Entrevista
Ángeles González-Martín, escritora y madre de un muchacho con autismo
“Lo que define una sociedad sana es que sea tolerante y respetuosa con las características de los demás”
17/11/2014
Esther Peñas
Si por oficio se dedica a la Informática, por devoción a la escritura, en la que comenzó a transitar gracias a su hijo de veinte años, con autismo. Ángeles González-Martín (Madrid, 1959), participó en la antología de relatos ‘Mi vida es mía’ (Plaza&Janés) y publicó su primera novela el pasado año, ‘La pintora de tumbas’ (Entrelíneas Editores).
Ahora presenta ‘La transparencia de las nubes’, en el mismo sello; en ella cuenta la historia de cuatro compañeros de facultad (Carmen, Marta, Sara y Miguel) que recuerdan, el día de su graduación, qué motivó en cada uno de ellos sus estudios de Medicina. El autismo, la acondroplasia, la lesión medular y la ceguera van hilvanando un tapiz en el que valores como la integración, la igualdad o la amistad quedan en relieve.
¿Qué reportan los cuentos a la infancia en general y a los niños con discapacidad en particular?
El desconocimiento produce miedo. Los niños canalizan el miedo con el rechazo o la burla. Contar la discapacidad como un cuento facilita la comprensión y les permite ver que los niños con discapacidad tienen las mismas inquietudes que ellos, los mismos sueños e idénticas ilusiones. He añadido una sección resumen de cada discapacidad tratada en los cuentos y de consulta de páginas web para fomentar también el interés de los padres.
Intento dar voz a los niños que, por tener una discapacidad, se ven apartados e infravalorados, mermada su autoestima. Contar lo que a ellos no les dan oportunidad, que son niños y desean y temen las mismas cosas. Que no quieren dar pena, sino que necesitan apoyos, extinción de barreras arquitectónicas, ciudades accesibles… ser personas como las demás.
Autismo, acondroplasia, lesión medular y ceguera. ¿Por qué estas cuatro discapacidades y no otras?
Quería reflejar los tres tipos de discapacidad: psíquica, física y sensorial. En el caso de la discapacidad física la representé en dos cuentos por dejar constancia de la gravedad de los accidentes de tráfico. Normalmente, nos informan del número de fallecidos en las carreteras, pero desconocemos la ingente cantidad de personas que resultan heridas de gravedad y pasan a engrosar la lista de personas con discapacidad. En el año 2013, el de menor siniestralidad, fallecieron 1.128 personas pero 5.206 resultaron heridas graves.
Tengo un familiar víctima de accidente de tráfico, Nuria, una magnífica mujer a quien he querido reflejar en los cuentos por su fortaleza y valentía. Desde hace diez años está en una silla de ruedas, reinventada. Una de las cosas que más me ha impactado en mi vida fue visitar el centro de parapléjicos de Toledo. Y también tengo una jovencísima amiga de casi once años, Paula, con acondroplasia. Es terrible ver la facilidad con la que se puede destruir la infancia, la edad de los sueños y la inocencia.
¿Qué se ve más allá de la transparencia de las nubes?
Personas. Niños, jóvenes y adultos. Algunos ven la discapacidad como algo que les ocurre a los demás, algo transparente en lo que no pueden verse reflejados. No pretendo ser dramática sino hacer ver que todos somos susceptibles de un cambio drástico en nuestras vidas, y que lo que hoy pretendemos ignorar mañana podemos ser nosotros los ignorados. Aunque sólo fuera por esto, deberíamos ser más empáticos. Pero realmente lo que define una sociedad sana es una sociedad tolerante y respetuosa con las características de los demás.
¿Qué destacaría de cada uno de estos cuatro personajes, Marta, Sara, Carmen y Miguel?
Los cuatro durante su infancia conocieron a niños con discapacidad y eso les marcó su futuro. No todos huyen o acosan, a algunos, muchos quizá, les fortalece y determina. Marta, en concreto, fue una pequeña de la guardería de mi hijo. Ella le cuidaba y protegía y fue capaz de ver en él al niño, al margen de su discapacidad. He querido homenajear a esos niños que ven en las diferencias una oportunidad para dar y recibir, para aprender y enriquecerse.
¿Cuánto hay de usted en cada uno de ellos?
Muchísimo, claro. Soy madre de un joven de 21 años con autismo y el camino no ha sido fácil. El rechazo, la burla y haber sido ignorados lo he vivido y me ha producido dolor, desesperación e impotencia. Más por mi hijo que por mí, desde luego. Por las oportunidades y los derechos que le han quitado.
¿De qué depende el que la discapacidad se convierta en un acicate –como en el caso que nos ocupa- o en una rémora?
La sociedad y las instituciones son los pilares para construir personas equilibradas y fuertes emocionalmente, cultas y preparadas. La discapacidad no se elige; si contáramos con los apoyos necesarios tener una discapacidad significaría tener una característica diferente. Es la propia sociedad la que obstaculiza y excluye, la que limita y fomenta el negativismo hacia la discapacidad.
¿Qué le ha cambiado como persona conocer el autismo de primera mano?
Más que conocer el autismo, lo que me ha influido es la discapacidad en general. Tantas familias, cada una con su problemática y dificultades, ver cómo luchan, cómo se esfuerzan y consiguen sus metas. Quizá me ha ayudado a ser menos quejica y más enérgica, a recomponerme con más facilidad.
¿Cree que siguen activados los estereotipos cuando se habla de personas con discapacidad?
Desgraciadamente, sí. Los estereotipos son conceptos generales que impiden ver la individualidad e identidad de la persona. Y ése es el objetivo, que la sociedad entienda que todos somos seres únicos. Yo soy yo y mis características.