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viernes, 03 de abril de 2020cermi.es semanal Nº 385

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Cuarto de invitados

Julio Monteverde, poeta y traductor

“Antes de que pasen, la cosas parecen imposibles”

Por Esther Peñas

03/04/2020

Poliédrico como un fulgor inacabable, Julio Monteverde (Cartagena, 1973), poeta, traductor, ensayista, indaga en la vida y los escritos de unos de los grandes decadentistas españoles, Antonio de Hoyos y Vinent, zurciendo una antología que publicará el CERMI en su colección Empero. De este insólito personaje hablamos con él, pero también de otras latitudes que bien conoce: el sueño, el juego, la Comuna de París…

Julio Monteverde, poeta y traductorEstás trabajando en una compilación de textos para CERMI sobre Hoyos y Vinent, ¿qué destacarías de este desconocido pero suculento autor decadentista?
 
Antonio de Hoyos y Vinent es una figura fascinante, y no solo por su obra, que también, sino muy especialmente por su vida, y por cómo vinculó ambos espacios. Provenía de una familia de la aristocracia madrileña, grande de España por las dos ramas, y se quedó sordo a los once años. Era homosexual, dandi, y se habituó a llevar una vida que era un continuo escándalo por su mera presencia, lo cual se reflejó en sus obras, que fueron muy populares en su época pero que a día de hoy continúan un tanto olvidadas. Por si todo esto fuera poco, cuando llega la Guerra Civil se afilia a la CNT y trabaja con toda su alma por el triunfo del anarquismo. Finalmente unió su destino al del pueblo de Madrid, y murió en 1939 en una cárcel franquista. Como puedes ver, se trata de una figura completamente extraordinaria que, a pesar de los esfuerzos que se han hecho, todavía demanda un rescate en profundidad de su vida y su obra.
 
¿Qué textos son los que disfrutaremos en esa selección?
 
Hemos intentado realizar una selección que dé cuenta de sus principales temas y focos de interés, además de reflejar los diferentes géneros que frecuentó a lo largo de toda su vida: novela, cuento, teatro… Finalmente, y esto es algo que no se ha hecho nunca, incluiremos una selección de los textos políticos que publicó durante la Guerra Civil en la prensa anarquista. En la actualidad, salvo unos pocos ejemplos testimoniales, ya inencontrables, no hay absolutamente nada publicado de su última etapa, la más desconocida pero no la menos fascinante.
 
A través de un monóculo, ¿de qué manera cambia el modo de mirar el mundo?
 
El monóculo marca, claro está, y en el caso de Hoyos, era una seña de identidad a la que no renunció nunca, ni siquiera durante la Guerra Civil, cuando se le pudo ver luciéndolo por la Puerta del Sol y vestido con overol de seda azul y pistolón al cinto. Pero no se puede afirmar que le dificultase la comprensión de ciertas verdades elementales. Hay algo extraordinario en su vida, y es que si se observa en su conjunto se puede ver muy claramente cómo Hoyos se va deshaciendo de rémoras, de muchas cosas que le impiden avanzar hacia lo que cree justo. Y si en ese camino comprende que debe renunciar, por ejemplo, a los beneficios que su posición aristocrática le proporciona, lo hace.
 
Acabas de traducir el diario de Edmond de Goncourt sobre la Comuna de París. ¿Qué aporta la escritura íntima, biográfica, al conocimiento de los hechos históricos?
 
Lo que aporta es algo muy bello, en mi opinión. Los Goncourt eran naturalistas, y se habían acostumbrado a ejercitar la mirada para describir lo que pasaba a su alrededor. Así, cuando Edmond se enfrenta a la historia, lo hace desde una posición muy particular. Él no muestra los grandes hechos, sino los más pequeños, pero que sin embargo son los más importantes ya que revelan todo un continente de significaciones. Esa mirada es única, y es capaz de explicar la historia mejor que mil tratados.
 
No sólo se nos da cuenta en estos diarios de las vicisitudes políticas, también literarias, por ejemplo, gracias al texto sabemos que Víctor Hugo, “traga como un Polifemo”. ¿Qué es lo que más te sorprendió de estos diarios?
 
Como te digo, lo que más me sorprendió es que a pesar de ser un gran reaccionario, habla de lo que ve, de lo que percibe. Por supuesto emite juicios dudosos, pero luego describe escenas impagables, como las finales, en las que observa los combates en las barricadas de París, escondido tras las persianas del departamento de un amigo. En un momento concreto llega a decir: «Yo observo las caras, que son el barómetro de las revoluciones». Ese enfoque es precioso, y además el método da resultados asombrosos. 
 
“Sobre los rostros, en la actitud de la gente, se perciben los efectos de las cosas grandes y terribles que están pasando”. Entrada del 31 de octubre. En un momento como el actual, amenazados por el fin (el fin en general, no el fin de algo concreto), canibalizados por un sistema perverso, ¿también se deja sentir la situación en nuestros rostros?
 
Tengo que confesar que mientras traducía este libro me preguntaba qué pasaría en una ciudad actual que se viese sometida a un sitio, al hambre, a los bombardeos… Y cuando pienso en lo que está pasando —escribo esto durante el confinamiento de marzo— no puedo evitar encontrar analogías, para bien y para mal. Lo que está claro es que esa frase se podría aplicar por completo a la actualidad. Ni siquiera hace falta que nos veamos, es algo que está ahí mismo.
 
¿Podría producirse hoy en día una insurrección como la que aconteció en París en 1871? ¿Por qué?
 
Debord decía que nadie se subleva dos veces en París, y creo que con esa frase también quería decir que ninguna insurrección es igual a las demás. En mi opinión un proceso histórico como el de la Comuna es muy difícil que se produzca hoy en día ya que las condiciones materiales son por completo diferentes. Sin embargo, también era imposible todo esto, y está pasando… El cambio cambia, y la evolución de cualquier proceso histórico depende únicamente de sí mismo. Antes de que pasen, la cosas parecen imposibles. Pero cuando aparece lo imprevisto y empiezan, todo puede pasar.
 
Pienso en personajes como Hoyos y Vinent o los hermanos Goncurt, ambivalentes, fascinantes. ¿Quiénes podrían, de alguna manera, haber recogido el testigo de esa personalidad vehemente, al margen, auténtica?
 
Por supuesto hay una tradición de rechazo, una tradición en la que los Goncourt como tales no estarían enmarcados pero sí su libro sobre La Comuna. Es una tradición que nace con el romanticismo y que se extiende hasta nuestros días, y que siempre ha intentado ser por igual un momento de rechazo frente al mundo creado por el capitalismo y una creación particular de una vida en el que la poesía de una forma u otra «toma el mando». Los decadentes, los simbolistas, los expresionistas, los surrealistas, los situacionistas… Todos ellos, con sus grandes diferencias, tiene algo de ello. Actualmente es más difícil encontrar este tipo de personajes, quizá Annie Le Brun, o los  miembros del Comité Invisible…
 
Otra de tus facetas es la de poeta (sabiendo que poeta es un estado del alma, quiero decir, que uno es poeta a tiempo completo, no a retazos). ¿A dónde se llega, qué territorio se transita cuando se escribe poesía?
 
Como poeta, siempre me ha interesado, en el ámbito del poema escrito, conseguir, a través de lenguaje, alcanzar aquello que me desborda, aquello que forma parte de mí pero no es mi yo, aquello que puede llamarse inconsciente pero también exterioridad, aquello que tanto dentro como fuera de mí, me amplía. Por supuesto esto no lo hago solo para mí, sino que intento que los poemas puedan ser utilizados por otros para producir esas aperturas, esas recepciones que nos acercan un estado de mayor proximidad respecto a la naturaleza humana.
 
Con respecto a la poesía como modo de comportamiento, que para mí es algo más amplio ya que incluye la poesía del lenguaje pero lo supera formando un verdadero materialismo poético, lo que me interesa es cómo la poesía puede, mediante su práctica, crear las condiciones de un cambio en la vida concreta y cotidiana del que la experimenta.
 
Recientemente publicaste en Sexto Piso, junto a Julián Lacalle, un ‘manual de juegos’. ¿Qué papel cumple lo lúdico en nuestra vida? ¿Nos hemos olvidado de jugar? Y si es así, ¿qué perdemos?
 
Esto tiene relación con tu pregunta anterior, ya que para mí los juegos que se incluyen en ese trabajo son poesía en acto, es un comportamiento que utilizando un método poético, sirve para crear un espacio de vida. 
 
Pero no es exactamente que nos hayamos olvidado de jugar, ya que el juego no es algo que se puede eliminar del comportamiento así como así, siendo su papel completamente imprescindible dentro de la formación de cualquier sociedad, sino más bien que nos vemos obligados a jugar a juegos que no son los nuestros, que no nos interesan o que están diseñados para obtener determinadas cosas de nosotros —la reciente explosión de las casas de apuestas es una clara evidencia de ello—. Lo que quisimos hacer con el libro es ofrecer una caja de herramientas que pudiera servir para que cada cual encontrase los juegos que más se adaptasen a sus necesidades. Evidentemente, no pretendíamos ser enciclopédicos, sino simplemente ofrecer pistas, indicios…
 
Por otro lado, llevas años investigando sobre el sueño. ¿Acaso es uno de los últimos reductos en los que acampa la libertad? ¿Hasta qué punto están condicionados nuestros sueños por las directrices del sistema?
 
La ventaja del sueño es que en él surge una dinámica, la dinámica del deseo, que en su raíz no depende del sistema capitalista, sino de sustratos más profundos de la experiencia y la historia de la especie. Su dominio es el mismo que el del mito y la imaginación creadora, que es muy anterior a nuestra sociedad y por ello es capaz de ofrecer una especie de contrapeso frente al avance de la colonización de toda experiencia por la mercancía. Evidentemente, el capitalismo también influye en lo que soñamos. Aquellos que hayan soñado que se compran un nuevo coche o un flamante teléfono móvil sabrán de lo que hablamos. Pero como digo, la dinámica del sueño es anterior a todo esto, y por ello siempre podrá encontrarse en él un reducto, un arsenal en ocasiones, de comportamiento liberador, nuestro, auténtico. Esto, de nuevo, no es ni más ni menos que la recuperación de un espacio autónomo y más libre, en el que nos acercamos a lo que siempre hemos sido.
 
¿Cuáles son las principales diferencias entre la creación y la traducción?
 
Yo diría que el primer paso de todo traductor, lo primero que tiene que entender, es que debe hacerse invisible. En cierto modo, la traducción es el arte de desaparecer. Por supuesto sin que afecte a la calidad del texto y a la fidelidad. Esa triangulación lo es todo. Pero para mí la traducción es un trabajo, en todos los sentidos, es una labor y un empleo. He conseguido disfrutar con ello en ocasiones y he pasado muy buenos momentos traduciendo. Pero la creación es algo muy diferente, es lo que soy.
 
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