"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Opinión
¿Por dónde pasa la innovación social en discapacidad?
Por José Antonio Martín, Secretario Técnico de Feacem
25/03/2015
Los economistas definen la innovación social como aquellas invenciones, modificaciones o adaptaciones, de ideas, productos o servicios que se ponen en práctica en la sociedad y alcanzan el éxito, la eficacia, para la que se diseñaron.
Esta definición implica que la decisión de innovar se debe dirigir de una forma deliberada hacía una necesidad social, cualquier idea debe producir el mayor valor social posible. Asimismo debe ponerse en práctica y, una vez efectuada la correspondiente medición, comprobar su eficacia, es decir, lograr lo que se pretendía.
Por tanto una organización tendrá éxito y será innovadora si es capaz de generar ideas nuevas o transformar ideas existentes y tiene la capacidad de llevarlas a la práctica y generar un beneficio social.
Una vez aclarada la primera cuestión es el momento de valorar el estado actual de la innovación en las organizaciones del sector de la discapacidad, y ello no puede abstraerse del momento de crisis en el que nos encontramos.
Por una parte el adelgazamiento del estado del bienestar, consecuencia directa de la crisis, convierte a las organizaciones sociales en una opción para cubrir las necesidades sociales desatendidas. Es el momento en el que no podemos esperar a que las administraciones nos resuelvan los problemas sino que tenemos que ser los ciudadanos organizados los que busquemos soluciones, eso es la innovación, por tanto estamos ante una oportunidad.
Pero por otra parte puede ocurrir, no será infrecuente, que las organizaciones estén centradas en la supervivencia cuando no en intentar seguir prestando los servicios que hasta ahora estaban realizando, quien sabe si con la misma intensidad y calidad, en conservar los puestos de trabajo y en adoptar posturas conservadoras esperando que pase lo peor. En este caso el esfuerzo en innovación quedará en un segundo plano esperando tiempos mejores.
Sin dejar de empatizar con las organizaciones que hayan optado por la segunda opción, comprendemos su situación, entendemos que efectivamente estamos ante una oportunidad y que es nuestro deber resolver las cuestiones y problemas que se nos presentan con nuevas soluciones, con nuevas formas de hacer, con el diseño de nuevos procedimientos, con el reto de combatir las necesidades e influir de una forma eficaz en mejorar la sociedad en la que nos sentimos incluidos.
La generación de ideas para conseguir innovar tienen que ver con el principal capital de las organizaciones, con las personas que las componen, ya sean voluntarios o profesionales, cada uno de ellos puede aportar ideas y conocimiento susceptibles de provocar el cambio necesario. Y pasa por:
- Observar el mundo que nos rodea con una perspectiva global, dispuestos a localizar pautas y tendencias de beneficiarios, servicios, empresas, nuevas tecnologías y de otras organizaciones sociales, con el fin de obtener percepciones e ideas para diseñar nuevas maneras de hacer las cosas.
- Compartir en red, gestionar el conocimiento y experimentar, lo que es válido en una organización puede ser válido para otras, compartir el expertise ayuda a ser eficientes y a conseguir el beneficio social perseguido.
- Experimentar, llevar a cabo pilotos que nos proporcionen soluciones.
- Aprender de los fracasos y corregirlos rápidamente.
- Medir el impacto y apostar por la autocrítica frente a la complacencia.
Cuándo sabemos lo que estamos buscando y estamos abiertos a la observación, el mundo se convierte en un lugar lleno de oportunidades y respuestas a nuestros dilemas. Una observación perspicaz ayuda a descubrir las necesidades, las aspiraciones y los deseos profundos de las personas observadas.
Según un estudio de Stanford Social Innovation Review “las entidades sin ánimo de lucro con más éxito son aquellas que funcionan en red”, el trabajo en red permite debatir sobre los retos actuales, sobre las soluciones más eficaces compartiendo las mejores prácticas, evita duplicar actuaciones y establecer procesos de alta calidad con menor coste.
Para finalizar y no extendernos más de la propuesta recibida, la tendencia ideal sería fomentar un área de innovación en las organizaciones, incluso liberar a una persona a tiempo completo de sus responsabilidades con el encargo de perseguir la innovación, hacer que todo el equipo piense en el largo plazo, todo ello con el objetivo de generar ideas que aumenten el impacto de la organización. Quizás pueda sonar a utopía, quizás podamos verlo lejos o inalcanzable, pero el “asociacionismo colaborativo” basado en las nuevas tecnologías y en las redes, como el CERMI, producirán antes pronto que tarde un cambio que podemos calificar prácticamente de “disruptivo” con las formas de hacer que conocemos en la actualidad y que potenciara el beneficio y los impactos que producen nuestras actuaciones en la sociedad.
“La innovación es un 1 % inspiración y un 99 % transpiración” Thomas Edison.
