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viernes, 06 de marzo de 2015cermi.es semanal Nº 158

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Cuarto de Invitados

Clara Obligado, escritora

“Las cosas bellas son las que nos sirven a nosotros mismos”

Por Esther Peñas

06/03/2015

Imágenes: Manuel Yllera

El cuento en España ha sido considerado tradicionalmente –como la zarzuela, en otro orden de cosas- un género menor, un divertimento para los grandes autores. Sin embargo, desde hace algunos años el relato comienza a ver restituido su honor. La deuda, en buena medida, se la debemos a los latinoamericanos: Borges, Cortázar, Bioy Casares, Quiroga, Juan José Arreola... pero también a cuantos desembarcaron en España, entre otros Clara Obligado (Buenos Aires, 1950) quien, en 1978, fundó el ‘Taller de Escritura Creativa de Clara Obligado’, uno de los más antiguos de España, por cuyas aulas han pasado miles de alumnos y se han formado destacados escritores. Ahora presenta su último libro, ‘La muerte juega a los dados’ (Páginas de Espuma), que puede leerse de corrido como una novela de intriga o bien de manera desordenada, a modo de cuentos.Clara Obligado, escritora
 
Sabíamos por Einstein que Dios no juega a los dados, sabemos ahora que la muerte sí lo hace... ¿cuánto juega a los dados la literatura, cuánto tiene de lúdica y cuánto de azar?
 
Azar, la vida en sí misma, y una parte inconsciente, cuando escribes de verdad no sabes lo que estás contando, ese algo se te cruza delante y empiezas a inventar, pero tiene una parte técnica fortísima que poco tiene que ver con una tira de dados: o controlas una estructura o se te van los temas totalmente. La literatura sucede en una tensión entre el juego y la disciplina, justo en el medio, como cualquier arte, me parece, o como cualquier profesión ejercida de manera seria. Una parte de creatividad, incontrolable, que no sabes de dónde viene, y una parte técnica, que se llama oficio. 
 
Pero el oficio sin duende, no brilla... 
 
El duende es algo que se trabaja mucho, yo lo llamaría pasión, que es lo que lleva a una persona a un lenguaje, del tipo que sea, a su máxima expresión. Es indispensable, una mezcla de intuición, inteligencia, disciplina, locura, extrema seriedad. Todo junto.
 
¿Qué papel desempeña el contexto histórico en la escritura?
 
La macrohistoria está ahí, vivimos la época que vivimos, a favor o en contra; a mí me hubiera encantado vivir en el movimiento Dadà y tener un grupo de gente que jugara conmigo, pero no es así, me tocó una forma de creación totalmente distinta. Pero dentro de esa macrohistoria hay una microhistora, la manera de resolver lo que está pasando es personal. Todo esto dicho así parece lonchas de jamón, y la realidad es mestiza.
 
Afortunadamente...
 
Eso es, afortunadamente, por suerte.
 
El pórtico del libro, como en ‘Rayuela’’, propone dos maneras distintas de leer el libro. ¿Cuál es el perfil del lector español, intrépido, acomodaticio, exigente?
 
Hay muchos lectores, los hay intrépidos, acomodaticios, exigentes... no hay un lector, ni tampoco un lector español. Trabajo en talleres y sé que hay lectores  muy apasionados y otros súper tópicos, pero a éstos se les puede educar. A mis alumnos les pregunto qué leen y trato de reconducirlos, en función de sus gustos. Si les gusta lo sentimental, por ejemplo, les recomiendo ‘Cumbres borrascosas’. El lector se educa, los hay muy sofisticados y educados, sobre todo entre los jóvenes, muy formados como lectores, y hay lectores de mercado, pero se le  puede ir cambiando poco a poco sus malos hábitos. Habrás notado la ironía de la frase...
 
Juan Pedro Aparicio comentaba que no es mejor leer cualquier cosa a no leer...
 
Estoy de acuerdo con él, se piensa que de leer cualquier cosa vas a ir leyendo otras mejores, pero detrás de un libro malo, leerás un libro peor, y detrás, uno peor que peor. Hay muchas cosas en el mercado que no son literatura, y no hay un camino, puede ser que -si alguien te está acompañando- de un libro malo pases a un libro bueno, pero puede ser un best seller un buen libro, como ‘El nombre de la rosa’ o ‘La amante’; quiero decir que el lector no es estúpido, pero que el mercado le ofrezca cosas facilonas no quiere decir que se vaya a educar. ¿Por qué te va a educar el paladar comer mal? Comer bien, sí, la literatura menos compleja quizás te forme para una más compleja, pero eso no es literatura, es otro producto. Qué...
 
Clara Obligado, escritoraQué cosa sucede para que los medios de comunicación apuesten siempre por lo más mediocre. No digo que haya que comenzar por Borges pero...
 
Borges es un best seller, lo ha leído más gente que a las novelas de moda. ¿Por qué pensamos que el ciudadano medio es idiota? ¿Por qué le damos novelas para idiotas? De la misma manera que le damos comida insana, minusvaloramos al lector. Si en España estuvo de moda ‘El nombre de la rosa’ quiere decir que pueden estar de moda grandes novelas, y de ahí sí se forman lectores. Tú ahora llevas a una editorial un libro y te dicen: “no, es que es demasiado literario”. Las grandes casas no venden literatura. Venden otra cosa, un producto diferente. Digámoslo y vivamos tranquilos. La literatura estaría hoy en día en las casas más pequeñas o en los sellos más pequeños de las grandes editoriales. Y lo que te enseña a leer bien es leer bien.
 
Y, sin embargo, lo que comercialmente triunfa son ‘Cincuenta sombras de Grey’...
 
No tengo nada en contra, del mismo modo que no tengo nada en contra de Reverte, por ejemplo, parece que cuando una literatura está dirigida a mujeres será severamente castigada; es un libro tan popular como otros en el mismo marco de mercado. Las ‘’Cincuenta sombras de Grey’ nos aporta un dato sociológico, y es que la gente necesita divertirse. ¿Por qué se apuesta por eso? Qué sé yo, porque tiene una idea del lector bastante pobre.
 
¿Cree, como afirma su personaje Mme. Tanis, que “las cosas bellas nunca sirven para nada”?
 
Sí, vivimos en una sociedad donde se nos dice que tenemos que servir para algo, y servir para algo quiere decir, paradójicamente, que servimos a los intereses de alguien, no a los nuestros, las cosas bellas son las que nos sirven a nosotros mismos. Esta cosa de la utilidad... tú ves el telediario y entiendes bien qué es la utilidad, pero no la tuya; el arte es la belleza, la utilidad personal. Tengo un himno a lo inútil, lo defiendo, se culpa a la gente que no es útil, pero ¿útil para quién?
 
Como Teresita Fernández, que le cantaba a las cosas feas...
 
¡A lo feo, claro! Estos grandes valores que nos están vendiendo pero que no son los nuestros, son los otros. Cuento la historia de un chico que hace pajaritas de papel porque le gusta, y ahí se salva. O no. 
 
Pienso en el segundo relato, que versa sobre el miedo. ¿Cuáles son los grandes miedos del escritor?
 
Hombre, tú haces cada pregunta tan temprano... yo no tengo grandes miedos, yo viví un mundo que explotó bajo mis pies, vengo del exilio y entendí lo que es perderlo todo, estar al borde de perder la vida, así que entiende lo que es estar en la verja, no he estado en la verja pero sí en situaciones análogas. Una vez que pasas eso es difícil que te asustes. Y ese cuento de miedo es realista, es que en mi colegio las monjas resucitaban. Era un colegio muy grande, con monjas francesas que vestían de oscuro, y cuando se moría una pensabas que era otra y, a la supuesta finada, te la encontrabas un día por el pasillo.
 
¿Qué imprime el exilio a la escritura? María Zambrano habló mucho de esta condición...
 
Para mí es la base de la escritura, escribir desde el exilio. Sin el exilio no hubiera sido escritora. La escritura tiene que ver con la necesidad de establecer puentes, y de dar voz a cosas que no tenían voz. Creo que ahí sí que está el miedo, el miedo a la dictadura, y no se lo voy a explicar a un español, el miedo a esa violencia tan descerebrada, tan brutal. En el libro hay varios cuentos sobre lo terrible, ahí está el miedo, miedo al ser humano convertido en una bestia. Ahí sí que tengo miedo, cuando veo el telediario.
 
Portada del libro de Clara Obligado, ‘La muerte juega a los dados’¿Todos llevamos una bestia dentro?
 
Creo que no. La bestia lleva bestias adentro, sí. Creo en la cultura.
 
A pesar de Adorno y su sentencia de que “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”...
 
Sí puede haber poesía después de Auschwitz, si decimos lo contrario estamos  terminados. Me siento obligada a tener una postura como de esperanza en la vida, si no... si no buscamos algo más allá de lo que está pasando no sé dónde vamos, y el arte nos brinda la posibilidad de jugar al como si, podemos ser buenos, mejores, más civilizados, y en ese camino nos construimos. 
 
De la fecunda galería de personajes que deambulan por estas páginas, ¿con quién de ellos se siente más identificada?
 
Me parezco mucho a muchos, muchos son verdaderos, como Tanis, que era una mujer que cuidaba a mi padre; en ella he querido representar a esa gente que le cambia la vida de una manera brutal, y que llevan muchas vidas dentro de su vida. 
 
¿Qué tipo de personajes fascinan más a los lectores?
 
Aquellos a los que les pasan muchas cosas, los que son un poco malos, a mí no me gustan las víctimas, y los buenos me cargan. En este libro homenajeo a ‘Lo que el viento se llevó’, porque me gusta Escarlata O'Hara y no tiene un pelo de buena esa mujer, lo que es es una luchadora, y la otra, la buenísima, es una tonta. Este conflicto entre lo bueno y lo malo me interesa mucho.
 
¿Por qué lo bueno ha de ser aburrido?
 
Porque es simple. Prefiero lo complejo, las luces y sombras. No hay tensión en lo bueno. 
 
Pero hay bondad...
 
¡Pero la bondad es un plomo! Además, no es buena, ya lo dice Italo Calvino en ‘El vizconde demediado’, donde el bueno es tan bueno que resulta un imbécil y el malo, a fuerza de malo, soluciona mucho problemas, es más práctico. Pero un malo malísimo tampoco tiene gracia.
 
Sin embargo, triunfan los personajes maniqueos...
 
Nos tranquilizan, pero son propios de la literatura infantil. Si de adulto los sigues prefiriendo, es que pasa algo. Ser adulto es acceder a la complejidad.
 
Recuerdo, en otro de sus cuentos, a la madre de Leonora, que dice “no estoy muerta, estaré siempre a tu lado”. ¿Cuántos fantasmas pueblan la escritura?
 
Básicamente, la literatura evoca fantasmas. Además, yo creo en los fantasmas,  pasado el tiempo de una muerte que sea dolorosa uno incorpora esa persona de otra manera en su vida, soy muy romana en eso, romana antigua, creo que los muertos caminan con nosotros; el libro es un homenaje a muchos muertos, de hecho, cuando termino el libro han muerto dos personas que yo quiero muchísimo y las menciono. La literatura te permite reconstruir esos espacios que de alguna forma están perdidos, de alguna forma, pero no del todo, nos permite vivir cosas que otra gente no puede volver a vivir.
 
La literatura es una de esas artes que casi todo el mundo ha practicado, de un modo u otro, pero en el que pocos persisten...
 
Eso es, es que la literatura es una persistencia, como cualquier cosa seria, una manera de seguir adelante. Insistir, ser capaz de profundizar, esa es la clave, con momentos buenos y malos. La posibilidad de crear un objeto de ficción te convierte en un dios. Así de simple. Es lo único que te justicia la escritura. Ahora, todo el proceso es un proceso muy complejo.
 
¿Es más importante en un cuento el arranque o el cierre?
 
La idea, pienso algo y después lo rodeo. La emoción.
 
¿Cuánto peso lleva el modo de contar, más allá de la idea?
 
Es fundamental, hay ideas que no podrían ser contadas de manera realista, hay ideas que son cuentos fantásticos, hay ideas que piden una sintaxis determinada... me parece fascinante la forma, estructurar algo que lleve al lector a su camino. Yo soy una escritora-lectora básicamente, escribo porque leo, encuentro una dificultad y la copio, es como desmontar un objeto para encontrar cómo está hecho. Es muy divertido. 
 
¿De qué cura la literatura?
 
De hacer gimnasia... no tienes tiempo para eso... de cualquier modo soy más kafkiana, es decir, si puedes dejar de escribir, hazlo, no me parece una idea buenísima ser escritor, es una idea inevitable, que es otro tema, y te permite vivir en mundos paralelos. Escribir es una psicosis, algo extraño, te vas construyendo y construyes para otros... Mi hermana me dice “no te quejes,  tienes muchas realidades”. Tiene razón, pero los dones siempre se pagan.
 
¿Es algo el precio?
 
Te tienes que becar a ti mismo para escribir, no se gana dinero con esto; además, tiene que tener otro oficio, y no duermes. Un día sales en el periódico y al otro se olvidan de ti, es un poco desquiciante. No es una vida sensata, la del escritor.
 
Pero es tan hermosa la insensatez...
 
Es lo que hay...
 
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