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viernes, 5 de marzo de 2021cermi.es semanal Nº 427

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Cuarto de invitados

Mario Garcés, político y escritor

“Hay un punto de locura permanente en la historia de España”

Por Esther Peñas

05/03/2021

Jurista y escritor completan –o sustentan, mejor- su condición de político, afiliado convencido al Partido Popular, de cuyo grupo parlamentario es portavoz adjunto. Mario Garcés (Jaca, 1967) ha escrito, entre otros títulos, Historias de España que nadie te había contado, Relatos desde el avión o El Antipríncipe, y participado en libros colectivos como Una casa en ruinas. Tendente a lo sicalíptico y a lo cómico, este liberal (así se invoca constantemente) reivindica a Nobokov por ser el escritor que le cambió la vida.

Mario Garcés, político y escritorPara liberar tensión, ¿para eso escribe, esa es su espita?
 
Es una de las razonas fundamentales de la escritura, liberar tensión, sí; hay una razón que es previa, la propia pretensión de todo el que escribe: cristalizar lo que piensa y que sea leído; este objetivo narcisista habitualmente se da en todo escritor. Sobre todo para desahogarme, para olvidarme de mis actividades de responsabilidad política, para evitar caer en el gregarismo mortificante que a veces existe en las formaciones políticas, para ejercitar la inteligencia, sin ejercer ninguna superioridad sobre nadie, por supuesto. Para tener un comportamiento propio.
 
¿Qué libro le ha cambiado la vida?
 
A los 11 años leí El Aleph, de Borges; no entendí nada, por supuesto, y a las doce leí Lolita, de Nabokov; a los trece, recuerdo haber visto El expreso de Media Noche… esas fueron mis primeras lecturas y películas… aquello derivó en mi faceta de lector empedernido, ten en cuenta que en mi adolescencia encadenaba lecturas sin ningún tipo de sesgo a la hora de escoger, fagocitaba libros, leía un libro por día, y los que más me cambiaron los leí con doce o trece años. Pero me quedo con Nabokov.
 
‘Relatos desde el avión’, cuyos derechos fueron cedidos a una ONG, tienen mucho de humor (negro), algo de existencialismo y una brizna de erotismo. ¿De qué tiene más Mario Garcés, de cómico, de rijoso o de existencialista?
 
Ja, ja, ja… en todos mis libros hay un punto erótico, no lo busco, debe ser algo íntimo que surge cuando escribo, y que quizás necesita un estudio de otro tipo… el humor es para mí fundamental, y más viniendo de un aragonés liberal como soy, ejerce un grato humanismo que nos permite reírnos de nosotros mismos, de las circunstancias, de las situaciones… el humor es fundamental para superar la calamidad real que vivimos, por tanto, el humor es elixir que facilita el escapismo. Hay una tendencia -es curioso esto- de los autores noveles al existencialismo, a las situaciones lúgubres, aquellas que encadenan al sufrimiento, a los sentimientos mórbidos… aunque no lo queramos reconocer, hablar de la muerte y de la pérdida es lo más fácil, utilizar la melancolía… pero todo eso en mí ya desapareció, y me he concentrado en el humor y la sensualidad, sí, forman parte de mi propia naturaleza.
 
El humor es una dolina para que respire el cansancio vital, pero parece que estamos en un momento complicado para el humor. ¿Habría que ponerle límites?
 
Es curioso, el humor es cada vez más difícil, estoy de acuerdo contigo… sin humor hubiera sido imposible sobrevivir, por ejemplo, al encierro de la pandemia. Hay que vivir con humor, por supuesto, gracias a él salimos de las estrecheces morales y sociales, porque hay que recordar que el humor, en situaciones de tensión social, ha sido fuente inagotable de soluciones. Pienso, por ejemplo, en la película Ocho apellidos vascos, un ejemplo de normalización, entendido no desde el punto de vista marxista, claro, sino de disolución de tensión social. Si el humor sirve para evitar los conflictos, bienvenido sea. En literatura es fundamental, pero también en política, el sarcasmo, sobre todo. Yo lo utilizo mucho, aunque el humor en España en muy variable, varía de Murcia a Cantabria. Por desgracia, no todos estamos preparados para el sentido del humor.
 
De las historias de España que nadie nos contó, ¿cuál es su favorita?
 
Ahora que se ha puesto tan de moda, hablaré de Isabel Cendal, ese relato que escribí en primera persona a propósito de cómo Isabel Cendal se dirige a cada uno de los niños de la expedición Balmis; me costó decidir el narrador de esa historia, pensar qué les diría a los niños que  llevaban la vacuna inoculada en el cuerpo y cómo, de alguna manera, reflejar esa visión materno infantil, durante casi un año y medio; además, estaba contar esa primera expedición social-sanitaria del mundo; luego, en ese libro, hay una historia sobre las condiciones sexuales de Fernando VII, que tenía un miembro sexual deforme que le causaba problemas para consumar, y me detengo en la relación con su cuarta mujer, a la que acabó adorando. Está el relato de las últimas doce horas de vida de Federico García Lorca, contadas por las personas que le fusilaron. También la historia de amor, de locura emocional y física de Juana la Loca. Ese relato surgió de una noche que estuve durmiendo en la embajada de España en el Reino Unido, en una de cuyas habitaciones estaba uno de los retratos originales de la reina. 
 
Este libro habla de un buen puñado de proezas bizarras que no tuvieron el reconocimiento debido. España, ¿es demasiado madrastra para con los suyos?
 
España ha llegado a mitificar determinados personajes que no lo merecían, como Carlos III, que era un abyecto puritano hasta las últimas consecuencias, que quiso incluso hacer desaparecer todas las obras pictóricas del Prado quemándolas; en absoluto era ese ilustrado que se ha querido mostrar. Se me ocurre, en contraposición, la escasa importancia que le hemos dado a la presencia española en la conquista de América del norte, al trabajo de los franciscanos, tantos muertos a manos de los apaches. Las Vegas fue fundada por un franciscano aragonés, al igual que La Puebla, en México. La conquista es fundamentalmente territorial, pero también de ideas civilizatorias.
 
¿No erramos en nada, durante la conquista?
 
Por supuesto, hay claroscuros, como en cualquier conquista, es evidente, pero no podemos olvidar que esa presencia evangelizadora permitió civilizar a tantos lugares.
 
En política, ¿hay que estar más cerca de Juana la Loca que de Fernando, El Católico?
 
Ja, ja, ja, Fernando, El Católico, además de aragonés, es uno de los grandes estadistas que ha habido en nuestro país. De todas formas, creo que hay un punto de locura permanente en la historia de España, más allá de la de Juana. Por desgracia, desde Fernando, El Católico, se ha ido perdiendo esa visión generalista y global, esa visión que compone la alianza afectiva de las individualidades que son los españoles. Por supuesto, ese rastro de locura puede encontrarse en el Congreso de los Diputados.
 
El Antipríncipe, publicado en Reino de Cordelia, es un tratado sobre el arte de gobernar. ¿Es más fácil hacerlo mal que bien?
 
Déjame decirte, antes de nada, lo feliz que estoy de haber publicado en Reino de Cordelia, que es un lujo de editorial para lo que amamos el libro físico, el aroma inaugural del libro, su calidad bibliográfica. Fíjate, estuve firmando ejemplares de ese libro compartiendo caseta con Jorge Edwards, un autor maravilloso. En una hora él apenas firmó seis libros, en dos horas yo firmé unos cuarenta, por supuesto, fruto de la amistad. Pero enfrente de nosotros había un personaje de televisión, autor de uno de esos libros de ocasión, que firmó, no sé quinientos, seiscientos ejemplares. Jorge me preguntaba que quién era… En fin… esto viene a colación del humor ácido sobre la detentación del poder, que es de lo que trata el libro, de si el poder se ostenta para detentarlo, es decir, para mantenerse en él; El Antipríncipe es ejercicio mordaz, atrevido y cáustico de lo que no debería de ser moralmente permitido pero que se da en la práctica para conservar el poder constituido. El Antipríncipe es la versión moderna de El Príncipe, dispone todo lo necesario para ganar (no para que gane el país, sino para que gane el gobernante y se perpetúe en el poder). El Antipríncipe es la visión demoníaca pero por desgracia real para algunos, es la narrativa de qué medios inmorales se usan para acceder a los puestos de poder políticos.
 
¿Qué tiene el poder que cuesta tanto abandonarlo? Se me viene a la cabeza la canción que escribió Forges, Sillón de mis entretelas. 
 
Me has recordado a la tesis doctoral de Federico Trillo, sobre el poder en las obras de Shakespeare, que resulta una verdadera exposición del asunto, un tratado del poder político, sobre el poder después del poder, sobre el metapoder. Creo que una de las respuestas a tu pregunta es que, en los últimos años, para muchas de las personas que acceden al poder no hay otra alternativa de vida, César o nada, eso es dramático, la profesionalización de la política, que causa una adicción vital. Fuera de eso tienen la nada, y por eso es adicción por necesidad, uno necesita sofronizarse con distintas drogas; por otro lado, porque el poder genera un deslumbramiento, una cierta erótica. Sobre esto me preguntó una vez Isabel Gemio. Yo prefiero hablar del poder de la erótica. A todo ello se añade que hay mucho narcisismo patológico en la política, sobre todo cuando se accede a cierta notoriedad pública, que causa vanidad, y que opera tantos en hombres como mujeres; se te olvida que si te ponen mil ‘me gusta’ en las redes no es por ti, sino por el puesto que estás ocasionalmente ocupando. Ahora asistimos a una banalización de la política, por eso a veces el poder comienza a ser la búsqueda de ‘me gusta’ en una foto de Instagram. Hay una falta de escrúpulos y un olvidar que el poder tiene que transformar a la sociedad, no a ti.
 
Siente debilidad por los juegos de palabras…
 
Sí, los utilizo mucho, la verdad; suelen decirme que cada frase mía encierra tres ideas, y un juego de palabras. Algunas se han hecho famosas, como aquella en la que hablo de cómo se ha pasado del estado de alarma a la alarma de Estado… es la parte teocrática, de exhibición del poder para captar la atención. 
 
¿Es más imprevisible la política o la narrativa?
 
La política, por supuesto, donde todo el mundo hace una impostura medida, monitorizada… no me deja de sorprender, en lo bueno y lo malo. En la literatura se controla a los personajes, aunque a veces se te escapan, se emancipan. Pero desde luego es más imprevisible la política; hay personas que están en las antípodas de mi pensamiento liberal y que me sorprenden para bien, rivales políticos, ten en cuenta que soy de los pocos que tiene buena relación con el resto de grupo parlamentarios. 
 
¿Es un drama que haya 52 diputados de VOX?
 
Ha habido elecciones, y el voto hay que respetarlo; además, en VOX hay personas que han sido compañeros míos. Yo nunca podría votar a Vox por mis ideas, como Cayetana soy un liberal puro, ajeno a ideas populistas y libertarias de VOX. Yo empecé en política con Aznar y, desde entonces, la derecha liberal hemos recorrido un camino largo siempre juntos, por eso esta escisión es dolorosa, y porque fruto de ella se escoran sus discursos de tal manera que están abriendo unas grietas con la derecha natural española preocupantes, por el simple hecho de buscar distancias. Pero no, no es un drama, y para quienes piensen que sí les pediría que pensaran si les parece un drama que haya en el Congreso grupos políticos independentistas que combaten nuestro modelo constitucional del 78. 
 
¿Qué tenía Pablo Casado que no tuvo Soraya Sáenz de Santamaría?
 
Ja, ja, ja, me pones en una situación muy delicada… solo puedo hablar muy bien de ella, a pesar de que hay diferencias personales; me parece que fue una magnífica vicepresidenta, me reunía cada semana con ella, creo que hay pocas políticas a su altura. A partir de ahí, entro en las primarias con Pablo Casado de manera colateral, ya que me convoca a una reunión con un grupo de gente cuando yo estoy disfrutando de mi excedencia, en concreto estaba moderando una mesa sobre cine en la Menéndez Pelayo. Fui el único cargo público que apoyé su candidatura, porque creí que era necesario un cambio que evitase un cisma entre las dos grandes corrientes del partido, así que me puse a remar para construir el futuro que creo necesita este país.
 
¿No son un poco pipiolos o yogurines los aspirantes a la Moncloa?
 
Ja, ja, ja… hay un prototipo, tener entre 30 y 40 años, estar bien formado físicamente… pero no son más jóvenes que Felipe González, Aznar o Zapatero, todos estaban entorno a los 40… me temo que nos hemos ido haciendo mayores nosotros … pero el líder, además de imagen ha de tener otros mimbres, más intelectuales, desde luego, y creo que Casado los tiene, cosa que no tengo tan clara de otros líderes. No es normal una gerontocracia política como Estados Unidos, donde su presidente sufre una descomposición física diaria. Eso no quita que haya personas, muchas, yo las he conocido, muy mayores, con su capacidad intelectual inalterada. Y lo que no me gusta en absoluto es que se hable de vieja y nueva política, porque creo que debería hablarse de buena y mala. 
 
Pienso en su relato ‘Olvidar el amor’, del libro Una casa en ruinas. Durísima reflexión sobre la pérdida de memoria.
 
Quiero agradecer a Manuel Pimentel la publicación de ese libro, así como las ilustraciones con las que lo acompañan, a mis compañeros de travesía, como Zoé Valdes o Pilar Llop, presidenta del Senado. Sí, es un relato sobre la pérdida de la conciencia, sobre cómo un buen día alguien olvida todo, es un intento de esa persona de dejar escrito aquello que quiere que sepan los demás cuando no pueda contarlo, y también es un relato sobre el perdón, sobre el amor, de qué manera nos hemos equivocado y se han equivocado con nosotros, un relato de ajustar cuentas consigo mismo y pedir perdón, a los que dejaste de amar, a los que has hecho daño… sí, digamos que es una apología del perdón, del amor y del olvido. 
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