Madrid ha sido por dos días la casa de la discapacidad europea, merced a la celebración de la Asamblea General del Foro Europeo de la Discapacidad, EDF, la asociación hermana que, igual que el CERMI, comenzó hace 20 años su andadura en defensa de las personas con discapacidad de Europa. 

 

Un aniversario como este merecía una asamblea especial, diferente de las otras tres que ya albergó nuestro país en años pasados. Y en esa celebración, ahí, estaba la memoria de Alberto Arbide, el primer Presidente del CERMI, que por las veleidades del azar nos dejó en estos mismos días hace dos años. Su memoria de pionero en el EDF estuvo presente en el minuto de silencio solemne que las más de 300 personas reunidas en el Centro Deportivo y Cultural de la ONCE guardaron al inicio de la Asamblea, su memoria de europeísta convencido se reveló en el discurso del líder europeo que invocaba nada sobre las personas con discapacidad sin las personas con discapacidad, su memoria de firme defensor de las personas se sintió en las intervenciones de los dos líderes españoles que recordaban el valor de la unidad del sector y clamaban por un trato mejor hacia los hombres y mujeres con discapacidad, su memoria, en fin, se percibió en el rostro del recién elegido Comité Ejecutivo representado por la vicepresidenta española.

 

El sector social de la discapacidad español ha estado siempre en primera fila en Europa, merced a la labor que desde el principio sostuvieron personas como Alberto Arbide. Un trabajo rehén de aviones, aeropuertos, hoteles, percibido como lejano, no siempre comprendido, y sin embargo determinante para esa anhelada igualdad de oportunidades. La labor proactiva a lo largo de los 20 años que ahora se celebran ha permitido que el CERMI haya logrado un puesto de alto nivel en la cúpula de la plataforma europea de la discapacidad, a través de esa vicepresidencia que merecidamente ocupa desde el domingo Ana Peláez. Pienso en Alberto, que apadrinó a Ana en su primer proceso electoral europeo, lejano ya en el tiempo pero muy presente en la memoria, sabedor de que llegaría a lo más alto porque su compromiso con los derechos humanos así lo merecía. 

 

El recuerdo de Alberto Arbide en estos 20 años del CERMI no se puede ni debe agotar en Europa, pero hoy, cuando todavía suenan los ecos de ese tiempo en el que Madrid fue la Capital Europea de la Discapacidad, estas líneas breves quieren rendir un pequeño pero muy sentido homenaje a su persona, a su legado, a su memoria.