Debo empezar recordando que este es un pequeño artículo de opinión, que me encarga Servimedia para el Boletín Digital del CERMI, por tanto si quieren entrar en profundidad en un tema tan complejo les recomiendo la lectura del estudio elaborado por Juan Antonio Ledesma, en homenaje al periodista y amigo José Julián Barriga, editado también por el CERMI con el patrocinio de la Fundación Academia Europea de Yuste.

 

La imagen que proyectamos las personas con discapacidad ante la sociedad no sólo es la que proyecta el propio colectivo -al que muchos califican de invisible, por su poca presencia-sus familiares o su entorno más cercano –médicos, cuidadores- los medios de comunicación y últimamente las tecnologías digitales tienen mucho que ver con esa imagen a veces distorsionada que recibimos.

 

En mi experiencia como comunicador en RTVE, durante los últimos 30 años, sé que no es fácil entender la realidad de un colectivo de personas que generalmente van más despacio en un mundo que corre a toda prisa, ni siquiera mi discapacidad física por poliomielitis me da carta blanca para saber explicarles cómo entiende el mundo una persona con autismo, o donde encuentra la valentía una persona ciega para enfrentarse a oscuras a un entorno tan hostil. Es cierto que me he leído unos cuantos manuales sobre el uso de las palabras a la hora de calificar las diferentes capacidades y que incluso sabría descifrar de memoria algunas de las siglas más complejas de las Asociaciones que trabajan en el mundo de la discapacidad: ONCE, ASPACE, COCEMFE, PREDIF, FEAFES, FEAPS, pero para mejorar la imagen social del colectivo el uso de las palabras es sólo una parte del problema.

 

Las políticas sociales son las que realmente pueden hacer visible al colectivo de la discapacidad e igualar muchas de las carencias que impiden el desarrollo de sus derechos y la igualdad efectiva con el resto de la sociedad; sino se invierte en educación, en investigación, en la eliminación de barreras físicas y mentales, no podremos avanzar en la integración real de este colectivo en la sociedad. Les pongo un ejemplo concreto, un bebe con una lesión cerebral que no es estimulado, que no recibe rehabilitación, que no va a la escuela con los de su edad, corre un alto riesgo de convertirse en una especie de vegetal que no podrá moverse, ni menos comunicarse, pero si a ese niño o niña le dotamos de los elementos técnicos que necesite (un andador, una silla eléctrica, un comunicador) quizá podamos descubrir a un joven que puede terminar una carrera universitaria.

 

Hemos avanzado, no se puede negar, pero queda tanto por hacer que recrearnos en lo conseguido o presumir de ello parece obsceno. Necesitamos para mejorar la imagen y la presencia de las personas con discapacidad en la sociedad los apoyos necesarios y la inversión en políticas sociales suficiente para que eso que llaman INTEGRACIÓN deje de ser sólo una bonita palabra. Integración en la escuela, donde apenas existen cuidadores y personas de apoyo para evitar que los niños con discapacidad tengan que estar en guetos o colegios especializados, les aseguro que los compañeros sin discapacidad de estos chavales tendrán el mismo nivel en matemáticas, lengua o física y química, pero mejorarán sus calificaciones de “buenas personas”.

 

Mi consejo para mis compañeros de los medios de comunicación al abordar la realidad de un colectivo tan diverso y tan complejo, como el de las distintas capacidades, es que le pongan un poquito de paciencia y mucho amor al hacer sus informaciones o reportajes, nadie está libre de una discapacidad sobrevenida y no sólo por un accidente, pensemos simplemente en llegar a viejos, por tanto esta es una realidad que nos afecta a todos y donde cualquier esfuerzo dedicado a mejorar el conocimiento de la realidad de ese 15% de la población será un logro para que construir un mundo mejor.

 

La imagen social del colectivo de personas con discapacidad es parecida a la de cualquiera de los otros colectivos en riesgo de exclusión: mujer, tercera edad, presos, inmigrantes, cuando hablamos de ellos es como si lo hiciésemos de gente de otro planeta, gente que no son como nosotros… por eso no están representados, salvo honrosas excepciones, en la política, en los medios de comunicación, en el teatro o en el cine. Sin duda la gran asignatura es empezar a entender y aceptar el mundo en su diversidad.