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viernes, 18 de septiembre de 2015cermi.es semanal Nº 181

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Cuarto de invitados

Fermín Bocos, periodista

“La capacidad de atracción del mal es pura sugestión”

Por Esther Peñas

18/09/2015

Que el infierno no sea un lugar físico –y eterno- de suplicio sino un estado de desolación causado por el alejamiento de Dios es una concepción reciente. Desde tiempos inmemorables la concepción de un lugar que albergue las almas de quienes transgreden las normas morales era, además de corpórea, siniestra e inquietante: el infierno para los cristianos, Gehena para los judíos, Tártaro para los griegos, puente del Sirat para musulmanes, inframundo para tantas otras religiones... El periodista Fermín Bocos (Santander, 1949) acaba de presentar ‘Viaje a las puertas del infierno’ (Ariel), un periplo que le ha conducido a aquellas entradas al averno contempladas por la mitología, la religión, la leyenda... Pueden acompañarnos, pero recuerden las palabras del Canto III de ‘La Divina Comedia’: “Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza...”

Fermín Bocos, periodistaPara hacer este viaje, ¿hace falta capacidad de asombro, una porción de fe, una brizna de candidez..?
 
Acepto las tres premisas y añado dos, disponer de tiempo y sentir placer y amor no oculto hacia el mundo antiguo. Este libro es un viaje cultural alrededor de lugares que, en la Edad Antigua, eran tenidos como una puerta del infierno, donde hubo un oráculo en el que los hombres hablaban con los dioses y por territorios en los que persiste la huella de la memoria de un mundo ya adentrado en la niebla… 
 
Digamos que el miedo nos ha regido desde antaño…
 
Durante muchos siglos, la idea fundamental del diablo y del infierno como castigo a las actuaciones de los humanos ha regido la vida de quienes nos han precedido y, sin embargo, y ésa es una cuestión que me hice a lo largo de este viaje, el hombre del siglo XXI carece de esa preocupación. Los jóvenes de hoy en día ni siquiera saben qué o quién es el diablo, acaso a través de un grupo de rock que pasa por ser satánico, y fíjate hasta qué punto la ignorancia de ese pasado les impide interpretar la mitad de las obras del Prado o de la literatura, Dante especialmente. Hablo de nuestra sociedad, pero en Estados Unidos, donde existen muchas confesiones religiosas, sobre todo evangelistas, y el mundo islámico, la conciencia del infierno gravita todavía sobre los creyentes.
 
El mundo antiguo está presente incluso en las cosas más pedestres, pienso en los iconos del whatsApp, los tres monos, uno tapándose los ojos, otro la boca, otro los oídos, tomados de los santuarios de Nikko (“no mires al mal”, “no hables con el mal”, “no escuches al mal”). ¿Qué nos perdemos con la ignorancia?
 
El pasado permite interpretar el presente e incluso avizorar el futuro, si no sabemos de dónde venimos tropezaremos varias veces con las mismas piedras. Frente a quienes puedan argumentar que el concepto del diablo o del infierno es algo que pertenece al mundo de la fe o la especulación filosófica podríamos simplemente transmutar la palabra ‘diablo’ por ‘mal’. De ese modo, ¿quién es capaz de negar el mal en nuestro tiempo? Ese mal, por ejemplo, que es origen del Estado Islámico, que tortura a la gente, que degüella mirando a cámara… todavía persiste esa concepción del mundo de Rousseau, por la cual todos somos buenos, pero el mal existe, y el diablo es el jefe de recursos humanos del infierno. 
 
Hace horas extras, en unos lugares más que en otros…
 
Sí, a veces su huella se escapa a la racionalidad; por ejemplo en Sicilia, en el castillo donde vivió el protagonista de ‘El Gato Pardo’, la monja sor María Crocifissa Della Concezione recibió una carta del mismísimo diablo, que aún se conserva, yo la he visto. Está escrita en un idioma desconocido. También encontramos el reverso de esta historia, donde la tradición sitúa una puerta del cielo, el monte Athos, un lugar especialmente interesante, el único lugar del mundo donde está prohibidA la entrada a las mujeres y a todo ser humano que no pueda acreditar su condición masculina, están excluidos incluso los barbilampiños, los adolescentes; un lugar que se rige por normas del imperio bizantino dictadas en el siglo XI y que, tras la entrada de Grecia a la Unión Europea, se respetó esta singularidad que contradice todas las normas de igualdad. 
 
Esta carta del diablo recuerda al ‘Manuscrito Voynich’, del siglo XV, también escrito en idioma incomprensible. ¿Cuánto de charada o de burla a la posteridad hay en estas historias?
 
La superchería, la impostura, anida detrás de alguno de los fenómenos o rituales que han sobrecogido a la gente; te voy a contestar, pero permíteme una subordinada. He descendido al infierno al que bajó Ulises, el oráculo de Necromanteion, en el norte de Grecia, no iba de la mano de Tiresias ni me encontré con los antepasados que habían muerto en la guerra de Troya, pero se ha descubierto que ese oráculo era el fruto de un montaje de los sacerdotes que hacía de psicoanalistas; la gente pasaba allí unos cuantos días, ayunaba, incluso han encontrado restos de hachís donde se realizaban las libaciones y los sacrificios, por el camino seguro que compartían confidencias con sus compañeros y los sacerdotes tenían sus confidentes y hacían una puesta en escena que sobrecogía a todos. Respecto al manuscrito te diré que hay muchos mundos y están todo en este, y hay cosas y fenómenos para los que no tenemos explicación, y no es cuestión de fe. Aunque, por educación y tradición familiar, he recibido una educación cristiano-católica, en la que la figura de Dios ocupa un lugar central, Dios con mayúscula, que es como hay que seguir escribiéndolo, por otro lado, el paso del tiempo y algo que me ha inquietado sobremanera que es el silencio de Dios, me ha desplazado hacia el agnosticismo; el ateo niega, yo no puedo reconocer en términos de racionalidad la existencia de un ser superior y supremo. No obstante, y a pesar de ello, se le puede echar de menos, sobre todo a raíz de la constatación del mal. Si no es, debería ser. 
 
Pero, ateniéndonos a un principio aceptado como la teoría de los opuestos, ¿la constatación del mal no presupone su contrario, es decir, el bien?
 
Eso nos enseña la física; si lo piensas bien, la negación de algo presupone la concepción de ese algo. Por otra parte, recuerdo que Baudelaire aseguraba que la principal habilidad del diablo consiste en hacernos creer que no existe. A partir de esa frase, la propia concepción del infierno ha sufrido en la doctrina oficial una transformación. Hasta Juan Pablo II el infierno era el infierno, un lugar físico en el que Pedro Botero administraba las calderas y donde el que se había portado mal se pasaba el resto de su vida calentito y en malas compañías. Después se llegó a interpretar como el sufrimiento provocado por la ausencia de Dios; esa distancia era insufrible. Benedicto XVI ha vuelto al principio, al infierno en los términos que conocemos. Francisco, al menos  cuando era obispo de Buenos Aires, tenía un planteamiento ecléctico. Vamos a ver en qué acaba la cosa. 
 
Una de las paradas es Turín, ciudad diabólica por excelencia, a pesar de conservar, eso dice la tradición, el Santo Sudario...
 
Sí, además hay una presencia constante de la masonería en una ciudad que, además de la Sábana Santa, alberga, en una de sus basílicas, el Santo Grial. La figura de alguien que se hace cargo del resultado del juicio final viene desde el mundo egipcio, del ‘Libro de los muertos’. El ser humano, tenga o no fe, tiene una pulsación anterior a la fe que es un impulso que le lleva a separarse del mundo animal y a pensar que tiene una componente espiritual, que esto tiene que tener alguna explicación, qué hacemos aquí, qué justifica la vida. Quizás los dioses nos los hemos inventado y de paso también el diablo, pero si llegamos a la conclusión de que lo que se añora es lo que uno necesita igual resulta que la realidad es anterior a la necesidad. Este libro no es un ensayo, aunque algo de eso también tiene, es un libro de viajes a lugares donde le despiertan a uno la curiosidad y le provocan la sorpresa.
 
Sorpresa como que el Monasterio de la Rábida sea una de esas puertas que conducen al infierno...
 
Yo tampoco lo sabía. En tiempos antiguos había una puerta del infierno allí, es probable que Ulises, en su viaje, llegase hasta ese lugar, franqueado por los ríos el Tinto y Odiel, porque responde al mismo paraje descrito en los libros. La historia dice que allí había un lugar sacrifical, donde algunas doncellas eran  sacrificadas en honor a Perséfone, Proserpina, para procurar la fertilidad de los campos y pedir a Hades que no la retuviera más que tres meses en el inframundo porque, si ella seguía bajo tierra, su madre, Démeter, Cibeles, haría que los campos fueran yermos… ese lugar habla de un mito alrededor de algo que ha sido lo esencial para nuestros antepasados, la agricultura. Para controlar los ciclos de fertilidad, acudían a los dioses. En el centro de Sicilia había un altar dedicado a Ceres, en lo alto de un pico que está a 950 metros y que también visité un día de tormenta. Me sonó el móvil, se me ocurrió cogerlo, y me pegó un chispazo que me dejó, durante un par de meses, varios dedos de la mano insensibles.
 
Sé que no hay explicación canónica pero, ¿por qué la granada es el fruto capaz de retener a alguien en el infierno?
 
No lo sé, como dices, no hay explicación alguna, al menos yo no la he encontrado. Había una corriente entre los antiguos, el evemerismo, que trataba de encontrar la razón al porqué de los mitos, dieron algunas explicaciones bastantes plausibles y satisfactorias pero respecto de la granada como fruta de los muertos no se sabe... quizás tiene que ver con que germina a destiempo, o con que es capaz de mantenerse consumible en época de invierno… el caso es que, desde antiguo, se asocia con el infierno. Tampoco hay explicación, más allá de la broma, al hecho de que Teseo, al bajar al Hades para buscar a Helena, con arreglo a la infracción tenía que haberse quedado allí, pero consigue salir, no sin dejarse sus posaderas pegadas a un asiento. De ahí la fama de los atenienses de nalgas estrechas.
 
Salvo el templo consagrado al diablo en Tokio, Taisoji, el único que le ha decepcionado, todos los demás están ubicados en centros de poder...
 
La construcción de un discurso ideológico relacionado con el miedo sirve para preservar el poder, para amedrentar, para infundir temor; quien administra ese discurso tiene a su disposición una herramienta fundamental para el poder: el miedo. Cicerón creía que el temor a los dioses y las consecuencias de infringir los preceptos de las religiones antiguas eran lesivos para los intereses de la República. Pero siempre ha habido poetas o filósofos, desde Epicuro a Lucrecio, mucho antes de que a Nietzsche le creciera el bigote, que han intentado liberar a los individuos del miedo a la muerte. El discurso del temor está muy relacionado con el temor de qué pasará después de la muerte. Lo ha heredado el cristianismo en parte del judaísmo, y el catolicismo directamente de Roma y Grecia. 
 
Hablando del dios Pan usted asegura que es un “señor también terrible pero al que se le ve venir”. El diablo es más sibilino, se entiende...
 
Bueno, siempre está en la letra pequeña, en los detalles, el diablo es un ente capaz de comprender antes que nadie cuáles son las debilidades de los seres humanos y, a partir de ahí, da cuerda, carrete, para que cada uno pueda equivocarse a su manera. Lo que ocurre es que tropieza con algo que es superior y anterior a él, la libertad, la que nos ha dado nuestra condición humana, ahí está y no hace falta citar a Max Weber o a Rudolf Steiner  por no ponernos estupendo, lo que quiero decir es que con esa libertad uno puede administrar perfectamente sus pasiones y pulsiones. Dicho eso, en la vida moderna, nuestro mundo hace bien en pensar que ‘vivir y dejar vivir’ debería ser la máxima de nuestra civilización, pero el dejar vivir entraña asumir la responsabilidad que supone vivir en sociedad, es decir, respetar a los demás. 
 
Siendo agnóstico sorprende la sensación de inquietud que describe cuando estuvo en el templo de Baal... ¿qué ha perdido el hombre alejándose de lo sagrado?
 
Más que perder, se pierde, se pierde la esperanza de que la vida tenga un sentido y que el proceder bien en la vida, de no lesionar a los demás ni a uno mismo, si no tiene una recompensa, por lo menos que no tenga un castigo; y lo que se ha perdido, esta vez en positivo, es decir, lo que se ha ganado, es el temor a hacer las cosas por el castigo. Si la libertad debe gravitar sobre nuestras conductas es porque nos ayuda a ser mejores personas, a partir de ahí, el templo Baal es un punto fundacional del cristianismo. Sitiado en la frontera con Siria, allí acompañaron los discípulos a Jesús, su paisano, esos discípulos que eran pescadores del lago Tiberiades, que está en línea recta a unos 80 km, porque las alturas del Golam permiten varios climas. El templo está rodeado de una enorme frondosidad, en él nacen varios riachuelos y queda al lado de un pico o farallón, una entrada al infierno, sembrada por hornacinas dedicadas al dios Pan. En tiempos anteriores a los romanos era un lugar dedicado a rituales orgiásticos… Al lado está el desierto de Judea. Es el lugar físico en el que Jesús le pregunta a Pedro quién cree que es, y él responde: “Eres el Mesías”, a lo que Jesús le dice que eso se lo ha tenido que decir su Padre (en este relato coinciden los cuatro evangelistas) y entonces es cuando pronuncia aquello de “te llamarás Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” y, dirigiéndose hacia atrás, hacia donde está la puerta el infierno, el templo de Baal, concluye “y sobre esta piedra el mal no prevalecerá”. Veinte siglos después, ahí está el papa Francisco para demostrar que aquello era algo más que una profecía. No hace falta ser creyente para entender que el personaje histórico de Jesús Nazaret pudo decir esas cosas. 
 
Ha mencionado varias veces el concepto de libertad. ¿Queda margen para ejercerla?
 
Me haces una pregunta para la que no puede tener más que una respuesta personal, lo colectivo depende del empuje de los individuos de cada momento; si tenemos la fortuna de vivir en una sociedad con cierto bienestar, tenemos la mitad del camino andado, y la otra mitad depende de factores aleatorios, dónde ha nacido uno, qué tipo de circunstancias económicas tengas, de que la propia sociedad disponga de mecanismos para mejorar... si uno ha nacido en un país que empuja a la desesperación desde la hambruna, o las guerras, si uno ha tenido la desgracia de nacer en Oriente próximo lo tiene más difícil.
 
Si hubiera dado en este viaje con la auténtica puerta del infierno, ¿habría pesado más la curiosidad periodística o la prudencia más pedestre?
 
Habría dado un paso hacia delante, no te quepa la menor duda, aún sin la suerte de Eneas que, acompañado por la Sibilia, sabía que con la rama dorada sabía podría salir. El impulso que nos mueve a los periodistas, tú lo sabes, es la curiosidad, el deseo, en el fondo, de conocimiento, que en definitiva es una confesión de ignorancia.
 
¿Cómo es posible que no haya una sola entrada al infierno en Latinoamérica?
 
Los mayas tenían una en un zenote que está en Chichen Itzá, pero se descubrió luego que era el resultado de un fenómeno óptico. Es una historia que no he contado en el libro porque me parecía que eran demasiadas. Allí arrojaban a las doncellas en épocas sacrificales, junto con objetos de valor, el oro de América, ya sabes, y rescataban en el último minuto a quienes no se habían ahogado. Había una barca que recogía a las supervivientes, que, mientras se ahogaban, subían y bajaban, y desde abajo veían a la gente que alrededor del zenote contemplaba cómo se estaba ahogando, los veía como seres totalmente distorsionados, como si fuera el callejón del Gato, y al rescatarlas les preguntaban qué le había dicho los dioses. Se han encontrado en el fondo de ese zenote multitud de restos humanos y piezas pequeñas de oro. No conozco todos los pliegues de las antiguas culturas amerindias pero doy por hecho que ha de haber más entradas, ya que en la cosmogonía maya y azteca hay multitud de personajes diabólicos. 
 
¿Fascina más el infierno que el paraíso?
 
La capacidad de atracción del mal es pura sugestión; uno acaba pensando que existe en nosotros una pulsión maligna, pero a mí me fascina mucho más el  paraíso, y el objetivo de los seres humanos es algo tan sencillo como ser felices y la felicidad, en definitiva, es colmar nuestras modestas o no tan modestas ambiciones. Al infierno habría descendido por pura curiosidad pero con pasaporte de vuelta, como las pulseras que te colocan en las discotecas. 
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