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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 22 de octubre de 2021cermi.es semanal Nº 455

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Incluidos

David Martínez Menayo, periodista

Del puro juego a la vocación realizada

22/10/2021

Beatriz Sancho

David Martínez Menayo, periodista con discapacidad visual y responsable de prensa del CERMI Estatal hasta hace un año, nació en Mérida, tiene 31 años y cuenta que recién licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla se trasladó a Madrid para, el 8 de julio de 2013 -retiene con meridiana claridad y júbilo la fecha-, incorporarse como becario a la agencia de información del Grupo Social ONCE, Servimedia, donde corroboraría esa pasión de ser periodista que tiene desde que le alcanza la memoria.

David Martínez Menayo en el crucero de la ilusión de Unidad Progresista, de ONCEDe la amaurosis congénita, catalogada dentro de las enfermedades poco frecuentes, con la que nació David Martínez, que tiene resto visual, aunque “no funcional”, ya que distingue la luz, ha obtenido su capacidad de resiliencia, de adaptarse con facilidad a los diferentes contextos, y el hecho de haberse convertido, según afirma, en una persona analítica y muy observadora. 
 
Pero lo que el ex responsable de comunicación del CERMI considera verdaderamente un tributo por parte de su discapacidad visual es haberle hecho enamorarse tan profundamente del periodismo. “Desde los 3 ó 4 años he tenido radio propia, me recuerdo escuchándola toda la vida. Estudiaba con la radio, me iba a dormir con la radio, me levantaba con la radio”, relata el periodista. Si le decían sus padres que por la noche la radio no, él, pícaro, se ponía los auriculares para que no se dieran cuenta. “He sido un poco rebelde, no para hacer cosas malas”, reconoce, “sino para autogestionarme”. 
 
Siempre lo tuvo claro: “Quería ser periodista para ser como esas personas que escuchaba haciendo radio”, confiesa el ex redactor de Servimedia. Le gustaba la información, la actualidad, y lo suyo era tal vocación que jugaba en su casa, a esa edad tan temprana, a grabar sus propios programas de radio en las memorables cintas de casete. Él mismo escribía las noticias de actualidad, las locutaba después, e incluso se desdoblaba en varias voces emulando a los distintos locutores. “Me podía pasar solo en mi habitación horas y horas”, recuerda, “jugando a ser periodista”. 
 
Solo una profesión más ha tenido este extremeño en mente y que, por cierto, esconde otro gran amor, esta vez por la educación, el aprendizaje: “Antes de querer ser periodista, con dos o tres años, quería ser conductor del autobús del colegio porque iba a clase en trasporte escolar y, como era muy feliz en el colegio, también quise ser de mayor quien llevara a los niños y a las niñas a clase”.
 
Y es que el entorno escolar fue en el que más cómodo y feliz, amén de incluido, se sintió el entonces pequeño David hasta el final de su infancia. La labor de la ONCE, subraya, fue “excelente” para su inclusión en la educación. Corrían los 90, y la organización ofreció a su madre la posibilidad de inscribir al futuro periodista en un centro de educación especial de la ONCE para personas ciegas, en Madrid o Sevilla; o bien ir a un colegio ordinario en Mérida, contando con el apoyo de un profesor itinerante de la ONCE.
 
David Martínez Menayo de comuniónSu familia optó por esta segunda opción y el niño, desde los dos años que comenzó a ir a la guardería hasta los 16, contó con la misma profesora de apoyo, Mercedes, de la que habla con un descomunal cariño y con la que aún mantiene contacto. Ella acudía al centro para ayudarle y también para asesorar a sus “extraordinarios” profesores a quienes aplaude merecidamente porque la gran mayoría “aprendió braille por mí para corregir los exámenes sin tener que mandarlos a la ONCE”.
 
Aunque nunca se ha negado a sí mismo su discapacidad y siempre se ha sabido una persona ciega en un entorno donde no había más niños con discapacidad, y aunque su familia no le sobreprotegió y sí normalizó su situación desde el principio, el emeritense, de ideas claras, distingue dos etapas vitales diferenciadas entre sí por la admisión final y total de su discapacidad.
 

GRÁCIL E INOCENTE MAQUILLADOR

 
La primera duraría “hasta bien entrada la adolescencia”. No se trata de una etapa de “negación de la discapacidad, pero sí de disimulo o maquillaje social”, admite. “No he tenido grandes problemas por la discapacidad, pero sí bastante ansiedad dentro de mí porque, a pesar de haber estado incluido siempre socialmente, mis amigos del colegio sí sabían que era ciego, porque estudiaba y escribía en braille y lo veían, pero en el barrio no sabían que era ‘tan ciego’, y yo jugaba a hacer que veía más de lo que veía”. 
 
Si sus amigos en esa época iban a jugar a su casa, “quitaba todos los libros en braille de la mesa y los guardaba, para hacerles creer que veía más de lo que en realidad veía”. Intuye el periodista que haría aquello para sentirse “más incluido, cuando en realidad estaba incluido en el entorno escolar donde todos sabían perfectamente de mi discapacidad y con ella me aceptaban”.  Explica nuestro entrevistado, "justo por ese motivo no utilicé bastón hasta bien entrada la adolescencia”, ya que “era capaz de autorregularme”. Este tenue maquillar sirvió para que el niño de aquel entonces, único con discapacidad en su barrio, se sintiera, lo repite: “más igual a los demás”.
 
Sin embargo, llegó la adolescencia, y con ella la apertura, la confianza en sí mismo, la honestidad y el abandono de esa necesidad de acicalar o rebajar su discapacidad visual para igualarse con sus coetáneos. “Ya a partir de finales de la ESO o principios de Bachillerato, sobre los 15 años o así, salí plenamente del armario respecto a la discapacidad. Empecé a utilizar el bastón y dejé de tener problemas de admitir que solamente veía un poco cuando había sol y en la calle, y que en sitios cerrados y por la noche no veía nada. Admití finalmente que era una persona ciega”. 
 
David Martínez Menayo en los lagos de Covadonga (Asturias)Sospecha que hizo amigos “más cercanos y más maduros conforme pasó el tiempo, y me di cuenta de que no me sentía tan juzgado y de que no tenía que demostrar nada”. Esos amigos de los 15 o 16 años son los mismos que conserva y que siguen ahí cuando vuelve a Mérida. “Dejé de tener problemas para agarrarme del brazo de alguien o para utilizar el bastón, y esto me permite ir mucho más relajado por la calle”.
 
En realidad, el joven extremeño no se avergonzaba de su discapacidad, pero decidió pasar desapercibido hasta los 14 o 15 años además de por esa carencia de “iguales”, porque “a esa edad llamaba tantísimo la atención, que sentía que, muchas veces, los chicos y chicas de mi edad se fijaban más en la discapacidad que en la persona, más en la discapacidad que en el amigo del barrio”.
 
Tras la secundaria llegó la Universidad. Se marchó a Sevilla, donde vivió de 2008 a 2013, y encontró en la institución universitaria las barreras que no tuvo en la enseñanza primaria y secundaria. “Allí no había tanto interés por parte del profesorado en atender a alguna especificidad del alumno. A lo mejor pedía que me pasaran un material que se iba a utilizar en clase un par de días después, para tenerlo en el ordenador y poder escucharlo, y algún profesor no me lo daba, y se justificaba”, lamenta el licenciado en Periodismo, “diciéndome que en sus clases los alumnos y alumnas tenían que llevar el mismo ritmo”. 
 
Esto obligaba al entonces estudiante a “dedicar más tiempo a buscar el continente accesible que a estudiar el contenido curricular”. Sin embargo, nada pudo detener a David Martínez (que durante la carrera de Periodismo hizo algunas prácticas en diversos medios, como en el Diario de Sevilla, en los que tampoco encontró problema alguno para su completa inclusión laboral) de convertirse en el excelente periodista que hoy es, y que puede confirmarse con facilidad paseándose - ¿por qué no? - por la gruesa hemeroteca de esta casa, del cermi.es semanal.

 

INCLUSIÓN PLENA

 

La auténtica vida laboral de David Martínez Menayo comienza cuando le contratan como redactor, tras demostrar su previa solvencia como becario, en Servimedia, allá por el 2013, y en esa vida laboral “sobre todo”, como confirma, “hay que hablar de inclusión”. Si bien es cierto que en otros sectores fuera del periodismo sí le han excluido alguna vez, como cuando hizo una entrevista para trabajar de teleoperador, mientras estudiaba la carrera, en la que le dijeron que de haber sabido que era ciego no le habrían llamado, y que él “no podía realizar ese trabajo”.
 
David Martínez Menayo en un Seat 600Venirse a Madrid fue una “experiencia muy enriquecedora” tanto en esa primera etapa de becario, como en la posterior de redactor, y luego en la de responsable la Comunicación del CERMI –desde Servimedia e Ilunion Comunicación Social-. “Jamás podré devolver a Servimedia y al CERMI todo lo que me han enseñado profesional y personalmente, porque he disfrutado trabajando, y eso es una suerte: levantarte por la mañana a realizar un trabajo que te gusta, por el que te pagan, y que no te cueste venir a trabajar”.
 
El redactor repasa con alegría, y quizás cierta nostalgia, sus cometidos en Servimedia y en el CERMI, y aprovecha para recordar las barreras con la que se ha encontrado en esta gran ciudad llena de “patinetes eléctricos y contenedores tirados por medio de la calle”, que le hacían y le hacen, asegura medio en broma, medio en serio, “tener que salir diez minutos antes que cualquier periodista sin discapacidad a cubrir un evento periodístico”. Aunque, por otra parte, también agradece mucho el gran arropo de la Villa por acoger tanta y tanta diversidad, y que su discapacidad pase tan inadvertida.
 
El ritmo de la agencia de noticias, que es rápido y trabaja con la inmediatez, añade un plus de dificultad según este periodista con discapacidad porque “cuando te encuentras con un documento inaccesible tienes una limitación, y tienes que solucionar ese problema cuanto antes para tratar de sacar la información al mismo tiempo que otra agencia de la competencia”.
 
Lo que más le ha gustado de su experiencia laboral tanto en Servimedia como en el CERMI es “sin duda, hacer información, cubrir los eventos, pensar en un titular, entrevistar a una experta en violencia de género en la primera o a una persona con discapacidad”.
 

DESTINO ACTUAL: LA EMPRESA ORDINARIA 

 

David Martínez Menayo de ponente en unas jornadas de Dircom de La CaixaDesde hace casi un año, David Martínez pasó a engrosar la plantilla de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) donde se siente completamente incluido, y está aprendiendo muchísimo. Dejó atrás, al menos de momento, las empresas relacionadas con la discapacidad y formadas por muchas personas con discapacidad, y está sumergido por completo en un nuevo ámbito, el empresarial por antonomasia. En la CEOE trabaja en su gabinete de Comunicación haciendo dosieres informativos; preparando guiones o discursos; cubriendo algunos eventos y jornadas de la CEOE y su Fundación, ya que, asegura, la entidad “está potenciando ahora mucho lo social desde la Fundación CEOE”. 
 
Si hay algo de lo que se ha percatado de su incursión en la empresa ordinaria, tanto por la CEOE como en 2015 cuando trabajó como becario en el gabinete de prensa en el Congreso de los Diputados, es que  “cada vez más gente rompe sus prejuicios hacia la discapacidad, y no solo admiten su desconocimiento, sino las ganas de saber sobre ella”. 
 
De hecho, el joven periodista cuenta que le ha pasado en varias ocasiones, al enviar una nota previa a una convocatoria de medios, que las personas con las que hablaba por teléfono y luego le veían en el evento realizando su función de periodista le decían: “¡Anda, no pensaba que eras una persona ciega!”. “Y claro”, como él mismo indica, “no hay diferencia entre mi nota de prensa y la de otro compañero o compañera que vea”. 
 
David Martínez Menayo ante un paisaje nocturnoAdemás de persona flexible, exigente consigo mismo y con los demás, también se confiesa “impaciente, y tanto que, literalmente, me cuesta conjugar la palabra esperar”. Pero, puestos a esperar, esta vez de la mismísima existencia, la expectativa mayor de este periodista extremeño resulta ser la de dedicar su vida “a cosas que me hagan sentir lleno y útil”.
 
Y es que para David Martínez “la vida es tiempo porque, por desgracia o por suerte, no es ilimitada, ni eterna”. Y de ahí que quiera utilizarla para realizar aquello que le gusta: una tarde de sofá sin hacer nada, meditar, leer, un café en buena compañía, viajar, trabajar, cuidar, escuchar, hacer un voluntariado como el del Teléfono de la Esperanza, que en verdad está realizando actualmente, y del que tiene muchas ganas de hablar, de contar cómo lo está disfrutando… y a ello se lanza: “se trata de sentarse en turnos de seis horas a escuchar por teléfono a personas que están solas, que están deprimidas o tienen algún problema”. 
 
Y es que, lo dice con el corazón en puro gozo, este voluntariado se ha convertido para este “sensible ser” en otra forma de emplear el tiempo que le llena profunda, auténticamente: “La gente te dice que les ayudas mucho escuchando”, comenta, “pero es a ti a quien ayudan ellos y de quienes aprendes en cada llamada”. Aunque el voluntariado no desbanca, por si cupiera duda, a esa otra pasión, su vocación: el periodismo, que brotó y se ha anidado en su alma desde su más tierna infancia de forma firme, libremente, y sin esfuerzo alguno.
 
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