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viernes, 25 de octubre de 2019cermi.es semanal Nº 364

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Cuarto de invitados

Eusebio Lázaro, actor

“La realidad que nos empeñamos en construir es hostil a la poesía”

Por Esther Peñas

25/10/2019

Ha trabajado con Berlanga, Saura, Almodóvar, Forman… interpretado numerosos personajes televisivos (don Severino, en Cuéntame), dirigido, entre otras películas, El clarinete, Espiga de Oro en el Festival de Valladolid, traducido algunas obras de teatro memorables (Ricardo III, Otelo), escrito guiones, dramas, artículos… Es miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas y acaba de publicar su biografía, Fiebre alta (La discreta). Hablamos de Eusebio Lázaro (Cartagena, 1942).
 
Eusebio Lázaro, actor¿Qué anima a uno a escribir su historia?
 
A veces la escritura de un cuento o de una novela comienza por una frase o una imagen. La de un libro de memorias, empieza por la identidad. Sin memoria no hay identidad. Todos cambiamos a lo largo de los años, solo la memoria mantiene nuestra identidad. Pero la identidad que ven los otros (la identidad social) no siempre coincide con la que nosotros creemos tener. Por eso se escribe un libro de Memorias, para reivindicar la propia identidad.
 
Sin ánimo de ser impertinente, ¿hasta qué punto se sortean aquellos conflictos, propios y ajenos que a uno le duelen? ¿Cómo evitar que el ánimo de contar quede por encima de ‘preservar’ una imagen?
 
Un buen libro de memorias debe ser sincero, al menos en la intención. Pero el verso de la poetisa rusa Anna Ajmátova define muy bien la respuesta: Hay en la intimidad un límite sagrado.
 
Una de las cuestiones más incomprensibles mirando hacia atrás es el silencio que se guardó en su casa sobre la guerra Civil. ¿Qué lugar ocupa el silencio en su vida? 
 
El silencio de la posguerra era el silencio del miedo. En mi vida adulta ha habido poco silencio exterior y he guardado como un tesoro el silencio interior (sin ser religioso, me he ido en tres ocasiones al retiro, con los monjes de Santo domingo de Silos).  Ahora busco desesperadamente también el de fuera, pero ya es tarde, el ruido ha ganado la partida.
 
Al margen de aciertos, desaciertos, peripecias, golpes de suerte, la pasión. Hay una tensión durante toda la narración que da buena cuenta de que la pulsión de vida es fortísima. ¿Esa vitalidad, esa vocación de vida, esas ganas de vivir se aprenden, se doman, se estimulan o se tienen o no, como el talento?
 
La pasión por la vida es sin duda alguna una cuestión de temperamento. Lo que el término resiliencia significa: después de una caída, una crecida. En el ámbito de la creación artística es imprescindible. El secreto: la curiosidad.
 
Se me ocurre que ahora, a día de hoy, la gente tiende a quedar más del lado de la apatía que de la lucha, no sé si lo comparte. 
 
La sociedad, como los individuos, pasan por etapas de desánimo. Pienso que más que apatía, lo que está ocurriendo ahora mismo en nuestra sociedad occidental es confusión, la pérdida de saber hacia dónde vamos y qué es lo que queremos. Se ha tambaleado la creencia en el bienestar ilimitado; y esa incertidumbre provoca que los ricos sientan miedo de perder sus riquezas y las otras capas de la sociedad, miedo de perder lo que habían adquirido en las últimas décadas. Estamos ante un cambio muy grande de paradigma tecnológico, pero, sobre todo, social. La gente tiene ahora mismo miedo del futuro.
 
¿Cómo se reconoce qué es ‘lo bueno’ para cada cual?
 
Reconocer qué es lo bueno para uno mismo es casi una cuestión kantiana: se descubre preguntándose si lo sería para los otros.
 
Uno de sus primeros papeles fue la Última Cena. ¿Cuánto de sagrado tiene su oficio?
 
El teatro y el arte en general ha tenido una función sagrada (que no precisamente religiosa). Sagrada en cuanto a querer desvelar el misterio de la realidad. Hoy la física contemporánea ha venido a confirmar muchos descubrimientos del arte.
 
¿Cómo se consigue –en el caso de que fuera acaso pertinente- que el ánimo del actor no enturbie el personaje que se interpreta y viceversa?
 
El intérprete tiene que entrar en otra realidad al hacer una función teatral o actuar ante la cámara. Para lograrlo ha de dejar su realidad personal a un lado y seguir el supuesto de la que propone su trabajo. Esa transformación en “otro”, requiere de un don natural y de una técnica. Es conocida la capacidad de salir a hacer la función tras la muerte de un ser querido (o incluso estar enfermo) y que el sentimiento personal no contamine al personaje. 
 
¿Cómo saber si debemos/podemos interpretar un papel?
 
Es difícil esa valoración. Está en todos los oficios el misterio de por qué muchos se quieren dedicar a una cosa sin servir para ella. En la interpretación, lo decide finalmente el público.
 
Ha trabajado con algunos de los directores imprescindibles para entender el cine contemporáneo, pero, ¿con quién que no pudo ser le hubiera gustado trabajar?
 
Con Buñuel, sin lugar a dudas.
 
¿Cuánto de poética considera su vida?
 
Mi vida es una aspiración continua hacia la poesía.  Y en ello incluyo el amor, la amistad, la crianza de los hijos y el trabajo creativo, claro. El problema es que la realidad que nos empeñamos en construir, la de la relación social y política que nos hemos dado, es no sólo opuesta, sino hostil a la poesía.
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