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viernes, 11 de mayo de 2018cermi.es semanal Nº 301

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Cuarto de invitados

Emilio La Parra, historiador

“Fernando VII es un rey imaginario que construyen los españoles mientras luchan contra el mejor ejército del mundo”

Por Esther Peñas

11/05/2018

Emilio La Parra (Palomares del Campo, Cuenca, 1949) es uno de nuestros historiadores más lúcidos. Ha trabajado distintos campos, desde el anticlericalismo a las Cortes de Cádiz, pasando por la libertad de prensa en ese periodo, los últimos embistes de la Inquisición o el marino y matemático Gabriel Ciscar. Pero sin duda, Godoy y Fernando VII son su especialidad. Del primero publicó ‘Manuel Godoy. La aventura del poder’ (Tusquets), acaso su título con mayor proyección. Del segundo, ‘Fernando VII. Un rey deseado y detestado’ (Tusquets) le ha valido el Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias.
 
Emilio La Parra, historiadorLa carrera, la trayectoria de Emilio La Parra, ¿le debe más a Godoy o a Fernando VII?
 
Jajaja. Yo diría que a Godoy, porque hace mucho tiempo que saqué un libro sobre él, un libro con mucha suerte, una biografía muy bien recibida por los colegas, por la prensa -que la difundió bastante-, y por el público. Sí, creo que soy más conocido por la biografía de Godoy que por la de Fernando VII. Ya veremos qué pasa en el futuro.
 
Es decir, que usted es valedor de Godoy…
 
Bueno, valedor… hice la biografía de Godoy intentando ser honesto, es decir, no pretendía reivindicar a Godoy, sino que intenté comprender la actuación de Godoy como persona y como político; encontré que se habían dicho muchas cosas que no eran exactas porque faltaba concreción factual, que no estaban  fundadas en documentación adecuada etc.,  eran juicios de valor que se habían establecido desde el momento en que Godoy accedió al poder. Desde ese momento, existió una especie de embestida generalizada contra Godoy que me pareció incorrecta y que no tenía fundamento histórico, por eso lo estudié a fondo como político y persona, intentando demostrar lo que realmente fue y sucedió, en la medida en que un historiador puede demostrar la realidad. Desde ahí algunos me han dicho que soy un reivindicador de Godoy, pero no he tratado de erigirme en su salvador, sino que quería colocar las cosas en su sitio. 
 
Godoy y Fernando VII. ¿Por qué esa querencia a estos dos personajes oscuros, con la de luminosos que hay en nuestro haber?
 
Lo que inicialmente me interesaba era la Revolución Francesa y España, empecé a trabajar en Godoy en 1987, cuando me dieron una beca en Francia para hacer un estudio sobre las repercusiones de la Revolución Francesa en nuestro país, con motivo del bicentenario de la revolución, y continuamente me encontraba con Godoy, que no sabía bien quién era; pronto constaté que poca gente se había dedicado a él, que se había dicho poco sobre él. Quien más lo había estudiado era Carlos Seco, así que fui a sus libros, comprobé que la suya era una orientación muy interesante y buena y decidí profundizar. Trataba de estudiar otra cosa, pero… por necesidad de conocimiento, por necesidad científica, tuve que centrarme en Godoy. Me pareció que la biografía era un método muy interesante de hacer historia, que clarificaba muchas cosas, y pensé que algo similar a Godoy le sucedía a Fernando VII que es, además, un rey muy importante en nuestra historia, que carecía de biografía bien documentada. Coincidían dos personajes malditos en la historia española, pero no es que quiera dedicarme a los malos.
 
¿Se merecieron los españoles un rey que deja a su cargo, entre otros legados, una ‘década ominosa’?
 
A Fernando VII no se lo merecía nadie, fue un rey que, desde el punto de vista personal, tuvo problemas y defectos, y como gobernante resultó una calamidad, ni España ni ningún otro país se hubiera merecido un rey así,  además porque fue una persona no sólo tremendamente cruel, que también, sino desagradecido y desconfiado hacia todo, y cuando alguien es muy desagradecido como él y muy desconfiado, es pernicioso. 
 
Usted asegura que más que absolutista, era un tirano…
 
Imagen de Fernando VII en el cuadro de GoyaEl concepto rey absoluto se aplica durante los siglos XVI, XVII y XVIII; los reyes absolutos se dicen así porque el monarca encarna el poder, el monarca es el centro del poder, la fuente del poder, de donde emana todo. Ese poder remotamente lo recibe de Dios, es de origen divino, y en virtud de ese poder el monarca tiene la capacidad de hacer las leyes y de ejecutarlas, e incluso de administrar justicia, es decir, su persona reúne los poderes fundamentales. Ahora bien, los reyes absolutos en España están limitados, no pueden hacer lo que quieren, limitados por los privilegios de la nobleza, por el poder de la Iglesia, y por los fueros de las ciudades y territorios. Fernando VII rompe con esa idea, no acepta ni privilegios estamentales, a pesar de que se dice que él es un rey del antiguo régimen, nada de eso, ni tampoco acepta que la Iglesia se imponga a él, a pesar de que se dice que la protegió, que es verdad, y evidentemente acepta los fueros en tanto en cuanto le favorezca hacerlo. Fernando VII establece un sistema de gobierno personal, él controla, el rey controla, además acaba mediante la represión con toda oposición, venga de donde venga. Precisamente por ese motivo contra Fernando VII al final se alza la propia Iglesia y buena parte de la nobleza. Sin embargo, a Fernando VII le convino determinados fueros, por ejemplo los vascos, y apoyó a las diputaciones forales vascas. Fernando VII fue uno de los principales apoyos de la foralidad vasca porque a él le interesaba dar ese apoyo, no porque fuera un foralista convencido. Ahí la diferencia entre un rey que ejerce todo poder sin participación de nadie, estamos entonces en un sistema tiránico, que además acaba con cualquiera que le ponga objeciones; la represión es tiranía, los reyes absolutistas no hacían eso, podían matar a alguien, ordenar su ejecución pero lo hacían en función de unos principios, de unos criterios, de una organización, de unas normas que Fernando VII no tiene en cuenta. 
 
Después de todo, José Bonaparte no lo hizo tan mal. ¿España hubiera prosperado más de haberlo aceptado?
 
Yo no lo sé… José Bonaparte no lo hizo mal en la medida en que pudo gobernar, pero lo tuvo muy difícil, tuvo dos serias limitaciones: por una parte, que no dominó nunca todo el territorio de la monarquía española, por supuesto América en absoluto, y América era fundamental porque de ahí venía el comercio, el oro y la plata, y América lo rechazó por completo, no dominó el territorio pero tampoco los españoles lo quisieron, recuérdese todas las campañas propagandísticas contra José, que si Pepe Botella, que si el rey Pepino, que si el rey Cojo… nada de esto tiene fundamento contra José. Y la segunda limitación fue su hermano Napoleón, que tampoco le dejó gobernar en España, ya que los grandes mariscales establecieron un sistema de gobiernos de los territorios que ellos controlaban acorde con las directrices de Napoleón e ignorando completamente a José. En consecuencia, José hizo poco, pudo gobernar más en Madrid ciudad, e hizo una labor muy interesante, una labor urbanística fundamental, una gran labor educativa, creando escuelas, potenció la ciencia, creando una academia de ciencia, llamando a científicos, impulsó las artes y la literatura, estableció organismos de beneficencia… pero claro, en Madrid, y durante un tiempo, no sabemos lo que José hubiera podido dar de sí, pero en principio se le ve un monarca bastante dispuesto a hacer reformas interesantes en el país. 
 
Cuesta imaginarse a una figura como Napoleón, tan consciente de sí, con su amplia mirada de Estado, negociando con un tipo tan ruin como Fernando VII…
 
Jajaja, en Bayona Napoleón y Fernando VII se vieron cara a cara, pero desde el comienzo Napoleón no tuvo buen concepto de Fernando VII por una razón: Fernando VII había conspirado contra su padre, el rey, y había puesto verde de una forma inmisericorde e imperdonable a su madre, la reina. Napoleón, a pesar de ser quien era, había accedido al imperio, era un hombre de la revolución, de la calle, etc., y nunca aceptó esa manera de actuar de Fernando VII. Incluso, en una carta que le dirige, le reprocha que actúe contra sus padres como actúa, le dice que proceder así es perder el derecho a la monarquía, a la corona, se lo recriminó. Los juicios de Napoleón sobre Fernando VII fueron demoledores.
 
¿Podríamos decir que el sentimiento nacionalista fue –y no fue poco- lo único que tuvo a su favor Fernando VII?
 
El fervor del pueblo, de la masa de los españoles, nació sobre todo en el tiempo de la Guerra de la Independencia, en un momento límite, especialmente conflictivo, esa guerra que de pronto se le declara a Napoleón y que compromete a todos los españoles que no tienen ningún referente porque se han quedado sin reyes, y carecen de una figura en la Iglesia, en la aristocracia o en el pueblo que encabece el resurgir nacional contra Napoleón. ¿Qué hacen los españoles? Se imaginan un rey. Fernando VII es un rey imaginario que construyen, una imagen ficticia por completo, la de un príncipe virtuoso, inocente, que no tiene culpa alguna en nada de lo malo acaecido en España en los años anteriores y que es el nexo de todo. Esa imagen se fue consolidando en los años de la guerra, que son muchos, seis años, durante los cuales los españoles lucharon encarnizadamente contra el mejor ejército del mundo, así que alimentan y consolidan esa imagen irreal de su supuesto rey. Cuando vuelve a España, hemos ganado la guerra, y hemos luchado por él. Sí, eso resultó un plus tremendamente favorable para Fernando VII.
 
¿Por qué le entusiasmaba abrir los pliegos de los libros intonsos?
 
Jajaja, es curioso eso, a mí también me llamó mucho la atención, pero hay muchos testimonios que lo confirman y por eso lo digo. No lo sé, probablemente se daba un prurito por tocar los libros, por tratar de conocer los libros, se abren los pliegos y entonces se sabe qué contienen; al tiempo, Fernando VII tenía una gran afición a las actividades manuales, la encuadernación le gustaba mucho. ¿Qué hay ahí? La afición de ser un manitas y un poco de interés por los libros, una especie de manifestación ante los otros de que se es una persona que ama los libros, pero esto último son suposiciones mías, con la información que hay no se puede llegar a más. 
 
Una vez, un amigo y espléndido escritor, Pablo Andrés Escapa, me enseñó la Biblioteca Real, y me comentó que Fernando VII fue de los reyes que más libros incorporó a la Biblioteca.
 
Claro, el problema es ¿lo hizo porque le interesaban los libros por su contenido o lo hizo porque le interesaba abrir las hojas por una parte y encuadernarlos adecuadamente? No sé si se podrá resolver esta cuestión, porque sería meterse en la conciencia del rey. Es verdad que se gastó dinero en libros, adquirió muchos, tuvo espléndida biblioteca y un excelente catálogo.
 
Mejor no hablamos de su hija, Isabel II…
 
Jajaja, sobre su hija hay una excelentísima biografía de Isabel Burdiel, que lo explica todo. Tampoco lo hizo bien, se puso en manos de un sector de la política española, el liberalismo moderado, y fue de mal en peor, aunque no creo que superara a su padre. Tuvo una ventaja, y es que vivió en una etapa constitucional, había un Parlamento, una constitución, aunque fuera conservadora, y eso permitió que participase en política mucha gente, mientras que en el periodo de su padre, en política participaba él y los que él quería que participasen, individuos que declaraban una fidelidad al monarca sin fisuras. 
 
¿Cuál es la salud actual del movimiento anticlerical, que usted también ha investigado?
 
Jejeje, está en todo… las manifestaciones extremas de anticlericalismo, los momentos en que se mata a clérigos o se les persigue con dureza, son momentos políticamente conflictivos y momentos en los que el clero es considerado el impulsor del movimientos políticos contrarios a la constitución y a las libertades de la población; en consecuencia, hay una reacción directa entre una actitud del clero contrarrevolucionaria, reaccionaria, ultraconservadora, que apoya lo contrario de la constitución, y una reacción de la población más entusiasta de la constitución que quiere acabar con ese peligro que constituye el clero. Cuando hay matanzas, en 1822, se ha levantado una parte importante de Cataluña, el País Vasco y algunos puntos de Galicia y Castilla la Vieja contra el constitucionalismo y se percibe, se sabe, que los focos de ese levantamiento anticonstitucional son conventos, monasterio e iglesias. Ahí están los clérigos, incitaron a la población contra la constitución, por eso los liberales más extremistas van contra el clero y matan a algunos clérigos, sobre todo en Cataluña y en el País Vasco, y partir de 1833 resurge porque el clero apoya el carlismo. 
 
El anticlericalismo es consustancial al clericalismo, es decir, el clericalismo es el intento por parte del clero, el que sea, católico, protestante, musulmán, de participar en ámbitos que no le corresponden por su función, o sea, en ámbitos temporales, no espirituales; cuando el clero trata de imponerse en cuestiones que no son estrictamente religiosas practica el clericalismo, y la reacción se produce de inmediato. Si el clero pretende que en la educación española se establezcan determinados contenidos o que los colegios religiosos gocen de privilegios especiales en detrimento de los colegios públicos, evidentemente hay una actuación clerical que suscita el anticlericalismo. Si el clero pretende que no se legisle el divorcio, o que no se legisle sobre el aborto se mete en funciones que no le corresponde. Así que el anticlericalismo pervivirá mientras el clero se sobrepase en sus cometidos.
 
¿Tiene sentido en el siglo XXI una institución como la monárquica?
 
Sí, igual de sentido que la institución republicana; el problema no es república o monarquía, no es cuestión temporal sino de ejercicio o práctica. Tienen tanto sentido una como otra, entre otras cosas porque ni la república es garante de nada ni lo es la monarquía, sino que es garantía la práctica política. Hay monarquías que funcionan excelentemente y repúblicas que son lamentables. Trump es republicano.
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