Cuando ves a David Casinos ves un tío fortachón, guapete, con unas gafas de sol, acompañado de un perro (perra en este caso). Cuando él te ve a ti, en principio no te ve, pero rápidamente percibe con quién está hablando y, con mucha inteligencia, sabe siempre tener una conversación directa, afable, con sustancia. Te ve con el corazón, con la mente. 

 

La vida de David Casinos queda plasmada en “Todos los días sale el sol (y si no sale, ya me encargo yo de sacarlo)”, contada en primera persona, con la ayuda de sus periodistas amigos Mario Rebollo y David Blay.

 

David una “estrella paralímpica”, es decir, uno de los deportistas paralímpicos españoles más conocidos, un deportista de éxito y con cierta proyección social. 

 

Siempre considerando el alcance limitado que este deporte, como cualquier otro deporte minoritario, tiene en los medios de comunicación, en mi opinión, para que un deportista paralímpico se convierta en “estrella” tiene que reunir varios factores, pero sobre todo algunos de estos tres: disponer de un excepcional currículum deportivo, estar estrechamente vinculado a una zona geográfica autonómica o local muy concreta y tener una historia personal muy interesante. 

 

En el caso de David se dan todas ellas. En cuanto a currículum deportivo, lo ha conseguido todo: cuatro medallas en Juegos Paralímpicos, innumerables triunfos en campeonatos del mundo y de Europa. Es el mejor lanzador ciego del mundo. 

 

Sobre su “geolocalización”, David es una persona muy conocida en Valencia y todo un ídolo en su pueblo, Moncada. A veces me ha ocurrido que estoy hablando con él por teléfono, y él va andando por la calle en su pueblo y no para de interrumpir mi conversación para atender a uno y otro vecino que le para porque quieren decirle algo.

 

También es toda una personalidad en su lugar habitual de entrenamiento, en las instalaciones de atletismo del antiguo cauce del Turia en la capital valenciana. Mucha gente le reconoce en el tren de Moncada a Valencia cuando cada día acude a sus sesiones de preparación. Sus apariciones en medios de comunicación locales y los mil reconocimientos que ha tenido por parte de las instituciones valencianas hacen de él un personaje popular. 

 

Si en algo reside el interés que en los medios de comunicación y en la sociedad en general despiertan los deportistas paralímpicos es en su capacidad para ejercer como símbolos de superación, de lucha (y victoria) contra la adversidad. Son un espejo en el que muchas personas se miran y encuentran un aliento para afrontar cualquier problema que se les pueda presentar, por mínimo que sea o por grande que lo queramos hacer. 

 

Y en eso, David es un icono. La máxima expresión de que no hay por qué detenerse ante nada, de actitud positiva ante la vida. Mañana va a salir el sol, sí o sí. Y si no llamamos a David. 

 

Además, nuestra “estrella” paralímpica es muy consciente de la importancia de la comunicación a la hora de hacerse un hueco en la sociedad mediática y de los beneficios que puedes recoger después de labrarte, con trabajo, una imagen pública. Tras mucho sembrar se recolectan los frutos, y son frutos que benefician al propio David, pero también al deporte paralímpico en general y, por extensión, a la imagen social de las personas con discapacidad. 

 

Él así lo entiende y es un perfecto profesional en cuanto a dedicación se refiere, y además en todas las facetas: dando el callo en los entrenamientos, en las pistas y en el gimnasio y además atendiendo con gran dedicación a todo lo referente a su imagen pública en actos, medios de comunicación, eventos, etcétera. Y qué duda cabe que un libro sobre su vida, más allá de la buena historia que sin duda contiene, también es una eficaz herramienta de comunicación para su propia imagen. 

 

Tan interesante resulta su historia que da para hacer un libro. “Todos los días sale el sol” es un caso de éxito. Una persona que pierde la vista y que lejos de hundirse, apartarse y consumirse en su mal trago decide agarrar el toro por los cuernos y darle un revolcón a la vida pasándola a positivo. 

 

Pero en sus páginas también comprobamos que, por mucha determinación que David tenga (y la tiene), nunca podría haber llegado adonde está él solo. Necesitó a su familia, a su mujer y compañera de entrenamientos, Celia, que ocupa un papel importantísimo en el libro. Necesitó a la ONCE, a la que está eternamente agradecido, como todos los ciegos de España y que es un orgullo del que podemos presumir fuera de nuestras fronteras. Y por supuesto a sus ojos caninos, Ximena, que muy cerquita está ya de “jubilarse” y de pasar a disfrutar de la vida como un miembro más de la familia Casinos cuando un nuevo perro-guía venga a trabajar con David. 

 

Y ahora necesita como a nada en el mundo a la recién llegada Cayetana, que muy pronto verá en su padre lo que es, un gran campeón, que tiene una característica que algunos otros papis no tienen: que no ve por los ojos. Pero claro, Cayetana, tu papi ve por la mente y por el corazón. Aprendámoslo todos.