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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 25 de septiembre de 2020cermi.es semanal Nº 406

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Opinión

ODS: una agenda para la convivencia

Por Enrique Galván, director de Confederación Plena Inclusión, presidente de la Comisión de Trabajo del CERMI Estatal sobre Agenda 2030, miembro del Consejo de Desarrollo Sostenible en representación del Consejo Nacional de la Discapacidad a propuesta del CERMI

Enrique Galván, presidente de la Comisión de RSE del CERMIHumberto Maturana utiliza el concepto “nicho ecológico” para denominar el contexto natural y social que nos permiten vivir y buscar nuestro bienestar junto a otras personas. Estos nichos ecológicos son dinámicos e interdependientes, tanto del de nuestros semejantes, como del de otros seres vivos. 
 
La pandemia ha puesto a prueba a todo el planeta, pero de forma muy especial a las personas y grupos más vulnerables. Entornos como residencias de gran tamaño, barrios de alta densidad de población, infraviviendas, lugares con dificultades de acceso a una atención sanitaria de calidad, bajos niveles educativos y económicos son condiciones que debilitan su espacio vital.
 
Nuestro “nicho ecológico” se ha fragilizado sobre todo en los lugares y para personas que ya tenían peor calidad de vida y una situación de discriminación en el ejercicio de sus derechos. También hemos aprendido las características de contextos más seguros. 
 
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en un informe publicado el 24 de julio de 2020 indica los devastadores efectos en todo el mundo de la COVID 19 en instituciones de cuidados de larga duración como las residencias de mayores. Describe diferentes razones que lo explican: baja financiación, frágil coordinación con los servicios sanitarios, escasa valoración de la fuerza de trabajo, masificación, débiles sistemas de gobernanza. La OMS recuerda que a este tipo de servicios sociales se les ha venido a denominar como “la cenicienta” de las sociedades del bienestar. 
 
El mismo informe comprueba que el modelo de apoyos y cuidados más seguro y respetuoso con los derechos humanos es el de los servicios de pequeña escala incluidos en la comunidad a la que pertenecemos. En las grandes instituciones, donde hay una gran concentración de personas, es más frecuente sufrir procesos de deshumanización como la institucionalización, una lacra hasta el momento invisibilizada en sociedades como la española, que comienza con la segregación de la persona de su comunidad y continúa con una pérdida de derechos y empobrecimiento de su vida. La Agencia Europea de los Derechos Fundamentales ha alertado en varias publicaciones sobre esta realidad silenciosa. El desarrollo del actual sistema de la dependencia ha promovido el crecimiento de esta problemática desde un enfoque básicamente asistencial y mercantilista, con una dinámica marcada por la lógica de la concurrencia competitiva.  
 
El proyecto ‘Mi Casa’, de Plena inclusión, es una estrategia de transformación en el sentido de lo señalado por la OMS: con mucho esfuerzo y con pocos medios, promueve el tránsito de grandes instituciones a servicios en la comunidad.  Necesitamos de forma urgente avivar procesos de alcance global que reviertan el actual modelo institucional y ofrezcan a las personas servicios de apoyo para la vida independiente en la comunidad. 
 
Algunas comunidades autónomas están reflexionando sobre nuevos marcos legales para las residencias. Las palabras son muy efectivas para marcar rumbo y atención. ¿No sería más adecuado hablar sobre un nuevo marco de cuidados y apoyos en la comunidad? ¿No tendríamos que poner el foco en personalizar las necesidades de apoyo desde nuestro territorio (hogar), nuestra historia y proyecto de vivir y de morir? Existe innovación social en marcha que da luz y esperanza en este ámbito. 
 
Pero este no es un cambio sencillo. Tantos años educados en una sociedad capacitista e instrumental del ser humano que parece solo alcanzar la dignidad en la medida en que es productivo y competitivo con un gran sesgo machista, una obligada desatención de lo familiar especialmente de la infancia (los niños llave) y la vejez (los mayores expulsados) priorizando lo laboral sobre el resto de espacios vitales. Lo mismo que respecto a la explotación de la mujer en casa y en el trabajo, la soledad como síntoma de comunidades fragmentadas donde se ha sembrado la desconfianza y la segregación, un sistema de control adicto-consumista y de depredación de recursos naturales y un negacionismo criminal de la emergencia climática. Son todas ellas dimensiones interdependientes y de gran complejidad que forman parte del marco de nuestra reflexión y acción. La pandemia nos aboca a abordar unas nuevas reglas del ‘Vivir con’ que sustenten este tránsito de transformación cultural en el marco de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible que son el programa global de afrontamiento de los males antes mencionados. 
 
Los procesos de transformación son cambios cuyo objetivo es conservar los elementos nucleares de nuestro vivir y de los contextos en los que ocurren. Podría parecer paradójico, pero no lo es: mantener nuestra sociedad supone modificarla y así alcanzar mayores cotas de bienestar y excelencia ética y social. Desde nuestro punto de vista ese debe ser el papel privilegiado de las entidades sociales: catalizar y participar en procesos como ‘Construye Comunidad’, promovido por Plena inclusión y seguido por otras redes de organizaciones, donde la labor es concertar acciones en lo cotidiano para favorecer espacios ricos en oportunidades que inviten al encuentro y a la ayuda mutua. Se hace necesario acelerar una transformación radical que conserve los elementos esenciales que nos hacen ser personas y que promuevan el encuentro en una diversidad reconocida y valorada; actuaciones para recomponer nuestro equilibrio amenazado y garantizar nuestra sostenibilidad presente y futura.
 
Volviendo a Maturana, ese gran pensador chileno nos indica que la pregunta más relevante por contestar hoy en nuestra sociedad es: ¿queremos vivir juntos? ¿estamos dispuestos a convivir? De la contestación afirmativa a esta cuestión se derivará un modelo cooperativo, de mayor respeto y reconocimiento de la dignidad del otro, de la naturaleza, de liderazgos más compartidos y dignos. Quizás no tomemos ese camino y nos dirijamos a una solución no ética, que sin duda potencie el enfrentamiento entre diferentes personas y comunidades, acelere nuestro destino hacia un desastre todavía mayor del que estamos padeciendo. 
 
Desde Plena inclusión te invitamos a tomar conciencia, reflexionar y participar. Ello nos llevará a transformarnos y a transformar nuestras comunidades para ‘Vivir con’: confianza, control de nuestra vida, con conexiones y contribución. Te animamos a que participes dando tu opinión. Gracias.
 
 
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