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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 27 de mayo de 2022cermi.es semanal Nº 483

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Opinión

El CERMI visto desde la Administración, mi experiencia

Por Mercedes Jaraba, exsubdirectora general de Discapacidad

27/05/2022

Mercedes Jaraba, exsubdirectora general de Discapacidad “Oye… ¿y esta gente quién es?” o ¿qué tenemos nosotros que ver con la discapacidad? Así empezaban hace años algunas de mis conversaciones con compañeros de la Administración Pública a los que les tocaba representar a su ministerio en muchas de las reuniones o grupos de trabajo que manteníamos en los distintos ámbitos en los que trabajábamos desde la dirección general que se creó en 2005 para impulsar las políticas en favor de las personas con discapacidad en España. 
 
Corría el año 2006, con una dirección general todavía en mantillas, cuando “me inicié” en este mundo, de sopetón, con la reunión anual, abrumadora, de organización y gestión de las subvenciones del IRPF para el sector social, por entonces todavía del 0,5%, con un aniversario de una longeva y reconocida entidad dedicada a la atención de personas con problemas de salud mental y, ¡ay!, con el primer grupo de trabajo interministerial de reforma de la Ley de Propiedad Horizontal.
 
El CERMI cumple 25 años y el panorama ha evolucionado mucho. La Administración ha sabido valorar la unidad del sector de la discapacidad, lema del CERMI, y reconocer su labor, porque se ha ganado su respeto después de horas incontables de mucho trabajo de sus profesionales, tan cualificados que llamaban la atención, que se han esforzado por explicar y dar visibilidad a los distintos y muy variados colectivos de las personas con discapacidad y sus necesidades, pero también sus capacidades, que pasaban bastante inadvertidas, y se han esforzado en hablar de igualdad, de derechos humanos, de discriminación, a la vez que de oportunidades sociales, de rentabilidad económica y hasta política, y, en definitiva, de mejora social. Y ahí las bases siguen siendo fundamentales. Esas asociaciones o federaciones que pelean día a día son el alimento que lo nutre.
 
Poco a poco se iban subiendo peldaños y, de la sorpresa inicial, se pasaba a la normalidad entre los distintos técnicos de la Administración que veían cómo sus jefes, con influencia suficiente o poder político, se abrían a trabajar en las sugerencias o propuestas del CERMI, con mayor o menor éxito, pero valorando su gran capacidad de presión legislativa, política y social por saber llegar y sensibilizar a quien tiene poder de decisión, por cierto, de cualquier color político, porque la discapacidad no entiende de ideología. De aquellas primeras reuniones de la reforma de la Ley de Propiedad Horizontal, donde los impedimentos económicos para reformar el artículo 10 eran casi los únicos que veían muchos representantes ministeriales, sin tener en cuenta la realidad social, recuerdo aquella expresión, tan vigente, de que nadie dijo que la accesibilidad fuera gratis, pero sí justa.
 
Es verdad que he percibido muchas veces que, desde la Administración, al CERMI se le veía como una “mosca cojonera”, siempre demandando, pero también he apreciado la admiración e implicación de compañeros que se han volcado cuando han sido conscientes de realidades de las que antes no tenían ni idea; ignorancia en estado puro. Impensable era hasta hace no tanto la capacidad de producir leyes contundentes para contemplar la discapacidad desde distintos ángulos o incluir aspectos decisivos en muchas otras. Pero la reforma de normas consideradas casi como perennes como el Código Civil, el Código Penal o la LOREG, por citar unos ejemplos (la Constitución, próximamente), ha ratificado a todos la potencia del sector y el apoyo del movimiento social al que representa, porque han sabido transmitir que se trata de mucha gente con los mismos derechos y obligaciones que el resto, ni más ni menos. Y gran culpa de esto la ha tenido la destacada labor de comunicación llevada a cabo que, sin duda, es uno de los trabajos mejor hechos por el CERMI y el sector de la discapacidad en general.
 
Una pregunta que yo también he hecho varias veces a compañeros de otros ministerios ha sido la de “¿a quién tiene X con discapacidad? Porque cuando, de inicio, yo apreciaba no una reticencia o indiferencia al tema que le planteaba o que podía ser hasta extravagante para su rutina habitual de trabajo, sino predisposición, no fallaba: un hijo, una madre, un vecino…, alguien cercano tenía discapacidad, la que fuera, y la actitud cambiaba radicalmente. En estos casos, estaba asegurada la colaboración administrativa y la coincidencia en que ningún Estado moderno puede permitirse excluir a una minoría tan grande y con tanto que aportar, pero que necesita el apoyo para hacerlo.
 
La otra cara de la moneda era, también en una frase muy del CERMI, que muchas veces se moría de éxito. Se conseguía lo más difícil, leyes, subvenciones, reconocimientos, liderazgo y presencia internacional, premios, llegar a la Moncloa y a la Zarzuela, al Parlamento, la Unión Europea y la ONU, pero nadie quitaba un escalón de una farmacia o audiodescribía o subtitulaba una obra de teatro o escribía de manera que no solo las personas con discapacidad intelectual entendieran el contenido de un texto administrativo sino toda la ciudadanía.
 
Desde mi experiencia, que ha sido la experiencia de un equipo comprometido, que tenía entre sus filas personas con discapacidad, pero otras simplemente con sensibilidad, sentido común y buen hacer, mi reconocimiento a los pioneros y a los que siguen al pie del cañón, imprescindibles columnas dóricas de este edificio, a pesar de que también hemos conocido de cerca las diferencias entre distintas organizaciones que tenían un fin común pero distinta ruta, tanto dentro como fuera del CERMI. En los equipos hay sumandos y sustraendos, cosas de la vida cotidiana. Con todos hemos librado muchas batallas y obtenido éxitos y fracasos, hemos vivido muchos cambios de ministerios y de responsables políticos, con lo que ello suponía de vuelta a empezar con la labor pedagógica que nos tocaba a ambas partes con los recién llegados, y hemos viajado juntos por esos mundos de Dios, donde he podido percibir de primera mano que las personas con discapacidad de cualquier país querrían tener un CERMI en su vida.
 
El estilo de trabajo del CERMI con la Administración, exigente, insaciable, inasequible al desaliento, pero proactivo y propositivo, le ha hecho ganarse su reconocida reputación actual y a mí me generó algún que otro malentendido con colegas porque, en ocasiones, me confundían con “uno de ellos” por el “interés” que ponía en los asuntos. Anécdotas y ejemplos me vienen muchos a la cabeza en tantos años, no es cosa de recordarlos ahora, pero conformar equipos tan multidisciplinares como los que debieron afrontar, desde aquí y en Ginebra, los dos exámenes a los que nos hemos sometido como país en la ONU para evaluar nuestro grado de cumplimiento de la Convención fue una experiencia para no olvidar.
 
La virtud de la resiliencia del CERMI ha llegado hasta liderar un Tercer Sector en España que ya contaba con grandes instituciones de reputada y mucha más larga trayectoria, lo que ha contribuido a fortalecerlo y a permitir una interlocución más directa todavía y a mayor nivel, si cabe, tanto política como administrativamente hablando, poniendo de manifiesto la conocida como acción pública delegada que desarrollan tantas ONGs en este ámbito social. El reto de la financiación y la sostenibilidad sigue vivo. Y, en el futuro, quizás, no sean necesarios los Días D para reconocer, reivindicar o recordar que existe el daño cerebral, que se aprobó la Convención, que las personas con síndrome de Asperger no son raros asociales, que el bastón rojo y blanco no es de los seguidores del Atleti, que los perros guías tienen que entrar en las pastelerías o que el subtitulado de una película no es para los frikis de la versión original.
 
Creo que ha contribuido a avanzar en las relaciones con la Administración el hecho de que muchas empresas o instituciones privadas ya dieran pasos adelante en la integración de las personas con discapacidad. No es para tirar cohetes pero, si se pueden hacer rampas de acceso a edificios corporativos, contratar trabajadores con discapacidad en restaurantes, contar con intérpretes de lengua de signos en programas de televisión o hacer películas hasta de humor sobre la discapacidad y con actores con discapacidad, la sociedad se convierte en la mejor aliada para que los interlocutores administrativos y políticos no vean solo problemas cuando se trata de tomar medidas que favorezcan la inclusión social y laboral. Y si, además, se da eco al deporte paralímpico, promocionado también por empresas privadas, no solo en los momentos de gloria, con la emoción a flor de piel cuando se consiguen múltiples medallas y triunfos internacionales, sino al deporte inclusivo, en general, se puede decir que algo vamos mejorando como sociedad y eso tiene reflejo, indudablemente, en la consideración institucional pública que se tiene de las personas con discapacidad, de sus familias y de quienes les representan y en que la discapacidad siga presente en la agenda política.
 
A lo largo de estos años, se nos han frustrado planes, estrategias y desarrollos legislativos que importaban y mucho a diversos colectivos de personas con discapacidad y que llevaban detrás ingentes horas de trabajo y dedicación por parte del CERMI y por parte de la Administración, no siempre justamente valorado. Y hubo desilusiones, disgustos y sorpresas, pero sin que variara nunca el respeto y la admiración. Yo solía titular muchas de mis charlas y conferencias dentro y fuera de la Administración General del Estado como “Aproximación a la discapacidad”, para dar a conocer al foro al que me dirigía de quiénes estábamos hablando y hacia dónde íbamos que, en lenguaje administrativo, quería decir hablar de las políticas públicas de discapacidad. No siempre se han culminado las previstas, eso lo sabemos, pero siguen existiendo y me alegro de haber formado parte de los empeñados en sacarlas adelante y de haber aprendido del CERMI y con el CERMI.
 
Las niñas y mujeres con discapacidad todavía esperan mucho de la continuación de esa labor, la batalla de la accesibilidad no se ha ganado y se complica más con la batalla digital, pero eso no impedirá que se siga avanzando de la caridad a los derechos.
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