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viernes, 9 de abril de 2021cermi.es semanal Nº 431

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Cuarto de invitados

Antonio Pau, escritor

"En la práctica la huida es más eficaz que el intento de revolución"

Por Esther Peñas

09/04/2021

Su manera de mirar a los maestros encuentra el modo de hacernos entender por qué nos son necesarios: obligan a poner en duda ideas que sobreviven admitidas en muchos casos por la inercia. Rilke, Hölderling o Novalis, acaso sus custodios poéticos, presiden su obra, fecunda como huerto mesopotámico. Recientemente ha publicado en la editorial Trotta dos ensayos que, de alguna manera, consuenan: Manual de escapología. Teoría y práctica de la huida del mundo, a propósito del escapismo como búsqueda de la felicidad, y Herejes, un hatillo de rebeldes intelectuales que pese a que todos ellos tuvieron un final trágico, lo que pensaron, lo pensaron con honradez.

Antonio Pau, escritor ¿Cómo localizar el punto de fuga adecuado, cómo saber que nuestra huida es necesaria?
 
El instinto, el afán de huir viene de la incomodidad en la que uno se encuentra; si se está cómodo en el contexto y la vida social nadie quiere huir, pero si no es así se pretende una mayor felicidad.
 
Si «toda huida acaba en uno mismo», ¿por qué huir?
 
Porque lo que se obtiene en ese camino, en esa huida, es un yo más feliz; naturalmente, la persona sigue siendo la misma, pero a través de la huida se encuentra en un ambiente más feliz.
 
¿Cuándo huir solo y cuándo hacerlo acompañado?
 
Hacerlo acompañado es un algo que depende del éxito de la vida en pareja: si se tiene felicidad interna en la interioridad de la pareja, huir acompañado es una huida de las más bonitas, en esa intimidad compartida, que produce plenitud en ese acogerse cálidamente mutuo.
 
Suena casi a milagro…
 
No... no, no lo creo, hay muchas parejas que tienen una felicidad muy grande conviviendo y envejeciendo juntas.
 
¿Es posible huir sin moverse del lugar?
 
Sí, se puede uno refugiar en uno mismo, lo que los padres teólogos de los primeros tiempos del cristianismo llamaban cubiculum cordis, el cuarto del corazón, la intimidad de uno mismo. Allí uno puede mantener su pensamiento, que es tanto como decir su libertad, a pesar de circunstancias adversas.
 
Entre la huida y la rebelión, ¿cuál es la conducta éticamente más valiosa?
 
En principio, el afán de que las cosas cambien es una actitud de difícil éxito, sobre todo para las personas individualmente consideradas: hace falta un movimiento social para que cambien las circunstancias adversas. En la práctica la huida es más eficaz que el intento de revolución.
 
¿De qué hay que huir en cualquier caso?
 
Hay que huir de la soledad mala, porque hay una mala soledad, la de encontrarse solo en el mundo, y una buena soledad, la de aislarse de los demás para cultivar la propia intimidad; también hay que huir de la mala compañía, porque hay una buena compañía, la que reconforta y estimula la realización personal, y una mala, que destruye la intimidad. 
 
¿Cómo es el carácter de quien huye? 
 
No hay un perfil concreto, basta que una persona se encuentre incómoda en su contexto, en cualquier edad, para que tienda a la felicidad a través de la huida. Probablemente queda fuera de esto los niños, que están arropados por la calidez del hogar y porque, por fortuna, por lo general no tienen necesidad de huir.
 
¿Es el suicidio la huida más radical?
 
No diría que el suicidio es una huida, al menos en el sentido de huir que yo utilizo, porque el suicida tiene lo que se llama «una visión de túnel», no ve salida alguna y se ve abocado a acabar con su vida, pero no es una elección libre. La huida pretende cambiar de vida, buscando la felicidad.
 
¿Qué no puede olvidarse uno en el morral si va a huir?
 
Sosiego. No basta cambiar de vida para que cambie la interioridad, un requisito para la felicidad de la huida es el sosiego, pacificarse uno mismo.
 
¿Dónde podríamos encontrar a un prófugo Antonio Pau?
 
Ja, ja, ja, afortunadamente no tengo necesidad de huir, me encontraría usted en mi domicilio; aunque tengo especial simpatía por algunos tipos de huidas, prefiero la estabilidad.
 
Déjeme cambiar de tercio. De este frondoso ramillete de herejes, ¿por cuál siente debilidad?
 
Por dos: Valentín, el Gnósticos, y fray Dulcino de Nevera. Valentín era un gran filósofo  que se convirtió al cristianismo y se dio cuenta de que el cristianismo no tenía una armazón filosófica, sí, había un mensaje de fraternidad, de amarse los unos a los otros, de poner la otra mejilla… había cierta espiritualidad distinta a la del Antiguo Testamento pero no sistematizada, así que creó una filosofía para el cristianismo, ciertamente enrevesada, en la que los conceptos van explicándose por parejas, creando otros nuevos, lo que se va complicando con los discípulos, gnósticos, por lo que la ciencia oculta se transmitía entre ellos; por su parte, fray Dulcino es un personaje singular, un fraile vestido siempre de paisano que fundó los Pobres de Cristo, los evangélicos, hereje por propugnar una iglesia pobre, la igualdad entre hombre y mujeres y entre los hombres, por lo que pedía la abolición del feudalismo. Cuando se declara su herejía se produce la marcha de los mil cuatrocientos pobres de Cristo por la zona de Lombardía, y en el monte Rubello el obispo los atacó y los tuvo cercados un año, hasta que el Jueves Santo de 1307 se produce el asalto final y los mataron a todos, cogiendo con vida a fray Dulcino y una joven de la que se había enamorado. A ella la quemaron viva, obligándolo a él a mirar; después, con unas tenazas candentes, lo fueron despedazando.
 
Y todo ello en nombre de Dios…
 
Es verdad…
 
Leyendo su libro me producía vértigo el hecho de que la mayoría de estos herejes dieron su vida por lealtad a una idea cuando hoy en día la idea a veces vale una consejería…
 
Sí, era gente muy fiel a su pensamiento, que no quisieron apartarse de él, cuando si se hubieran retractado podrían haber salvado su vida. Pero aceptaron morir.
 
¿Vale la pena perder la vida por una idea?
 
Es muy bonito y muy heroico cuando se piensa que la idea es buena y fecunda, pero no sé si el heroísmo se puede exigir, probablemente no, aunque los héroes tienen mucho valor ejemplificador.
 
¿A quién condenaría a la hoguera?
 
A nadie, la idea de la inquisición es aberrante con razón, otra cosa es que sea muy difícil enjuiciar instituciones de otro tiempo con la mentalidad actual, no hay que olvidar que fue el propio pueblo quien quería que hubiera inquisición.
 
¿La salvación viene por la fe o por la ley?
 
Por ninguna de las dos: por el bien que se haga a los demás. Porque, como decía san Juan de la Cruz, «en el atardecer de la vida nos examinarán del amor».
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