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viernes, 24 de abril de 2020cermi.es semanal Nº 388

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Opinión

Pandemia: ¿Y de las personas con discapacidad, qué?

Ana Peláez Narváez, vicepresidenta del Foro Europeo de la Discapacidad y vicepresidenta Ejecutiva de la Fundación CERMI Mujeres

17/04/2020

Ana Peláez Narváez, vicepresidenta del Foro Europeo de la Discapacidad y vicepresidenta Ejecutiva de la Fundación CERMI MujeresEn Europa, los gobiernos y las autoridades básicamente se han olvidado de las personas con discapacidad en sus declaraciones de medidas de emergencia. Incluso algunas autoridades sanitarias y sociedades médicas en España, Italia y el Reino Unido, por ejemplo, emitieron pautas relativas a los tratamientos médicos que despriorizaban claramente a las personas con discapacidad. 
 
Para que conste, es importante comentar que la gran mayoría de los ajustes que han realizado las autoridades se ha producido por las denuncias vehementes de las organizaciones de personas con discapacidad ante las autoridades, los medios de comunicación y las organizaciones internacionales.
 
Desde el inicio, los poderes públicos de gran parte de los países no han facilitado información en formatos accesibles. Un ejemplo claro es la falta de interpretación en lengua de signos en las comparecencias gubernamentales en la televisión. Ahora muchos gobiernos la han previsto, pero solamente como consecuencia de las quejas de las organizaciones de personas con discapacidad y, en particular, de personas con sordera. Hay mucha información que aún no es accesible. Mayormente, son las organizaciones de personas con discapacidad las que proporcionan información en formato de lectura fácil, muchas páginas web no cumplen las normas de accesibilidad, muchos hospitales no disponen de medidas de accesibilidad, etc.
 
Las personas con discapacidad en Europa vivimos atemorizadas. Nos dicen que no nos van a atender si tenemos el COVID-19 y, aunque algunos gobiernos, por ejemplo el de Bélgica y el francés, lo niegan oficialmente, nos siguen llegando noticias de personas con discapacidad que han escuchado este mensaje en los hospitales. A modo de ejemplo, en Bélgica el organismo de igualdad ha denunciado la situación de una persona con discapacidad intelectual que fue expulsada de un hospital por “llorar y gritar mucho”. 
 
…Y esto si la persona puede acudir al hospital. Muchas personas con discapacidad ni siquiera tienen esa posibilidad. Las personas con discapacidad están muriendo, solas, en instituciones residenciales, que se han convertido en focos de infección debido a la vida en común que se vive, la escasez de equipos de protección y la falta de plantilla. Y no se trata únicamente del posible contagio: las personas con discapacidad sufren situaciones de abuso y abandono, agravadas frecuentemente por la escasez de personal. ¡Se han olvidado completamente de nosotros! Estos centros son los últimos en recibir EPI y, en muchos países, las personas no pueden salir de la institución o recibir visitas nunca, incluso en caso de poder hacerlo y respetar todas las normas de distanciamiento social.       
 
Ocurre lo mismo con los servicios de atención comunitaria: las autoridades no ofrecen orientación o protección, no solucionan el problema de la falta de personal, y a veces paran a personas que van a atender a personas con discapacidad en su hogar. Nos llegan noticias de cuidadores que no han podido acudir al hogar de la persona con discapacidad porque la policía les ha parado y no les cree. Muchas personas con discapacidad están aisladas y solas en casa sin dinero y sin comida. 
 
Nuestras organizaciones tienen que realizar un esfuerzo sobrehumano para corregir las deficiencias: ahora nos toca a nosotros solventar estos problemas que los gobiernos desatienden. Incluso a veces nos ofrecen el apoyo de voluntarios para hacer el trabajo, mientras que tenemos que luchar para lograr cualquier avance.   
 
Las medidas de confinamiento y cuarentena se elaboraron sin tener en cuenta en absoluto a las personas con discapacidad. No se trata solamente de que no tenemos ningún apoyo, sino que resulta más difícil aún conseguir productos esenciales. Apenas funcionan los servicios de entrega a domicilio y, si podemos salir de casa, hay colas muy largas en las puertas de los supermercados. También nos da mucho miedo el impacto económico y el impacto en la protección social y las prestaciones para las personas con discapacidad. A los gobiernos ni se les había ocurrido que las personas con discapacidad no iban a poder aguantar medidas restrictivas de este tipo; en algunos países no se puede salir de casa ni para dar un paseo. Algunos gobiernos, como el de mi país, España, o el gobierno francés o el griego, han modificado las normas, pero solo por la gran cantidad de quejas que han recibido. 
 
En las medidas de confinamiento no se ha tenido en cuenta el impacto en el teletrabajo o en educación; los gobiernos no ofrecieron ninguna ayuda u orientación, y los servicios que han hecho un esfuerzo y han facilitado adaptaciones corren el riesgo de quebrar. Muchos poderes públicos están diciendo que es posible que no reciban financiación porque estas soluciones adaptadas no formaban parte del contrato, y ni siquiera la financiación habitual, por no hablar de apoyo adicional con equipamientos y adaptaciones.
 
Nos preocupan de forma especial los derechos de las mujeres y niñas con discapacidad, que están más expuestas a los riesgos. Cuidan frecuentemente a otras personas con discapacidad o a sus hijos, cuentan con menos apoyos, menor acceso a la atención sanitaria, y especialmente a la salud sexual y reproductiva, y tienen menos protección en el empleo porque hay más mujeres en trabajos informales. Aumenta la violencia doméstica y las mujeres con discapacidad están más expuestas a este tipo de abuso y violencia. Además, muchas de las medidas de atención a las víctimas de violencia doméstica que se han puesto en marcha no son accesibles. Ellas también se encuentran en primera línea en esta crisis, dado que trabajan más mujeres en el sector sanitaria, en los servicios de atención y en los servicios de limpieza, y necesitan una protección adecuada. 
 
Estamos muy preocupados por el futuro. Es necesario comenzar a pensar cómo nos van a involucrar los poderes públicos en la reapertura de nuestras sociedades y en la recuperación económica. Muchos establecerán nuevos grupos de trabajo para ello, y las organizaciones de personas con discapacidad tenemos que estar presentes. No nos podemos quedar atrás de nuevo.
 
Descrita en los rasgos más sombríos la situación, surgen imperiosas preguntas: Muchos países, y sobre todo en Europa, están analizando posibles estrategias para salir de la crisis… de qué manera se pueden suavizar las medidas de cuarentena y comenzar a reactivar paulatinamente la economía y la vida social. ¿Qué van a hacer las organizaciones internacionales y las organizaciones de personas con discapacidad para garantizar que no nos quedemos atrás una vez más? ¿Qué buenas prácticas podemos aprender de nuestros compañeros en lugares donde la salida ya se ha producido?
 
Además, las mujeres y niñas con discapacidad se encuentran en situación de especial riesgo actualmente, y corren más riesgo de quedarse atrás durante la recuperación económica después de esta crisis. ¿Qué apoyos ofrecen las organizaciones internacionales y las organizaciones de personas con discapacidad a este colectivo? ¿Qué más se puede hacer?
 
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