La Universidad de Salamanca aprobó la creación del Instituto Universitario de Integración en la Comunidad (en adelante INICO) en el año 1996, tan solo hace 20 años. En aquellos momentos en España, aparte de los institutos de tipo biomédico o de ciencias de las llamadas básicas, que eran excepcionales en el panorama universitario y dependientes principalmente del CSIC,  no existía regulación legal ni criterios científicos o técnicos claros sobre qué era un instituto universitario y qué utilidad tenía para la universidad y la sociedad. 

 

Por otro lado, en la sociedad española no se percibía una visibilidad clara de las personas con discapacidad y sus necesidades, ni de su situación de discriminación y desigualdad respecto al resto de la población. La política pública carecía de coherencia y articulación suficientes para promover el bienestar personal de aquellos que tenían una discapacidad así como de sus familias. Afortunadamente, en estos veinte últimos años los tiempos han cambiado mucho y en una dirección muy positiva. Hoy en día se entiende primordial que las políticas públicas tengan un enfoque centrado en los derechos de las personas, y lo que corresponde a toda la sociedad (familias, profesionales, organizaciones, administraciones,...) es facilitar y garantizar el ejercicio de los derechos a cada individuo.

 

El INICO se creó por un lado para establecer un camino, hasta entonces inexistente en España, a jóvenes investigadores y profesionales que pudieran, desde sus años estudiantiles, adquirir y aplicar competencias altas que les sirvieran en un futuro para ejercer liderazgo profesional y científico en un escenario nacional e internacional. Por otro lado, se definió también como misión del Instituto centrarse en el reciclaje profesional y técnico especializado de quienes trabajan apoyando a personas con discapacidad.

 

El desarrollo eficaz de iniciativas respecto a la formación inicial y continua de los profesionales y la investigación aplicada, resulta una variable clave para acometer con éxito los necesarios procesos de mejora y trasformación organizacional y de las políticas públicas en el siglo veintiuno. Y esto es necesario para lograr un mejor ejercicio de los derechos individuales de las personas con discapacidad. El ejercicio de los derechos va relacionado con la calidad y la excelencia en las actividades emprendidas en el mundo de la discapacidad. Y esa calidad y excelencia están directamente relacionadas con el papel que desempeñan profesionales y técnicos, junto al necesario papel que desempeñan las organizaciones sociales en la defensa de derechos, y de la asunción de responsabilidad por parte de las administraciones.

 

El INICO, como entidad científica centrada en actividades de I+D+i, ha hecho una contribución modesta, pero muy significativa y única en la universidad española, para mejorar la calidad de vida, los apoyos y la autodeterminación y ejercicio de los derechos de las personas con discapacidad. A pesar de la gran escasez de medios y recursos que reflejan una falta de apoyo explícito básico para financiar sus estructuras, como ocurre en otros países de nuestro entorno, los miembros del INICO han sabido generar colaboraciones y convenios de gran interés y utilidad con las administraciones estatal y autonómicas y con las principales organizaciones sociales dedicadas a la discapacidad, así como con otras entidades privadas. 

 

Por medio de la investigación, innovación y transferencia del conocimiento, los distintos grupos de investigación del INICO han aportado nuevas concepciones y modelos, herramientas de evaluación, y estrategias de apoyo e intervención tanto en un ámbito individual como organizacional y de las políticas sociales. A lo largo de las dos últimas décadas, y gracias a ese esfuerzo individual de los miembros del INICO y de sus grupos de investigación, se ha acumulado conocimiento importante que está permitiendo aplicar los modelos teóricos desarrollados; y las implicaciones prácticas del trabajo realizado están repercutiendo muy positivamente tanto en España como en otros países europeos e iberoamericanos. 

 

Esperamos que una reflexión apropiada sobre estos últimos veinte años por parte de todos sirva de acicate para que las administraciones perciban la importancia de la existencia de grupos estables de I+D+i en el ámbito de la discapacidad, y sepan promover su crecimiento y establecer líneas de colaboración de utilidad social imperiosa. Esto ya pasa en países próximos a nosotros, y también en el nuestro ya ocurre en buena manera en sectores vinculados a la sanidad (Instituto Carlos III, institutos universitarios diversos de biomedicina, neurociencia, ...), pero no ocurre en ningún sentido en los servicios sociales y tampoco en la educación, ámbito principal en el que se enmarcan las actividades del INICO. Y esto es una carencia muy seria en un país desarrollado. Pongámonos todos esa meta para el año 2020.