Síguenos en

  • Ir a Cermi en facebook.
  • Ir a Cermi en twitter.
  • Ir a Cermi en Linked in.
  • Ir a Cermi en Instagram.
  • Ir a Cermi en Youtube.

CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 15 de noviembre de 2019cermi.es semanal Nº 367

Ir a Cermi en Instagram.

"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Reseña

Bloy, el esplendor de la palabra luciferina

Por Esther Peñas

15/11/2019

Portada de 'Páginas escogidas', de León BloyLéon Bloy (Notre-Dame-de-Sanilhac, 1846, Bourg-la-Reine, 1917) es uno de esos tipos absolutamente fascinantes por su pureza. Ortodoxo católico, feligrés de maniqueísmo radical, del todo o nada, sin medias tintas, ni pelajes, ni excepciones. Se es o no. Y punto. Punto final. Es hombre del qui non est mecum, contra me est. Para que se hagan una idea: “No existe la casualidad, porque la casualidad es la providencia de los imbéciles, y la justicia quiere que los imbéciles no tengan providencia”; “El peor mal no es el delito cometido, sino no haber obrado el bien que uno podría haber hecho”; “Cualquier cristiano que no es un héroe es un cerdo”. 
 
Cuando el Papa Francisco lo citó en su primera homilía –hace seis años- no  fue casual. Escogió las palabras –drásticas, claro- de un tipo que se colocó del lado de los pobres, de los desarrapados, de los parias, de los que no vemos porque viven a las orillas de todo. Hizo de la pobreza el sol de su indigencia. Y Francisco citó a Bloy: “Quien no reza al Señor, reza al diablo’.
 
Entendámonos. No piensen que Bloy era un meapilas, un moralista victoriano con ínfulas, un puritano de puños de organdí. Bloy era un excesivo absoluto. Para con todo, estructuras orgánicas religiosas incluidas: “Los sacerdotes son letrinas. Están ahí para que la humanidad derrame nuestra inmundicia”.
 
Se echa en falta escritores tan de una sola pieza. Por eso se celebra que la colección Empero, del CERMI, haya publicado Páginas escogidas (1884-1905), en la traducción de Francisco Ayala. Reincide, ya que en 2014 publicó Cuentos feroces –episodios alumbrados entre las trincheras de la guerra francoprusiana- y, en 2008, En tinieblas –título póstumo, legado místico del autor- (ambos traducidos por Luis Cayo Pérez Bueno).
 
En estas casi doscientas páginas de una furiosa, vehemente, incauta escritura (luciferina por cuanto que porta la luz de una intuición honda), cincelada por la llama de quien se sostiene por certezas legítimas, encontramos (es el caso de La mujer pobre) un estilo excesivo, desequilibrado, con un fulgor verbal casi sobrecogedor. En muchos de estos textos, la pobreza como camino de la redención, una ascesis encarada con fervor. “Mi cólera es la efervescencia de mi piedad”, se lee en un momento determinado de la selección.
 
De Historias descorteses, repletas de crímenes, de sordidez y mezquindad, apuntar la bala certera (como si fuera una sola) que dispara contra la burguesía y la gente de bien de su época. Exégesis de los lugares comunes es una invectiva contra los “idiotas” que apuntalan su criterio vital en un puñado de frases tan gastadas como aceptadas y vacías. Su retórica alcanza unas cotas de delicia casi pecaminosa. 
 
El desesperado hubiese entusiasmado a Berlanga. Al Berlanga de Plácido. Conformado como su alter ego, Caín Marchenoir, se despacha contra los adinerados sepulcros blanqueados, haga gala de la dignidad de su desdicha.
 
Pero hay más viandas en el volumen, la Declaración, El mendigo ingrato, Las últimas columnas de la Iglesia, Mi Diario y Cuatro años de cautiverio.
 
Bloy, como todo rudo, violento y lapidario, se granjeó un puñado de voraces enemigos de altura: Maupassant, Zola, Anatole France… pero también incondicionales rendidos (de vuelo lírico no menos alto): Kafka, Borges, Bernanos, Jünger, Böll...
 
Su estilo no es fácil (pero, ¿qué cosa en este mundo que merezca la alegría lo es?), exige una mente atenta, y arrebatada, y un vocabulario más que generoso (para desbrozarlo con paciencia, pero agradeciendo el don). Se le advierte la influencia de Huysmans y Auguste de Villiers de L'Isle-Adam (por cierto, autores que engrosan el catálogo de la colección Empero). Los tres resultan antimodernos. Antimodernos por supuesto no por reaccionarios, sino como gérmenes, bujías de la modernidad misma, al negarla. Es decir, antimodernos siguiendo el criterio del historiador Antoine Compagnon. 
 
El trío (Bloy, Huysmans y de Villiers de L'Isle-Adam) se autodenominaba en broma el ‘Concilio de los pordioseros’. Lástima que se disolviese pronto. Villiers y Bloy y Huysmans se juraron odio eterno (ya se dijo, son categóricos) cuando este último se negó a asistir al matrimonio de Bloy. Pero esa harina pertenece a otro costal. 
 
Disfruten de estas Páginas escogidas de un autor loco en Cristo que recuerda que hubo un tiempo en el que el lenguaje estaba al servicio de sí mismo.
  • facebook
  • twitter
  • linked in
  • enviar a un amigo
  • imprimir noticia

Con el apoyo de:

  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Secretaría de estado de servicios sociales. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Fundación ONCE. Abre una ventana nueva.
  • CERMI. Innovación social en discapacidad. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Asuntos sociales, unión europea y cooperación. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Hablamos de Europa Abre una ventana nueva.

    ¿Dónde estamos?

    Calle Recoletos, 1 Bajo, 28001 Madrid - España