Mujer
Estudio ‘Pobreza y Exclusión de las mujeres con discapacidad en España’
La tasa de pobreza extrema en las mujeres con discapacidad triplica la del resto de la población
09/10/2013
Redacción
Es una de las conclusiones del estudio ‘Pobreza y Exclusión de las mujeres con discapacidad en España’, del sociólogo Agustín Huete, que ha sido promovido por el CERMI y que supone una herramienta fundamental para defender argumentos, para cambiar la tendencia a la discriminación y el lastre de una cultura y una sociedad que resta oportunidades a un sector en permanente riesgo y exclusión.
Según el autor del estudio ‘Pobreza y Exclusión social de las mujeres con discapacidad en España’, Agustín Huete, “las mujeres con discapacidad aparecen como un colectivo especialmente afectado por la pobreza extrema, con una tasa que triplica la del resto de la población”. En definitiva,
alrededor de 300.000 mujeres con discapacidad viven en situación de pobreza extrema, “la pobreza afecta de manera muy clara a las mujeres con discapacidad en su peor versión posible ya que la población con discapacidad tiene un riesgo de pobreza relativa alto, toda en general, pero hay ciertos colectivos, como las mujeres y los mayores, que tienen un riesgo altísimo de pobreza extrema”, explica Huete.
Sin embargo, para este sociólogo los fenómenos sociales se asocian y hay que buscar la manera de que esas asociaciones desaparezcan: “Si queremos reducir la pobreza de las mujeres con discapacidad, como la de cualquier otro colectivo, necesitamos medidas específicas, pensadas para ese colectivo, que vayan al núcleo de las necesidades”.
Factores precipitantes y cultura
Aunque la pobreza en sí provoca exclusión social, existen otros factores que se suman a la pobreza o incluso la desencadenan. La exclusión social es mucho más que pobreza económica ya que entran en juego un montón de dimensiones: “Nada es puramente individual, todo lo que nos ocurre se sucede en un contexto social, y la pobreza también. Hay factores precipitantes de esa pobreza, como son la situación de empleo, el nivel de estudios, la percepción de prestaciones, las relaciones sociales, la calidad y cantidad de relaciones sociales. En el informe se muestra cómo muchas mujeres con discapacidad, sobre todo las de mayor edad, prácticamente no tienen oportunidades para establecer relaciones afectivas (un tercio reconoce no tener oportunidades para hacer nuevos amigos y un 15% dice no tener amigos), vínculos, amistades... esto es grave y conforme el envejecimiento avanza, más grave aún”, afirma el autor del estudio, que insiste en la idea asegurando que “los vínculos nos dan una riqueza social que nos protege del aislamiento y de la pobreza”.
A juicio del sociólogo, “la discapacidad no es un fenómeno individual, es social, y hay que promocionar el cambio cultural, igual que con el paso del tiempo todos hemos ido entendiendo que excluir a las mujeres por el hecho de serlo no tiene una razón de ser lógica y es moralmente rechazable”. En este sentido, la clave está en la visibilización, y en la información, en dar pasos para concienciar: “Estamos hablando de una sociedad, que son muchas personas, y cada una con sus intereses, con sus afectos, con sus limitaciones, sus expectativas, y no podemos pensar que nosotros desde nuestros trabajos vamos a poder transformar eso de una manera completa; hace más de 150 años que las primeras mujeres se encadenaban en los parlamentos para poder votar y todavía hay países en los que las mujeres no votan. Hay que dar pasos, ir hacia adelante, y hay que apoyar a los más radicales, porque los movimientos sociales se producen con impulsos radicales. Si hay un millón y medio de personas en situación de pobreza, las hay, y ya está, y si está demostrado que la pobreza no cambia con el crecimiento económico de una sociedad si no te dedicas específicamente a sacar a esa gente de la pobreza, eso hay que decirlo”.
En el caso de la discapacidad, como en cualquier otro, lo que se pone en juego son expectativas, las expectativas que la familia tiene hacia tu futuro como persona, si podrás trabajar o no, tener pareja, salir de casa... “Es una cuestión de relaciones sociales y culturales, por lo tanto, sólo es posible precipitar el cambio, la transformación de estos fenómenos con cambios culturales y son cambios lentos y se promocionan impulsándolos, sensibilizando, informando”, sentencia Huete.
Mujer, cifras y estadísticas
En el caso de las mujeres con discapacidad hay dos fenómenos que juegan en contra, el género y la discapacidad. En los hombres con discapacidad, sin embargo, la condición masculina, en nuestra sociedad, siempre supone una ventaja. “Por eso defendemos la transversalidad”, asegura el experto. Por ejemplo, las tasas de actividad de las mujeres con discapacidad son muy bajas, pero eso se debe a una cuestión de género, no de discapacidad: “Es una cuestión cultural nuestra, las mujeres en nuestro país participan menos de la actividad laboral, evidentemente por una cuestión de discriminación de género que algunos argumentarán como una tradición, por el bienestar de la familia, los niños...”
Y así lo asegura también la directora ejecutiva del CERMI, Pilar Villarino: “hay muchas mujeres con discapacidad que son cuidadoras informales, sobre todo en el caso de la discapacidad intelectual, estas mujeres a menudo están dedicadas a cuidar a algún familiar dependiente, y esa es una de las causas de la invisibilidad de la mujer con discapacidad”.
Esa invisibilidad comienza en años tempranos, en el acceso a la educación, tal y como explica Agustín Huete: “Las mujeres con discapacidad intelectual tienen tasas de actividad menores, pensiones menores, menos relaciones, menos oportunidades, menos estudios... pero incluso las personas con discapacidad que no tienen dificultad para estudiar, siempre tienen menor nivel de estudios, y eso no se puede explicar de otra manera que no sea porque el sistema de enseñanza los rechaza o porque su familia tiene unas expectativas menores o porque ellos mismos tienen unas expectativas menores de sus capacidades. La tasa de abandono en secundaria es un tema alucinante, y no sabemos dónde van, porque desaparecen de las cifras, y ahí hay una cuestión social muy importante”.
“No tienes que ir al tercer mundo – asegura Villarino – para ver cómo a muchas niñas se las separa de los estudios para casarlas o para trabajar, aquí en los países desarrollados hay una tasa de abandono, en gran parte porque hay muchas mujeres jóvenes que se las destina a cuidar a personas dependientes o al no poder atenderlas debidamente en las escuelas, abandonan la educación... no está documentado pero es una realidad”.
Surge de nuevo el eterno problema de la invisibilidad, algo que se hace patente en los estudios, estadísticas y registros. La configuración de las estadísticas excluye a las personas con discapacidad, no existe la variable de discapacidad, no son visibles, de nuevo.
Las cifras y los datos nos dan herramientas para defender argumentos, de ahí la importancia de este estudio y la razón de ser del mismo, como explica la directora del CERMI: “Este estudio es un paso más hacia esa necesaria visibilización de las mujeres con discapacidad que están claramente en una situación de vulnerabilidad por su mayor exclusión respecto a los hombres con discapacidad y respecto al resto de mujeres. El hecho de que se pueda demostrar con datos la clara relación entre pobreza y exclusión social de las mujeres con discapacidad es vital para intentar visibilizar, y eso es fundamental, cuantas más mujeres se vean en todos los ámbitos de la vida social, es lo que ayudará a considerarlas como cualquier otra persona”.
El estudio, promovido por el CERMI, destaca que en España residen más de un millón y medio de personas con discapacidad en riesgo de pobreza, de las que casi medio millón se encuentran en situación de pobreza extrema, es decir, reciben ingresos anuales inferiores a 3.900 euros (según datos de 2008).
Agustín Huete ha señalado que más de 600.000 personas con discapacidad viven solas en sus hogares y esto, ha incidido, evidencia una “clara” situación de desventaja para las mujeres, ya que “más del 40% de éstas viven en hogares en los que se ingresan menos de 500 euros al mes, es decir, hogares en situación de pobreza”.
Además, también ha alertado que la discriminación por género en cuanto a salarios “es muy evidente” para todas las mujeres. “Las mujeres con discapacidad cobran como término medio salarios ligeramente inferiores a las mujeres sin discapacidad, pero sensiblemente inferiores a los varones”, ha añadido.
Otra de las denuncias que ha expuesto es que las mujeres con discapacidad intelectual “son el grupo más afectado por la escasez de ingresos, oportunidades laborales y acceso a prestaciones” y el “más olvidado”.
Propuestas y apuestas
El autor del estudio propone en su trabajo una serie de acciones encaminadas a reducir la pobreza y la exclusión de las mujeres con discapacidad, destacando en primer lugar la importancia del cumplimiento de la Convención de la ONU: “La convención es especialmente sensible a la promoción de los derechos de las mujeres con discapacidad, y hay que ser especialmente cuidadosos en el seguimiento del cumplimiento de la Convención en lo que respecta a mujeres y niñas y creo que eso es algo que se está haciendo”.
Además, resulta primordial fortalecer la inclusión laboral a través de medidas específicas; atender la situación de mujeres mayores con discapacidad que presentan generalmente situaciones de extrema pobreza; o promover el empoderamiento, especialmente en el acceso a espacios de participación ciudadana. En este sentido asegura: “El empoderamiento hay que creérselo. Hay que empezar a animar a que las entidades que prestan apoyo a las personas con discapacidad atiendan también la cuestión de género. Si esto se lo haces ver a una entidad, vas a provocar al menos un debate en la propia asociación y así es como se produce el cambio cultural”.
En esta línea elogió la labor del CERMI al elaborar el II Plan de Acción de Mujeres con Discapacidad 2013-2016, “que tiene medidas muy interesantes al respecto”, y apuntó la necesidad de realizar una evaluación de los planes ejecutados, “porque si no, no sirven de mucho”.
Finalmente, enumeró otra serie de propuestas también necesarias, como la de realizar estudios específicos sobre pobreza y exclusión de mujeres con discapacidad en diferentes contextos; promover la renovación y actualización de las fuentes estadísticas sobre discapacidad; y considerar la discapacidad en aquellas fuentes estadísticas relacionadas con la medición de la calidad de vida y/o exclusión social.
Por su parte, Pilar Villarino apunta la necesidad de realizar también estudios que aborden otros aspectos: “también habría que hacer un estudio sobre cómo está afectando la crisis a las mujeres con discapacidad porque en algunos partidos políticos analizan cómo afecta la crisis a las mujeres ahora, y sería importante incluir la variable de la discapacidad porque seguramente los datos son estremecedores”.
Y es que, tal y como asegura Agustín Huete, “Con las crisis como las actuales, la población que se acerca al riesgo de pobreza es mayor, siempre crece. La reducción de apoyos lleva aparejada la reducción de oportunidades”.