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viernes, 02 de diciembre de 2016cermi.es semanal Nº 237

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Cuarto de invitados

Jorge Pardo, músico

“El arte no está en el instrumento, sino en lo que haces con él”

Por Esther Peñas

02/12/2016

Fotos: Javier Lorente

Discípulo del saxofonista Pedro Iturralde, Jorge Pardo escucha de adolescente a Soft Machine, King Crimson, Miles Davis o Coltrane. Tocaba aquí y allá, donde podía, donde le dejaban, hasta que recaló en ‘Dolores’, una banda de música instrumental libre, próxima al jazz rock, para después cruzarse con Camarón y con Paco de Lucía, con quien trabajó durante tres décadas. Después, sin dejar de aparecer en aquellos proyectos musicales de cierta afinidad de ánimo, emprendió su carrera en solitario.

Como un zahorí, busca agua, pero agua no estancada sino de la que discurre en murmullo, en constante ebullición, la que cala y vivifica. En 2013 recibió el premio al Mejor Músico de Jazz Europeo convirtiéndose en el primer español reconocido con el premio de la Academia Francesa de Jazz. En 2015 recibió el Premio Nacional de Músicas Actuales. Ahora acaba de presentar ‘Metaflamenco’, un trabajo en el que cabe lo psicodélico, lo electrónico y hasta las sesiones de Dj. Sus ojos, que por cuestiones técnicas quedan fuera de la entrevista, hablan casi tanto como su palabra.
 
Jorge Pardo, músico¿Cómo es el tiempo para un músico? El vital y profesional.
 
Me parece que los científicos empiezan a ver que el tiempo cronológico es una cosa y que las partículas subatómicas se comportan de otra manera; al fin y al cabo todo es materia, así que por qué no hacer la comparación o la semejanza para los músicos: el tiempo es ritmo. Hay veces que el ritmo te lleva a que han pasado diez minutos pero tu sensación es de presentidad continua; el ritmo  está presente y se repite y se repite, es como un bucle en el que te metes y el tiempo empieza a desaparecer, como cuando vas a un concierto y te sumes en ese estado de trance que es la música. Cualquier efecto artístico modifica ese comportamiento estricto y literal en el que estamos obligados en nuestra vida, por eso te fascina, te metes y en la hora que llevas en el concierto no te das ni cuenta del tiempo que pasa. Ese no darse cuenta, que parece que esta sociedad lo desprecia, como si fuera una ilusión, es real, tan real como el otro.
 
Recuerdo hace unos meses, en los Teatros del Canal, donde actuabas junto a Carmen París, que la gente estaba en la celebración, me llamó la atención que nadie estuviera haciendo fotos constantemente, como para dar testimonio de que habían estado allí…
 
Eso tiene que ver con los bares de diseño, con imposiciones de querer recordar el momento, de que hay que grabarlo. Recuerdo cuando mis niños eran pequeños que quería grabarlos todo, cómo abrían los paquetes el día de reyes, por ejemplo, hasta que al final te das cuenta de que las cosas hay que vivirlas. Presumo de no ser una figura mediática, con lo que conlleva, ese querer todo de esa persona, la foto, el autógrafo, un saludo. Esa tibieza de mi personaje me encanta porque procura otro tipo de comportamiento, por ejemplo que la gente venga a mis conciertos a escucharme, no a adorar al personaje. Te sientas y participas de lo que hay. Celebras, como dices tú.
 
¿La música es literatura?
 
Un físico te dirá que todo es física, un matemático te explicará el mundo con números, un poeta verá la poesía del mundo, un pintor te pintará ese mismo mundo… y un músico te hará una canción, porque el mundo es una canción, es música; en realidad, la música es matemática, con la música se puede explicar todo. La música es frecuencias. Pitágoras ya decía que los astros, cuando giran sobre sí mismos y alrededor del sol, emiten un sonido, todo lo que se mueve vibra, y todo lo que vibra emite sonido. Lástima que no haya un oído capaz de escuchar cómo suena un planeta, pero ya Pitágoras asignaba a cada planeta una nota musical. Puedo extenderme en todo esto pero con la música se puede explicar todo. La literatura también es música, la poesía y los escritores con la palabra conseguís un ritmo, una entonación, lo cual no deja de ser música también. Pero parece que hace falta la confrontación para definirse, hablando del Nobel a Dylan, y eso no me gusta.
 
Cuando escuché por primera vez tu disco ‘Huellas’, pensé en lo difícil que lo tendría Jorge Pardo para reinventarse después de ese trabajo. Y, sin embargo, vinieron ‘Historias de Radha y Krishna’, y ahora ‘Metaflamenco’. ¿Tú tienes esa sensación con algunos discos, que no podrás ir más allá de ellos?
 
En cada disco mueres… esto tiene que ver con cómo los franceses denominan al orgasmo ‘la petite mort’, la pequeña muerte…
 
O el morir de placer, tan castellano…
 
Exactamente, veo que somos poetas... Pues con cada disco es como pensar ‘a tomar por culo el mundo’, te mueres y, sin embargo, el sol sale al día siguiente y hay una tarde, y una mañana, y la cuenta del banco baja, y la realidad impera, y un día te encuentras con un tema o una canción y aparece otro disco, casi sin darte cuenta. En mi caso es menos romántico porque trabajo continuamente, no en concepto disco, sino que trabajo. Mi modo de trabajar es como cuando un perro esconde un hueso, y un buen día se acuerda de aquel hueso que tiene y va a por él y lo roe hasta sacarle la sustancia. Y así van saliendo temas que pueden servir para teatro, películas, discos, para regalárselos a un colega, para tocarlos en ‘El café central’… no tengo ese concepto de cerrar disco y la nada, sino que hay cosas. Por cierto, te agradezco el piropo de ‘Huellas’. No soy de los que les gusta escarbar demasiado en lo que ha hecho. Con ‘Huellas’ he estado cuatro o cinco años por el mundo, pero mi pensamiento está en otras maneras de hacer.
 
Jorge Pardo, músicoDe la música electrónica, presente en ‘Metaflamenco’, con la mala prensa que tiene, ¿qué te interesa?
 
Me intriga eso que dices de la mala prensa.
 
Hay mucha gente que desconfía de lo electrónico, que si eso no es música, que si está hecha con ordenadores y es una estafa…
 
Es verdad, tiene mala prensa, tienes razón, entre los músicos parece algo más artificial… mi teoría es que todo lo que utilizamos son instrumentos, ahora toco una flauta, aceptada por todo el mundo, pero hace cuatrocientos años, si hubiera tocado esa flauta delante de un ortodoxo, me hubiera dicho que así cualquiera, porque los recursos de ahora son muchos más que los que había antes, es obvio, se me hubiera demonizado lo mismo un piano. Ese es el concepto, instrumento, todo son instrumento, el ordenador, el violín, la flauta, la guitarra… porque el arte no está en el ordenador, en la flauta, ni en el violín, sino en lo que haces tú con el instrumento. Qué más da si es un piano o un ordenador, tienes un sonido en la cabeza y quieres hacer algo con él, y puedes utilizar  una botella de anís y que aquello funcione. El instrumento no te da nada. Es cierto que puede haber un uso ‘malintencionado’ de los instrumentos, sé que hay programas de ordenador que das dos comandos y te hace una música, una música sobre algo que ya está inventado, claro, luego no es original, por eso está registrado. No es algo arriesgado, no es hacer algo no hecho antes. Pero eso también sucede fuera del ordenador, hay mucho aficionado en la música que se busca la vida a base de utilizar clichés. El arte está mucho más allá de eso, se pueden hacer maravillas. No me gusta hablar de géneros musicales, son supremacistas, el jazz, la música clásica, el reggaetón… desde cualquier género se puede trabajar, porque hay reggaetones que lo flipas, tremendos de bonitos, y a veces con la música clásica y una orquesta sinfónica se hace una basura. 
 
Me vienen a la cabeza todas esas herramientas de este disco, desde un órgano Hammond, a aderezos de un Dj, pasando por el toque psicotrópico. ¿Cómo es posible ensamblar esto?
 
Hace bastantes años, más de lo que pudiera parecer, y digo esto no para presumir de viejo sino para recordar a la gente que he hecho muchas cosas en mi vida musical, ya lo hice. Es probable que mucho personal me identifique con el flamenco y con el jazz, por supuesto, las cosas más sonadas que he hecho han sido en el mundo del flamenco, pero, a mediados de los 70, en un grupo que tenía, ‘Dolores’, ya hacíamos música psicotrópica, fantasías, música  súper moderna para la época y, por lo que veo, para esta también. Por eso estos sonidos de Hammond me son familiares, al igual que la compañía de ordenadores y efecto del ordenador, porque a los veinte años mi hermano era un pionero en la informática musical y me aficioné a ese rollo y lo controlo. Así que no es tan ajeno como parece.
 
Algo parecido me comentó una vez Martirio, que tampoco era aficionada a revisar lo ya hecho pero que, al preparar el disco homenaje a sus 25 años, encontró cosas antiguas que le sorprendieron por lo audaces. Es cierto que tu arco dramático, como el suyo, es muy amplio…
 
Jorge Pardo, músicoCuando me proponen tocar con grupos nuevos, en vez de hacer algo nuevo voy a la base de datos que tengo y rescato cosas, pero soy de la opinión de Martirio, no suelo mirar mucho para atrás; aunque te reencuentras con discos antiguos, y me surge la misma sensación. Cuando preparaban una de las antologías de Camarón, los productores pensaron en publicar unos ensayos que hicimos con él, grabados en dos pistas, los típicos ensayos antes de un show. No sé por qué los grabamos. En aquel momentos, mientras tocábamos comíamos bocatas de mortadela, y de pronto aquello se volvió valiosísimo. Cuando pude escuchar aquellos ensayos, me llamó la atención lo que hacíamos entonces. De ahí esa divergencia entre lo nuevo y lo viejo, que es un revoltijo que depende mucho de lo  emocional. 
 
Cuando escucha las radiofórmulas un músico de vocación como tú, ¿sientes tristeza, cabreo, indiferencia?
 
Me cabreo más cuando escucho a los políticos.
 
Hoy en día, eso se da por hecho…
 
Jajaja… dicho esto, las radiofórmulas no son más que una consecuencia de cómo está el mundo, nos compran con las historias que nos cuentan, nos dan espejitos, zumos buenos, teléfono móviles para que creamos que estamos bien pero todo es un decorado, tratan de meternos a los músicos en una competición, en una lucha por el ego, porque quieren asociar hacer buena música con éxito, esa es una asociación brutal, que te mata, y que no tiene nada que ver, haces música y tienes éxito de una manera o de otra, de ventas, del reconocimiento de tus compañeros, etc., me cabreo cuando escucho las radiofórmulas, aunque depende de con qué parte de mi alma esté escuchando, realmente hay un momento que piensas “qué puta mierda” pero, como en cualquier estercolero, de pronto hay una flor bonita, de pronto encuentras una canción que no está mal.
 
¿Cuándo te pide el cuerpo saxo y cuándo flauta?
 
Es intuitivo, completamente. Hay veces que decido afrontar una canción o me la enseña un compañero y veo con claridad que necesita un saxo, casi siempre funciona y acierta, aunque en ocasiones vas a meter un saxo y después te das cuenta de que no, y coges la flauta. Pura intuición.
 
¿Quién es el gran maestro de Jorge Pardo?
 
Jorge Pardo, músicoUff… me niego a ese tipo de pronunciamiento que a esta sociedad tanto nos gusta, es poner a alguien por encima de los demás, pero inevitablemente siempre te inclinas más para una cosa que para otra… Paco de Lucía. Sí, Paco, por el tiempo que he pasado con él, años y años de giras. Cuando veo en la televisión el (programa)  ‘Gran hermano’ me gustaría verlos en una gira, desayunar, dormir, comer, tocar, compartir discrepancias, amores, penas y alegrías, viajes, hotel, otro hotel, furgoneta, prisas, calma, un avión, otro avión… Paco, sin duda, forma parte de un tiempo cronológico y por supuesto sentimental muy importante para mí.
 
¿Cuánto de nómada tiene este oficio? ¿Se puede echar raíces o hay que contentarse con dejar huellas?
 
Jajaja qué preguntas, me tiras de la lengua mucho… en la música, como en la sana vida de cualquier persona, hay un punto nómada. Si haces algo que te emociona, una escultura de barro, con tu navajita sacas de la rama de un árbol una figura, lo que sea, se lo enseñas a tus personas más cercanas y, después, a tu comunidad, pero después a tu vecino, al del pueblo de al lado, vas y le dices: “¿no te gusta esto que te traigo?” Esa es la vocación del músico, y cuando vas a otra comunidad y enseñas la rama y otros de esa comunidad te enseñan la suya y la compartís, y os admiráis mutuamente y luego te vas a otro poblado habiendo aprendido lo que otro ha hecho en otra situación similar a la tuya, y así vas aprendiendo. Un músico no puede estar ajeno a eso, tiene que mover el culo e ir al pueblo de lado, salir de su cueva. Pero para inventar algo auténtico, algo nuevo, necesitas una cueva donde echar raíces. Necesitas recogimiento. Digamos que es una combinación de las dos cosas, hay momentos y momentos. No puedes estar solo de una manera, moviéndote siempre ni en casa siempre. ¿Cómo se conjuga esto? No lo sé.
 
¿En qué le cambian la vida los premios a uno?
 
Seguramente, en este ejemplo de ir por los pueblos a enseñar tu ramita, un premio ayuda a que te hagan un poco de caso, te dan un premio y suscitas la curiosidad. A mí es que ya me han llegado un poquito tarde, mi vida es como es y no me han cambiado nada, en contratación tampoco, porque tengo la fortuna de trabajar bien, de tener buenos trabajos, y la parte del ego la tengo bastante amaestrada, aunque a veces me sale a relucir, pero no precisamente con premios.
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