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viernes, 03 de junio de 2016cermi.es semanal Nº 215

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Cuarto de invitados

Manuel Borrás, editor

“Existe un principio de inmadurez en los autores que no acaba”

Por Esther Peñas

03/06/2016

Imágenes: Jorge Villa

Junto a Manuel Ramírez y Silvia Patdesaba, Manuel Borrás (Valencia, 1952) capitanea, desde hace más de cuarenta años, la editorial Pre-Textos. Asegura que recibe al menos 110 manuscritos mensuales y que los lee todos. A él le debemos el descubrimiento de escritores como Juan Bonilla o Andrés Trapiello, por hacer un resumen lacónico, y fueron los primeros en editar en España nombres como Deleuze o Derrida. Muchos autores en aquel 1976, cuando comenzaba su andadura, recibieron con entusiasmo el nuevo sello: Carmen Martín Gaite, José Antonio Muñoz Rojas, María Zambrano, Ramón Gaya… no se equivocaron. Cuarenta años después, Pre-Textos ha conseguido, que no es poco, establecer sus propias jerarquías de verdades literarias.

¿Cómo lee un manuscrito?
 
Desde el principio. Soy un editor muy precoz, lo soy desde los 20 años; fuimos, en los anales de la edición en castellano, los editores más jóvenes que ha habido. Esto tampoco quiere decir nada, también la juventud propicia ciertos errores. En cualquier caso, el editor previamente es un lector, el editor que olvida que ha sido, es y debe ser lector, se equivoca de punta a cabo. Como lector, siempre me he propuesto, así se lo inculco a los lectores con los que trabajamos, leer de una manera desprejuiciada, sin pedir de antemano nada a cambio, entregado a la lectura de lo que se nos ha presentado de manera desnuda, a ver qué es esa lectura, de qué nos puede proveer. Eso da muy buenos resultados. Lo que ocurre es que eso, que es tan fácil en su formulación es difícil en su aplicación, todos tenemos nuestras preferencias, uno parte de una poética, de una estética determinada, de la que hay que olvidarse. El escritor tiene que elegir una parte de mundo para dársela a los demás, en cambio el lector que es editor tiene que ser criatura de su época, inhibirse de esa preferencia que caracteriza tu personalidad para abrirte al resto. 
 
Manuel Borrás, editor"Lo importante en un editor es la intuición, que tampoco por sí misma es nada, ha de estar engastada en la experiencia"
 
De ahí la importancia del catálogo...
 
Es que el mejor libro de un editor es su catálogo, que es también su propia biografía y el reflejo de una época; tiene que estar necesariamente datado. Ahora, la datación quedará superada en el momento en que el editor literario haya apostado por valores no consensuados previamente. Hacer una buena edición de Goethe y Galdós es encomiable, pero si sólo nos remitiésemos a hacer buenas ediciones de los clásicos, ¿para qué serviría? Estamos en un momento en el que bibliodiversidad es evidente, pero se hace una labor en el ámbito de la cultura muy intercambiable, eso me llama la atención. Recuerdo en una ocasión, participando en el máster de Edición de la Pompeu Fabra, en Barcelona, que observé que la mayoría de los colegas que participan daban preferencia a la información. La información es muy importante, pero ¿es neutral o nos viene sesgada? ¿Hasta qué punto los medios intervienen para conformar una opinión? Ojo, estamos viviendo una época perversa en que la sociología precede a la verdad, y eso es fatal, porque hay quienes prescriben  lo que quiere la gente antes de preguntar directamente a la gente qué quiere. La información no es definitiva, puede colateralmente servir, pero lo importante en un editor es la intuición, que tampoco por sí misma es nada, ha de estar engastada en la experiencia. Por eso el editor que lee ha de ser neutral aunque consecuente con sus preferencias, sus gustos, etc., y después, a ser posible, tener lectores jóvenes para tener su perspectiva. 
 
¿Cuántos lectores tiene Pre-Textos filtrando las obras que reciben?
 
En estos momentos dos, aunque hemos tenido hasta tres, para narrativa, poesía, ensayo. Del ensayo tradicionalmente nos encargamos Manuel Ramírez y yo. Durante los primeros 25 años trabajamos sin tener ni un solo lector, nos lo currábamos los tres, y las decisiones las tomamos colegiadamente. Ahora, en vez de leer los tres, leo yo, que soy el director literario, lo que hago son informes pormenorizados de todo lo que se lee para someterlo a su juicio. 
 
Así como Martín Gaite descubrió a tantos autores...
 
Carmiña, perdona que te interrumpa, es alguien muy querida por mi, fue muy generosa, ella apoyó a mucha gente de su generación, y a muchos desconocidos los respaldó. Puedo citarte el caso de un gran escritor que publicamos nosotros, Antonio Ferres, un enorme narrador de la segunda mitad del XX, adscrito a determinada novela realista, social, bastante marginado. Carmiña, como sabía que no se había hecho justicia, se me ofreció a participar en una presentación de Antonio para en el Círculo de Bellas Artes. 
 
¿Usted ha publicado algo con un mínimo de duda? ¿Siente que se ha equivocado en algún título, con algún autor?
 
No. Me ha ocurrido en dos ocasiones que un libro, con la perspectiva del tiempo del lector, se me haya bajado en mi estima hasta dudar de si realmente  tenía la importancia que yo le dí en su momento. Por lo general, muchísimos de los libros que he publicado han crecido gracias a algo fundamental, el escrutinio democrático de los lectores. Me ha dado mucha satisfacción en los noventa agotar libros que habíamos publicado en los 70, veinte años después, comprobar que nuestros libros iban siendo ratificados por el beneplácito de los lectores; eso me ha dado mucha confianza, es decir, no estábamos tan desacertados. José Antonio Lleardent, por cierto amigo también de Carmiña, en los momentos iniciales de la editorial resultó para nosotros una especie de oráculo, dirigía Istmo, editorial de ámbito universitario importantísima, un hombre de una cultura enorme, y al que tampoco se ha hecho la justicia poética por lo que nos ha enseñado de una manera silenciosa. En una ocasión, a los pocos años de andadura de la editorial, sobre el 78 o 79, yo, que estaba quejoso, le confesé que no sabía si merecía la pena aquel empeño. Se me quedó mirando y me dijo que estábamos veinticinco años por delante. Aquello, que en cierto modo se puede leer como un elogio, también es una faena, porque significa que nunca vas a acomodar económicamente aquello que te traes entre manos, si tienes que esperar 25 años a que te sancionen...
 
"Nunca hemos sido prisioneros de la moda, la única virtud que tiene la moda es que pasa pronto de moda"
 
Manuel Borrás, editorEn cualquier caso, no solo de pan vive el hombre, aunque sea editor...
 
Pero es una fatalidad, desde luego, haber sido unos adelantados, y la otra gran fatalidad de Pre-Textos es estar en la periferia, no estar en los dos centros históricos de la edición en España. Cuando veo muchas de las editoriales jóvenes -con las que me encanta concurrir en el mercado- veo que publican autores que ya publicó Pre-Textos, y eso me llena de satisfacción. Nunca hemos sido prisioneros de la moda, la única virtud que tiene la moda es que pasa pronto de moda, nunca hay que fijarse en eso. Los relumbrones en el ámbito cultural se olvidan con una facilidad pasmosa. Preguntas hoy quién fue el Premio Planeta de hace unos años, que me merece todos mis respetos, aunque pertenece al mundo de la industria editorial, y la gente no sabe, ni siquiera quienes los compraron.
 
Pero el Premio Planeta trajo autores impresionantes, Manuel Scorza, por ejemplo, de Perú...
 
Lo conozco, un escritor muy notable, pero también es un ejemplo de la facilidad con la que olvidamos. Eso es muy triste y muy cruel. Te hablaba de estar en la periferia, porque somos muy centrípetos, todo tiene que pasar por Madrid y Barcelona, y hoy, quitando la parte alícuota de estas dos ciudades, lo mejor que está ocurriendo en el mundo editorial pasa por las provincias, La Coruña, San Sebastián, Zaragoza, Sevilla, incluso Extremadura, con una editorial como ‘Periférica’.
 
Y Logroño, con ‘Pepitas de calabaza’...
 
Los adoro, los he bendecido y rebendecido; también ‘Sexto Piso’ en Méjico, aunque se instalaron en Madrid, junto a ‘Impedimenta’ o ‘Fórcola’. Luego tenemos el problema de que hay periódicos en Cataluña, en Barcelona más bien, que ignoran lo que ocurre en el esto de España, son de un provincialismo y pequeñez que clama al cielo. Así no se puede trabajar. 
 
Pero, ¿quién se fía de las páginas de cultura de los diarios?
 
Nadie, porque todo es intercambiable y eso responde a campañas de la industria editorial, legítimas, pero sin criterios puramente literarios; se favorecen libros en función del nivel de publicidad o del gasto de publicidad de las empresas.
 
"Es complicado acusar de plagiario a alguien cuando la fuente de inspiración de la que beben puede ser cercana o la misma"
 
¿El hecho de que un académico de la lengua haya sido sancionado por plagio o de que haya escritores reincidentes en esta práctica que sigan publicando es decente?
 
Recuerdo hace mucho tiempo que leí un artículo de Juan Valera, nuestro escritor decimonónico, estupendo, sobre un caso de plagio que causó un tremendo escándalo en Francia, no recuerdo el nombre del protagonista. Valera hacía no una defensa del plagio pero, en cierto modo, se preguntaba dónde están los límites del plagio, porque hay veces que fatalmente, sin querer redimir a nadie, es complicado acusar de plagiario a alguien cuando la fuente de inspiración de la que beben puede ser cercana o la misma; es lógico que en literatura se den ciertos vasos comunicantes, lo que pasa es que hay plagios y plagios… el plagiario me parece de una deshonestidad absoluta, quien ha plagiado es un delincuente, ahora bien, tras leer a Juan Valera me planteo dudas sobre aquel que se erige en juez para determinar los límites del plagio y aplicárselos a alguien. Extralimitamos nuestro celo, a veces, pudiendo ser con ello injustos. En cualquier caso, el editor busca autenticidad.
 
¿Qué porción de suerte hay en éxito de un buen escritor? Pienso en un autor espléndido, Juan Larrea, que apoyó con entusiasmo el nacimiento de Pre-Textos, que no alcanzó la popularidad de otros como Gerardo Diego o Carlos Barral...
 
Creo que el azar juega un papel importante, pero el azar a veces puede ser la conciencia y la necesidad; un buen libro, una buena obra, está ahí expectante para encontrarse a un lector, tarde o temprano. El drama, y hablo desde la experiencia, es cuando a esos escritores excelentes no se les ha dado la importancia que les correspondía por su obra en el momento adecuado, el momento de su vida. Me ha dolido que autores por los que hemos batallado muy directamente y con gran insistencia desde Pre-Textos sólo han obtenido reconocimiento con su muerte; la muerte en la sociedad hispana tiene un efecto sancionador positivo, y eso es terrible. Ganaban la batalla una vez muertos.
 
Manuel Borrás, editor"Una buena obra fatalmente está condenada a ser reconocida"
 
¿Algún ejemplo?
 
Un escritor canario, poeta, desplazado por la foto generacional, Luis Feria, con cierto predicamento, con ciertos premios importantes en su haber, como el Boscán o Adonais cuando eran creíbles, que poco a poco fue marginado por completo, salvo por Miguel Casado, que no había libro de Luis que no recensionase con gran elogio. A los diez años de la muerte de Luis, el Cabildo de Tenerife me invitó a un congreso en su honor, donde concurrió mucha gente que cuando Luis estaba vivo nunca lo ayudó, nunca rompió una lanza a su favor. ¿Qué tipo de hipocresía es esta? Pero creo que una buena obra fatalmente está condenada a ser reconocida, a encontrar sus lectores, y que si alguna obra ha podido fracasar por el simple hecho de no encontrar un editor, o lectores en su momento, es una salvedad. Las cosas que merecen la pena acaban trascendiendo. 
 
"Edito poesía porque, en la parte alícuota que me corresponde, quiero contribuir a que la ciudadanía crezca"
 
Como decía Umbral, a los españoles nos va esto del rechazo a la excelencia...
 
Sí, la envidia española es terrible, celebramos poco los éxitos de los otros, sobre todo en el medio literario, y solo somos solidarios en los momentos extremos. Me molesta la falta de generosidad con la que se ven los escritores, porque la literatura requiere mucha generosidad. No humildad, generosidad. Pero como hemos profesionalizado esto parece que todo se mueve por dígitos, y no se trata de eso. Por ejemplo, yo edito poesía porque, en la parte alícuota que me corresponde, quiero contribuir a que la ciudadanía crezca, sea menos domeñable.
 
"La industria editorial está apostando por el mercado no por la cultura"
 
Manuel Borrás, editor¿Por qué las grandes empresas no apuestan por autores de calidad y focalizan sus esfuerzos en historias baratas y desaliñadas?
 
Quizás porque, sin descalificar, no leen. Ellos están atendiendo a una industria, que es otra cosa. Hay gente en el mundo del libro que se mide por la industria, que no se dirige a lectores sino al público, es la gran diferencia. Pero ¿qué es el público? La industria editorial, por desgracia, aunque nos complementamos todos, lo que esta haciendo es apostar por el mercado, no por la cultura, y buscan lectores circunstanciales, no lectores, porque a un lector no le va a conquistar con ‘Cincuenta sombras de Grey’. Hay algo que olvida la industria: el lector de verdad no es susceptible de ser engañado, un lector honesto es un crítico honesto, que distingue el grano de la paja. ¿Hasta qué punto es prescriptora la industria editorial? ¿Qué se juega? Nada, porque apuesta sobre valores ya estipulados, nunca los descubren. La gran industria editorial hoy utiliza nuestro trabajo, el de los editores literarios, que apostamos por autores noveles y, cuando están refrendados por el público, levantan la codicia del editor industrial. De acuerdo, si podemos propiciar que después esos autores tengan un desarrollo ascendente no lo envidio ni censuro. Es el caso, se me ocurre, de Félix Palma, hoy cotizadísimo en el ámbito internacional, que descubrimos nosotros. O de Juan Bonilla, que editamos también su primer libro.
 
¿Da mucha rabia eso de descubrir una voz literaria y que se la arrebaten los poderosos?
 
No, da rabia cuando estropean al autor. Recuerdo el caso de Juan Bonilla; todos me preguntaban si estaba enfadado, ¿cómo iba a estarlo? Además, él me llamó para contarme esa oferta millonaria que recibió, y le dije que si estuviera en disposición de cubrirla lo haría. Lo único que le pedí es que aceptara siempre y cuando no le obligasen terminar su novela a uña de caballo, porque entonces la precipitaría.
 
También tiene que ser complicado para ellos, conscientes de quién les apoyó en los malos tiempos...
 
Ellos saben que has apostado por ellos, algunos no, todo hay que decirlo, algunos son desagradecidos por naturaleza, pero son los menos. Saben que has hecho un apuesta económica de la que es difícil a veces resarcirse, y de buenas a primeras te la arrebatan, complicando la amortización, porque un buen autor se amortiza en el tiempo; te pongo el caso de Andrés Trapiello, insignia de la casa. Antes no vendía un clavo, pero la insistencia de su editor con los diarios ha hecho que hoy sea un género que cuenta en el panorama literario español gracias a la insistencia, pero esa insistencia nos supuso un desembolso enorme de dinero, porque no amortizábamos ni una sola edición, ni una, sino hasta seis entregas apostamos a fondo perdido hasta que equilibramos la balanza. Si en ese momento se nos hubiera ido, hubiera sido una faena. Pero es muy leal, casi todos lo son. Y entiendo perfectamente la situación de aquellos que reciben ofertas millonarias que nosotros no podemos cubrir. Ahora bien, en algún caso me he encontrado con gente que ya me ha dado hechos consumados, y en esos casos, les he retirado mi amistad, porque entiendo que en la vida hay que moverse en un código ético.
 
Ha pasado tiempo pero, puesto que ha editado a muchas poetas, me gustaría saber qué opinó sobre aquel imprudente al menos comentario de Chus Visor afirmando que apenas había mujeres interesantes en la poesía...
 
A Chus lo respeto y no comparto esa opinión, por supuesto. En efecto, he publicado a muchas buenas poetas, Marta López Luaces, Menchu Gutiérrez, Aurora Bautista, Blanca Varela… es obvio que no puedo suscribir sus palabras; ahora, de ahí a demonizar a Chus Visor por esas declaraciones dista un abismo. Está en su perfecto derecho a decir lo que quiera, y nosotros de contestar a lo dicho. 
 
"He llegado a la conclusión de que detrás de un gran escritor siempre hay un niño"
 
¿Cambia mucho el autor cuando le llega la fama?
 
Por regla general, aquellos autores que han merecido mi consideración porque veía en ellos una superioridad no literaria pero sí moral de mí mismo, no les afecta lo más mínimo; siempre suele afectar, a mi juicio, y con excepciones, a los más mediocres. Más que a los mediocres, a los más inmaduros, porque existe un principio de inmadurez que no acaba en los escritores. He llegado a la conclusión, y te hablo porque mis mejores amigos lo son, de que detrás de un gran escritor siempre hay un niño, que el escritor redime el niño que ha sido. Si hubieras matado al niño que fuiste no podrías crear, es difícil crear algo de la nada a no ser que haya un aspecto de la infancia del escritor revivido. Esto ocurre, sobre todo, con los poetas. Lo he hablado bastante con Paco Brines, a quien acabamos de publicar, uno de los grandes supervivientes de la generación del 50, y desde la atalaya de sus ochenta y tanto años me da la razón. La poesía es la tutela positiva del niño que fueron. La poesía, en cierto modo, es la revelación de una parte de la realidad que hemos sido incapaces de ver hasta que llega el poeta.
 
Manuel Borrás, editor"La edición literaria es una forma posible de hacer pedagogía"
 
¿Qué libro nos hablaría de cómo es Manuel Borrás?
 
Utilizo como libro de cabera ‘Las meditaciones de Marco Aurelio’, al que entro con el ánimo de reforzarme moralmente, y siempre salgo reforzado. También ‘Las confesiones de San Agustín’, que son inaugurales. Con Montaigne me lo paso pipa... Ahora me han encargado desde Colombia una selección de los cien mejores poemas escritos en nuestra lengua, un reto bestial, que acepté porque me lo pidió un íntimo amigo, aunque intenté disuadirle. Imagínate: San Juan de la Cruz, Francisco de la Torre, Gutiérrez de Cetina… tenía que abarcar toda la América hispana, era muy difícil… fíjate qué irresponsabilidad… y un poema por autor, uno de Juan Ramón, uno de Machado... eso ya es un reto de vértigo. Pero creo que los editores, que la edición literaria, es una forma posible de hacer pedagogía.
 
 
¿Qué es un pedagogo literario?
 
El pedagogo es aquel que seduce, no hay pedagogía sin seducción, ya lo dicen los griegos. Los ‘Diálogos’ de Platón son otros de mis referentes, los he leído en voz alta a la otra parte del trípode de Pre-Textos. El seductor crea estados de perplejidad en los otros a fin de poder diferir un conocimiento que él ha adquirido previamente. Yo edito aquello que no logro olvidar, lo que fue útil a mi vida. Tiene un horizonte ético, y si nos lo pasamos por el forro se santifican valores que no pasan la prueba del nueve. Hay mucha estafa, muchos libros que no valen nada, que sonrojarían a los lectores decentes. Y eso no se produce por la incursión de nuevas editoriales sino por el intrusismo profesional que existe, hay gente que tiene la sensibilidad de un cacho de tocino para leer, y lo mismo aplico a algunos críticos.
 
¿Es más fácil hacer una antología de los cien mejores poemas o de las cien peores poesía en lengua castellana, como hizo Llopis?
 
Es tan difícil una cosa como la otra… bueno, no, ver lo negativo es más fácil. Cargarse un libro está tirado, un libro excelente lo puedes coger por el poema más débil y, a partir de ahí, puedes cargártelo. Ver la excelencia de las cosas es lo difícil y es nuestro reto, distinguir la excelencia incluso engastada en la mediocridad. Ramón Gaya decía que el creador a veces necesita hacer cosas que no tienen la altura de la gran obra, pero es el abono de la gran obra. A ser posible, el abono se lo evitas a los lectores, pero eso el autor no lo puede hacer porque no está distanciado suficientemente para objetivar su propia obra. Somos sujetos y no hay nada objetivable. 
 
¿Cómo está el brío de la literatura iberoamericana?
 
De las lenguas que yo leo, observo las dos líneas de fuerza de la literatura universal hoy en día: una, en español, y otra en inglés. Bueno, incluyo también el portugués, una lengua y una cultura que a veces los españoles contemplamos con un pelín de soberbia. Pre-Textos siempre tuvo una vocación americanista desde el principio, a pesar de que, después el Boom latinoamericano, se produjo un efecto de retroceso, y recuerdo que aquí se hablaba con cierto desdén de lo que ocurría allá. Y comenzamos a apostar por autores que no habían suscitado el interés de las grandes editoriales de poesía como Visor o Hiperion. Manuel Borrás, editor
 
¿Hay mucha prisa en el editor por la madurez literaria de sus autores?
 
Hay un cierto síndrome Rimbaud, o Claudio Rodríguez, que fueron muy precoces, pero no se lo puede pedir a un autor que empieza que sea ya un valor consumado. Por otro lado, los críticos apenas dedican espacio para los autores más jóvenes, por tanto dificultan que eclosionen. Yo se lo recuerdo constantemente, la poesía no muere en José Ángel Valente.
 
Hombre, pero desde que no está andamos dando algún tumbo de más...
 
Fui el editor del testamento literario de José Ángel Valente, lo admiro muchísimo, pero es verdad más allá de Valente, de Borges, de Neruda, por fortuna, existe la poesía. 
 
¿Dónde queda la figura del traductor, tantas veces ninguneado en las críticas, en el imaginario colectivo del lector? Porque asistimos, a veces, a escándalos en los que se nos ofrecen traducciones indirectas y se culpa al traductor, cuando es cuestión de mala práctica por parte de la editorial, por no hablar de cuando las editoriales hacen reimpresiones de los textos en vez de reediciones para no pagar a los traductores...
 
Sí, creo que la práctica de traducir una lengua interpuesta es una estafa si no se advierte, en todos los sentidos, y eso, en efecto, se debe a la cicatería por parte de los editores de no quererse gastar dinero en una mejor traducción. Hay  poetas de alguna lengua que me hubiera encantado editar, pero no lo he hecho porque las traducciones que me llegaban no me convencían. Hay que andarse con muchísimo cuidado en esto, y en Pre-Textos seguimos apostando por traducciones directas. Por otro lado, creo que cada 25 años habría que revisitar las traducciones de los clásicos, porque la sensibilidad de nuestra lengua varía. Eso permitiría, además, dinamizar el sector de la traducción, hoy en día desabastecido.
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