Es innegable que la labor del CERMI agrupando a las grandes entidades que representan a diferentes discapacidades ha sido fundamental a la hora de legislar avances que repercuten en nuestra cotidianidad. Su compromiso para con los derechos de las personas con discapacidad y la accesibilidad universal ha servido para dar voz a cerca de cuatro millones de personas de nuestro país, a sus familias y a profesionales que trabajan en el ámbito de la discapacidad. Todo ello es posible también gracias a el cermi.es semanal porque lamentablemente los medios de comunicación genéricos suelen darnos poco espacio, aún ocupando el segundo lugar en el informe de delitos de odio que emite el Ministerio de Interior. 

 

Por otro lado, y de forma generalizada, nuestro hueco suele estar en la sección de salud, como si toda nuestra riqueza residiera solo en aspectos “sanitarios” con noticias que tratan el éxito de tal experimento para la erradicación de tal patología. Una visión de la (dis)capacidad reduccionista, que impide ver más allá de que el hecho de vivir con diversidad nos permite otra manera de ver las cosas, de vivir y de afrontar la lucha con dignidad. 

 

En ocasiones, las políticas públicas, a través de la acción por la discapacidad, apuestan por una integración asimilada para las personas con diversidad funcional, equiparada a la que imponen algunas a personas inmigrantes. Esto ha tenido consecuencias negativas para nosotros y nosotras. Nuestra política de alianzas con las organizaciones de la sociedad civil debe buscar trascender esta lógica, avanzando hacia posiciones de reconocimiento de la diversidad que fomenten la inclusión de todas las personas. Nuestros objetivos no deben limitarse a conseguir que los entornos y la información sean accesibles, sino que necesitamos avanzar hacia una cultura de la diversidad en la que todas y todos podamos ejercer plenamente nuestros derechos y disfrutar de una ciudadanía activa y participativa. 

 

Creemos y queremos tejer lazos y relaciones con el movimiento asociativo que representa los intereses de toda la diversidad, siendo correa de transmisión entre las instituciones y los movimientos sociales. El protagonismo debe recaer sobre las personas con diversidad funcional, por lo que debemos seguir fomentando nuestra participación en todos los ámbitos y niveles, siendo parte de los movimientos y permitiendo que éstos puedan canalizar sus demandas y necesidades para incluirlas en las políticas públicas. Ser partícipes de las decisiones que se tomen requiere procesos de participación social y política. 

 

Es el momento de una alianza regeneradora e inclusiva, es el momento de que nosotras, las personas con discapacidad, lideremos un espacio que nos corresponde por derecho para elaborar, promover y ejecutar políticas públicas que nos incumben, en tanto somos los sujetos destinatarios de dichas políticas. Y el CERMI tiene un papel fundamental como agente para incluir a las pequeñas organizaciones teniendo en cuenta el factor de sus diferencias y espacios propios. Que no sea una única voz homogénea ante un mundo “sin discapacidad”, sino una multitud de voces unidas y reivindicando. 

 

La responsabilidad que supone representar a miles es una tarea titánica que no siempre es fácil, por ello es imprescindible escuchar y dejarse guiar por la inteligencia colectiva. Las diferentes entidades que conforman el CERMI son ese timón tan necesario en tiempos de tanta incertidumbre. Mucha suerte.