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viernes, 30 de abril de 2021cermi.es semanal Nº 434

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Entrevista

Raúl Quinto, escritor

“La construcción del loco a lo largo de la historia muchas veces no es sino la estigmatización de la diferencia para el control represivo por parte del poder”

Por Esther Peñas

30/04/2021

Fernando Oreste Nannetti (Roma, 1927–Volterra, 1994), hijo de padre desconocido y de una madre que se desentiende de él, fue ingresado en un centro para persona con desórdenes mentales a los diez años. Desde entonces, su vida es un entrar y salir (ocasionalmente) de distintos manicomios. Su manera de sostenerse fue escribir en los muros del patio con la hebilla de su uniforme de interno. Uno de los muros medía 180 metros y dos de alto; el otro, 102 por veinte centímetros, ocupando el pasamanos de hormigón de una escalera. También envió cientos de cartas a personas inexistentes. Firmaba como NOF, NOF4 (sus iniciales a la inversa más el número de serie que recibió en el centro). De todo ello nos habla Raúl Quinto (Cartagena, 1978) en La canción de NOF4 (Jekyll&Hill), un acercamiento lírico y hondo al misterio de un hombre.

Portada de 'La canción de NOF4', de Raúl QuintoConoce a NOF en una exposición. ¿Por qué se fascina con su historia de entre las demás?
 
El arte marginal siempre me ha fascinado y, en mis visitas a París, una de las paradas obligatorias es la galería Halle Saint-Pierre, a los pies de Montmartre. En 2012 habían montado la exposición Banditi dell’arte, con un montón de obras de artistas outsider italianos, que incluso dentro de su radical individualidad no dejaban de ser las fórmulas habituales en este tipo de expresión. Pero en una pared había una gran fotografía del muro de Nannetti, que ya estéticamente me atrapa, porque hay en esa obra algo de abismado y de sublime, en el estricto sentido romántico, que me noquea; después, al conocer la historia que hay detrás, no pude quitarme de la cabeza la imagen de alguien escribiendo en un muro, sin parar, a lo largo de los años, empequeñecido por una obra monumental. Como escritor, la potencia poética de esa imagen como metáfora de tantas cosas fue definitiva. Más tarde comencé a investigar sobre el muro y sobre Nannetti y la fascinación no deja de crecer. Hasta llegar al libro.
 
¿Estaba loco? Antiguamente, la locura pertenecía al linaje de lo sagrado. ¿Queda algo de sagrado hoy en la locura?
 
Según los baremos oficiales, evidentemente estaba loco. Otra cosa es cómo se ha ido construyendo la imagen del loco a lo largo de la historia. Hay algo perverso en esa construcción, que muchas veces no es sino la estigmatización de la diferencia para el control represivo por parte del poder. La locura ha pasado de ser un regalo de los dioses, que permitía una mirada distinta al mundo, vetada para la mayoría, análoga incluso a la creatividad artística o a la profecía, a convertirse en una enfermedad, en lo otro roto, en algo que se sitúa en los márgenes como un espejo de lo que no se debe permitir ser. La locura sigue siendo un tabú, y hay, en general, una incomprensión muy agresiva contra las personas que padecen enfermedades mentales. Lo vemos cada día en los medios que construyen la opinión pública: el loco es siempre alguien del que reírse o del que tener miedo, es siempre lo otro, hay tanta atracción por ese abismo como repulsión. Sobre muchas de esas cosas se reflexionan también en La canción de NOF4.
 
La obra de Fernando nos remita al art brut, arte otro, llámese como se quiera. ¿Qué vínculo se produce entre locura y arte?
 
Los griegos lo conectaban directamente, ambas cosas eran fruto de un mismo regalo de los dioses. En ambos lugares se produce una disonancia en la mirada, una salida de la norma y de lo establecido para crear una otra cosa, un otro mundo que pone en cuestión el mundo establecido. Es un tópico, pero la línea entre genialidad y locura es siempre difusa porque no deja de ser una convención artificial impuesta desde marcos de dominación y tipificación de la realidad. Qué es la poesía si no un lenguaje siempre a punto de perder el sentido, como decía Derrida, siempre transitando en esas fronteras.
 
¿Para qué y desde dónde escribe Fernando Oreste?
 
No lo sé. Escribía en el muro y escribía también postales y cartas sin parar que nunca llegaban a su destino, o bien porque eran requisadas o bien porque no había nadie al otro lado. Estaba solo. Aberrantemente solo. Es posible que la escritura fuera un modo de afirmación existencial o una red de seguridad para no hundirse en la oscuridad definitiva. Una válvula de escape para su mundo interior, un mundo que se lo come todo, empezando por las paredes del manicomio donde estaba encerrado. Pero nadie lo sabe, y por eso es tan fascinante. Esa es una de las claves que me hicieron escribir este libro aun sabiendo que no iba a encontrar la respuesta.
 
¿Qué puede la palabra frente al miedo y frente al mundo?
 
La palabra construye el mundo, los relatos dan seguridad, fijan las cosas en el caos y ofrecen certidumbre cuando la realidad, la existencia, es por definición pura incertidumbre. Pero la palabra no basta, hay excesos de realidad que no pueden ser dichos, hay caminos que no pueden ser descritos, el mundo no cabe realmente en el alfabeto. En esas fisuras es donde crece la poesía y el arte que me interesa. Quizá a ese vacío inasible es a lo que se llama locura.
 
¿Por qué Fernando Oreste prefiere hablar con el muro a hacerlo con alguno de sus compañeros?
 
No lo sé. Es un misterio, podemos dar una explicación clínica y seguramente la encontraríamos con facilidad, pero hay algo que siempre se nos escapa, ¿qué pasaba realmente en su cabeza?, ¿qué pasa realmente en la cabeza de todo el mundo?, ¿cómo es el mundo desde otros ojos, desde otros mundos? Lo especial de la historia de Nannetti es que no se dejan de abrir puertas, de ofrecernos preguntas y de confrontarnos de alguna forma con nosotros mismos y el abismo que llevamos dentro.
 
¿Qué hace falta, a su juicio, para conectar con Fernando, tal y como hizo Aldo Trafeli, uno de los enfermeros que cuidaban de él?
 
Raúl Quinto, escritorLo primero que hizo Aldo Trafeli fue prestarle atención a Nannetti, como ser humano individual, hablar con él, interesarse por eso que hacía en el muro, por ese mundo interior que se desbordaba. Es una hermosa lección sobre lo que son las relaciones con los demás, no digo ya por lo solos que están los señalados como diferentes, la dictadura del otro que nos separa del resto. A veces es suficiente mirar a los ojos, escuchar, dejarse llevar al mundo que te propone el que está en el otro lado. Yo propongo eso, dejar los prejuicios y mirar de frente el espejo que siempre son los demás. Mirar a los ojos a Fernando Nannetti, vivir en el muro.
 
¿Por qué escribía en mayúsculas?
 
Seguramente porque le resultaba más sencillo, son formas más simples y asequibles para escribir con una hebilla en un muro, supongo. O quizá es porque toda su escritura no es otra cosa que un grito.
 
¿Fue feliz, Fernando?
 
No podemos saberlo, el sufrimiento y la tortura a la que fue sometido durante años de aislamiento y tratamientos psiquiátricos agresivos está ahí, su peripecia de soledad, abandonos y maltrato social son evidentes. Pero fue capaz de crear un mundo mucho más amable para él en la ficción del muro, probablemente fue lo único que pudo hacer no ya para ser feliz sino simplemente para sobrevivir.
 
¿Es una ironía que parte de la escritura mural se conserve en el museo que lleva por nombre a un criminólogo, César Lombrosso?
 
Lombrosso es una de las grandes referencias de la ciencia italiana de finales del XIX y sus teorías fueron adoptadas en medio mundo durante muchos años, aunque ahora suenen desfasadas. También se utilizaron sus clasificaciones fisionómicas en el mundo de la psiquiatría, junto a otros tratamientos que ahora mismo nos suenan aberrantes. Me parece de una coherencia brutal que un nombre así albergue piezas que son pura destilación de esa opresión institucional, de esa tortura vestida de medicina de la que Nannetti y tantos otros enfermos fueron víctimas. No nos deja distraernos de que más allá de la fábula hay un universo de dolor. 
 
¿Qué hay –de haber- de Raúl Quinto en NOF?
 
Parte de mi vida y de mis obsesiones como creador acerca de qué significa escribir, por qué lo hacemos, dónde están los límites de la cordura, de la normalidad, quién decide quiénes somos y lo que podemos hacer, todo eso cristaliza en esta figura fascinante, como en un espejo negro. También  hay un proceso de investigación que  me transforma, una experiencia en Volterra, horas en soledad delante del muro. Sin duda Fernando Nannetti ya forma irremediablemente parte de mí, ojalá sea capaz de contagiar a los lectores un mínimo de esa fascinación. 
 
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