Síguenos en

  • Ir a Cermi en facebook.
  • Ir a Cermi en twitter.
  • Ir a Cermi en Linked in.
  • Ir a Cermi en Instagram.
  • Ir a Cermi en Youtube.

CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 12 de noviembre de 2021cermi.es semanal Nº 458

Ir a Cermi en Instagram.

"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Los raros

Lorrain, camarlengo del escándalo

Por Esther Peñas

12/11/2021

Tenía mirada de poco espabilado, con abertura a la mordacidad, ojos demasiado asomados, codiciosos, labios carnosos como las drupas y enrojecidos por la hechura del deseo. Su torso, a juicio de su colega Léon Daudet, «era convexo como el casco de buitres». Hablamos de un dandi, un esteta, un drogadicto. Hablamos de un edecán del vicio, de un camarlengo del escándalo, de un escritor inmenso. Inmenso y simbolista, como simbolistas fueron en España Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Francisco Villaespesa y Ramón Pérez de Ayala. Casi nada.

Jean Lorrain, escritorHablamos de Paul Alexandre Martin Duval (1855-1906), adicto al éter y a la cocaína. Autor de espléndidos libros, como La princesa de las azucenas rojas: «Cada noche el capellán del convento, un anciano ciego recibía la confesión de sus faltas y la absolvía; pues las faltas de las reinas sólo condenan a los pueblos, y el olor de los cadáveres es incienso al pie del trono de Dios. Y la princesa Audovère no sentía ni remordimiento ni tristeza. En primer lugar, se sabía purificada por la absolución; además, los campos de batalla y las noches de derrota donde están en los estertores de la agonía, con infames muñones enarbolados hacia el rojizo cielo, los príncipes, los forajidos y los mendigos, agradan al orgullo de las vírgenes: las vírgenes no sienten ante la sangre el horror angustiado de las madres; y además, Audovère era sobre todo la hija de su padre».
 
Sí, Jean Lorrain, nacido Paul Alexandre Martin Duval, afecto y voluntario al 12 Regimiento de Húsares en Saint Germain En Laye y Rocquencourt. Jean Lorrain, diletante alumno de Derecho, materia a la que perdió el interés al conocer a Judith Gautier, hija de Teófilo, escritora y musicóloga (epígona de Wagner), que le influyó de manera determinante. Inspirado por ella, Lorrein escribió ya no tanto por veleidad como por manera de estar en el mundo. Escribió ya por necesidad. Por hambre. Por sed. Desnudamente.
 
Después conoció a otros muchos, mientras escandalizaba a la mayoría haciendo gala de su homosexualidad, gritándola, obligando a los bienpensantes del momento a mirar la diferencia. Sentía una debilidad ingobernable por los luchadores fornidos y recios (por los que aspiraba a ser sodomizado, recuerda Luis Antonio de Villena) y vestía con una indumentaria imposible (cardigan rosáceo y pantalón atigrado). A veces.
 
Masticaba con cierta desgana esa enigmática frase, «fin de siglo, fin del sexo», y frecuentaba los círculos literarios como Hydropathes, fundado por el poeta y novelista Émile Goudeau, que llegó a alcanzar más de trescientos participantes, o el Círculo de los Zutistas, que se reunían en el ‘Hotel de los extraños’ (¡), y entre cuyos asistentes uno podría encontrarse con Rimbaud o Verlaine. Casi nada.  
 
«Era pleno julio y las azucenas embalsamaban el jardín; la princesa Audovère descendió al mismo. Y, a través de los altos tallos bañados por el claro de luna que se erguían en la noche como húmedas hojas de lanza, la princesa Audovère se adelantó y se puso lentamente a deshojar las flores. Pero, ¡oh misterio! he aquí que se exhalan suspiros y quejas y que lloran las plantas. Las flores, bajo sus dedos, ofrecían resistencias y caricias de carne; en un momento, algo cálido le cayó sobre las manos que ella tomó por lágrimas y el olor de las azucenas repugnaba, singularmente cambiado, cambiado en algo insípido y pesado, con sus copas repletas de un deletéreo incienso. Y aunque desfallecida, encarnizada en su trabajo, Audovère proseguía su obra asesina decapitando sin piedad, deshojando sin descanso cálices y capullos; pero mientras más destrozaba más innumerables renacían las flores».
 
Lorrain tenía sus camaradas, el duelista y profeta de lo satánico como ascenso a Dios, d’Aurevilly; el pesimista e hiperestésico Huysmans; el alucinado tocado por la gracia Léon Bloy. Casi nada. Claro que también se enemistó con no pocos. Montesquieu, sin ir más lejos (que ya es alejarse lo suficiente), del que Lorrain se burla por casto y elegante. Maupassant, compañero de la infancia, que se reconoce en uno de los personajes de Lorrain, caricaturizado y ridiculizado. Proust, quien le reta a duelo por decir que Los placeres y los días es pretencioso y casi cursi. 
 
Se convierte en uno de los cronistas mejor pagados de París, aunque las drogas y la sífilis van minando su salud. Ya ha publicado sus libros de poemas (Modernités, por ejemplo) y sus novelas (Les Lépillier, acaso). Conoce a Edmond de Goncourt (el fundador de la Academia Goncourt que otorga anualmente el Premio del mismo nombre Goncourt y que, además de prestigio, el ganador obtiene diez euros). Se convierten en inseparables. 
 
«Apenas lo había visto cruzar el jardín, apoyado en dos viejas hermanas, y un pensamiento la obsesionaba: este agonizante era, sin duda, algún enemigo de su padre, algún fugitivo escapado de la masacre, último despojo varado en aquel convento después de algún horroroso combate. La batalla debía haberse librado en los alrededores, más cerca de lo que sospechaban las religiosas y el bosque debía estar a estas horas lleno de otros fugitivos, de otros desgraciados sangrando y gimiendo; y toda una humanidad sufriente rodearía de aquí al amanecer el recinto del convento, donde los acogería la indolente caridad de las hermanas».
 
Al castellano están traducidos muchos de sus títulos, Cuentos de un bebedor, Historias de máscaras, Salvad Venecia, Monsieur de Bougrelon, Cuentos de un bebedor de éter… y La Mandrágora (Reino de Cordelia), un relato fascinante, perverso, bellísimo…
 
Murió de peritonitis, por un edema mal colocado. «Fin de siglo, fin de sexo».
 
De Lorrain resta decir que es un personaje raro. Raro a la manera que explicó Rubén Darío: “El común de los lectores acostumbrados a los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales o solamente de gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los autores clásicos vale más que no acerquen los labios a las ánforas curiosamente arabescas y pomposamente gemadas de los cantos ya amorosos, ya místicos, ya desesperados de este poeta, ya que en ellos está contenido un violento licor que quema y disgusta a quien no está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional literatura modernísima. Se trata, pues, de un raro”.
  • facebook
  • twitter
  • linked in
  • enviar a un amigo
  • imprimir noticia

Con el apoyo de:

  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Secretaría de estado de servicios sociales. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Fundación ONCE. Abre una ventana nueva.
  • CERMI. Innovación social en discapacidad. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Asuntos sociales, unión europea y cooperación. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Hablamos de Europa Abre una ventana nueva.

    ¿Dónde estamos?

    Calle Recoletos, 1 Bajo, 28001 Madrid - España