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viernes, 09 de febrero de 2018cermi.es semanal Nº 289

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Opinión

No incluir a la infancia con discapacidad en Internet es dejarla fuera y estigmatizarla una vez más

Por Jesús Martín Blanco, Delegado de Derechos Humanos y para la Convención del CERMI

09/02/2018

Jesús Martín Blanco, Delegado del CERMI Estatal para los Derechos Humanos y la Convención de la ONU sobre DiscapacidadLas tecnologías de la información y de la comunicación han tenido un impacto incontestable en la transformación de la vida social, cultural, económica, política e institucional. También lo han hecho en el día a día de las personas con discapacidad desde dos perspectivas: como aliadas clave de su inclusión o como cómplices para la desigualdad, la diferencia y la discriminación. La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece la obligación de promover la accesibilidad y la asequibilidad de estas tecnologías, precisamente para que sean elementos de cohesión y de participación.
 
Pero si hay un colectivo singularmente sensible a esta revolución tecnológica es la infancia, porque esta es una generación digital, en la que internet y los dispositivos vinculados a la conectividad están instalados en su cotidianeidad. Sin embargo, puede estar más alejada si la aplicamos a las niñas y los niños con discapacidad, ya que estos dispositivos, aplicaciones o formatos no siempre contemplan su realidad ya que las sociedades están concebidas para personas estándar y lo que no se ajusta a estos parámetros se queda en la periferia.
 
La infancia es una etapa determinante que necesita protección y cuidado especiales, como recoge la Convención sobre los Derechos del Niño. Este principio debe hacerse extensivo a la infancia con discapacidad, por estar expuesta a unos índices de mayor vulnerabilidad y de desventaja objetiva que dificultan el desarrollo de sus capacidades y potencial.
 
Las tecnologías deben contribuir a reducir esa brecha facilitando el juego, las relaciones, la autonomía, la educación, así como su seguridad y protección. Para ello, deben concebirse desde el diseño universal, es decir, aquel que puedan utilizar todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de adaptación ni diseño especializado.
 
Pero esta innovación tecnológica debe escuchar y comprender la voz de estos niños, ya que su opinión será garantía de éxito y usabilidad de estos productos. 
 
No puede pasar desapercibida la dimensión económica. Pobreza y discapacidad se retroalimentan: mayores gastos y menores rentas. Una cuestión que también tiene un impacto negativo en el acceso de las familias con hijos con discapacidad a productos imprescindibles para una vida más independiente, conectada y feliz.
 
La tecnología desempeña un papel crucial en la escuela como instrumento pedagógico para que los niños con discapacidad se incorporen, desde su diversidad, al currículum educativo y puedan dibujar, leer o contar un cuento gracias a estos dispositivos. Además, los colegios son espacios de convivencia donde nacen los afectos, emociones que más adelante serán el pilar del respeto. Asimismo, las redes sociales y los juegos interactivos impregnan la vida de estas niñas y niños, no incluirlos sería dejarles fuera de su círculo social y estigmatizarlos una vez más.
 
La vida en comunidad se construye desde la infancia. Narrar una excursión en un blog, tener un canal en Youtube o formar parte de un grupo de WhatsApp contribuye a que lo especial se convierta en cotidiano.
 
Estas bondades también pueden transformarse en riesgos, ya que la conectividad supone, en muchos casos, comprometer la privacidad del menor. La pérdida de privacidad es uno de los riesgos de usar lnternet, por ello debemos anticiparnos a estos peligros con programas de información, formación y concienciación accesibles.
 
Estas amenazas pueden ser especialmente comprometedoras cuando se utilizan como armas para el acoso escolar, que muchas veces va dirigido a “víctimas fáciles” que no cumplen los mal entendidos
estándares de la sociedad. Las víctimas del bullying suelen ser personas con alguna característica que les diferencia del resto y en este grupo suelen estar las niñas y niños con discapacidad. Los niños a veces no comprenden qué significa tener una discapacidad y lamentablemente acaba siendo motivo de exclusión o acoso escolar, siendo las tecnologías el medio en estos casos.
 
El 'Informe sobre Delitos de Odio en España' de año 2016 registró 262 casos por motivo de discapacidad: los niños son el 13,8% de las víctimas. Un ejemplo de esta dura cifra fue el caso de un chico con discapacidad física de 12 años al que sus compañeros de clase le vejaban por las redes sociales.
 
Debemos ser capaces de impulsar una sociedad de la información accesible e inclusiva de la que las niñas y los niños con discapacidad sean parte. Una era digital que dé respuesta a esta realidad plural, que eduque en la diversidad, que promueva la tolerancia y la equidad desde la responsabilidad y anteponiendo la protección, el bienestar y los derechos de esta infancia.
 
(Artículo publicado en el estudio 'Los niños y niñas de la brecha digital en España', de Unicef, Comité español)
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