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viernes, 08 de septiembre de 2017cermi.es semanal Nº 269

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Cuarto de invitados

Xavier Pericay, escritor y político

“La universidad es de los monstruos más endogámicos de este país”

Por Esther Peñas

08/09/2017

Imágenes: Jorge Villa

Tiene una conversación morosa, lo cual es de agradecer en tiempos de estrépito. Encara con reflexión y estética sintáctica, lingüística, el asunto que se le proponga, sin los anacolutos propios de los políticos, esos cambios repentinos en la frase que produce inconsistencia del discurso. Por algo Xavier Pericay (Barcelona, 1956), además de responsable del área de Educación de C’s (uno de los fundadores de este partido político) y diputado del Parlamento de las Islas Baleares es filólogo, escritor y periodista.

Xavier Pericay, escritor y político¿Hasta qué punto es importante la batalla del lenguaje para las minorías, para los colectivos en riesgo de exclusión?
 
Entiendo que importante, pero te diré que me parece absurdo fórmulas del tipo ‘personas adultas’ para no decir ‘adultos’ como genérico; la gente cuando habla, por una cuestión lógica, la economía del lenguaje, prefiere un término en vez de dos. El masculino como genérico no se va a dejar de usar a no ser que haya ambigüedad, hombres y mujeres, por ejemplo, mejor que ‘humanos’, mucho mejor que ‘personas humanas’. 
 
¿La lectura es mayoritariamente cosa de mujeres?
 
La lectura es muy femenina, siempre han leído mucho más las mujeres que los hombres, por razones de que estaban más tiempo en casa; esa imagen de una mujer con un libro está en nuestro imaginario. Incluso ahora creo que también, y esa afición a la lectura está conectada a la escritura.
 
Pero es curioso que incluso las esferas reservadas históricamente a la mujer, una vez que tienen cierta proyección, se las apropia finalmente el hombre, como la alta cocina…
 
Hay alguna mujer…
 
Ruscalleda, pero pocas más…
 
No te creas, en Baleares hay algunas, pero es verdad que proporcionalmente hay más hombres. Hay cosas que se ponen de moda, la alta cocina, el vino… Cosas que no sabíamos hacer, teníamos la cocina de la abuela, una comida tradicional, teníamos zonas más propicias, como el País Vasco, cocineros que despuntaban, como Arzak, pero ahora hay restaurantes buenísimos en todas partes… con el vino ocurría algo similar, antes tenías que irte a Francia para tomar un buen vino, pero ahora por ejemplo en Mallorca hay vinos estupendos. Teníamos todo, el clima, la tierra, buena tierra, y nos faltaba la cultura, saberlo hacer. 
 
Por cierto, le veo muy afrancesado…
 
Soy de cultura francesa, he estudiado en el Liceo Francés desde los cinco años, allí hice todo el bachillerato y luego pensé en la posibilidad de estudiar la carrera en Francia, pero me quedé en España. La cultura francesa es la mía, la de mis hermanos, la familiar, en música, poesía, cine… todo ello me entra por vía francesa, lo mantengo y lo practico. Es una gran suerte, en aquel momento el francés era la lengua internacional, en la España del tardofranquismo. Mi padre era catedrático de griego en un instituto, formado durante la República, y consideró que sus hijos debían tener una cultura francesa. El estado franquista cuidaba a sus funcionarios y los catedráticos podían llevar a sus hijos a una escuela de pago y pagar únicamente un diez por ciento. Mi madre era profesora de latín.
 
Bonito binomio, latín y griego.
 
Xavier Pericay, escritor y políticoCurioso que yo no sepa ni latín ni griego, a pesar de haber sido el único hermano que ha estudiado Letras, lo cual realmente lamento de veras, pero son decisiones que uno toma de joven y que después es difícil de enmendar. 
 
Si España no hubiera echado a Pepe Botella, ¿nos iría mejor? ¿Tendríamos menos peso de leyenda negra?
 
Se ha publicado un libro hace poco, ¿no? Sobre la leyenda negra…
 
‘Imperiofobia’, en Siruela, de Elvira Roca…
 
Me lo recomendaron. Además, el prólogo lo escribe Arcadi Espada, somos amigos desde hace treinta años, muy buenos amigos. Francia, en aquel momento del que me hablas, representaba la modernidad, España estaba a años luz de ella, Francia era la nación en sentido revolucionario, a pesar de su emperador. Lo que es maravilloso de España es el progreso de estos últimos años…
 
¿Del 75 para acá?
 
Exacto, cómo ha cambiado este país, sobre todo para los que tenemos una determinada edad. Estamos a la cabeza de muchas iniciativas muy modernas, como la del matrimonio homosexual, por ejemplo. Ya no es solo que no perdemos el pie con Europa, sino que dentro de Europa en muchos aspectos representamos ser un país avanzado; hemos hecho en muy poco lo que a otros países les ha requerido más tiempo. Francia, a día de hoy, es un país con una cierta decadencia, ha vivido de lo que fue y no de lo que es, tan preocupado siempre por todo lo anglo, algo entendible puesto que le quitaron el protagonismo, sobre todo en el plano lingüístico, y se ha convertido en un país muy proteccionista, a unos niveles que aquí ya nos gustaría, insólitos, y que origina ciudadanos muy cultos, sobre todo con lo suyo; no sé las últimas generaciones, pero con franceses de mi edad puedes hablar de cosas que con un español resultaría difícil, no por lo leído. Esa idea de la cultura y educación o enseñanza francesas muy sólidas, muy liberal, muy productiva desde el punto de vista de los conocimientos es cierta. A los franceses les gusta mucho hablar, van con frecuencia al cine, sus conversaciones están trufadas de referencias culturales… eso cuesta encontrarlo en España. 
 
Convénzame de que un poeta puede sobrevivir en el Parlamento.
 
Yo fui poeta poco tiempo.
 
¿Es una condición revocable, la de poeta?
 
Sí, deje de escribir poesía a los 25 años, y dejé de leer… bueno, aún leo poesía, pero de vez en cuando, no es lo que realmente me apetece, releo poesía, más bien, vuelvo a ciertos poetas, pero hace muchísimo que no me he sentido poeta. Sí me sentí así de forma intensísima durante cuatro o cinco años, pero se cortó el flujo, me tuve que ganar la vida, me casé, tuvo un hijo…
 
¿Y no se puede seguir siendo poeta?
 
Sí, claro, pero en mi caso son cosas que explican por qué dejó de interesarme la poesía; había empezado muchas carreras, fui un poeta bohemio, maldito, a través de la poesía francesa, Rimbaud, Verlaine, Baudelaire… empezaba carreras para no hacer el servicio militar, hasta que pensé que no podía seguir así, tenía que ganarme la vida, sentar la cabeza, como se decía. Así que me puse en serio a estudiar y me interesé por el lenguaje, por el catalán, me puse a estudiar el catalán, así llegué a Filología, y me interesó la lengua más que la literatura. Seguí leyendo bastante ensayo, novela y poesía menos. La poesía dejó de ser un interés prioritario.
 
Reformulo la pregunta, ¿cómo le es posible a un filólogo sobrevivir en el Congreso, en la política, por lo romo del lenguaje?
 
Xavier Pericay, escritor y políticoPorque ha tomado la decisión de dedicarse a eso, a la política, por poco tiempo, es verdad; es cierto que la gente que me rodea, aunque hay de todo, no son prodigios de la oratoria…
 
Leyendo las crónicas de Wenceslao Fernández Flórez, de principios del XX, uno se da cuenta de que hemos perdido no sólo en oratoria sino en capacidad expresiva, de exposición, de aportación de ideas... 
 
Un factor fundamental ahora es la imagen, cuando el político, el orador, el diputado sabía que su discurso iba a aparecer en los papeles cuidaba mucho su registro, la palabra. El viejo periodismo reflejaba las intervenciones parlamentarias con citas. Hoy en día lo único que cuenta son los doce segundos del corte que te va a dar por televisión, y lo importante es que tú metas en ese corte aquello que te conviene, estés hablando de lo que estés hablando, y también tu gestualidad, tu forma, esa impacto que te va a reportar la televisión, que es el referente único del parlamentarismo hoy en día. Hombre, el que habla bien sale reforzado por televisión, pero no se complica la vida porque si razona demasiado, si argumenta demasiado se vuelve en su contra. Eso ha cambiado radicalmente.
 
También el periodismo ha cambiado…
 
Claro, pienso en Azorín, Fernández Flores, Camba…
 
¡Camba es fabuloso!
 
Yo tuve la suerte de editar ‘Cuatro historias en la República’, difícil de encontrar ahora, que reúne a cuatro autores: Camba, Gaziel, Pla y Chaves Nogales. 
 
Menudo Cuarteto de Alejandría…
 
Jajaja… sí, grandes escritores. Los cuatros representaban, con sus diferencias, esa España liberal que la Guerra Civil destruyó, cada uno con sus peculiaridades. El capítulo de Camba, ‘Haciendo de República’, resulta una diatriba contra la República tremenda, con algunos artículos injustos, pero con un fondo cierto en general, porque conocía a los políticos perfectamente. En el caso de Pla, su sección se llamaba ‘Madrid, el advenimiento de la República’ y en los de Gaziel y Chaves era una antología de artículos que escribieron durante la República. Este periodismo acabó con la televisión; la radio permitía una cierta connivencia.
 
Ahora que menciona a Pla, ¿su reivindicación, como la de d’Ors, siempre es partidista? 
 
Es posible… d’Ors era más conservador que Pla. El nacionalismo catalán nunca ha reivindicado a d’Ors, aunque a Pla tampoco le perdonan haber colaborado durante la Guerra Civil con el bando franquista. Hacer una reivindicación utilitarista es bastante habitual en este país cuando se trata de enfrentamientos cainitas, es lo que acostumbramos a hacer los españoles, pero lo importante es la obra de ambos. Con Pla no sueño, pero casi; d’Ors me cuesta más, hay cosas que me gustan, otras menos. La cosmovisión de Pla, en cambio, coincide mucho con la mía.
 
Es un reaccionario, en el mejor sentido de la expresión. 
 
Sí, muy conservador, con mucho sentido común, pesimista.
 
Como usted, pesimista.
 
Xavier Pericay, escritor y políticoComo yo, sí. Pero soy pesimista de naturaleza y ahora me dedico a una actividad, la política, en  la que debo suspender un poco ese pesimismo. Aunque no, no me hago muchas ilusiones sobre el género humano, sobre la vida. Soy mucho de lo que propone Pla en su artículo ‘Teoría de la propina’, que pertenece a su libro ‘Humor honesto y vago’, donde sostiene que hay que vivir la vida como si todo lo bueno fuera propina, entender que la vida es, sobre todo, un cúmulo de fatalidades y, de vez en cuando, hay algo maravilloso que es lo extraordinario, la propina de la vida.
 
Ahora que acabo de releer a Goldman editada por Enclave, tan anarquista en contraposición a Pla, un hombre de orden, ¿qué pasaría si suspendemos la normativa, si no hubiera normas en la sociedad?
 
Yo era anarquista de joven, cuando era poeta… Y leí bastante sobre eso, sobre todo a Bakunin; conté en mi libro de memorias que, cuando era joven, insisto, se me pasó por la cabeza, por una historia personal, prender fuego al Liceo Francés, me dio por quemarlo, lo intenté, con una novia que tenía por entonces.
 
De haberlo hecho se hubiera convertido en el Heróstrato moderno, que quemó el templo de Artemisa para pasar a la historia…
 
No me acuerdo, pero Nerón fíjate tú qué quemó. Es decir, que el anarquismo lo he practicado un poquito aunque, por suerte, visto con perspectiva, con nefastos resultados. En todo caso, ahora sería un verdadero desastre no tener nomas ni leyes, la Guerra Civil es un ejemplo de esto; cuando el anarquismo tuvo la posibilidad de destruir, destruyó, también mató. Lo de las colectivizaciones de Aragón acabó como el rosario de la aurora… la sociedad tiene que tener un orden, el colectivismo, el asamblearismo está bien, y no siempre, en una junta de vecinos, pero aplicado a las dimensiones de una sociedad es impracticable. Las jerarquías merecidas, las que no son de orden divino, sino de quien se ha ganado el puesto, son necesarias. A la gente no le gusta la palabra jerarquía porque marca niveles, pero la sociedad no se puede organizar de otro modo. Lo que debemos procurar es que quien ejerza de jerarca lo haga controlado por los demás, con mecanismos de control que impidan excesos. Por eso es vital la política, los sistemas de representación política o el periodismo, que denuncia lo que se hace mal.
 
Volvemos, pues, al periodismo… ¿Cómo lo contempla?
 
Pues ha evolucionado mucho respecto al periodismo del que hablábamos antes, el peso empresarial desvirtúa el periodismo hoy en día, pero le debemos mucho, y sigue siendo tan necesario como entonces. El sueño de una sociedad sin clases, igualitaria, está muy bien, pero es imposible, por lo que se hace necesario establecer los mecanismos oportunos que garanticen la igualdad de oportunidades, sobre todo en la educación, como factor de ascenso social, que lo fue y no lo es tanto en este momento, por desgracia. La persona que tiene aptitudes ha de recibir todas las facilidades para que las desarrolle, y esto se traduce en dinero. La sociedad ha de dotarse de mecanismos que corrijan las desigualdades y eso sólo puede hacerse a través de la política.
 
Si a través de la educación se repararían muchos de los grandes problemas sociales, ¿por qué hay leyes educativas cada tres por dos, por qué las tasas universitarias han crecido exponencialmente?
 
Xavier Pericay, escritor y políticoNo creo que sea así… uno puede discutir las tasas universitarias, pero es importante disponer de una buena política de becas, ofrecer calidad, buen profesorado, y lograr que sus alumnos cursen la carrera que merecen y tengan las salidas, el empleo, adecuadas, pero no es un problema de la sociedad sino de la universidad. No es de recibo que por ejemplo Magisterio sean estudios sin número ex clausus. En Medicina te encuentras con una nota media que tiene que ver con la exigencia de calidad y con que hay unas plazas de médico en la sociedad, no podemos producir el doble de médicos de los que necesitamos. Pero eso no ocurre con los maestros, de ahí que haya muchos sin ninguna vocación. Esto nos lleva a hablar también del descrédito de los estudios no universitarios, de la formación profesional, es un drama que un hijo no tenga una carrera cuando no tiene que serlo, tener una carrera es algo muy estimable, pero no todo el mundo tiene aptitudes, no es clasismo lo que digo, sino una propuesta de enmarcar adecuadamente las aptitudes de cada cual. Comparas esto con Alemania y te encuentras con que el porcentaje de gente en la universidad en función de la población alemana es la mitad de la española, que hay una desproporción enorme entre la formación profesional -muy poca- y la universitaria -más de la que debería-.
 
Pero esto que plantea, ¿no es una visión utilitarista del conocimiento? Que cada cual estudie lo que realmente desee.
 
Es verdad que es utilitarista, y es verdad que cada cual tendrá que estudiar aquello por lo que sienta vocación, pero hay que informar de que determinadas carreras tienen poca oferta laboral. No se trata de impedir nada. 
 
Quizás habría que plantear dinamitar los compartimentos estancos.
 
Yo apuesto por la transversalidad de los estudios, por incorporar lo humanístico a los estudios de ciencias, que Ciencias y Letras no sean dos mundos excluyentes sino entrelazados, porque, al final, para entender muchas cosas se necesitan ambos campos. Ten en cuenta que la universidad es de los monstruos más endogámicos de este país, y que aspira a tener el mayor número posible de alumnos, porque se traduce en dinero que recibe. Habrá que medir de alguna manera la inversión que se hace en la universidad y por qué no utilizar como baremo la empleabilidad lograda. Cuando se debatía el Plan Bolonia se discutían dos fórmulas: tres 3 años de grado y 2 de especialización o 4 de grado más uno, que es la que finalmente se impuso por la presión de los rectores, pese a la oposición de la ministra de entonces, San Segundo. 
 
¿Para cuándo una revisión del canon de lo que se estudia? ¿Por qué sigue teniendo más peso, pongo por caso, Juan Valera que Pardo Bazán, Delibes que Rosa Chacel?
 
En la secundaria existe bastante autonomía del centro, cada centro se organiza como quiera, los parámetros comunes son cada vez los menos, cada vez hay menos intervención en las lecturas. Pero estoy de acuerdo en que habría que actualizar el canon y debatir si debe de haber conocimientos, y cuáles, obligatorios en todos los centros. 
 
Aparte de Pla, ¿qué otros clásicos lo son para usted?
 
Muchos… Flaubert, Balzac, Dostoiesvki, Cela, hay un primer Cela que me gustó mucho… Marsé…
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