Óscar Agustín Alejandro Schulz Solari, Xul Solar (Buenos Aires 1887- 1963), pintor, escultor, escritor e inventor de idiomas imaginarios, vinculado a la vanguardia porteña de los años veinte, fue un militante de la poesía de lo inútil, la única eficaz.

 

Se describía con exceso y detalle: "Alejandro Xul Solar, pintor, escribidor y pocas cosas más, duodecimal y catrólico (ca –cabalista, tro –astrológico, li –católico co –coísta o cooperador). Recreador, no inventor, campeón mundial de panajedrez y otros serios juegos que casi nadie juega; padre de una panlengua, que quiere ser perfecta y casi nadie habla, y padrino de otra lengua vulgar sin vulgo; autor de grafías platiútiles que casi nadie lee; exegeta de doce (+ una total) religiones y filosofías que casi nadie escucha. Esto que parece negativo, deviene (werde) positivo con un adverbio: aún, y un casi: creciente".

 

Nació un día de sol espléndido, y marcó su nombre. Su vida. Su talento, luminoso, entusiasmado (es decir, arrebatado por los dioses) y políglota. Xul Solar llega a dominar (no chapurrear, hablarlos con soltura) cerca de veinte idiomas. Algunos cotidianos (francés, inglés). Otros, reservados a virtuosos o tocados por el don de Pentecostés (japonés, sánscrito, arameo). Requirió seis meses para aprender alemán. Algo menos para manejarse con el guaraní. Aprovechando una fractura de cadera, que lo mantuvo ingresado, estudia ruso y se hace con él. Como un auriga en Babel.

 

Su capacidad lo animó a inventar otros idiomas, el ‘criol’ o ‘neocriollo’ y la ‘panlengua’ (una especie de esperanto más ambicioso, sutil y musical. Por cierto, monosilábico).

 

Inventaba lenguas, también ‘artefactos’. Por ejemplo, el ‘panajedrez’, un ajedrez de doscientas piezas, talladas en palo de escoba, sobre un tablero de doce cuadros por cada lado. Las piezas simbolizan cuerpos y seres astrológicos (era un modo de que los contrincantes aprendieran astrología mientras esperaban el movimiento del adversario). Las reglas, un tanto insólitas (permitían, entre otras cuitas, la superposición de piezas) imposibilitan anticipar movimientos del contrario.

 

También ideó un teclado de piano cuyas teclas, dispuestas en tres hileras, se distribuyen por colores en función de su vibración, y son accesibles para ciegos, puestos que van ‘nombradas’ por un relieve propio. 

 

Pero es su faceta de pintor la que acapara más entusiastas. Unos cuadros subyugantes, enigmáticos, de colores que rezuman vida, y sugieren las posibilidades de la poesía fuera del verso. Xul Solar y sus lienzos (él insistía en que lo que pintaba era reflejo de sus contactos extraterrestres). Cada una de sus telas, un misterio. Un estilo entre el cubismo, el surrealismo, el dadaísmo y el expresionismo alemán. Molido en el óleo de su cafetal. Tan distinto.

 

De entre su obra, hoy nos quedamos con sus arquitecturas en acuarelas, angulosas y acipresadas –puestos a ser arrojados en esto del invento de palabras-: ‘Celda na roca’, ‘Proyecto Fachada Delta’, ‘Muros Biombos’. Adictivas. 

 

Xul Solar define su pintura como surrealista. Todo él es, en realidad, surrealista, en tanto que el principio activo que lo mueve es la reinvención del mundo, su recreación, consumar la libertad de darse a sí mismo una vida acorde con sus deseos.

 

Borges adquiere algunos de sus cuadros, le admira. En todos los aspectos, a pesar de su excentricidad –quizás por ella-. Y lo retrata: “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguaje, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época… Sus pinturas son documentos del mundo ultraterreno, del mundo metafísico en que los dioses toman la forma de la imaginación que los sueña”.

 

Xul Solar también erudito, experto en mitología, diletante incansable de las ciencias ocultas, católico, astrónomo, escultor. Xul Solar, digámoslo, fue todo, fue él, fue más. 

 

De Xul Solar resta decir que es un personaje raro. Raro a la manera que explicó Rubén Darío: “El común de los lectores acostumbrados a los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales o solamente de gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los autores clásicos vale más que no acerquen los labios a las ánforas curiosamente arabescas y gemadas de los cantos ya amorosos ya místicos ya desesperados de este poeta ya que en ellos está contenidos un violento licor que quema y disgusta a quien no está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional literatura modernísima. Se trata, pues, de un raro”.