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viernes, 31 de marzo de 2017cermi.es semanal Nº 252

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Cultura

Julia Escobar, traductora y escritora

“Se ha perdido esa incorporación de lo maravilloso en lo cotidiano”

Por Esther Peñas

31/03/2017

J.K. Huysmans (París, 1848- 1907) es un raro. Su estilo, alambicado, complejo, con una vergel infinito y casi inasumible de epítetos, conforma una región literaria que, como en la ‘Broma infinita’, de David Foster Wallace, seduce y satura al lector. Huysmans, un esteta en busca de salvación, transitó los senderos más extravagantes (satanismo incluido), hasta recalar en un catolicismo heterodoxo. Fruto de esa conversión escribió la hagiografía de Santa Liduvina de Schiedam, patrona de los enfermos, que ahora publica el CERMI en su colección ‘Empero’, traducido por Julia Escobar, con quien conversamos sobre el francés.

Julia Escobar, traductora y escritoraQue alguien como Huysmans, tan poco convencional, escribiera una hagiografía, ¿no es extraño? 
 
Sí. También a mí me ha asombrado el hecho de que un escritor como Huysmans, reputado, maldito, absolutamente singular, rebelde, se hubiera dedicado a hacer una hagiografía, un género tan encorsetado y tradicional, tan ingenuo y tosco, tan ñoño y por momentos aburrido. Después, entrando en las entrañas del libro, me di cuenta de que la originalidad de Huysmans salvaba ese escollo y se mantenía intacta.
 
La hagiografía, esa zona literaria que retrataba las vidas de santos, ha desaparecido casi por completo. ¿Qué hemos perdido al perder el género? 
 
Se ha perdido un poco la asunción de lo maravilloso, del milagro como un hecho; en el pasado el milagro se asumía con naturalidad, y cuando nosotros leemos milagros del pasado nos parecen totalmente verosímiles. Sin embargo, en la actualidad nos resultan increíbles. Se ha perdido esa incorporación de lo maravilloso en lo cotidiano, porque los milagros pueden ocurrir, pero nos hemos negado a verlos, a convivir con ellos, los hemos convertido en literatura. 
 
Por fortuna, nos queda Felisberto Hernández, Cortázar, García Márquez para recordarnos que lo cotidiano también es prodigio…
 
Bien visto… sí, nos quedan todos ellos y otros muchos, nos queda lo escrito para volver a encontrarnos con lo maravilloso tantas veces como queramos. Por fortuna. 
 
¿Somos, en el siglo XXI, más prosaicos?
 
Más prosaicos, por supuesto. Hoy en día confundimos lo maravilloso con lo fantástico, a lo fantástico no nos negamos. Ahí están todas esas siniestreces de ‘Juego de Tronos’, incorporadas al imaginario de una generación, la de Podemos, que conforman sus referencias culturales… Estaría bien superar ya la etapa del jardín de infancia…
 
No sé francés, pero habiendo leído, aparte de la vida de santa Liduvina, y otras obras de Huysmans, como ‘A contrapelo’ o ‘Allá abajo’, tengo la sensación, por cómo forja el lenguaje, por su exuberancia casi patológica, de que no debe ser nada fácil traducir al francés.
 
Tienes razón, es un torturador del lenguaje; es lo que más destacan los especialistas en Huysmans, lo que más estudian es su complejidad lingüística; hablan, de hecho, de ‘el caso Huysmans’, un caso raro. Lo que ocurre es que Huysmans me sorprende respecto de otras obras que mencionas, porque se ve obligado a tascar un poco el freno de todo eso al asumir el género hagiográfico, que tiene sus propias reglas, un género entre la biografía y la admiración por el biografiado. Creo que para una personalidad como la de Huysmans, tan original, fue un esfuerzo, una disciplina adaptarse a él; hay partes que se desfonda, y se ve, sobre todo, su trascendencia espiritual, hasta qué punto es cierto que se convirtió, cómo él consideró que era una obligación transmitir esa conversión, y este es el resultado, la hagiografía de santa Liduvina, que no es su libro más conocido, ni el más representativo, pero sin duda es un libro muy interesante.
 
‘El caso Huysmans’. Antes se decía eso, ‘es un caso’. Ahora apenas se emplea esa expresión… ¿Por qué ya no hay casos, singularidades?
 
Es verdad, ese tipo de expresiones denotan una mentalidad distinta. Sin duda alguna, en aquella época había singularidades y personas distintas, y ese ser distinto no era malo ni bueno, era ‘un caso’. Mi madre utilizaba otra expresión similar: "este niño no es normal". Ahora tendría una connotación peyorativa, pero ella se refería a algo extraordinario. La norma como lo plano, y lo no normal como lo extraordinario, lo bueno. Esa perspectiva también se ha perdido.
 
¿Cómo se pasa del satanismo a la iluminación, como le sucede a Huysmans?
 
Portada de "Santa Liduvina de Schiedam", de J.-K. HuysmansHay mucho que decir sobre eso… precisamente, creo que su constante búsqueda de algo, no era un satánico convencido, digamos que era un diletante del satanismo, llegó hasta él por el hastío, el hartazgo… desde los 18 años fue funcionario, algo muy aburrido, al tiempo que cultivaba su vocación literaria y una formación impresionante, él tan exquisito, tan rebuscado, era una persona que no se conformaba con cualquier cosa, y eso le llevaba a explorar aspectos considerados un poco extremos. Como algunos de sus personajes, que no dejan de ser un alter ego suyo, está ahíto de tanta belleza, de coleccionismo, de literatura superelaborada, etc., y por ello busca nuevas sensaciones, lo que le condujo a tratarse con unos sacerdotes renegados que practicaban el culto de Melquisedec, dedicados a las misas negras. Huysmans asistió a algunas, pero después conoció al abad mundano Mugnier, quien lo convirtió hasta el punto de que Huysmans se volvió oblato, aquellos creyentes que, sin profesar los votos de una orden religiosa, sin dejar de ser laico, se ofrecen a Dios y se comprometen a cumplir parte de los compromisos de los religiosos de alguna orden. A partir de esa conversión, su literatura también cambió.
 
Por ello esta hagiografía…
 
Sí, Santa Liduvina es fruto de su conversión. Pero Huysmans no comulga con ruedas de molino, es muy crítico con la beatería, con cierta curia, con determinado clero, no soporta esos cánticos que se utilizaban entonces… Imagínate, si Huysmans escuchara el cuplé católico de hoy en día, se moriría, y si conociera al papa Francisco, se desmayaría. 
 
¿Cómo se transmuta el dolor en un hecho estético y ético, en algo hermoso, en una ofrenda?
 
Es casi lo más interesante del libro, cómo Huysmans interpreta esa labor redentora; realiza un catálogo de las sucesoras de Liduvina, desde Teresa de Águeda a santa Teresa. Lo atribuye a un designio divino, a una misión. Todas ellas han escuchado una voz, como Juana de Arco, y les anima a luchar contra el mal entregándose a sufrir por los demás. Todas ellas entregan su cuerpo y su alma a la oración y crean una especie de escudo protector contra el ‘muy bajo’ o ‘el bajísimo’, como lo denomina, ante el cual al demonio le cuesta trabajo penetrar. En un momento dado, se retrata la inmoralidad de la época que le toca a Liduvina, las guerras, los enfrentamientos fratricidas, la actitud de El Vaticano, la impudicia de los papas… así que ‘el ejército de Dios’ se pone en movimiento, y entre las mujeres la entrega es mayor.
 
¿No tiene algo de perversidad esta entrega a través del dolor?
 
Está siempre asociada a la Pasión de Cristo, lo describe muy bien santa Teresa en ‘Camino de perfección’.
 
Desde luego, hay un goce en ese dolor cargado de sentido…
 
En todos los casos se produce un enorme disfrute, no de orgasmo, como trivializan alguno, sino el disfrute de ver cómo el sufrimiento está sirviendo para algo. 
 
¿Cree que Huysmans nos sirve a día de hoy para entender nuestro mundo?
 
Desde luego. Ahí está la última novela de Houellebecq, ‘Sumisión’, en la que el protagonista es un especialista sobre la obra de Huysmans, es decir, que el cuarenta por cierto, aproximadamente, del libro está dedicada a este autor, aparte del grueso de la historia que narra la de Francia a los islamistas. 
 
¿Qué tendría en común Huysmans y Liduvina?
 
Aparentemente bastante poco, pero al final de su vida él se negó a recibir tratamiento alguno por su cáncer de laringe, y murió entre sufrimientos horribles. Esto fue sin duda influencia de Liduvina, que no me extraña que sea patrona de enfermedades raras y enfermos crónicos. 
 
Ambos eran, cada uno a su manera, excesivos. ¿A dónde conduce el camino del exceso?
 
Depende, puede llevarte a un lugar luminoso. Hablar del exceso nos remite a hablar de Rimbaud o Baudelaire, que  no son unos revolucionarios políticamente, aunque los hayan tomado como bandera los surrealistas y los anticapitalistas. De hecho, Rimbaud no llega a convertirse, pero casi, y Baudelaire era un reaccionario.
 
Como Rafael Lillo, el protagonista de su novela ‘La catedral del dolor’…
 
Jajaja, exacto. Huysmans, siendo un explorador de los excesos, es un hombre conservador, su opción religiosa no le sitúa en el reverso de la sociedad, por mucho reverso que él haya cultivado. Él sabía que algunas de sus prácticas no eran adecuadas para que las adoptara la sociedad, y no es cuestión de ser hipócrita, es distinguir entre cómo debe regirse la sociedad, lo social, y cómo te riges tú como individuo. Esa es una zona que produce zozobras. 
 
¿Qué le ha aportado como traductora y como persona Huysmans?
 
Como traductora muchísimo, es un desafío constante, sobre todo lexicográfico; una de las labores del traductor es hacer comprensible el texto y si, como en el caso de Huysmans, de por sí es complicado, tendrás que traducir esa opacidad sin traicionarla, por eso me ha supuesto mucho, y espero haber resuelto bien, porque miente el traductor que diga me ha salido bien una traducción, nunca estamos satisfechos del todo. Como persona me ha hecho volver a plantearme el hecho de la complejidad del individuo, la brecha entre lo que deseas y lo que eres. Ah, también me ha servido para quejarme menos…
 
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