"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Opinión
Un escudo de oro
Por Vicky Bendito, periodista y activista
18/06/2021
Cuando escucho que hay cosas más importantes que reformar el artículo 49 de la Constitución pienso en lo poco que se sabe de la realidad que viven las personas con discapacidad, de lo que implica la actual redacción de ese artículo: Una vida relegada al cuidado de terceros, no al desarrollo como ciudadanía de pleno derecho.
El actual artículo 49 de la Constitución, que fue un hito en su momento, quién lo duda, pues por primera vez teníamos un espacio en nuestra Ley de Leyes, habla de las personas con discapacidad como “disminuidos” que necesitamos “tratamiento” y “rehabilitación”, que el Estado deberá tomar todas las medidas para nuestra integración y para que tengamos toda la atención especializada que requiramos.
Pero resulta que tratamiento necesitan las enfermedades, y rehabilitaciones las lesiones, que tenemos integración, pero no inclusión, y que esa atención especializada que muchas veces necesitamos ha de ser muchísimas veces a costa de nuestros bolsillos. Así que, sí, sí es importante reformar ese artículo y redactarlo conforme a lo establecido en la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad. Hay que cambiar la perspectiva. Ya es hora.
Porque hemos sido las propias personas con discapacidad las que hemos superado con creces ese punto de vista, porque aún la brecha laboral y salarial con respecto a las personas sin discapacidad es muy grande, porque aún existen prejuicios hacia nosotras que tratan de impedir que tengamos vida propia, carrera propia, libertad sobre nuestras vidas.
El nuevo artículo establece, entre otras cosas, que tenemos derecho a nuestra autonomía, y que gozamos “de la protección prevista en los tratados internacionales ratificados por España” que velan por nuestros derechos. Y, entre esos tratados, se encuentra la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Tendremos un escudo frente a quienes se lleven las manos a la cabeza porque deben adaptar un puesto de trabajo para una persona con discapacidad, un escudo frente a aquellos centros educativos que no toman las medidas para que niñas y niños con discapacidad participen en igualdad de condiciones en un aula, un escudo frente a las universidades que no admiten estudiantes con discapacidad porque no son accesibles, un escudo frente a quienes pretenden conseguir mano de obra barata contratando a personas con discapacidad, aprovechándose de una situación ya difícil de por sí, un escudo frente a quienes acudan a una consulta médica y no pueden acceder a todas la información médica o ser atendidos por falta de accesibilidad, un escudo frente a quienes nos niegan, por ejemplo, hacer una oposición con nuestros audífonos, o con un intérprete, o con un mediador, o nos impiden acceder a un lugar porque no es accesible para personas con movilidad reducida, cosas cotidianas que pasan desapercibidas porque, total, qué más da, si puede entrar por la puerta de atrás, si te puede llevar otra persona, si leyendo los subtítulos se apaña, si solo es una, o uno, si no se queja.
Y sí nos quejamos, y sí reivindicamos el lugar que por derecho nos pertenece, pero no teníamos la protección que necesitábamos, no teníamos ese escudo, un escudo de oro, porque ese artículo, esa reforma, vale oro, porque oro es lo que vale nuestro tiempo, el tiempo del trabajo que el movimiento asociativo ha ido realizando durante tantos años para visibilizar la realidad de las personas con discapacidad, el tiempo de todas las denuncias que activistas y representantes de la discapacidad han ido realizando de forma incansable y constante, alzando la voz para que se nos viera, para cambiar la mirada hacia nosotras. Un esfuerzo y una lucha va a dar su fruto, espero, muy pronto.
Ya no valdrá mirar para otro lado, hacer las cosas para salir del paso, para quedar bien, para colgarse la medalla. Toca saldar una deuda con un colectivo que ha sabido reivindicar su derecho a una vida que no sea una yincana diaria para cosas cotidianas que el resto da por supuesto, como coger un autobús, ir a un restaurante, tener un trabajo o una vida independiente y autónoma. En definitiva, que ha defendido con tesón su lugar en el mundo.
Y a las personas con discapacidad nos toca, cuando sea una realidad, cuando esté negro sobre blanco, hacer valer ese escudo de oro con todas nuestras ganas. Porque los derechos se conquistan, pero se deben defender con uñas y dientes. Porque es muy difícil conquistar derechos y muy fácil perderlos. A la historia me remito.
Es hora ya de ocupar nuestro lugar, no el que otros deciden que debemos ocupar.