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viernes, 28 de febrero de 2020cermi.es semanal Nº 380

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Opinión

Entrega del premio cermi.es a Antonio Pau

Laudatio

Por Juan Pablo Nieto Mengotti, Fiscal

21/02/2020

Juan Pablo Nieto Mengotti, FiscalBuenas tardes, tras mi paso por un destino en el Ministerio de Justicia tuve la fortuna de poder tratar de cerca, bajo los colores de la amistad, a Antonio Pau Pedrón. Es una distinción muy honrosa esta que me permite hacer una brevísima laudatio de Antonio Pau Pedrón con motivo del premio tan merecido que le entregáis el CERMI. 
 
La primera impresión que da Antonio Pau es la de ser un gran jurista -con apabullante currículum- pero cuando le lees te das cuenta de que estás realmente ante un gran escritor, con mucha frondosidad, filosofía, fuerza poética, observación y experiencia. Al tratarle descubres el atractivo de su sensibilidad, compasión y bohemia. 
 
Antonio Pau tiene una alta jerarquía en varios campos: la literatura, la música, el derecho, la pintura, la amistad y los idiomas. Hasta donde yo sé. No se pueden abarcar todos. Yo -un presentador tiene que ser audaz- le sigo en la amistad, y mi afición al derecho y a la literatura. Me resultan impenetrables -lo digo con respeto- la música y la pintura, que tanto peso tienen en su vida. 
 
Antonio es un gran jurista y un gran escritor. Su currículum llama la atención, Notario, Registrador de la Propiedad, Abogado del Estado y Doctor en Derecho, para empezar; luego se ve a Antonio en multitud de cargos en posiciones institucionales de relieve, siempre siendo útil. Fundamentalmente es un prolífico escritor de libros y artículos literarios y jurídicos, poeta.
 
Por mi parte he leído atentamente 5 libros suyos, además de diversos artículos, y tengo la sensación de no haber empezado con él, lo cual me agrada porque permite un gran recorrido por delante. La vida de Antonio esta llena de sorpresas, por ejemplo, cuando después de muchas conversaciones yo creía que sabía toda su vida civil, se me aparece de repente la circunstancia de que pasó los primeros años, importantísimos, de su infancia en Tánger, no solo eso, sino que escribió un libro “Tánger entonces”, lleno de magníficas observaciones, detalladas y extensas, son sus “confesiones de un pequeño filósofo” como las que intentó Azorín, ante quien el adolescente Antonio Pau se sentó como interlocutor en ocasión ya contada en su libro “Fijar lo fugitivo”, que recomiendo. (En esto dos libros sale la categoría más identificadora de Antonio, es un buen hijo, introduce a sus padres con naturalidad en su literatura, encadenándolos a eventos no exentos de impacto, como la relación de su padre con el escritor Fernández Santos; o el comentario de una mujer musulmana que alababa la gran bondad de la madre de Antonio y decía como para sí “qué buena es, no parece cristiana”, y el niño Antonio trae la anécdota a la literatura como paradoja y reflexión).
 
A Antonio Pau se le lee y se le escucha con gran atención, cuando toma la palabra, por mucha modestia que ponga, siempre se produce un interesante silencio -fíjense-, el público espera oír de él cosas distintas. Hable poco o mucho, más bien suele ser lo primero, siempre deja un mensaje digno de su alma, que sus lectores, consciente o inconscientemente, manejamos de manera demorada.
 
A veces incluso -yo lo presencié en la presentación de su reciente libro “Manual de escapología. Teoría y práctica de la huida del mundo”- Antonio comparece en público ¡para no hablar! Eso sí, lo organiza muy bien, la gente se va satisfecha como siempre, con varias lecciones aprendidas, ¿demostró allí Antonio con hechos lo que su libro predica con palabras?...
 
Su obra literaria es singular, de extraordinaria calidad, sentimiento, conocimiento, con un pensamiento y sensibilidad humanista sin escuela todavía acuñada, es difícil encuadrarle porque no es sectario -lo cual ya hace de él una persona especial- practica la más discreta y auténtica tolerancia. Pero detengámonos fugazmente en su obra literaria para relatar títulos y obras como “Clarín, Ganivet, Azaña. Pensamiento y vivencia del Derecho”, de 1994, que ya hace ver que estamos ante una literatura distinta. Su profunda obra sobre Rilke al que ha dedicado varios libros y difíciles traducciones (en este campo ha sido distinguido con la Medalla Lichtenberg de la Academia de Ciencias de Göttingen por su alto nivel filológico y gran sensibilidad artística en el ámbito de la literatura alemana; ya antes había recibido el Premio de Ensayo y Humanidades Ortega y Gasset) siendo, para mí, el más significativo “Rilke apátrida”, porque una persona sensible siempre se siente algo apátrida como Rilke o extranjero como Camus; a Madrid le ha dedicado varios títulos Antonio Pau, uno de ellos en colaboración con el desaparecido maestro Diez-Picazo, “Madrid en 1854”; Otras grandes figuras como Novalis (“La nostalgia de lo invisible”), Hölderlin (“El rayo envuelto en canción”), o Thibaut (“las raíces clásicas del romanticismo), han merecido la dedicación de la literatura de Antonio Pau, siempre vivida “desde el oscuro borde de la luz”, como se rotula su poemario.
 
Es muy relevante que hayáis descubierto a Antonio Pau en CERMI. 
 
En la categoría de Investigación Social y Científica, premiáis a Antonio Pau Pedrón, jurista eminente, Consejero de Estado, presidente de la Sección Primera de la Comisión General de Codificación del Ministerio de Justicia, académico de Jurisprudencia y Legislación, donde ejerce la Secretaría General, ha sido Director General de los Registros y del Notariado, Presidente de los Registradores españoles, en fin… escritor, inspirador y principal ponente de la trascendental reforma, aún en curso, de la legislación civil española en materia de apoyos a la capacidad jurídica de las personas con discapacidad.
 
Antonio Pau escribe con lucidez en sus artículos acerca de La Convención de Naciones Unidas de 13 de diciembre de 2006: Del “apoyo paternalista” a las personas con discapacidad, de arriba hacia abajo, al “apoyo atento”, de abajo hacía arriba, atento “a la voluntad, los deseos y las preferencias de la persona”.
 
Antonio Pau sabe interpretar en sus escritos el verdadero sentido de la Convención del 2006 que supone una innovación estructural en el tratamiento que se venía dando a la discapacidad, ya no es un mero estado civil, ni justificación para la conformación de grupos o subgrupos determinados dentro de la sociedad merecedores de un tratamiento homogéneo -cuenta él muy bien- porque esto lleva a rigideces y abstracciones que ya ha sabido denunciar la jurisprudencia más avanzada. Otra importante novedad es que las medidas a implementar ya no afectan tanto a las personas con discapacidad como a las personas llamadas capaces, solo así se construye la igualdad que garantiza el progreso social en el que - ¿por qué no decirlo? - es posible la felicidad de todos los individuos en el disfrute de su tiempo, de sus momentos y de sus oportunidades.
 
El artículo de Antonio Pau “De la incapacitación al apoyo: el nuevo régimen de la discapacidad intelectual en el Código civil” (escrito para la Revista de Derecho Civil en el 2018), no se escuda en su alto nivel técnico para eludir la convicción íntima del jurista y la fuerza pedagógica de su facilidad expositiva. A mí me ha hecho bien como jurista, como fiscal, para poner a nivel un tema que no se resuelve solo con buenas intenciones. Ahí está puesto al día, con toda la eficacia que da la concreción de las cosas, el cambio de modelo que consagra la Convención de 2006; muy bien expresado como cuando se dice que se sustituye un sistema “de banquillo” por un sistema de “mesa redonda”. Así se restituye la dignidad de “todos los miembros de la familia humana”, en palabras de la Convención.
 
Posteriormente, en 2019, Antonio Pau escribe “El principio de igualdad y el principio de cuidado, con especial atención a la discapacidad”, ayudando a introducir en nuestro acervo jurídico el moderno concepto de “ética del cuidado”, que entra de la mano de una persona creíble como es Antonio, lo cual es una fortuna, teniendo en cuenta los riesgos de impostura que amenazan a todas las ideas novedosas.
 
El viejo reglamento de la carrera fiscal emplea una bella expresión cuando se refiere a la protección de derechos de menores y personas con  discapacidad, el fiscal, se dice (en el artículo 5º) -después de llamarle a la imparcialidad y a la moderación en el manejo de sus competencias- que actuará en estos casos “como el más celoso defensor”, y esta expresión es aplicable a Antonio Pau… Desde CERMI habéis descubierto en él un experto y celoso defensor, atrevidamente os aconsejo que no le dejéis escapar de esto. Tengo entendido que los Registradores de la Propiedad se jubilan en fecha cierta, pero un jurista con sensibilidad y sentido social no se retira nunca. 
 
Es sabido que en CERMI no os dejáis amedrentar, que defendéis los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad ante todas las Administraciones, que vais siempre más allá que vuestros más optimistas interlocutores; esto está muy bien. En toda lucha hay un arte de la resistencia y un arte de la persuasión. Hay una frase traída por Antonio Pau que tuvo especial impacto, “con justicia y suavidad hemos arreglado las cosas”, la tradujo del civilista Thibaut -en su libro “Thibaut y las raíces clásicas del romanticismo”- quien relataba a un amigo la superación de importantes conflictos con los estudiantes de su Universidad. Como yo hiciera la cita el Secretario de Estado me escribió “esa frase debiera estar en el frontispicio del Ministerio de Justicia”. Sabemos que toda gran causa -la de CERMI lo es- necesita tanto de la fortaleza para avanzar como de la simpatía para atraer. Esto, en las cosas importantes, es imprescindible.
 
He aprendido que hay dos clases de grandes hombres, aquellos a cuyo lado te sientes pequeño, porque te intimidan, y aquellos que consiguen que a su lado te sientas grande, porque te respetan; muchas gracias querido Antonio por contribuir con tu trabajo y con tu talento a hacer grande a CERMI y a todos nosotros.
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