también con la música o cree que hay suficiente y buena cantera?
Bueno, creo que sí que hay relevo literario, pero todavía está escondido. Es que cada vez cuesta más que te editen un libro. Lo digo por experiencia propia. Escribí una novela,  ‘Sonidos del camino’, y no encuentro quién me la edite, y eso que soy una persona más o menos pública. Por otro lado, me llegan montañas de poemas y de cuentos de jóvenes muy ilustrados que escriben muy bien. Fernando Carrera, por ejemplo, un gran poeta que tendrá ni treinta años todavía... De todos modos, Octavio Paz, más que Carlos Fuentes. Y Jaime Sabines. O Juan Rulfo.

¿En música también hay talento renovado?
Sí, pero los jóvenes carecen de plataforma, de medios para compartir su trabajo. Y mi gran queja al respecto es la siguiente: Hoy en día, por sugerencia del Estado, hay que hacer recortes de todo tipo, y ahorrar sobre todas las cosas. Bien. Sin embargo, no se ha tenido en cuenta que todos los medios de comunicación, sobre todo los oficiales, no hacen otra cosa que pasar música americana. ¿Por qué no se utiliza música española en vez de sacar fuera de España tantísimo dinero como generan los derechos de autor?

Con la Iglesia, digo con la SGAE, hemos topado... ¿qué opina de los resultados de las elecciones del ente?
No sé qué decir, no conozco al nuevo presidente. Sigo creyendo, que me perdonen, que Teddy Bautista fue un hombre fundamental para la SGAE, la colocó en el mundo entero, por él es reconocida. Es cierto que existe una guerra intestina desde el principio, la guerra entre editores y compositores, y tampoco negaré que hubo irregularidades, pero sigo creyendo que Teddy Bautista no ha sido tan malo como nos quieren hacer creer.

Su opinión es valiente. Desde luego, políticamente incorrecta...
Por supuesto, lo sé, pero hay de ser fiel a los principios y a nuestros amigos. En mi vida pude llegar a pensar que Teddy fue un ladrón. Que hubo irregularidades, sí, pero ¿quién no las tiene? Con Teddy, la SGAE ha tenido más beneficios que perjuicios se le atribuyen.

Ha compartido escenario y canciones con María Dolores Pradera, por supuesto Facundo Cabral, Mercedes Sosa, Pablo Milanés... ¿Con cuál de ellos se siente especialmente empático?
Con un tal Alberto Cortez... Es que no me gusta los duetos, salvo con gente como María Dolores Pradera, con la que hay mucha ternura de por medio, si no, no funciona.

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