El título que da pie a estas reflexiones necesariamente tiene que comenzar por una idea a mi juicio clave. La base de la transformación digital es el enfoque que sitúa a la persona como elemento crucial, como centro de la estrategia. 

 

Este punto central y determinante se completa con otros conceptos básicos, sin los que no se puede hablar de transformación digital: transformación cultural, cultura de equipo, trabajo  colaborativo, marketing de contenidos, que transmite  valores, que cuenta  historias, que parte y va hacia la experiencia de la persona, respondiendo a las emociones  y deseos,  necesidades y motivaciones del consumidor, comunidades participativas y colaborativas, omnicanalidad que lleva a la comunicación a través del canal adaptado a cada persona y sus deseos… 

 

Seguro que muchas de las personas que leerán estas líneas están familiarizadas con el contenido del párrafo anterior, diría más, lo aplican cada día al construir la estrategia de su entidad, preparar sus planes de actuación, diseñar sus campañas de incidencia política. Ideas clave dentro de la labor de las entidades que formamos el movimiento de la discapacidad y, más allá de este, el tercer sector de acción social. En definitiva, la esencia de la cultura CERMI.  

 

Si a todo esto añadimos la máxima conocida de que sobreviven quienes mejor se adaptan al cambio, algo que conocemos muy bien en el mundo de la discapacidad, concluyo con que el movimiento CERMI y CERMI Mujeres tenemos mucho camino recorrido (lo habíamos andado ya sin saberlo) en esta nueva era digital que ha venido para quedarse.  

  

La transformación digital parte de una disrupción que necesariamente implica un cambio desde el propio cambio. Solo van a sobrevivir quienes mejor se adapten a ese cambio, esto lo dominamos en un movimiento con vocación de transformación social a través de la innovación permanente.   

  

Está claro entonces que el movimiento CERMI tiene mucho que aportar a esa transformación digital, que debe ser un apoyo para la transformación social. No podemos quedarnos fuera de un proceso que obliga a toda una sociedad a cambiar desde el propio cambio. Debemos estar en la primera fila de la transformación digital. Es más, es la mejor aliada en el activismo de nuestro movimiento social.  

 

Esta nueva era sitúa a la tecnología al servicio de las personas, así lo proclama el primer eslabón del Futuro Digital de Europa, una perspectiva optimista para quienes venimos reclamando que Europa debe despertar esa parte social que se ha quedado demasiado tiempo oculta en la sombra.   

Solamente estará al servicio de las personas cuando eliminemos de raíz la brecha digital, ese es uno de los puntos de inflexión en el que hay avances pero todavía no suficientes.  

  

Sin embargo, no es el único peligro, hay otros de los que se habla poco pero están ahí. La clave en esa transformación digital que sitúa a la persona en el centro son los datos, no cualquier dato, sino los datos inteligentes que sirven para construir estrategias. En este enfoque basado en datos lo que no existe no cuenta, no aplica, no sirve para planificar, medir, actuar... Los movimientos feministas denuncian el sesgo de género... ¿en qué lugar quedan las mujeres con discapacidad, eternamente invisibles? La discapacidad debe contar en los datos inteligentes que mueven el mundo, esa es otra batalla urgente que nuestro movimiento debe liderar y ganar. A la brecha digital se une esta otra brecha que debemos combatir. La tecnología al servicio de las personas, de todas las personas.   

  

En resumen, y para concluir, desde el movimiento de discapacidad debemos estar presentes en todos los espacios donde se construye esa transformación digital, tenemos mucho que aportar. Somos pioneros en innovación social en discapacidad, debemos estar los primeros en transformación digital. No nos va a esperar, o subimos o desaparecemos. La transformación digital no puede ser sino aliada de nuestra labor de transformación social. Ese es el reto y al mismo tiempo nuestro gran valor. Apliquemos por tanto los elementos que demanda ese proceso de transformación, que también son los que construyen nuestra estrategia, para que ese cambio desde el cambio lleve a la defensa de la diversidad que enriquece y con ello a la inclusión.  

  

El final de esta reflexión es por tanto obligado: La transformación digital solo puede serlo si es social.