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viernes, 2 de julio de 2021cermi.es semanal Nº 443

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Cuarto de invitados

Xavier Güell, director de orquesta y escritor

"Su imaginación sonora y su capacidad de asimilar el folclore hacen de Bartók uno de los compositores más importantes del XX"

Por Esther Peñas

02/07/2021

Cuarteto de la guerra. Bajo este título, Xavier Güell (Barcelona, 1956) despliega cuatro novelas correspondientes a cuatro historias personales y comunes, en dialéctica constante entre la subjetividad y el poder: Strauss, Shostakóvich, Schoenberg y Bartók. Este último protagoniza la primera entrega, Si no puedes, yo respiraré por ti (Galaxia Gutenberg). Güell, director de orquesta además de promotor musical, nos lleva por el periplo vital de un hombre fundamental en la música del siglo XX: el húngaro Béla Bartók, fundador de la etnomusicología (que analiza las dimensiones culturales, sociales, materiales, cognitivas y biológicas).

 
Xavier Güell, director de orquesta y escritor¿Todo bien, a pesar del covid?
 
Sí, ya hemos visto que situaciones extremas como esta nos dan la posibilidad de sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos, de enfrentarnos a las cosas con valor o con mezquindad. Hay de todo.
 
¿De qué depende el que uno escoja la grandeza o de la vileza?
 
Esto lo refleja muy bien Vittorio de Sica en su película El general de la Rovere, que es un gran líder de la resistencia italiana contra el fascismo que desaparece en un determinado momento. Hay un truhan, un sinvergüenza que se parece físicamente a él, y como la resistencia necesita ánimos, los jefes le piden que lo suplante. Él es todo menos un héroe, pero poco a poco se transforma de tal modo que, contra todo pronóstico, se convierte en un héroe. Realmente en las situaciones límite la gente responde de forma sorprendente, o muy bien o muy mal, no siempre el que más cartas tiene para responder bien, responde bien. Esta tetralogía que estoy escribiendo, El cuarteto de la guerra, se basa en eso, cómo artistas extraordinarios que tuvieron que exilarse (bien real o metafóricamente) son capaces, ante circunstancias dificilísimas, de dar lo mejor de sí mismo. Los seres humanos no nacen, sino que se hacen, y este es un largo y difícil camino. Este tipo de cuestiones me interesan muchísimo: confrontar la valentía con la cobardía, el bien con el mal, la posibilidad de llegar al límite, el valor, la traición, el amor, la sexualidad, cómo florecen o se marchitan los sentimientos… y la muerte. 
 
En esta novela está muy presente…
 
Se requiere valor para afrontarla con coraje; el modo en que morimos demuestra nuestra calidad humana. Bartók, cuando es consciente de que le falta poco tiempo antes de morir rechaza cualquier tipo de sedación porque quiere acabar ese concierto que ha dedicado a su mujer. Es una prueba maravillosa de amor. 
 
¿Qué disposición de ánimo se requiera para poder apreciar la música de Bartók?
 
Escucharla. Mis lectores tienen que hacer un esfuerzo para entrar en mi jardín particular literario, donde la música tiene un poder y una presencia importante. No soy historiador, ni divulgador, hablo de música sin concesión ninguna, de la manera más difícil posible, con la esperanza y el anhelo de que la gente que no entiende de música, la mayor parte de mis lectores, puedan sacar de mis libros algo intenso que enriquezca sus vidas. Escuchar la música de la que se habla repetidamente, intentar visualizar lo que escribo aunque no se entiendan los términos sobre los que escribo. En general, la experiencia de mis lectores es satisfactoria. La mayor parte no tiene formación musical, pero mi deseo es llevar a mis lectores a un ámbito que no conocen, que no han frecuentado, para que tengan percepciones, sensaciones, pensamientos que les sorprendan para enriquecer sus propias vidas. No estoy dispuesto a facilitar una lectura por escribir de manera más asequible. Mi literatura es difícil, lo sé. 
 
Emocionalmente, podríamos decir que Bartók abrasaba a sus enamoradas. ¿Qué le aportó su primera mujer, Marta, su alumna de 16 años (más o menos la misma edad de la Leonor de Machado), y Ditta, con quien se fue al exilio?
 
Bartók tenía obsesión con sus discípulas, era muy enamoradizo, sin ser un seductor al uso, sino un profesor intenso que pretendía formar a sus alumnas de manera integral, lo que daba pie a mantener con ellas una relación amorosa. En el caso de Marta, era una mujer extraordinaria, de una valentía absoluta, que llevó bien la personalidad difícil de él. Ella le aportaba muchas cosas, era muy natural, muy expresiva, le gustaba el nudismo, la naturaleza, y mantuvieron una relación erótica importante, tuvieron unos años buenos de matrimonio. Cuando aparece Ditta, incluso le consulta a Marta la posibilidad de casarse con ella. Ambos creían en el amor de verdad, sin convenciones. Mantienen una relación muy bonita hasta el final.
 
¿Por qué solo escribió una ópera, por las dificultades que tuvo con la única que escribió, El castillo de Barba Azul (por cierto, la favorita de Ditta)?
 
Es una obra descomunal, muy importante en su producción, con solo dos personajes y libreto del poeta y amigo Béla Balázs, una obra de relativa juventud, donde hay menos incidencia del folclore popular. Es, sin duda, una de las óperas más interesantes del siglo XX, sin ser su mejor obra, resulta uno de los puntos culminantes de Bartók. Corta, no especialmente difícil, aunque requiere reiterar la escucha, con una mente abierta. También me hago esa pregunta, por qué no escribió ninguna otra ópera, puesto que esta mantiene una gran fuerza dramática, y demuestra que es un compositor dotadísimo para el género escénico, como también se observa en sus ballets, El mandarín maravilloso y El príncipe de madera. Sin embargo, la abstracción le interesa más. 
 
¿Por qué Bartók es un compositor capital en el XX, en mayor media incluso que otros más conocidos que él?
 
Xavier Güell, director de orquesta y escritorTiene una imaginación sonora poderosísima, una capacidad de escuchar música interiormente fenomenal y es el primero que va al centro, a la sustancia máxima de toda esa fuente gloriosa, popular, de folclore. La investiga con una firmeza, rotundidad e intensidad extraordinarias, junto a su amigo húngaro Zoltán. La combinación de esa fuente original con su imaginación es prodigiosa. Por aquel entonces, se hacía pasar por música folclórica popular cosas que no lo eran o que estaban muy contaminadas. Bartók pasa meses y meses en pueblos recónditos de Centroeuropa, Rumanía, los Países Bálticos, en el extremo de Europa oriental, yendo a la médula, escuchando a viejos campesinos cantar antiguas melodías, la esencia misma de folclore europeo. Ambas cosas hacen de él uno de los tres o cuatro compositores más importantes del XX. 
 
Para un amante de Hungría como lo era él, ¿qué supuso salir de su país? Si en Estados Unidos no termina nunca de encontrarse cómodo, ¿por qué no regresa? 
 
Es una buena pregunta. Sin tener necesidad de exilarse, de abandonar Hungría, porque no es judío y goza de una situación privilegiada (económicamente tiene la vida resuelta, estabilidad emocional, laboral, social), decide, por principios éticos y morales que no puede vivir un solo segundo más en una Europa de totalitarismos, y emprende una huida, un éxodo a lo desconocido, con su esposa, sin sus hijos, sin sus amigos. Con una leucemia que tardan en detectarle y que es letal. Su situación se va haciendo cada vez más precaria porque su música no termina de ser comprendida, y apenas da conferencias. Le horroriza ser ayudado por sus discípulos de Budapest, que tienen contactos con la Sociedad Musical Norteamericana, y termina en una situación bastante angustiosa, a la que se añaden las crisis mentales de Ditta, que tampoco termina de encajar en ese país. Cuando Bartók viaja a Estados Unidos, ha escrito varias obras maestras, como el segundo concierto para piano o su música para cuerda, percusión y celesta, que utiliza Kubrick para El resplandor. Pero al llegar a Estados Unidos, su capacidad creativa se seca, es incapaz de escribir una sola nota durante cuatro años. Y no puede soportarlo. Al final, sus amigos urden un plan para que escriba un estreno importante, un concierto para orquesta, que estrenará la sinfónica de Boston, y que obtiene un éxito importante y rompe el maleficio del silencio.
 
¿A qué tuvo más miedo, a perder la inspiración o a no tener ingresos con los que vivir?
 
Tenía pánico a perder la inspiración, cualquier creador sabe bien de qué hablo, era su gran angustia, la angustia del creador al crear, angustia de quedarse seco; la inspiración fluye hasta que se apaga la luz y no sabes cómo encenderla de nuevo, cómo recuperar tu voz interior, y esa sensación de angustia terrible es lo que le pasa a Bartók, con toda la humillación que implica y el dolor. Cuando esto se desatasca y vuelve a ser un compositor ya es tarde, pocos meses después muere en el hospital central de Nueva York. 
 
¿Qué es lo que más le fascina de él?
 
Creo que Bartók es tan importante porque es el gran descubridor de una fuente de energía extraordinaria, primigenia, la voz de esos campesinos, de esos aldeanos que custodia la herencia musical extraordinaria de Europa. Con ella crea un mundo propio asombroso. Me interesa más, en lo personal, su capacidad sonora, tan potente. 
 
¿Tuvo discípulos a su altura?
 
Es muy influyente su legado. Es de los compositores que pueden alardear de seguidores importantes, como Ligeti, Kurtág, Eötvös, por hablarte solo de húngaros, porque ha sido mentor de muchos otros autores. 
 
¿Cuál es la obra por la que usted siente especial querencia?
 
Me resisto a darte una… acaso el segundo concierto de violín, que es excepcional; el concierto para piano y orquesta, más difícil, la música para cuerda, percusión y celesta es una de mis obras de referencia total, donde el virtuosismo tímbrico es fascinante... De las cuatro obras que hace en el último año de su vida, el concierto para orquesta, la sonata para violín, concierto para instrumentos solistas (viola y piano).
 
Esta tetralogía abarca, además de Bartók, a Strauss, Shostakóvich y Schoenberg. ¿Cuál será la próxima entrega?
 
La que analice la relación entre Richard Strauss y Hitler. Cuando acceden al poder los nazis, Strauss tiene 70 años, y su vida es acomodaticia, egoistona, ha convivido con todo tipo de regímenes políticos, y le da pereza abandonar Alemania, a pesar de que le ofrecen residencia en Inglaterra y Estados Unidos. A pesar de que tiene dos talones de Aquiles: su familia es parcialmente judía -su único hijo está casado con una rica heredera judía, con la que tiene hijos judíos- y, además, está trabajando con Stefan Zweig en La mujer silenciosa. Así que, mientras no toquen a su familia y le permitan seguir trabajando con Zweig, acepta incluso la presidencia de la Cámara del III Reich. El régimen nazi no puede permitirse que se vaya de Alemania, ya lo ha hecho Thomas Mann. Hitler, además, ama la música de Strauss, ha asistido al estreno de Salomé y ha seguido su carrera con entusiasmo. Posteriormente, tiene consecuencias duras para Strauss, que tiene que acudir a juicio para explicar su nivel de colaboración con el régimen. 
 
Si la cultura no preserva de la barbarie, ¿qué lo hace?
 
La música, la cultura no es moral, Hitler, como Stalin, eran grandes aficionados a la música, aunque conservadores, les entusiasmaba, y tratan siempre de reconducir el arte para conseguir sus propósitos políticos, dominar el arte. De ahí a pretender que el arte tenga una función moral… me parece equivocado. Pienso en el mensaje claro de la novena de Beethoven, el Himno de la alegría, en su música, en el texto de Schiller, son un canto de fraternidad, tú eres yo, nos salvamos juntos o no hay salvación posible… ese es el mensaje, absolutamente clarificador, del compromiso del ser humano para sus semejantes, de las obligaciones de cada uno de nosotros con el otro, de entender lo otro y defenderlo a toda costa. Este himno nos dice que si hay alguien que sufre tú no puedes ser completamente feliz, porque tienes responsabilidad en ello. Sin embargo, esta composición fue un estandarte para el mal. La novena presidía los actos nazis. Esto demuestra las distintas maneras de escuchar, de ver el arte. Hay dos voces en el ser humano, dos melodías, saber escuchar una u otra depende de la libertad y de la decisión de cada uno, de saber distinguir y potenciar la que te convierte en mejor ser humano y no dejarte arrastrar por la otra… Es una opción personal. El arte no es moral por principio, lo que produce es emoción, pero la emoción puede ser del mal, el mal produce emociones, y está mucho más extendido. 
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